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Las colonias inglesas de Norteamérica
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Los bomberos usaban este tipo de bomba de agua en
la antigua Filadelfia.
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Fue a mediados del siglo
xvii cuando se intensificó la
emigración de miles de personas desde Inglaterra hacia las colonias de
la costa atlántica de Norteamérica. Las colonias se establecieron
de una en una, a lo largo de 150 años, hasta sumar 13. No tenían
un gobierno común, sino que cada una dependía del rey de
Inglaterra, quien designaba a los gobernadores.
Existieron dos tipos de colonias. Las situadas en el
sur —Virginia, las Carolinas y Georgia— tenían buenas
tierras agrícolas, dedicadas al cultivo del tabaco. Las plantaciones
eran extensas y sus dueños formaban una poderosa aristocracia. Cuando
los trabajadores emigrantes ya no fueron suficientes para cultivar las tierras,
los plantadores llevaron de África cientos de miles de esclavos.
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Los artesanos, trabajadores y pequeños
comerciantes vivían con sencillez en las colonias del norte. Por el contrario, la
aristocracia del sur construía lujosas residencias.
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En las colonias del norte, la llamada Nueva
Inglaterra, las condiciones agrícolas eran más difíciles.
Eran comunes las granjas y las pequeñas propiedades, cultivadas por los
miembros de una familia, y la esclavitud fue casi desconocida. En los puertos
prosperaron el comercio y la pesca, y se desarrolló la industria de
construcción de barcos. La mayor parte de los pobladores
pertenecía a corrientes religiosas protestantes, que no eran bien vistas
en Europa. Entre ellos había menos diferencias sociales que entre los
colonos del sur.
La gran inmigración ocurrió en el siglo
xviii, cuando cientos de miles de hombres,
mujeres y niños llegaron a Norteamérica. No venían sólo de Inglaterra; salieron
también de Irlanda y Escocia, de Alemania, Suecia y otras naciones
europeas. La mayor parte eran pobres. Buscaban en América una existencia
mejor, sin miseria y con respeto a sus derechos.
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Colonizadores de Nueva Inglaterra esperan a sus
familiares.
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La población de las colonias, que ya sumaba
dos millones al final de ese siglo, fue avanzando hacia el interior del
continente, buscando tierras desocupadas. Los indígenas no resistieron
el avance europeo y tribus enteras dejaron de existir.
La aventura de los rusos en América
Te sorprenderá saber que durante más
de un siglo Rusia tuvo una colonia en América, tan grande como el actual
territorio mexicano.
Al inicio del siglo xviii, el poderoso zar Pedro el Grande envió al
navegante Vitus Bering a que investigara hasta dónde llegaban los
dominios de Rusia en las heladas regiones cercanas al Ártico. Bering
encontró el estrecho que hoy lleva su nombre y siguió adelante,
navegando entre los hielos con una tripulación hambrienta. Tocó
tierras americanas en Alaska, pero murió de frío y hambre en el
viaje de regreso.
Años después, otros exploradores rusos
establecieron colonias en Alaska y más al sur, por la costa del
Pacífico. Sus pocos pobladores se dedicaban a la caza de animales de
fina piel, como las zorras y las focas. Tuvieron tanto éxito que por
poco acaban con varias especies animales. Sin embargo, la colonia estaba
demasiado lejos de la capital rusa y era difícil defenderla, así
que el gobierno del zar se la vendió a Estados Unidos a mediados del
siglo
xix. Recibió en pago 7 millones de
dólares y fue, en realidad, un pésimo negocio.
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