Nosotros también fuimos adolescentes

El año pasado, el tga versó sobre la importancia de la producción de textos en la escuela. Seguramente a lo largo del ciclo escolar cada uno de ustedes realizó con sus alumnos y alumnas distintas actividades para desarrollar en ellos esa habilidad.

Hoy, continuaremos consolidando nuestra propia destreza en la producción de textos.

Su texto puede ser una descripción de cómo eran en ese tiempo, una narración en la que expresen qué pensaban, cómo se veían y qué sentían, o un listado de las cosas que les causaban dudas, inquietudes o temores.

–Perdóname, no podía escaparme.

–¿Escaparte? ¿De quién?

–¿Cómo que de quién? De mi mamá.

–¿Recibiste mi recado?

–Naturalmente. Te contesté. Por eso estamos aquí.

–Claro, tienes razón, qué bruto soy...

–¿Y qué piensas?

–¿De qué?

–De lo que te decía.

–Ah, pues no sé.

–¿Cómo?

–Dame tiempo. Déjame pensarlo.

–Ya tuviste mucho tiempo; decídete.

–Pero si, como te dije, apenas te conozco.

–Yo tampoco te conozco y ya ves...

–¿Ya ves qué?

–...estoy enamorado de ti.

Pacheco, José Emilio. “El principio del placer” en Ritos de iniciación. Una antología de cuentos de adolescencia. México: Era, 1996, p. 29.

No te saliste en el primer descanso aunque fuera para estirar las piernas. Te quedaste derrumbada en tu incómoda silla de paleta. Llevas más de una hora en esa postura, pero todavía falta para las once y lo único que quieres es mirar los autos de vacacionistas que llegan en esta época del año. Jubilados gringos que vienen para no vivir el invierno de sus países. [...] Comenzaron igual que tú, aburriéndose en la escuela. Quisieras ser como ellos, pero ellos ya son viejos. Ya trabajaron, tú no y no te quieres dar ni el respiro entre una clase y otra. Los detesto. Esos descansos de diez minutos. No te alcanzan ni para llegar a la puerta. Odio ese tiempo porque sólo es una grieta por donde puedes mirar la libertad. ¡¿Por qué mejor no me encarcelan como lo hacían en la primaria?!

Puga, María Luisa. “Atrapada sin salida” en Mónica Lavín (comp.) Atrapadas en la escuela. México: Selector, 1999, p. 32.

Tengo once años, dicen que soy distraído y algo tonto, flaco como una estaca y muy callado. Bueno, eso dicen los otros porque a mí me gusta pensar y estar solo, la verdad es que casi siempre estoy solo. Papá se va a trabajar en la factoría y mamá todo el día lava ajeno. Yo hasta la veo más encorvada que antes.

Los otros, los de mi edad, son risueños y juguetones, en ocasiones me hacen camorra, se burlan y me gritan: “¡Estaca! ¡Estaca! ¡Te lleva la calaca!”. Yo nomás los miro, me empujan y me hacen muecas. Pero ya los conozco, sé que pronto se cansan y se fastidian cuando ven que no respondo a sus insultos; así, me veo solo de nuevo. En la escuela es otro cantar, ahí los maestros salen en mi defensa y ya probaron sus regaños y algo más.

Arenivar P., José. “Estaca y las ranitas” en La vida en la escuela. México: Fundación snte para la Cultura del Maestro Mexicano, 1992, p. 16.

Desde el inicio de mi investigación, me asombró el uso frecuente del término adolescencia. En 1990 los maestros y los padres de familia utilizaban el término para explicar la conducta de sus hijos, o para incitarlos hacia cierto estándar de comportamiento. Esto se hará evidente con algunos ejemplos. En una reunión, un padre de familia se refirió a lo que los “doctores” dicen acerca de los caprichos hormonales del adolescente, mientras que en otra discusión una madre de familia expresó un sentimiento común entre los adultos al describir a la adolescencia como “una etapa siempre difícil” porque su hija se había vuelto obsesivamente afín a sus compañeros y, en consecuencia, se encontraba en constante conflicto en su casa.

Después en una de nuestras conversaciones, el director de la escuela admitió que no contaba con los suficientes recursos (médicos, trabajadoras sociales o consejeros vocacionales) para lidiar con los problemas especiales de los adolescentes, pese a que históricamente la secundaria había sido diseñada para ello. Otro maestro se lamentó de la disminución en el respeto de los muchachos hacía los adultos y comentó:

Es obvio, son adolescentes [...] Se presentan con una personalidad contigo como maestro, contigo como amigo y contigo como papá. Utilizan y manejan mucho la hipocresía [...] El adolescente está despertando, pero para su propia conveniencia. Ya no respeta al maestro, no respeta al papá, únicamente enfoca sus visiones y actitudes.

Levinson, Bradley A. U. Todos somos iguales: cultura y aspiración estudiantil en una escuela secundaria mexicana. México: Santillana, 2002. [reproducido en Aula xxi, 3], p. 38.

En las sociedades occidentales, la adolescencia es, típicamente, un periodo en el que la gente joven experimenta una profunda transición en su desarrollo social, físico e intelectual. Es un tiempo de cambios rápidos, de tremendas dudas e intensa autorreflexión. Para muchos adolescentes, la explicación del entusiasmo y el dolor que les produce el hecho de crecer radica en que tienen mucha menos confianza en aquello hacia lo que se dirigen que en aquello que dejan atrás. [...]

El desarrollo adolescente no es singular ni sencillo, y los aspectos del crecimiento durante la adolescencia raras veces se producen al unísono, ya sea entre individuos o entre jóvenes de la misma edad. [...]

Entre ellos surge una fuerte preocupación acerca de cómo acoplarse a los estereotipos físicos y de comportamiento más comunes[...]. Además, los cambios en la escuela traen consigo otras alteraciones en el grupo de compañeros, lo que hace aún más complejas las comparaciones sociales. [...]

La adolescencia no la crean exclusivamente los adolescentes. En muchos aspectos es una adaptación y un reflejo de los problemas y preocupaciones de los adultos.

Hargreaves, Andy, Lorna Earl y Jim Ryan. Una educación para el cambio. Reinventar la educación de los adolescentes. Barcelona: sep-Octaedro (Biblioteca del Normalista), 2000, pp. 13, 25-26, 36.

No olviden registrarlas en sus cuadernos, a manera de conclusiones de esta actividad.