¿Qué significa decir que “todos somos
iguales”? Si miramos alrededor, la realidad parece mostrarnos otra cosa.
Todos nos vemos, pensamos y actuamos distinto. Nos diferenciamos por nuestros
cuerpos, nuestras facciones, nuestras habilidades prácticas, nuestras opiniones
sobre tantísimos asuntos, nuestra conducta diaria, nuestra manera de vivir.
Cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible.
Ser iguales, entonces, no significa que
seamos idénticos, o que estemos siempre en las mismas condiciones. Sin embargo,
más allá de cualquier diferencia, todos tenemos un mismo origen y una misma
naturaleza: compartimos la misma condición de humanidad, la misma aspiración de
ser libres, de satisfacer nuestras necesidades básicas, de amar y ser amados,
de buscar felicidad. Nadie es más o menos humano que otro; ni nadie tiene más o
menos derecho de vivir humanamente que otro.
Este es el significado profundo de los
principios de igualdad entre los seres humanos y el respeto a la diversidad. Es
un significado que no ignora las diferencias individuales. Al contrario, las
toma en cuenta y las trasciende para llegar a lo que nos es común: la dignidad
y los derechos como personas. Precisamente porque los conceptos de igualdad y
respeto a la diversidad no ignoran las diferencias individuales o de grupo, nos
ayuda el volver a mirarlas y a analizarlas mejor.
Hay diferencias legítimas, válidas,
como las que surgen de peculiaridades propias de los seres humanos o del
ejercicio libre de su voluntad. Nacemos dentro de un grupo cultural particular
y en un lugar geográfico específico, lo cual influye en el idioma que
hablaremos y en nuestra forma de vida. También a medida que crecemos, vamos
desarrollando ciertas creencias religiosas, opiniones políticas, orientaciones
intelectuales, en fin, una personalidad. Estas diferencias son las que
conforman nuestra identidad como individuos, y como tales, dan variedad a la
vida del ser humano y de la sociedad. Pero existen también diferencias
ilegítimas, injustas, que no se derivan de peculiaridades propias de la especie
humana, ni de la libre elección de los individuos miembros de cierta cultura.
Son aquellas que niegan una existencia digna e iguales derechos a todos.
Es necesario saber reconocer unas
diferencias de otras. Las primeras para llegar a conocerlas mejor y
respetarlas, las segundas, para contribuir a eliminarlas.
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