La escritura en el aula
Escribir correctamente es un proceso permanente y continuo, que tiene un importante desarrollo en la escuela. Sin embargo, no siempre se logra que sea una actividad natural o placentera, tal como podemos observar en el siguiente texto.
Lean y discutan su contenido. Al hacerlo, tomen en cuenta la actitud del niño hacia la escritura.
Maestro: ¿Por qué no escribes la composición?
Alfredo: Mmmm... no sé escribir.
Maestro: Pero estoy seguro de que puedes. Todo lo que tienes que hacer es pensar en algo para escribir.
Alfredo: No puedo pensar en nada.
Maestro: ¿Qué te parece si escribes sobre tu perro o sobre tu gatito?
Alfredo: No tengo.
Maestro: Bueno, escribe sobre algún hobby.
Alfredo: Tampoco tengo ningún hobby.
Maestro: Entonces escribe sobre algo que te gustaría hacer más que nada en el mundo.
Alfredo: Yo no tengo ganas de hacer nada.
Maestro: Entonces escribe sobre algo que odias hacer más que ninguna otra cosa.
Alfredo: No puedo.
Maestro: ¿Por qué no?
Alfredo: Lo que más odio es escribir.
Sastrías, Martha. Caminos a la lectura. México: Pax, p. 49.
Ahora, analicen los siguientes textos elaborados por niños:
Discutan sobre las siguientes cuestiones:
- ¿Qué observan al leer estas producciones?
- Al leer los escritos, ¿pueden evidenciar diferencias entre la manera de percibir la escritura por los autores y el niño descrito por Martha Sastrías? ¿Cuáles?
- ¿Cómo participan los maestros y las maestras para favorecer la producción de textos de los alumnos y las alumnas?
Escriban las conclusiones en su cuaderno de notas, rescatando las ideas que pueden enriquecer su actuación docente.
Hagan una lectura de los siguientes textos. Comenten y contrasten la información contenida en ambos.
Recuerdo con claridad el día en que examiné a un niño de nueve años que presentaba problemas de tipo emocional y a quien la maestra reportaba como “muy inteligente y dedicado”. Como un alumno cuya capacidad intelectual no podía dudarse, dadas sus excelentes calificaciones: sabía leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y hasta dividir. El niño era perfeccionista, todo lo hacía bien y estaba orgulloso de demostrármelo. Se me ocurrió simplemente pedirle que escribiera algo interesante. Le di lápiz y papel y el niño se preparó. Al ver que no hacía nada le pregunté qué le pasaba, a lo cual respondió en forma explícita: “¡Estoy esperando que me dictes!” Le explique de nuevo que no se trataba de un dictado, sino de algo espontáneo que él quisiera relatar. Se mostró muy extrañado y no quiso escribir nada.
Al fin, de tanto insistir, escribió una poesía que se sabía de memoria. Le pregunté si nunca había escrito cartas, recados o algo por el estilo y no recordó haber escrito nada así.
Gómez Palacio, Margarita. La producción de textos en la escuela. México: sep (bam), 1995, p. 11.
Para que el niño se exprese por escrito, es conveniente crearle un clima que lo anime a hacerlo. Pedirle en frío que escriba un pensamiento, un cuento o cualquier cosa es un error. Con seguridad se bloqueará y no tendrá idea de qué escribir. Los más precoces intentarán crear un cuento o recrear alguno que hayan leído o escuchado, pero el resultado será bastante pobre en la mayoría de los casos.
Hay varias maneras de preparar al niño para que tome la pluma, le dé forma a alguna idea, empiece a imaginar situaciones o a recordar anécdotas o pasajes que pueda escribir.
Sastrías, Martha. Caminos a la lectura. México: Pax, p. 154.
Reúnanse por grados o ciclos. Escriban, en su cuaderno de notas, una o varias sugerencias para “preparar al niño para que tome la pluma”. Consideren los siguientes puntos.
- Retomar algunas estrategias que hayan resultado positivas en sus aulas o en su ámbito escolar.
- Revisar los correspondientes ficheros de actividades didácticas de español, para elegir estrategias factibles.
Compartan con el colectivo sus propuestas, para conocerlas y revisarlas. Escriban en el pizarrón una relación de estrategias para trabajar la escritura en el aula. Regístrenla en su cuaderno de notas.
Para finalizar la sesión, lean el contenido del recuadro y comenten si sus estrategias coinciden con las ideas expresadas por el autor.
No tachamos, no evaluamos, no estudiamos las creaciones de los niños. No aceptamos ni aceptaremos que su voz espontánea y libre sirva para los laboratorios de las ciencias de la mente.
Nuestro empeño es la motivación y práctica de la expresión escrita, alentar a los niños a ser constantes y a hacer uso de la palabra para manifestarse.
Sastrías, Martha. Caminos a la lectura. México: Pax, p. 156.