Desde el nacimiento iniciamos un proceso de aprendizaje permanente
en el que utilizamos, fundamentalmente, información; para ello, buscamos la que
nos permita hacer frente a diversas exigencias que se nos presentan día con
día. Conforme nos desarrollamos, se amplía nuestra exigencia de información y,
aunque haya más facilidad para acceder a una mayor cantidad de ella, esto no
significa que sea una tarea sencilla, por el contrario, la saturación de
información exige un esfuerzo adicional para comprenderla, analizarla y darle
un uso eficaz.
Las competencias para el manejo de la información requieren de una
serie de habilidades para reconocer una necesidad específica y ser capaz de
atenderla, es decir, de buscar información, seleccionarla, evaluarla y
utilizarla en forma efectiva. En este sentido, uno de los propósitos
fundamentales de la educación básica —enunciado en los planes y
programas de estudio vigentes— consiste en desarrollar las habilidades
de búsqueda y selección de información para posibilitar que los alumnos
aprendan de manera permanente y autónoma. Por esto es necesario poner en marcha
acciones ejecutadas desde el aula y la escuela en el contexto de la vida, amén
de diseñar secuencias de actividades didácticas en las que se promuevan las
habilidades de búsqueda y selección de información.
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