X. EL AMANECER DE LA ASTROF�SICA EN M�XICO

PARIS PIMI

EL A�O es 1942. En una colina que delata la historia prehisp�nica de M�xico, se elevan edificios, casetas dispersas reci�n construidas, su color amarillo brillando intensamente bajo un sol invernal. Se aguarda la llegada del presidente don Manuel �vila Camacho y su comitiva. Est�n congregados alrededor de la escalinata del edificio principal, frente a los dos volcanes, los dirigentes del pueblo de Tonantzintla, del estado y la ciudad de Puebla, un grupo representativo de reconocidos intelectuales, maestros, cient�ficos mexicanos, secretarios de Estado, diputados, senadores, entre otros, y un elenco de astr�nomos-astrof�sicos norteamericanos. Los europeos se encontraban aislados a causa de la segunda Guerra Mundial. As� se celebraba la inauguraci�n del Observatorio Astrof�sico de Tonantzintla el 17 de febrero de 1942, acto que dar�a la pauta y marcar�a el principio de una �poca que continuamos.

La fundaci�n del Observatorio Astrof�sico de Tonantzintla fue la obra, y no ser� exageraci�n decirlo, de una persona, un entusiasta astr�nomo aficionado, Luis Enrique Erro. Don Luis era ampliamente conocido en los c�rculos pol�ticos a trav�s de sus variadas funciones en la pol�tica del pa�s como innovador y ahora vert�a toda su capacidad y energ�a en crear una instituci�n que conducir�a la astronom�a de un solo brinco hacia la astronom�a moderna, la astrof�sica. Este fue un brinco arriesgado, m�s a�n cuando el pa�s no contaba con j�venes entrenados en esta disciplina. El pasado ha mostrado que los adelantos en la ciencia y la cultura pocas veces ocurren paulatinamente, sino bruscamente, de modo discontinuo. Son la visi�n y la creatividad y en no menor medida el esp�ritu de aventura los que abren los nuevos horizontes. Luis Enrique Erro fue uno de estos esp�ritus audaces y quien hizo posible tal avance en la astronom�a en nuestro pa�s. Su obra abri� el camino para encauzar la astronom�a mexicana del siglo pasado al siglo XX.

Aunque el instrumental disponible del observatorio era escaso, se contaba con un gran telescopio de 26-30 pulgadas, tipo Schmidt, de dise�o novedoso, instalado bajo una ins�lita c�pula dodecagonal. En 1936 el �ptico alem�n Schmidt ide� y construy� el primero de este tipo de telescopios, los cuales tienen un espejo esf�rico (los reflectores cl�sicos tienen espejos parab�licos), al cual acopl�ndole una placa de vidrio delgado: placa correctora, con una superficie tallada se logra que las im�genes, de otra manera malas, se corrijan a un �rea puntual sim�trica peque�a, dando as� la posibilidad de alcanzar objetos muy d�biles. Las fotograf�as con este instrumento son igualmente buenas y n�tidas en toda la extensi�n que cubre el campo, 5� x 5�. No es mi intenci�n describir en m�s detalle tal telescopio, sino enfatizar que Tonantzintla fue una de las pocas instituciones en poseer una c�mara Schmidt de las m�s grandes que exist�an en esa �poca. El observatorio fue construido casi simult�neamente a los de Harvard, al del Case Institute of Technology, de Cleveland, y al observatorio de la Universidad de Michigan. La �ptica fue obra de Perkin-Elmer, firma que a�n hoy es una de las mejores en su ramo, y las partes mec�nicas en los talleres del observatorio de Harvard. El encargado de la estaci�n de observaciones de Harvard, el doctor George Z. Dimitroff, viaj� a M�xico y supervis� personalmente el montaje del telescopio e hizo la demostraci�n, ante los asistentes a la ceremonia de inauguraci�n, de que el telescopio funcionaba: �S� obedec�a a los controles el�ctricos! Creo que en las noches anteriores Dimitroff, los ayudantes mec�nicos y tal vez el mismo don Luis hab�an pasado muchas horas sin descanso en el telescopio d�ndole los �ltimos retoques.

Un dato curioso es que las partes del telescopio fueron conducidas en cami�n desde Cambridge, Mass., hasta la frontera en Laredo por dos j�venes astr�nomos, ambos estudiantes graduados de Harvard; uno mexicano y el otro norteamericano, ambos menores de 25 a�os de edad. Es muy loable tal demostraci�n de confianza hacia la juventud, fe y confianza que me parecen justificadas y las cuales comparto siempre y ampliamente.

Como parte relevante de los festejos de inauguraci�n se celebr� un simposio con la asistencia de cient�ficos mexicanos y una treintena de los astrof�sicos m�s distinguidos de la �poca; entre ellos, por supuesto, el doctor H. Shapley, director del observatorio de Harvard, del que puede decirse fue el padrino del observatorio de Tonantzintla; el profesor Henry Norris Russell, director del observatorio de la Universidad de Princeton; el doctor W.S. Adams, director del observatorio de Monte Wilson; el doctor O. Struve, director del observatorio de Yerkes, de la Universidad de Chicago; el doctor J. A. Pearce, director del Dominion Astrophysical Observatory de Canad�, y otros directores m�s. Don Manuel Sandoval Vallarta, entonces profesor de f�sica en el Instituto Tecnol�gico de Massachusetts (MIT); Robert McMath, el astr�nomo solar; Joel Stebbins, el pionero en fotometr�a fotoel�ctrica, y un grupo de astr�nomos de Harvard como Donald Menzel, F. L. Whipple, los esposos Gaposchkin, el doctor Bok y el gran matem�tico G. D. Birkhoff de la Universidad de Harvard, por mencionar s�lo unos cuantos.

La primera sesi�n del simposio tuvo lugar en Tonantzintla; los temas tratados fueron sobre la estructura y la constituci�n de la V�a L�ctea, nuestra galaxia, y la relaci�n de �sta con otros sistemas gal�cticos. Es de lamentar que las memorias de esta reuni�n no fueran editadas a pesar de la insistencia de los ponentes; m�s tarde los autores tuvieron que publicar sus contribuciones en diferentes revistas.

Algunos de los resultados expuestos en esa reuni�n han sobrevivido al escrutinio de las investigaciones posteriores. La relaci�n del material difuso con las estrellas hab�a sido el tema de varios trabajos. La formaci�n de estrellas por condensaci�n de nubes de polvo interestelar propuesta por Whipple es a�n hoy un proceso aceptable. Whipple propon�a un mecanismo interesante: seg�n �l la radiaci�n de una fuente cercana causar�a una asimetr�a en la presi�n de la radiaci�n sobre el polvo y no estando presente en el lado de sombra, tender�an las part�culas a juntarse. La composici�n del material interestelar en forma de nubes fue propuesta por Stebbins con base en sus mediciones fotoel�ctricas.

Adams, por otra parte, tambi�n propon�a que la estructura del material interestelar se hallaba en forma de nubes; sus argumentos se basaban en la multiplicidad de las l�neas interestelares observadas en el espectro de las estrellas. Hoy en d�a tal estructura del material entre las estrellas es ampliamente conocida.

Los doctores C. Graef, J. Lifchitz, Mart�nez y Ba�os presentaron trabajos te�ricos sobre la trayectoria de los rayos c�smicos en el campo de la Tierra, tema en que el doctor Sandoval Vallarta fue pionero. El doctor D. H. Menzel expresaba elocuentemente la relevancia de esa reuni�n, al decir (traduciendo sus palabras) que "no cabe duda de que la conferencia fue una de las m�s importantes de la historia de la ciencia. Su valor, medido solamente con el gran n�mero de nuevos adelantos y descubrimientos reportados por primera vez, fue verdaderamente grande". (Sky and Telescope, vol. I, abril de 1942.)

Las festividades incluyeron un amplio margen de actos sociales, recepciones, banquetes, paseos. La Universidad Nicolaita de Morelia, una de las m�s antiguas de este continente, confiri� grados honor�ficos de doctor en ciencias a los doctores Adams, Russell, Shapley y Sandoval Vallarta, en una ceremonia solemne en su sede. Todos los participantes expresaron, aparte de su agradecimiento, satisfacci�n porque la astronom�a contaba ahora con un observatorio en una latitud geogr�fica de +19�, desde donde podr�a alcanzarse a estudiar casi la totalidad de la V�a L�ctea.

Pasada la emoci�n de la inauguraci�n y disminuida la euforia, comenzamos a afrontar la realidad. Est�bamos en una instituci�n que hab�a nacido de la nada, con elementos humanos que se enfrentaban con un tema nuevo o bien fragmentariamente conocido. Un ambiente de investigaci�n no se puede crear por decreto y Tonantzintla no pod�a ser una excepci�n. Es cierto que se ten�a un director dotado de una vitalidad y visi�n extraordinarias, y un subdirector, un brillante f�sico te�rico, Carlos Graef, reci�n doctorado en el Instituto Tecnol�gico de Massachusetts, pero no adiestrado como astr�nomo. En este punto, quisiera recordar las ideas de un astrof�sico te�rico, cuyo nombre cada astrof�sico debe conocer; Svein Rosseland, de Noruega, el primero en escribir un libro sobre astrof�sica te�rica. Teniendo, �l mismo, un excelente entrenamiento en f�sica te�rica, dec�a con cierto resentimiento que los f�sicos creen poder conquistar la astrof�sica de inmediato, pero se equivocan, pues la astrof�sica tiene un m�todo de atacar problemas bien diferente y no se puede aprender a sentirlo en unas cuantas semanas: la astronom�a es una ciencia esencialmente observacional, mientras que la f�sica es esencialmente experimental.

Mi charla no ser� del todo elogiosa con respecto a la situaci�n observada en las etapas iniciales. Pero espero poder mantener cierta objetividad apoy�ndome en los siguientes argumentos. Durante varios a�os de mi estancia en el observatorio de Harvard hab�a tenido ocasi�n de conocer, al lado de los temas cultivados all�, variados temas de actualidad a trav�s de los astr�nomos visitantes de relieve que pasaban largas o cortas temporadas en Harvard. Anteriormente, durante mis estudios de doctorado, hab�a presenciado y compartido los esfuerzos de la formaci�n de un instituto astron�mico, el Observatorio de la Universidad de Estambul, al lado de investigadores alemanes. Creo haber tenido, por lo tanto, una perspectiva adecuada para permitirme ahora la libertad de presentar con franqueza mis impresiones de la lucha de los primeros a�os de la astrof�sica de México.

El nuevo observatorio naturalmente carec�a de ra�ces, buscaba una orientaci�n. Un grupo de j�venes entrenados en la Universidad de M�xico en f�sica te�rica, en especial bajo la tutela de A. Ba�os, estaba entusiasmado ante la perspectiva de hacer astrof�sica. Se trataba de crear un profesionalismo. S�lo uno de ellos hab�a tenido la suerte de estudiar (enviado por Erro) posgrado por un a�o en Harvard, en donde impresion� con su capacidad y su conocimiento firme de la f�sica y las matem�ticas a algunos profesores, entre ellos el astr�nomo te�rico D. H. Menzel.

Se procur� dar instrucci�n astron�mica a estos j�venes en el propio observatorio de Tonanzintla. El mismo Luis Enrique Erro les daba charlas sobre temas generales de astronom�a tambi�n durante las largas noches de observaci�n en el telescopio, anim�ndolos y entusiasm�ndolos. Hubo un seminario en mec�nica cu�ntica complementado con el libro de Zamanzky y muy bien dirigido por Carlos Graef. A esto sigui� otro seminario sobre la din�mica de sistemas estelares basados en el libro reci�n aparecido de Chandrasekhar. Esta �ltima actividad condujo a la elaboraci�n de la tesis de licenciatura de Fernando Alba. El tema de la tesis le interes� al mismo Chandrasekhar, pues se trataba de evaluar el efecto de los encuentros estelares dentro de un c�mulo donde la distribuci�n de velocidades se supon�a elipsoidal en lugar de esf�rica, generalizando as� el tratamiento de Chandrasekhar. Siguiendo la sugerencia de Erro, di un cursillo sobre fotometr�a astron�mica.

Por otro lado, el telescopio Schmidt no ten�a una �ptica tan buena como se esperaba. Aun as� se trat� de llevar adelante algunos programas sobre estad�stica estelar. En esencia, eran determinaciones sobre magnitudes y colores de las estrellas en la regi�n sur de la Galaxia y conteo de estrellas. Este �ltimo era un legado de Harvard; pero de la secci�n decadente de ese observatorio. El tiempo mostr� lo que algunos ve�amos anticipadamente, lo obsoleto de tal investigaci�n. La estad�stica es un buen m�todo si se aplica haciendo selecciones continuas. La estad�stica estelar a base de conteos estelares no es la soluci�n al problema de encontrar la estructura, la distribuci�n del material estelar o de polvo y gas en nuestra Galaxia. Sospecho que dicho programa se adopt� en reconocimiento a Harvard por la ayuda que nos hab�a prestado en la construcci�n del telescopio y en el donativo de una c�mara chica que cubr�a gran campo. Pero con lo que se dispon�a de instrumental en ese momento, bien pod�an hacerse contribuciones valiosas sobre c�mulos estelares en la galaxia. No fue la estad�stica de un campo general, sino de objetos espec�ficos como los c�mulos estelares —los llamados c�mulos abiertos— la que proporcionar�a, con los datos obtenibles en esa �poca, informaci�n sobre la estructura en grande del sistema gal�ctico para definir el plano gal�ctico, es decir, el plano de simetr�a y la localizaci�n de los brazos espirales. Las investigaciones posteriores sobre los c�mulos gal�cticos, usando la t�cnica de la fotometr�a en tres colores de W. Becker y otros, han mostrado que estos objetos, en su mayor�a, delinean los brazos espirales.

En el curso de los primeros a�os ning�n trabajo fue publicado dentro de la l�nea que nos trazaban los astr�nomos de Harvard. Nuestro anhelo era encontrar un camino propio. Sin embargo, quiero mencionar algunas contribuciones que se hicieron en esos primeros a�os, las cuales no requer�an de observaciones. Carlos Graef public� los resultados de sus importantes investigaciones sobre la cosmolog�a de Birkhoff (Physical Review); perm�tanme referirme a mi trabajo realizado en Tonantzintla de 1942 a 1946: publiqu� en el Astrophysical Journal dos art�culos, uno en colaboraci�n con un joven colega, A. Prieto, sobre la cinem�tica gal�ctica, encontrando un valor de la constante A de Oort de 13 kms s-1 por kiloparsec, siendo �ste el valor m�s peque�o que se hab�a encontrado hasta entonces. El futuro mostr� que la constante A es, en efecto, m�s peque�a de lo que se cre�a en ese tiempo. El segundo trabajo demostraba que las cefeidas de periodo corto ahora llamadas RR Lira, en especial las del c�mulo M3, s� mostraban una relaci�n periodo-luminosidad contraria a lo que se cre�a hasta entonces.

En marzo de 1943, un a�o despu�s de la inauguraci�n del observatorio, se organiz� un congreso de f�sica en Puebla, al que asisti� un elenco de cient�ficos extranjeros. Fue idea de Luis Enrique Erro, quien de esta manera tendr�a ocasi�n de llamar la atenci�n sobre el nuevo observatorio e impulsar la ciencia en M�xico.

Hubo participaci�n activa de los mexicanos en el Congreso de F�sica en la Universidad de Puebla. Carlos Graef present� sus resultados sobre el movimiento del perihelio de Mercurio seg�n la teor�a de relatividad de Birkhoff; F�lix Recillas hizo la presentaci�n de una soluci�n de la ecuaci�n de la transferencia de la radiaci�n extendi�ndola a t�rminos de segundo orden. Ese trabajo le vali� una invitaci�n del gran astrof�sico Chandrasekhar: para estudiar con �l el posgrado en la Universidad de Chicago. Pero ante la indecisi�n de la direcci�n en dar su consentimiento, el joven compa�ero Recillas tuvo que aceptar la oportunidad que le ofreci� el profesor Lefschetz, gran amigo de los matem�ticos mexicanos, y estudi� el posgrado en matem�ticas, doctor�ndose en Princeton. Las memorias de este congreso, como las del anterior, no fueron publicadas.

Estas actividades no fueron suficientes para satisfacer los anhelos y aspiraciones de los j�venes del nuevo observatorio congregados con la expectaci�n de hacer ciencia. El trabajo de observaci�n no les daba satisfacci�n suficiente pues no ve�an en �l una meta te�ricamente alcanzable; la teor�a y la observaci�n se manten�an obligatoriamente separadas, puesto que la c�mara Schmidt no rend�a datos astrof�sicos cuantitativos.

Exist�a inquietud y aumentaban las tensiones entre el personal y la direcci�n por un proceso, llam�moslo de retroalimentaci�n. El �xodo se iniciaba. Varios elementos valiosos se alejaron para integrarse al Instituto de F�sica o al de Matem�ticas, reci�n creados por la UNAM. La situaci�n la describi� elocuentemente Erro, quien, durante una conversaci�n, dijo que �l hab�a logrado crear todo —es decir el observatorio— pero que hab�a fracasado en su trato con los cient�ficos.

Afortunadamente, algunos compa�eros pudieron sobrellevar la tensa situaci�n. Hacia 1945-1946 Guillermo Haro regres� de Harvard, donde fue tan apreciado por su labor, su capacidad y su dedicaci�n, que, en ausencia de los astr�nomos, que estaban dedicados a trabajos relacionados con la guerra, se le encarg� la direcci�n de la estaci�n de observaci�n del observatorio de Harvard. Rivera Terrazas, quien radic� en Yerkes por un a�o, hab�a regresado tambi�n a Tonantzintla.

En 1945 la perspectiva era halagadora, pues el espejo de la c�mara Schmidt, refinado su tallado en los talleres de Perkin-Elmer, volvi� a Tonantzintla junto con un nuevo prisma objetivo. Ahora s� se diversificaba la investigaci�n realizable con el telescopio, dando la enorme ventaja de poder estudiar el espectro de los objetos celestes, estrellas y nebulosas. Con el sabio uso de las posibilidades t�cnicas, empleo de filtros, hipersensibilizaci�n de las placas fotogr�ficas, mucho empe�o, imaginaci�n, tenacidad y entusiasmo, pronto aument� el rendimiento astrof�sico del observatorio. Se advert�a un nuevo y segundo periodo de euforia; los resultados que ya aparec�an publicados en revistas, las pl�ticas dadas en la Sociedad Astron�mica de M�xico y los informes publicados en la revista El Universo muestran elocuentemente la intensa actividad iniciada con la instalaci�n de equipo nuevo en Tonantzintla.

Los campos de investigaci�n fueron tanto gal�cticos como extragal�cticos. A partir de 1950 se daba a conocer en varias publicaciones el descubrimiento de las estrellas de alta luminosidad y gigantes en el ecuador gal�ctico; de estrellas calientes de alta luminosidad, con l�neas de emisi�n; de nebulosas de emisi�n en las regiones del sur; de nebulosas planetarias; de estrellas azules en los casquetes polares; de supernovas en otras galaxias, y de novas en la regi�n de Sagitario. El descubrimiento de nebulosas en la galaxia de Andr�meda por G. Haro, identificadas err�neamente como c�mulos globulares por Hubble y Baade, hab�a llamado especialmente la atenci�n. La ubicaci�n de las estrellas T-Tauri en la nebulosa de Ori�n, donde no se esperaba encontrarlas, y en otras nebulosas brillantes fue estudiada intensamente. Estas investigaciones culminaron con el descubrimiento de las r�fagas en las mismas estrellas T-Tauri y en otras. Las correlaciones entre el material interestelar circundante a estas estrellas, las peculiaridades de sus variaciones, y otras particularidades, fueron los desarrollos siguientes a la etapa inicial. En este �ltimo tema Tonantzintla lleva la antorcha. El director Erro cosechaba finalmente el fruto tan deseado de la instituci�n que fund� y gui� durante los primeros a�os, dif�ciles e inciertos. Tonantzintla hab�a encontrado su camino, camino recorrido, desde entonces, tan heroica como exitosamente por Guillermo Haro. Aunque a la fecha no se ha trabajado cuantitativamente, principalmente por falta de equipo, la contribuci�n de Haro (y de sus colaboradores) ha sido reconocida internacionalmente y dado muchos honores a M�xico.

Hasta aqu�, la situaci�n que guarda la astrof�sica en Tonantzintla. En su periodo inicial se advirti� cierta rivalidad con el observatorio de Tacubaya, dependencia de la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico fundada el siglo pasado. Tacubaya hab�a tomado parte en el proyecto internacional del Cat�logo astrogr�fico y publicado varios tomos de las regiones asignadas a Tacubaya entre las declinaciones de -11� a -19�. Otra publicaci�n es un Anuario que a�n contin�a apareciendo. Cuenta, adem�s, con una biblioteca amplia y completa en lo que toca a publicaciones y revistas astron�micas desde el siglo pasado. Aparentemente exist�an relaciones cordiales entre los dos observatorios. Tuve varias reuniones, tanto en Tonantzintla como en Tacubaya, donde expuse temas diversos, y que sirvieron para mostrar el esfuerzo que se estaba haciendo.

Tacubaya contaba con larga historia: hab�a organizado expediciones para observar diversos fen�menos, como eclipses totales del Sol, el �ltimo en Chiclayo, Per�, en colaboraci�n con Tonantzintla, organizado y dirigido por Joaqu�n Gallo como todas las dem�s expediciones anteriores. En cuanto a la actividad astrof�sica, la c�mara Brashear de prisma objetivo instalada en Tacubaya hab�a servido para obtener placas espectrales. Morgan, Keennam y Kellman en su Prefacio al Atlas de la clasificaci�n espectral expresan su agradecimiento al Dr. J. Gallo por haberles proporcionado placas espectrales de las regiones sure�as. Se hab�an empezado a tomar placas de la segunda �poca de la zona de Tacubaya con objeto de determinar los movimientos propios1, principalmente los movimientos r�pidos. De los resultados de este proyecto s�lo una parte se public� en 1944. Poco despu�s el Dr. Gallo se retir� de la direcci�n del observatorio de Tacubaya y el programa qued� inconcluso.

Cabe se�alar que en Tacubaya tambi�n se hicieron esfuerzos para ingresar en la astronom�a moderna. Gallo, al enviar a uno de sus j�venes colaboradores, Guido M�nch, a estudiar en el observatorio de Yerkes de la Universidad de Chicago, demostr� tal tendencia. M�nch fue el primer mexicano en doctorarse en astrof�sica y desde entonces su trayectoria cient�fica ha sido brillante. Es de lamentar que su estancia en M�xico como cient�fico no haya sido permanente.

En el a�o de 1948 el Observatorio Astron�mico de Tacubaya hac�a su entrada definitiva en la astronom�a contempor�nea. En esta fecha Haro se encarg� de la direcci�n y yo me incorpor� como astr�noma. Poco despu�s Guillermo Haro fue nombrado tambi�n director del Observatorio Astrof�sico de Tonantzintla.

Convencidos de que nuestra labor m�s importante dentro de la Universidad ser�a la formaci�n de j�venes astr�nomos, nos propusimos un programa para entrenar a estudiantes de f�sica de la Facultad de Ciencias de la UNAM en astronom�a. Yo me encargu� de la fase formal de la ense�anza y Haro de la fase observacional. Al mismo tiempo hicimos un programa completo para la carrera de astr�nomo (es mi deber mencionar la colaboraci�n de F�lix Recillas en esta tarea). El proyecto inclu�a una base amplia de materias de f�sica y matem�ticas con especial orientaci�n a la astrof�sica. El proyecto fue ratificado por el Consejo Universitario de la UNAM, aunque no pas� de inmediato al plan de estudios. Sin embargo, el entrenamiento deseado se daba en forma de clases particulares, en Tacubaya.

Tuvimos tres estudiantes, alumnos de la Facultad de Ciencias, quienes siguieron con sumo entusiasmo los variados cursos que les impart�amos, aunque no recibieran ning�n cr�dito escolar por ello. M�s tarde Luis Rivera Terrazas se incorpor� al programa dando clases sobre el material interestelar.

Ser�a natural y l�gico principiar un curso exploratorio, de car�cter general, mostrando lo que hay de nuevo en la astronom�a moderna, pero prefer� no hacerlo as�, pues pod�a traer riesgos. Los j�venes, acostumbrados al adiestramiento te�rico, quiz�s por falta de instrumental para experimentos menospreciar�an la astronom�a de un curso descriptivo. Por lo tanto, principi� d�ndoles un curso de estructura estelar, un curso te�rico al estilo de Chandrasekhar, axiom�tico hasta donde puede ser la astrof�sica, para contrarrestar una posible desilusi�n.

Una vez adquirida la confianza, comenzamos a explorar casi todas las facetas de la astronom�a moderna. Los fines de semana los estudiantes se trasladaban a Tonantzintla para adquirir instrucci�n y experiencia en trabajos de observaci�n dirigidos por Haro. Los tres j�venes son ahora astr�nomos de relieve en su campo. Dos de ellos obtuvieron el doctorado en los a�os cincuenta, Arcadio Poveda en la Universidad de California en Berkeley y E. Mendoza en la Universidad de Chicago; la astronom�a ya empezaba a ser diversificada mediante la aplicaci�n de la teor�a.

Los intereses y anhelos de los dos observatorios, el de Tacubaya y el de Tonantzintla, fueron fusionados por casi veinte a�os, ya que Guillermo Haro dirig�a ambas instituciones dignamente, y se dio una estrecha interacci�n de los dos centros de investigaci�n. El observatorio de Tacubaya se inclinaba m�s hacia el trabajo te�rico, y Tonantzintla a la observaci�n. Un producto de esta fusi�n es la aparici�n del Bolet�n de los observatorios de Tonantzintla y Tacubaya, que publicaba el mayor n�mero de contribuciones de los astr�nomos de los dos observatorios. No fuimos indiferentes a los adelantos de la astrof�sica fuera de la regi�n convencional, la regi�n �ptica del espectro: me refiero a la radioastronom�a. Durante la celebraci�n de los 400 a�os de la fundaci�n de la Universidad Nacional de M�xico (por decreto de Carlos V) tuvimos un simposium de astronom�a en el antiguo observatorio de Tacubaya. Todos los investigadores presentamos ponencias que eran el resultado de nuestras investigaciones. La astronom�a con ondas de radio era una t�cnica muy novedosa. La l�nea del hidr�geno neutro en longitud de onda de 21 cent�metros no hab�a sido observada a�n, aunque Van de Hulst, unos a�os antes, hab�a calculado y sugerido la posibilidad de su observaci�n en la galaxia. Con la perspectiva de promover la radioastronom�a en M�xico, dimos los primeros pasos para recopilar informaci�n con respecto a esta t�cnica. El Dr. Merino Coronado, quien se hab�a asociado al observatorio de Tacubaya para colaborar en ese proyecto, hizo una presentaci�n, en el simposium arriba mencionado, del instrumental y t�cnicas existentes y de nuestros proyectos futuros. Recuerdo el comentario de un astr�nomo convencional en el sentido de que ser�a mejor iniciar la fotometr�a fotoel�ctrica en M�xico.

A mediados de los a�os cincuenta, renovamos el intento de lanzarnos a la radioastronom�a. La dificultad principal era el poder asegurar la colaboraci�n t�cnica de expertos electr�nicos, mas cre�amos poder superar esta dificultad. Sin embargo, nos afect� el consejo en contra de un eminente astr�nomo holand�s, de quien esper�bamos obtener entrenamiento y orientaci�n y tuvimos que posponer este proyecto por alg�n tiempo —es decir hasta ahora—, no sin tristeza de nuestra parte.

Pero M�xico necesitaba aumentar su instrumental con un telescopio reflector para complementar el rendimiento de la c�mara Schmidt. En 1960 se instal� en Tonantzintla un reflector de un metro de di�metro dotado de todos los adelantos t�cnicos de la �poca. Sigue siendo hasta la fecha un instrumento excelente, f�cil y c�modo en su manejo. Este reflector, el más grande de M�xico hasta hace dos a�os, es una evidencia m�s de la capacidad y visi�n de Haro, quien, adem�s de planear y supervisar el proyecto, tambi�n supo encontrar fondos —de la Fundaci�n Jenkins y la Fundaci�n Rockefeller, m�s los de la UNAM— para financiarlo.

Se hicieron estudios fotom�tricos por algunos a�os en el campo general y en c�mulos gal�cticos. El equipo fotoel�ctrico, de lo m�s novedoso en esa �poca, se debi� a la colaboraci�n de Harold Johnson, una autoridad en el campo. Poco despu�s fue posible la adquisici�n de un espectr�grafo. Su acoplamiento al reflector ofreci� la posibilidad de estudiar los espectros detallados de estrellas y nebulosas, clasificarlas, estudiar sus propiedades f�sicas, temperaturas, velocidades radiales, etc. En el presente, los instrumentos auxiliares son variados y el procesamiento de datos se hace por computadoras. Desgraciadamente las condiciones atmosf�ricas y el deterioro del sitio, debido principalmente a la iluminaci�n creciente de sus alrededores, aminoran el rendimiento de tan buen equipo.

El desarrollo de la astronom�a en M�xico est� culminando con un nuevo reflector de 2.m instalado en el nuevo Observatorio Astron�mico Nacional en las monta�as de San Pedro M�rtir, Baja California, inicialmente promovido por Haro. Arcadio Poveda y sus colaboradores invirtieron mucha energ�a y tiempo para poner en marcha el nuevo sitio, el reflector de 2.1 m, as� como los otros telescopios de 1.5 m y de 83 cm respectivamente. Un segundo reflector de 2.1 m de di�metro est� por instalarse en Cananea, proyecto desarrollado por el INAOE,2 el sucesor del Observatorio Astrof�sico de Tonantzintla. Una vez m�s estamos enfrente de una nueva era. La perspectiva de incrementar los instrumentos auxiliares m�s complejos con estos telescopios es bien clara.

Quisiera recordar una etapa m�s en la trayectoria de la astrof�sica en M�xico. En 1955, cuando el observatorio de Tacubaya hab�a trasladado sus oficinas a Ciudad Universitaria, principiamos formalmente la ense�anza de la astronom�a en la Facultad de Ciencias, conforme al programa. propuesto en 1949. Cinco estudiantes entusiastas siguieron mi curso, que consisti� en dar un panorama general de lo que abarcaba la astronom�a de esa �poca. Un a�o m�s tarde, Luis Rivera Terrazas se incorpor� dando un curso m�s. Quiero expresar mi agradecimiento al Dr. A. Barajas y al Dr. Nabor Carrillo, en esa �poca director de la Facultad de Ciencias y rector de la UNAM, respectivamente, quienes dieron todo el apoyo para la aceptaci�n formal de los cursos de astronom�a como parte de la carrera de f�sica.

Entre tanto, nuestros primeros estudiantes regresaban con su doctorado, ayud�ndonos en la ense�anza. No puedo dejar de mencionar que la mayor�a de los astr�nomos de la actual generaci�n son egresados de la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico. Tampoco puedo dejar de se�alar que ning�n astr�nomo ha egresado de la Universidad de Puebla a pesar de la proximidad de esta universidad al observatorio de Tonantzintla.

La ense�anza de la astronom�a en la UNAM ha seguido ininterrumpidamente desde 1955. Todo estudiante con dedicaci�n y capacidad ha tenido la oportunidad de emprender estudios de posgrado en universidades extranjeras, contribuyendo a su regreso a la diversificaci�n de los temas cultivados en M�xico y a la superaci�n de la astrof�sica que fue el sue�o, hace cuarenta a�os, de un pionero, Luis Enrique Erro.

NOTAS

1 Al comparar placas de la misma regi�n del cielo pero tomadas con varios a�os de diferencia, es posible, despu�s de efectuar mediciones muy precisas, determinar los llamados movimientos propios de las estrellas en esa zona del cielo. [E.]

2 Instituto Nacional de Astrofísica, �ptica y Electr�nica.

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