VILLANCICO V

AQUELLA Zagala
del mirar sereno,
y envidia del Cielo:
      la que al Mayoral
de la cumbre, excelso,
hirió con un ojo,
prendió en un cabello:
a quien su Querido
le fue mirra un tiempo,
dándoles morada
sus cándidos pechos:
      la que en rico adorno
tiene, por aseo,
cedrina la casa
y florido el lecho:
      la que se alababa
que el color moreno
se lo iluminaron
los rayos Febeos:
      la por quien su Esposo
con galán desvelo
pasaba los valles,
saltaba los cerros:
la del hablar dulce,
cuyos labios bellos
destilan panales,
leche y miel vertiendo:
      la que preguntaba
con mante anhelo
dónde de su Esposo
pacen los corderos:
      a quien su Querido,
liberal y tierno,
del Líbano llama
con dulces requiebros,
      por gozar los brazos
de su amante Dueño,
trueca el valle humilde
por el Monte excelso.
      Los pastores sacros
del Olimpo eterno,
la gala le cantan
con dulces acentos;
      pero los del valle,
se fuga siguiendo
dicen presurosos
en confusos ecos:


Estribillo

¡Al Monte, al Monte, a la Cumbre
corred, volad, Zagales,
que se nos va María por los aires!
¡Corred, corred, volad aprisa, aprisa,
que nos lleva robadas las almas y las vidas,
y llevando en sí misma nuestra riqueza
no deja sin tesoros el Aldea!

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