6. V. Les Arts à la Cour des Papes pendant le XV et le 
  XVI siècles, por E. Muntz, París, Thorin, 2ª parte. Muntz ha prestado 
  un buen servicio a la arquelogía artística al reivindicar la fama de Paulo II, 
  como protector de artistas, de todas las acusaciones acumuladas sobre él por 
  Platina. Y tal vez no estará de más consignar aquí que hasta el orgulloso Sixto 
  IV dio pruebas de inteligencia como protector de las artes y las letras. Mandó 
  construir la Capilla Sixtina y llevó a Roma a los más grandes pintores de su 
  tiempo: Signorelli, Perugino, Botticelli, Cosimo Roselli, y Ghirlandaio. Melozzo 
  de Forli trabajó para él. Una de las pocas obras maestras que se han conservado 
  de este pintor es una pintura mural, actualmente en el Vaticano, que representa 
  a Sixto IV entre sus Cardenales y Secretarios, un cuadro magnífico por la vivacidad 
  de sus retratos. El mismo papa Sixto abrió al público la Bibioteca Vaticana, 
  y bajo su pontificado se fundó la Confraternidad de San Lucas para el fomento 
  del dibujo. Roma le debe también el Hospital del S. Spirito, severo edificio 
  de Baccio Pontelli, y las iglesias de S. María del Popolo y S. María della Pace. 
  Inocencio VIII añadió al Vaticano el Belvedere, sobre los planos de Antonio 
  del Pollaiuolo y comenzó a construir la Villa Magliana. Alejandro VI enriqueció 
  el Vaticano con las famosas estancias de los Borgia, decoradas por Pinturicchio. 
  Comenzó también el palacio de la Universidad y convirtió el Mausoleo de Adriano 
  en el Castillo de S. Angelo. Creemos que bastará con estas escuetas referencias. 
  No nos proponemos tratar de los papas como protectores de las artes; pero sería 
  injusto olvidar que, al ocupar un lugar entre los déspotas de Italia, los pontífices 
  se esforzaban por rendir su homenaje a las artes y las letras, fieles al espíritu 
  de los potentados de su tiempo. 
