IGUAL que roca o rosa, renacemos  
        y somos como aroma o sueño tumultuoso  
        en incesante amor por nuestro duelo;  
        fugitivos sin fin que el rostro guardan,  
        mudos cadáveres precipitados  
        a una impasible tempestad;  
        y morimos en nuestras propias manos,  
        sin saber de agonías,  
        caídos descuidados al abismo,  
        a través de catástrofes en nuestro corazón dormidas,  
        así tan simplemente, que al mirar un espejo  
        hallamos dentro sombras silenciosas  
        o una paloma destrozada.  
         Porque nada delata que existamos  
          en esta soledad del pensamiento,  
          y el olvido desciende hacia la tierra  
          como un equívoco de Dios,  
          dormida imagen donde en sueños  
          se martiriza por saberse bello;  
          porque es inútil la embriaguez  
          que nos cubre de olvidos contra el mundo  
          cuando es la lentitud  
          y el sentirse arrojados sobre el lecho,  
          como el cesar y el impedir,  
          lo que alimenta nuestro amor  
          y el incansable continuar entre los hombres,  
          del dolor de la carne enamorados.  
          Igual que rosa o roca:  
          crueles cadáveres sin agonía.
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