Paredes y el Ej�rcito se hab�an desprestigiado ante el juicio p�blico, pero su ret�rica belicista lo obligaba a salir al frente, de manera que solicit� el permiso del Congreso, que nombr� interino a Nicol�s Bravo. Paredes retras� su salida seguro de que perder�a el poder. En efecto, cuando la preparaba, el 4 de agosto de 1846 "a las cinco de la ma�ana, un ca�onazo de la Ciudadela anunci� un nuevo pronunciamiento", escribi� Jos� Ram�n Malo en su Diario. El general Mariano Salas apoyaba el federalismo y la vuelta de Santa Anna, y asumi� la Presidencia interina, acompa�ado de don Valent�n G�mez Far�as. Paredes fue apresado y despu�s exiliado.

Antes de finalizar el mes de agosto, Santa Anna regresaba del exilio. Para cruzar el bloqueo norteamericano hab�a simulado aceptar las ofertas de Polk de facilitar la firma de un tratado de paz, pero el arreglo se filtr� en la prensa norteamericana y, reproducido por la mexicana, iba a vulnerar el frente mexicano, pues alimentar�a dudas sobre la lealtad del jefe del Ej�rcito y m�s tarde Presidente de la Rep�blica.

A su llegada, Santa Anna declar� restablecida la Constituci�n de 1824, lo que incidir�a en una gran desorganizaci�n de la administraci�n del pa�s, pues cambiaban las autoridades, las leyes, las relaciones entre el gobierno nacional y los gobiernos estatales y, restablecidos los ayuntamientos, celosamente buscar�an defender las facultades que hab�an tenido durante el federalismo. Esto en un momento tan inoportuno, cuando hac�a falta la unidad y la coordinaci�n de fuerzas, fue costoso. Adem�s, las aspiraciones pol�ticas y los problemas locales iban a distraer la atenci�n de la guerra, lo que sumado a la carencia de recursos dejar�a todo el peso de la defensa en un gobierno nacional d�bil, sujeto de nuevo al contingente que deb�an aportar los estados, que s�lo excepcionalmente cumplir�an.

Referencia iconogr�fica
William Jenkins Worth
(1791-1849)

Mientras tanto, el Ej�rcito del Norte se retir� lentamente hacia Monterrey al mando de Mej�a, quien al llegar a esa ciudad prepar� su fortificaci�n. Fue relevado por Ampudia, a pesar de la oposici�n de los federalistas locales, quienes suplicaron a Far�as reconsiderar el nombramiento, sin resultado. Los autores de los Apuntes para la historia de la guerra con Estados Unidos comentan:

(...) este nombramiento por mil t�tulos impol�tico, resucit� antiguas prevenciones que se desarrollaron de tal modo, que varios jefes escribieron a M�xico mostrando su descontento; la prensa denunci� ese disgusto, y se engendraron vivas antipat�as que fueron al fin de funesta trascendencia.

El malestar generado por el nombramiento de Ampudia se increment� con el cambio de planes de defensa implementados por Mej�a, en especial por la demolici�n de la fortificaci�n de Tener�a, la cual tratar�a de reedificar el ingeniero Luis Robles.

En Monterrey confluyeron tres tropas diferentes, seg�n Balbont�n: los veteranos del antiguo Ej�rcito del Norte, denominados "bocas de palo" por haber perdido la costumbre de comer; las del general Ampudia a las que llamaron "los polkos" y, por �ltimo, las reci�n llegadas de la capital, motejadas como "los redentores".

Taylor emprendi� la marcha hacia Monterrey el 14 de septiembre. Los habitantes que pod�an hacerlo empezaron a salir de la ciudad al acercarse las tropas el d�a 19. La presencia de los invasores el d�a 20 sorprendi� a Monterrey en la celebraci�n de sus 250 a�os. El sitio se extendi� del d�a 20 al 24. Las casas estaban fortificadas y las calles atrincheradas, pero los continuos cambios de gobierno civil y la incomunicaci�n de �ste con Ampudia, as� como las diferencias entre los jefes, obstaculizaron una defensa efectiva. Por falta de coordinaci�n, se abandonaron las fortificaciones, y de inmediato fueron ocupadas por el enemigo; por la misma raz�n, el gobernador Francisco de Paula Morales, el 23, tuvo que dirigirse a Taylor para que permitiera la salida a civiles que estaban siendo sacrificados in�tilmente, pero no obtuvo respuesta. Los habitantes y los soldados lucharon denodadamente, de manera que cuando el d�a 24 Ampudia y una junta de jefes decidieron negociar la capitulaci�n con el general Worth, la poblaci�n se sinti� traicionada, pues convert�a en in�tiles los sacrificios hechos. Como hab�a recursos suficientes para sostener la lucha, Morales estaba dispuesto a combatir hasta al �ltimo hombre, pero a media noche del mismo 24 se lleg� a un acuerdo "honorable":

El Ej�rcito Mexicano saldr�a de Monterrey con tambor batiente y banderas desplegadas, llevando la tropa una parada de cartuchos por plaza y una bater�a de batalla con los cofres cargados, con bala de boca y los botafuegos con la cuerdamecha encendida.

La Ciudad de Monterrey, dicen los redactores de los Apuntes, "qued� convertida en un gran cementerio. Los cad�veres insepultos, los animales muertos y corrompidos, la soledad en las calles". Los enemigos bendijeron la suspensi�n de hostilidades porque carec�an de v�veres. El Ej�rcito Mexicano se retir� a Saltillo. Ah� recibi� �rdenes de retirarse a San Luis Potos�, causando el desasosiego de esa poblaci�n, que se sinti� abandonada a su suerte. La falta de provisiones hizo penosa la retirada y s�lo restos del Ej�rcito del Norte llegaron a finales de octubre a su destino, adonde acababa de llegar el general Santa Anna para organizar la defensa. El gobierno federal no lograba solucionar el grave problema de conseguir dinero para la partida de Santa Anna y su ej�rcito hacia San Luis, quien se vio abrumado ante la noticia de la ca�da de Monterrey. Finalmente, con dinero para ocho d�as, pudo partir. En San Luis convergieron de repente los cuatro mil hombres procedentes de Saltillo y los tres mil que llegaban con Santa Anna. La vida de la ciudad se alter� con la presencia de toda esa poblaci�n flotante, a la que se sum� la llegada de contingentes de Jalisco, Michoac�n, Guanajuato, Aguascalientes y el Distrito Federal.

Referencia iconogr�fica
22 de marzo de 1847
Bombardeo de Veracruz

Una de las primeras providencias de Santa Anna fue deponer y someter a juicio a Ampudia, quien se defendi� acusando a sus subalternos. Pero, como siempre, las causas fueron sobrese�das y vindicados los acusados. Otra de sus decisiones fue ordenar al general Anastasio Parrodi que abandonara la defensa de Tampico, a pesar de las obras realizadas para llevarla a cabo. Ah� se dio otro empalme de �rdenes contradictorias, pues al mismo tiempo el gobierno federal le instru�a que entregara el mando al general Francisco Garay. A Parrodi lo invadieron las dudas, lo que decidi� a Santa Anna a sustituirlo por el general Jos� Urrea. �ste permaneci� en la regi�n, dedicado, seg�n todas las fuentes, a un abierto contrabando. El abandonado puerto fue ocupado por el comodoro David Conner, quien hab�a servido en la armada mexicana en los a�os veinte.

Como se esperaba que Taylor avanzara hacia San Luis, se inici� la fortificaci�n de la ciudad. �sta afect� propiedades de habitantes empobrecidos que, resignados a perderlas por el bien de la Patria, colaboraron en su demolici�n. Mas lo urgente era entrenar, armar, vestir y disciplinar a las fuerzas, para lo que hac�a falta dinero y tiempo. Santa Anna se dedic� a ello en cuerpo y alma, mientras los peri�dicos de la capital lo acusaban de disfrutar con sus soldados "de los placeres de Capua", en lugar de luchar. Olvidaban, se�ala Balbont�n, que nuestros soldados siempre hab�an estado mal pagados, mal alimentados y mal vestidos.

Los veteranos del Ej�rcito del Norte, por m�s de diez a�os en la frontera, hab�an combatido a indios "b�rbaros" o texanos sin recibir otra cosa que "alcances" de su paga, y por tanto se hab�an visto forzados a trabajar para proporcionarse el sustento; no obstante, "acud�an al toque de generala ya para combatir, ya para excursionar, sin m�s sueldo ni m�s raciones, que una bolsa con totopo que a cada uno se proporcionaba". Santa Anna lanzaba desesperadas solicitudes de fondos al vicepresidente G�mez Far�as, pero no era f�cil atenderlas, lo que agudizaba la irritaci�n por los ataques de la prensa, en especial del peri�dico sat�rico Don Simplicio. De esa manera, Santa Anna y sus hombres desesperaban por marchar.

El 11 de enero de 1847, el Congreso aprob� una iniciativa del gobierno que le conced�a facultades para rematar bienes del clero para procurarse hasta 15 millones de pesos. La medida era ineficaz y s�lo provoc� protestas de algunas autoridades eclesi�sticas y la decisi�n del grupo moderado de concentrarse en eliminar a Far�as, como condici�n necesaria para organizar la defensa. En un acto incomprensible, los moderados, con apoyo de algunos batallones de voluntarios de clases adineradas a los que se apod� "polkos", se levantaron en armas el 26 de febrero.

Referencia iconogr�fica
Fortaleza de San Carlos de Perote

En momento tan cr�tico llegaron las noticias de Mazatl�n del pronunciamiento del general Ventura Mora por la dictadura de Santa Anna, que tuvo nefastas consecuencias, pues despert� los temores de estados como Jalisco, Zacatecas, Guanajuato, M�xico, Quer�taro y San Luis Potos�, de que el veracruzano atentara contra la Federaci�n, y decidieron coligarse para su defensa. La coalici�n no lleg� a consolidarse, pero estas sospechas tambi�n debilitaron la colaboraci�n para la defensa.

Santa Anna, distanciado de Far�as por su incapacidad para enviarle recursos, comprometi� su cr�dito para adquirir alg�n dinero y decidi� marchar al frente sin considerar el clima extremoso del invierno y que sus soldados no contaban con abrigo adecuado. Por otra parte, hubiera sido mejor dejar que Taylor cruzara las des�rticas tierras entre Saltillo y San Luis, pues esta jornada al Ej�rcito Mexicano le costar�a dos mil hombres. Taylor hab�a calculado que para hacerlo requer�a de veinte mil, pero Washington hab�a optado por concentrar a sus elementos en la ruta de Veracruz a M�xico y no le dio m�s hombres que los de las fuerzas de John Wool, quien se les uni� en noviembre, al tiempo que enviaba tropas para consolidar la ocupaci�n de Tampico.

El ej�rcito de Santa Anna parti� el 28 de enero, dejando atr�s una ciudad sumida en la incertidumbre, despu�s de haber hecho grandes sacrificios para abastecerlo. Mientras Taylor ocupaba grandes �reas de Tamaulipas para comunicar Monterrey con Tampico, el 21 de febrero Santa Anna y sus tropas llegaban a Aguanueva e intentaban cortarle el camino hacia Saltillo para privarlo de provisiones. Mas el intento fracas� y se vio obligado a presentar batalla en el campo de la Angostura. Taylor, despu�s de un estudio cuidadoso del terreno, se situ� en la Hacienda de Buenavista, que le daba una posici�n ventajosa.

La Batalla de la Angostura fue encarnizada durante los d�as 22 y 23 de febrero. Seg�n Balbont�n, Santa Anna, para ganar tiempo, envi� al inspector de Sanidad, Pedro Vanderlinden, a pedir la rendici�n de Taylor. Vanderlinden quiso convencerlo, asegur�ndole que estaba rodeado por veinte mil hombres; esto dio lugar a la afirmaci�n del general norteamericano de haber vencido a tantos hombres, lo que le har�a famoso.

El resultado del primer d�a fue indeciso. Taylor orden� la suspensi�n de hostilidades ante una lluvia pertinaz y el intenso fr�o. Para los mexicanos, casi sin alimentos y con la prohibici�n de encender fuegos, la noche fue interminable. A pesar de las grandes bajas que produc�a la superioridad de la artiller�a norteamericana, las tropas mexicanas presentaron una resistencia cerrada y tres veces obligaron a los enemigos a retirarse. Seg�n los comentaristas, pudo convertirse en victoria, pero la noche del 23 Santa Anna, despu�s de dar muchas muestras de valor, orden� la retirada por la falta de agua y de v�veres. Seg�n se dice, Taylor vio con enorme alivio, al amanecer, que las tropas mexicanas hab�an desaparecido, y ni siquiera trat� de perseguirlas. Las p�rdidas mexicanas fueron considerables y los heridos quedaron regados en el campo de batalla, lo que caus� deserciones y desmoralizaci�n.

Referencia iconogr�fica
1846-1847 Tampico de Tamaulipas de Carlos Nebel

La llegada de los restos del Ej�rcito a San Luis aument� el temor de los habitantes. Las noticias que esperaban a Santa Anna eran angustiantes: la conquista de California se hab�a consolidado y, mientras en la capital puros y moderados se enfrentaban, el general Winfield Scott amenazaba al puerto de Veracruz. El general determin� partir al centro, con un m�nimo de descanso para las fuerzas que lo acompa�ar�an.

Despu�s de un gran recibimiento en Quer�taro, apresur� su marcha hacia la Villa de Guadalupe, adonde lleg� el 21 de marzo, asumiendo la Presidencia para dirimir las disputas partidistas. Se empe�� en neutralizar tanto a puros como a polkos; decret� que celebrar�a "convenios con las personas y corporaciones" para proporcionarse 20 millones de pesos. Derog� tambi�n el decreto del 11 de enero, a cambio de un nuevo pr�stamo de la Iglesia de 150 mil pesos. La Iglesia, por otra parte, continu� garantizando las libranzas gubernamentales con sus bienes, que por desgracia produjeron escasos fondos al gobierno, pues la avaricia de los usureros hizo que se incrementara el valor del dinero, lo que produjo enriquecimientos incre�bles.

La oposici�n a Far�as era tan general que los moderados lograron que el Congreso decretara la supresi�n de la vicepresidencia, entre las reformas que se le hicieron a la Constituci�n en mayo. Al mismo tiempo, los diputados eligieron Presidente interino al general Pedro Mar�a Anaya, pues el 2 de abril Santa Anna parti� hacia Veracruz.

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