Ya se sabe que América fue descubierta por error, pues lo que Cristóbal Colón buscaba era el "camino corto" a la Especiería, o sea al Lejano Oriente, a China y a la India, paraíso de las especias que Marco Polo había llevado a Europa desde el siglo XIII, para enriquecimiento de sus cocinas.
Las joyas de la reina española Isabel la Católica que ayudaron a financiar el primer viaje del osado marino genovés, no redituaron en pimienta, canela o clavo de Ceylán más baratos, pero sí en toda una gama de alimentos desconocidos que alteraron la gastronomía de Europa.
En primer lugar debe mencionarse al jitomate y al chocolate, productos mexicanos ambos cuya etimología náhuatl denota su origen. Los cheffs y reposteros del mundo entero tienen diario contacto con los dos ingredientes.
Los aguacates y un sinnúmero de frutas tropicales provenientes de nuestro continente como el mamey y el chicozapote se convirtieron en lujosos y exóticos placeres para los paladares de otras naciones.
El maíz, la papa, la yuca y otros camotes también fueron novedad en Europa y marcaron nuevas rutas a los hábitos alimenticios de allá.
Mención aparte debe hacerse al chile, pues este fruto nacional mexicano expandió explosivamente su consumo, para llegar a casi todos los rincones del planeta (véase el apartado correspondiente).
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