PR�LOGO

Yo liber� a los mortales del temor a la muerte, d�ndoles quim�ricas esperanzas.

Del Prometeo de ESQUILO

El doctor Luis Felipe Rodr�guez, nacido en M�rida, Yucat�n, es uno de los m�s j�venes y distinguidos astr�nomos de habla espa�ola. Realiz� sus primeros estudios, primaria, secundaria y preparatoria, en su ciudad natal, una de las m�s bellas y atractivas de la provincia mexicana: la ciudad de las mariposas, por sus miles de veletas que a lo lejos le daban a M�rida un aspecto et�reo y misterioso. Es, adem�s, el Centro metropolitano de una de las zonas mexicanas de mayor tradici�n cultural, tanto ind�gena como mestiza. Luis Felipe Rodr�guez no podr�a escapar de sus antecedentes mayas; antropol�gica y astron�micamente hablando: su "destino" era la astronom�a.

El doctor Rodr�guez hizo sus estudios superiores en la Universidad de Harvard, en donde en 1978 obtuvo el doctorado presentando la tesis Radio Recombination Line Observations of the Ionized Gas in the Galactic Center. Esta tesis doctoral fue merecedora, en 1980, del premio "Robert J. Trumpler", que se otorga a la mejor tesis doctoral de astronom�a realizada en los Estados Unidos de Norteam�rica.

Aunque ya en los a�os de 1973-1974 trabaj� como ayudante de investigador en el Instituto de Astronom�a de la UNAM, no fue hasta el a�o de 1979, despu�s de doctorarse, cuando se le nombr� investigador titular de tiempo completo. En 1980, la Junta de Gobierno de la UNAM lo design� director del Instituto de Astronom�a. Ten�amos y tenemos, como director, al hombre m�s joven en toda la historia de la astronom�a mexicana.

Rodr�guez, ahora de 36 a�os de edad, tiene un curriculum y una capacidad de trabajo asombrosos: 35 art�culos de investigaci�n, la gran mayor�a supervisados y aceptados por �rbitros exigentes y publicados tanto en M�xico como en Europa y los Estados Unidos de Norteam�rica. Adem�s, varios trabajos de investigaci�n en prensa o en proceso de publicaci�n. Un gran n�mero de trabajos de divulgaci�n cient�fica y/o res�menes cient�ficos publicados. Continuamente imparte conferencias tanto en el Distrito Federal como en la provincia mexicana o en el extranjero. Participa muy activamente en la formaci�n de nuevos astr�nomos y sugiere a sus colegas temas de investigaci�n. Su vigor f�sico e intelectual es espectacular y, honestamente, envidiable. Sobre todo, es un joven ejemplar y tiene una larga y fruct�fera vida por delante.

Muy recientemente se le otorg� el premio "Henri Chr�tien 1984" por trabajos en astronom�a observacional, que se concede a trav�s de la American Astronomical Society.

El presente libro de divulgaci�n, Un universo en expansi�n, representa un intento serio para informar al p�blico de habla espa�ola sobre algunos aspectos de la astronom�a y la astrof�sica contempor�neas. Aunque intenta liberar a la astronom�a moderna de esa tendencia legendaria antropoc�ntrica y antropom�rfica, no creo, sinceramente, que lo logre cabalmente. La tarea divulgativa de todo proceso de evoluci�n natural -especialmente en astronom�a- nos lleva, casi inevitablemente, a recurrir a analog�as que no dejan de tener un profundo sentido antropom�rfico. Cop�rnico desplaz� a la Tierra del centro del sistema solar y del universo; sin embargo, el Sol, nuestro sol, quedaba como centro de nuestra galaxia. Shapley, llamado el Cop�rnico del siglo XX, demostr� que el Sol es tan s�lo una de tantos millares de estrellas ubicada en un lugar "insignificante" lejos del centro gal�ctico. No obstante, el gran Shapley indic�, por alg�n tiempo, que no exist�an galaxias externas a la nuestra.

Ahora, en nuestra �poca, la mayor�a de los cient�ficos postulan la formaci�n de las estrellas mediante un proceso de contracci�n gravitacional y se cree en la expansi�n del universo a partir del �tomo primigenio del abate Lema�tre. El Premio Nobel de F�sica (1970), Hannes Alfven, se�ala con iron�a y severidad el conflicto entre la mitolog�a y la ciencia. Pero �l mismo queda al borde del abismo.

Al leer las pruebas de imprenta del libro de divulgaci�n de Luis Felipe Rodr�guez, vuelvo a pensar en el reto al que nos enfrentamos ante una ciencia que s�lo puede sobrevivir si se concibe como un proceso infinito, que d�a con d�a se supera y que nunca termina. Esta es la caracter�stica fundamental de toda verdadera ciencia; siempre debe y puede superarse, siempre ser� mejor. Esto la distingue de otras tareas intelectuales, especialmente algunas �reas de las humanidades y de las artes. No podemos decir que los humanistas, escritores o artistas del presente sean mejores que los del pasado. En cambio, la ciencia actual es mejor que la pret�rita y la del futuro ser� superior a la presente.

GUILLERMO HARO

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