43. El problema de la culpabilidad de Lucrecia , en su conjunto, ha sido concienzudamente investigado por Gregorovius (Lucrezia Borgia, pp.101, 159-164). Una interpretación caritativa nos lleva a pensar que la espantosa tradición de sus relaciones amorosas con su padre y sus hermanos se basa menos en los hechos que en los rumores escandalosos a que dio pábulo su divorcio. He aquí lo que dice Giovanni Sforza: anzi haverla conosciuta infinite volte, ma chel Papa non gelha tolta per altro se non per usare con lei. Esta acusación del marido burlado dio la vuelta a todas las cortes de Italia, fue recogida por Malipiero y Paolo Capello, nutrió las sátiras de Sannazaro y Pontano, se introdujo en la crónica de Matarazzo y pasó a la posteridad en las historias de Maquiavelo y Guicciardini. No había en las palabras del injuriado marido nada que pudiera asombrar a quienes conocían los actos de un Gianpaolo Baglioni y un Sigismondo Malatesta; por otra parte, parecía confirmarlas la desbordante pasión de Alejandro por sus hijos, sentimiento que iba estrechamente unido, en él, a la excesiva sensualidad. Pero, ¿respondían esas palabras a la verdad, o no pasaba de ser una patraña calumniosa? Esto es lo que interesaría saber. Y, en cuestiones como éstas, sirven de muy poco las especulaciones psicológicas. Es cierto que, en los años posteriores de su vida, Lucrecia dio pruebas de una conciencia muy viva y despierta. Pero lo mismo sabemos de Alejandro, cuya alegría de espíritu duró hasta el mismo día de su muerte. Y sin embargo, tenía sobre sí crímenes harto abominables para abrumar la conciencia de cualquier hombre, cualesquiera que fuesen su edad y su posición social.