II. RESE�A DE LAS EVIDENCIAS DE LA ACTIVIDAD ASTRON�MICA EN LA AM�RICA ANTIGUA
Pueblo que contaba sus
d�as como diamantes.
E
L TRANSCURRIR
del tiempo fue registrado en la antigua Am�rica en calendarios excepcionales; su vigencia actual demuestra la maestr�a con la que fueron calculados. El ciclo de 260 d�as en el que se basan y los valores enteros de los ciclos planetarios que los estructuran son �nicos y son originales de aquella civilizaci�n. Estos ciclos y las correcciones peri�dicas ya descifradas, que se llevaban a cabo para ajustarlos a la duraci�n fraccionaria de los movimientos reales de los astros, son la s�ntesis de los conocimientos astron�micos ind�genas de este continente.Estos conocimientos deben de haber sido adquiridos durante milenios de meticulosas observaciones, de registros y de an�lisis de datos. Su precisi�n es comparable a la exactitud obtenida actualmente y revela los extraordinarios c�lculos que efectuaban.
Recopilar las evidencias de la actividad astron�mica de la Am�rica ind�gena requiere de un recorrido a trav�s de la obra admirable llevada a cabo por los americanistas desde el momento mismo de la Conquista hasta hoy. Sus descubrimientos, a los que dedicaron la devoci�n y el trabajo de vidas enteras, han permitido reconstruir el contexto indispensable para conferir su verdadero significado a cada una de las evidencias halladas. Aisladas, se reduc�a su valor; carec�an de su importancia real, se disminu�a la trascendencia de haberlas encontrado.
Aproximarse a esta cultura con el m�s profundo respeto permite llegar hasta las �ltimas consecuencias implicadas en sus deslumbrantes vestigios. El pensamiento n�huatl est� cifrado por los calendarios, dice S�journ� en su libro m�s reciente (1981); t�tulo que es una proposici�n rigurosamente v�lida, tambi�n desde el punto de vista astron�mico. En esta obra se encuentra el contexto que le da sentido a todo lo que se ha descifrado hasta hoy.
Le�n-Portilla (1961) traduce bellamente el antiguo texto en el que se describe la actividad de los astr�nomos de la Am�rica nuestra y que hace evidente la dignidad de dioses que ten�an los periodos naturales en los que se divide el tiempo:
Quienes ordenan c�mo cae un a�o, c�mo siguen su camino la cuenta de los d�as y cada una de sus veintenas, de esto se ocupan, a ellos les toca hablar de los dioses.
Seler y Thompson (en S�journ�, 1981) han establecido la identidad qu� existe entre el calendario n�huatl en el C�dice Borgia y el calendario maya en el C�dice de Dresde. Son expresi�n del acervo cultural com�n a todos los pueblos que crearon la civilizaci�n de este continente. Cada conocimiento nuevo que se establece acerca de la estructura del calendario y de la validez y equivalencia de todas sus versiones confirma, una y otra vez, esta comunidad de los conocimientos. Aqu� se aportan nuevas pruebas originales (Maupom�, 1983); el calendario americano es s�lo uno.
En regiones de Chiapas y de Guatemala, los sobrevivientes cuentan todav�a el tiempo utilizando el calendario de 260 d�as originario de Am�rica. En la frontera entre Honduras y Guatemala, el inicio del a�o ocurre el 8 de febrero (Girard, 1966). Esta persistencia en el uso de los calendarios antiguos confirma su exactitud y es un testimonio m�s de la herencia cultural ind�gena, cuya presencia ha permanecido delicadamente viva en este continente. Hay evidencias de que las razones por las cuales todav�a se inicia el a�o el 8 de febrero son de �ndole astron�mica, ya que se relacionan con las fases de Venus (Maupom�, 1983).
Las diferentes formas de calendario est�n estructuradas a partir de los valores enteros del a�o: 360, 364 y 365 d�as; combinados con el n�mero 20, el n�mero 260 y los valores enteros del periodo sin�dico de Venus que se utilizaban: 584 y 585 d�as. Conoc�an a la perfecci�n los valores reales, fraccionarios, del a�o tr�pico, 365.2422 d�as, y el periodo sin�dico de Venus, 583.92 d�as.
Venus es Quetzalc�atl, el s�mbolo m�s hermoso de Am�rica.1 En las figuras 1, 2 y 3 se muestra a Quetzalc�atl-Venus como Se�or de la Aurora en Teotihuac�n; a los lados del Sol en otro fresco teotihuacano, y en el C�dice de Dresde.
Figura 1.Quetzalc�atl, el Se�or de la Aurora, en un fresco teotihuacano. (S�journ�, 1957.)
Figura 2. El jerogl�fico de Venus a los lados del glifo del Sol. Fresco de Teotihuac�n. (S�journ�, 1971.)
Figura 3. El glifo de Venus es la cabeza del Dios descendiente. (P�g. 58, C�dice de Dresde.)
Las divisiones del periodo sin�dico de Venus se encuentran en el C�dice Borgia estudiado por Seler (1904) y en el C�dice de Dresde. F�rstemann fue el primero en comunicar (1886) que son tablas de Venus muchas de las p�ginas de este c�dice maya.
Ludendorff (1931) ha propuesto que en el Dresde existen evidencias de que se conoc�an los periodos siderales de los planetas; el conocimiento de los periodos siderales implicar�a que se conoc�an los movimientos helioc�ntricos en el Sistema Solar.
El periodo sideral de Venus, tomado como 224 o como 225 d�as, se encuentra impl�cito en la relaci�n 13:8:5
13 x 225= 5 x 585
8 x 365= 5 x 5848 x 364= 13 x 224 y da origen al periodo de 8 a�os; una de las unidades fundamentales en las que se divid�a el tiempo, que relaciona los n�meros 13, 8 y 5; todos de gran importancia.
El tiempo es tema central del pensamiento americano; C�atl quiere decir tambi�n tiempo, dice Castellanos (1912). El s�mbolo del Chicomoztoc o Tullan Tlapallan la regi�n del negro y del rojo, el Oriente es una cabeza de C�atl: el tiempo. Se muestra en la figura 4. Las figuras 5a y 5b, tomadas tambi�n del estudio de Castellanos, presentan el mismo s�mbolo del tiempo que se encuentra, por ejemplo, como tocado en la maravillosa pieza teotihuacana exhibida en Viena y en la crester�a del Templo de las Mariposas en Teotihuac�n.
Figura 5a . y 5b. Glifo simb�lico de los Tiempos, el Rayo de luz [...] 50 cabezas del templo; cada una representaba un ciclo de 260 a�os (Castellanos, 1912). P�gina primera del C�dice Colombino.
Le�n-Portilla (1961) habla de la "....forma de preservar el recuerdo de su pasado":
Robelo (1910) dice que el calendario naci� en Coatl�n, estado de Morelos, y cita a Dur�n, quien menciona que el calendario naci� en Cuernavaca, nombre que era de toda la regi�n que circunda esta ciudad. Chavero (en Robelo, 1910) transcribe el mito:
Cuando los dioses crearon la estrella de la tarde hicieron a un hombre y a una mujer2 y luego formaron los d�as. Despu�s fueron creados los cielos y los dioses de los muertos y al fin, los hombres macehuales.Registro del tiempo son las fechas de algunos c�dices; las inscripciones que en estelas, monumentos y templos pueblan las selvas y los valles; lo son tambi�n algunas pir�mides como la de Taj�n y el Castillo de Chich�n Itz�, que tiene 4 escalinatas de 91 pelda�os cada una, con pasamanos que terminaban en cabeza de serpiente y que miraban a los puntos solsticiales del orto y el ocaso, los 4 �ngulos del cielo. Gu�a segura para determinar la duraci�n exacta del a�o (Mart�nez Hern�ndez, 1912). Tiene 9 terrazas separadas en dos partes, los 18 meses del a�o, y en las 4 fachadas hay 52 paneles, los a�os del siglo antiguo (Rodr�guez, 1975). El singular efecto de la luz en los equinoccios se muestra en la figura 6: Quetzalc�atl desciende a la Tierra. Quetzalc�atl es el centro del pensamiento antiguo. La uni�n de lo divino y lo humano, del esp�ritu y la materia (S�journ�, 1962).
Figura 6. La serpiente de luz durante los equinoccios en Chichen Itz�. (Arochi, 1977.)
Entre los mayas exist�a la "cuenta larga", recuento ininterrumpido del transcurso de los d�as; es un sistema de referencia temporal que permite adentrarse en el tiempo hacia el pasado y el futuro; al infinito lo conceb�an sin principio ni final (Thompson, 1959). Las fechas m�s antiguas descifradas se remontan a miles de a�os antes de nuestra era (Morley, 1915, y Calder�n, 1982). Sus c�lculos abarcaban millones de a�os (Thompson, 1959). El Xiuhmolpilli del Amatl de la Peregrinaci�n antes de emprender la marcha est� atado al aire; es decir; al tiempo pasado, interpreta Castellanos.
En Quirigu�, en Piedras Negras y en Palenque est� registrada la fecha 13.0.0.0.0, 4 Ahau, 8 Cumk�, que es la fecha inicial de la "cuenta larga" y es el principio de la era en que vivimos (figuras 7 y 8). Fue precedida por otras 4 edades (Thompson, 1969) que terminaron en la "fecha inicial" de la quinta edad. 13.0.0.0.0 es un lapso de 1 872 000 d�as expresado con el sistema de numeraci�n que se utilizaba casi exclusivamente en las inscripciones: se muestra en la figura 9. Se cre�a, hasta hoy, que s�lo exist�a este n�mero entre los mayas; pero Maupom� (1983) encuentra aqu� que en el s�mbolo del Chicomoztoc (mostrado anteriormente en la figura 4) Castellanos atribuye 1040 a�os a cada una de las 4 piedras que forman el cuerpo de C�atl y 1040 a�os al �rbol viejo que est� sobre ellas; as�, propone que los cinco glifos representan 5 x 1040 a�os = 5200 a�os. Tomados estos a�os de 360 d�as cada uno, son 5200 x 360 = 1 872 000 d�as. A partir de este glifo se encuentra la misma duraci�n de la �poca, que se conoc�a s�lo en el �rea maya (Maupom�, 1983). Castellanos s�lo menciona los 5200 a�os en su trabajo, que es extraordinario desde todos los puntos de vista. La forma trilobada de la cabeza de C�atl est� tambi�n en el �rea maya, y en Chacaltzingo, �rea olmeca, aparece como una figura humana en el vientre de la Tierra. Lo rodean nubes y lluvias (Valderrama, 1983).
Figura 7. Estela de Quirigu�. En el lado se encuentra la fecha 13.0.0.0.0, 4 Ahau, 8 Cumk�, que corresponde al 12 de Agosto del a�o 3113 antes de Cristo (Thompson, 1959). (Este autor, en 1974, propone que la "fecha inicial" es el 10 y no el 12 de agosto del a�o 3113 a.C.).
Figura 8. La "fecha inicial" 13.0.0.0.0, 4 Ahau, 8 Cumk� en Palenque y en Piedras Negras. (Morley,1915.)
Goodman (1905), Mart�nez Hern�ndez (1932), Teeple (1931) y Thompson (1959) han correlacionado la fecha maya 13.0.0.0.0, 4 Ahau, 8 Cumk� con el calendario gregoriano y se ha propuesto que corresponde al 12 de agosto del a�o 3113 a.C. Esta correlaci�n se hace a trav�s de la constante sincronol�gica
GMT
(de Goodman, Mart�nez Hern�ndez y Thompson) igual a 584 284 d�as (lapso transcurrido, contado en d�as, entre el principio de la presente era maya y la fecha establecida en el sigloXVI
en Europa para empezar el recuento del n�mero de d�a juliano, Explanatory Supplement of the American Ephemeris and Nautical Almanac, 1967). Este n�mero de d�a juliano fue propuesto por Scaliger; estudioso de cronolog�as, que fij� como inicio el primero de enero del a�o 4713 a.C; los astr�nomos lo usan actualmente para contar los d�as y relacionar fechas de eventos astron�micos, independientemente del calendario que se use. Como concepto, la cuenta larga lo antecede en milenios (Maupom�, 1983). Es interesante notar que 584 284 es mil veces el periodo sin�dico de Venus m�s 364 d�as: 583 920 + 364 = 584 284 (Maupom�, 1983).El valor 584 284 de la constante
GMT
y la "fecha inicial" 12 de agosto del a�o 3113 a.C. son las m�s aceptadas actualmente en relaci�n con la cuenta larga; pero Spinden, Wilson, Escalona Ramos y Calder�n proponen otros valores para la constante. Diversos autores proponen otras fechas iniciales; Mart�nez Hern�ndez la fija en 3133 a.C. (en Teeple, 1931). Los investigadores sovi�ticos (Liustiberg, 1981) la fijan en el a�o 3373 a.C. fecha que tambi�n fue propuesta por Spinden (1913). Calder�n (1982) da el a�o 8239 a.C. para el principio de la cuenta larga y el 15 de octubre de 3166 a.C. para el inicio del periodo; fija tambi�n otro valor de la constante sincronol�gica: 584 316. M�s adelante en este trabajo se analizar�n la constanteGMT
; la fecha inicial maya, 12 de agosto de 3113 a.C. 13.0.0.0.0, 4 Ahau, 8 Cumk�; y la duraci�n de la presente �poca: 1 872 000 d�as = 5 x 1040 a�os x 360 d�as = 13.0.0.0.0.
Figura 9. Los 13 ciclos (baktunes) = 1 872 000 d�as. (Morley, 1915.)
Morley (1915) ha demostrado que las correcciones que se aplican al calendario maya para ajustarlo peri�dicamente a la duraci�n real de los movimientos lo hacen un diezmil�simo de d�a m�s exacto que el calendario gregoriano que utilizamos actualmente, calendario que fue propuesto hace 400 a�os, despu�s de que Cop�rnico public� su trascendental obra.
Thompson y Mart�nez Hern�ndez (en Teeple, 1931) establecen que en el calendario nunca han ocurrido faltas de continuidad y que las correcciones se hac�an autom�ticamente, con base en instrucciones precisas que se dan, por ejemplo, en la p�gina introductoria del Dresde (figura 10).
Figura 10. Las fechas 9.9.16.0.0, y 9.9.9.16.0 en la p�gina 24 del C�dice de Dresde. El cero en los c�dices es siempre rojo. (Morley, 1915.).
Castellanos menciona otras correcciones: "... en cada trecena de ciclos se mueve un ciclo de 52 a�os (una Rueda del Calendario) [...] siguiendo por su orden riguroso, en 13 520 a�os ni un solo a�o se ha equivocado."
Bowditch (1906) dice que los mayas a�ad�an 26 d�as al final del ciclo de 104 a�os y que los mexicanos insertaban 13 d�as cada 52 a�os. Garc�s (1982) da un glifo que representa estas inserciones de d�as. Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia (1907) menciona que se a�ad�a una "semana de trece d�as al final de los 52 a�os". Garc�a Cubas (1912) refiere correcciones a las fechas de peregrinaci�n. (Los itinerantes iniciaban sus viajes seg�n las fases de Venus [S�journ�, 1981].)
Le�n-Portilla (1961) establece que Tlacaelel rehizo la historia en la �poca de Moctezuma llhuicamina y el C�dice Telleriano registra que el final del ciclo, "..... el a�o Uno Conejo, en que ataban los a�os, a�o de 1506 [...] lo cambi� Moctezuma (Xocoyotzin) a 1507".
Teeple (1931) da los valores de los ajustes que se hac�an en diversas ciudades y la precisi�n que con ellos se lograba para los valores de la lunaci�n y para los periodos de eclipses, que predec�an con exactitud asombrosa. Tomaban 17 lunaciones cada 502 d�as (Morley, 1915), lo que implica 29.5294 d�as para cada periodo sin�dico de la Luna.
Exist�a la "cuenta de los d�as" llamada Tonalpohualli, que ten�a 260 d�as; entre los mayas es el Tzolk�n, entre los nahuas es el Tonal�matl. El a�o de 360 d�as, llamado t�n "piedra preciosa" en yucateco y el Xicupohulli, "cuenta de los a�os" de 365 d�as, que es llamado haab entre los mayas. Se divid�an en grupos de 20 d�as cada uno; al a�o de 18 meses de 20 d�as le a�ad�an 5 d�as nefastos -nemontemi- (figura 11); el uayeb de 5 d�as mayas. Sahag�n y Dur�n recogen que cada 4 a�os se a�ad�an 6 d�as nemontemi, lo que equivale exactamente a la correcci�n gregoriana del a�o bisiesto y que implica el conocimiento de la duraci�n fraccionaria, real, del a�o tr�pico.
Figura 11. Los 18 meses de 20 d�as cada uno y los 5 d�as nefastos. Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia, 1907.)
El Xiuhmolpilli es la combinaci�n de los dos ciclos, el de 260 d�as y el de 365 d�as; combinaci�n que forma el periodo de 52 a�os; uno de los "siglos", la Rueda del Calendario, del que Sahag�n dice ser m�s importante que el a�o mismo.
La diferencia entre los 52 a�os de 365 d�as cada uno y los 52 a�os de 360 d�as, es de 260 d�as exactamente; as� se puede llevar el c�lculo de sus coincidencias a trav�s de ciclos de 260 d�as, ya que 18 980 = 73 x 260; 18 720 = 72 x 260; 72 x 73 = 9 x 584 (Maupom�, 1983).
Hab�a otros ciclos mayores: el de 104 a�os llamado Huehuetiliztli, el de 208 a�os (Boturini, en Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia 1907), el de 312 a�os iguales a los 4 tlalpilli; las fiestas movibles del Sol, dice Gonz�lez (1911) en su estudio del calendario azteca. Calder�n (1982) dice que este ciclo de 312 a�os es el m�dulo del calendario maya. El ciclo de 416 a�os igual a 4 ciclos de 104 a�os de 365 d�as, equivale a 584 d�as x 260, que ajusta de nuevo los periodos del a�o y el de Venus con el n�mero 260; aqu� aparece como n�mero de periodos de Venus (Maupom�, 1983). Exist�an periodos de 676 a�os (Anales de Cuauhtitl�n 1945) y el gran ciclo de 1040 a�os simbolizado por el �rbol viejo (figura 4). Goodman (1905) propone que exist�a el gran ciclo formado por 73 ciclos menores y Bowditch (1906) da la fecha 10.2.0.0.0.0, 2 Ahau, 3 Uayeb como principio del tiempo; 10 grandes ciclos en el pasado, de 13 ciclos menores cada uno.
Todos estos grandes periodos se formaban tanto por a�os de 360 d�as como por a�os de 365 d�as. Y por a�os tr�picos de valor fraccionario, ya que los fuegos nuevos se celebraban cada 52 y 104 a�os reales (figura 18). En la estructura del calendario formado por a�os de 360 d�as cada uno, siempre se encuentra asociado el valor de 585 d�as para el periodo sin�dico de Venus; cuando el calendario se basa en a�os de 365 d�as cada uno, entonces se toma 584 como valor del periodo sin�dico de Venus; en ambos casos el 20 y el 260 son los n�meros fundamentales que tambi�n los estructuran. Los n�meros 9.9.16.0.0 = 1 366 560 d�as (figura 10) y 2.7.9.0.0 = 341 640 d�as, estudiados por F�rstemann (1904), Morley (1915), Thompson (1959), Lounsbury (1976; en Aveni, 1982) y Calder�n (1982), al ser m�ltiplos de 20, 260, 360, 365 y 584, deben serlo tambi�n de 585. Maupom� (1983) demuestra que, en efecto, son encuentros de estas dos formas del calendario, fechas en las que coinciden ambos recuentos, adem�s de que son registros de diversos eventos astron�micos que se detallan m�s adelante en este trabajo; 72 x 73 x 260 = 1 366 560 = 9 x 365 x 4 x 104 = 365 x 3 744 = 1248 x 3 x 365. De hecho, 341 640 = 584 x 585.
Los c�dices Vaticano, Borb�nico y Aubin son tres de los siete calendarios originales que existen: en los tres se combinan los calendarios de 260 d�as y de 365 d�as (S�journ�, 1981).
El centro simb�lico del calendario americano es el n�mero 20; las 20 posiciones en el mes ten�an su nombre y su representaci�n. Estos 20 jerogl�ficos se repiten en sucesi�n invariable dentro del calendario de 260 d�as y dentro del calendario anual. El 20 existe como base del sistema de numeraci�n vigesimal: 20 es el cempoalli (Le�n-Portilla, 1961). Fuera del contexto temporal, es el n�mero de dioses (S�journ�, 1981), id�ntico en toda la antigua Am�rica.
El sistema de numeraci�n americano se basa en el n�mero 20; tiene valor posicional, con 20 signos en cada lugar; y utiliza el cero muchos siglos antes que el sistema indo-ar�bigo (Teeple, 1931; Garc�s, 1982). Infinidad de glifos que representan el cero han sido recuperados por Morley y Thompson. El cero es tambi�n glifo de acabamiento, de terminaci�n; la fecha 13.0.0.0.0 se escribe tambi�n como 0.0.0.0.0 (Bowditch, 1906). Este autor dice que en esta fecha termina la edad anterior y se inicia la actual. En la figura 12, el personaje del glifo de Palenque lleva como adorno los s�mbolos tr�lobados que representan final (Morley, 1915; S�journ�, 1971), s�mbolos que se aprecian tambi�n en las figuras 7 y 9. El cero guardando la posici�n est� en las fechas del Dresde de la figura 10, por ejemplo.
Figura 12. El personaje de Palenque lleva el glifo cero, terminaci�n o final en el brazo. (Calca del original. Nicolette Rouy.)
Hay dos formas del sistema vigesimal de numeraci�n: la utilizada en los c�lculos de la vida diaria y la calend�rica, que difiere al usar solamente 18 s�mbolos en la posici�n de los meses, lo que le da un valor de 360 a la tercera posici�n, 7 200 a la cuarta, 144 000 a la quinta (Morley, 1915). Este autor ha mostrado que existen coeficientes mayores que 13 para la posici�n del gran ciclo: el 14 y el 17 de Palenque y de Cop�n (los muestra en: la figura 57, pag.110 de su libro: La Civilizaci�n Maya). Bowditch (1906) se�ala que, en la quinta posici�n, s�lo se escrib�a hasta el n�mero 13, como sugiere para el caso de la fecha 10.2.0.0.0.0, 2 Ahau, 3 Uayeb.
Cada posici�n calend�rica tiene su nombre: kin para los d�as, uayeb para los meses, t�n para los a�os, kat�n para 20 a�os de 360 d�as cada uno. Sahag�n y Dur�n demuestran y aceptan que los mismos 20 jerogl�ficos de los d�as integran el calendario sagrado de 260 d�as, el a�o de 365 d�as y el ciclo de 52 a�os (figuras 13 y 14).
Figura 13. El Calendario de 260 d�as. Los 20 d�as y los 13 n�meros. (Sahag�n, 1946.)
Figura 14. Los 52 a�os y los cuatro rumbos. La Rueda del Calendario (Dur�n, 1951) es la matematizaci�n del espacio y del tiempo.
Los 20 d�as se transforman, mediante los 13 n�meros, en el calendario artificial de 260 d�as, �nico de Am�rica. 13 es divisor de algunos de los valores enteros que se utilizaban para los periodos sin�dicos de los planetas: 117 (Mercurio), 585 (Venus), 780 (Marte), 377 (Saturno). Divide a 364 d�as, a los 52 a�os y a los 104 a�os. 13 es divisor de periodos de eclipses, de los valores de la lunaci�n y de periodos siderales de la Luna y de Venus. Aparece, al igual que todos los otros n�meros de Am�rica, como valor de d�as, de a�os y de ciclos; como multiplicando y como divisor. Es el n�mero de baktunes que integran la �poca: 13 x 144 000 = 1 872 000. "Las 50 cabezas del Templo, cada una representa 260 a�os..." (Castellanos, 1912) = 50 x 260 = 13 000 a�os de 360 d�as son 18 720 x 250 d�as (Maupom�, 1983) que integran la �poca del glifo simb�lico de los tiempos en la figura 5. Nutall (1905) refiere que los mexicanos asignaban un origen astron�mico a los 260 d�as. Apenes (1936) y Malmstr�m (1978) proponen que este calendario debe su origen al lapso que transcurre entre dos pasos sucesivos del Sol por el cenit en las latitudes de Cop�n e Izapa.
260 d�as es aproximadamente el periodo de gestaci�n del ser humano; 8 meses de 29 d�as m�s un mes de 28 d�as. S�journ� (1981) dice que los 260 d�as tienen coincidencia con las fases de Venus; cada instante cifrado del a�o solar coincide con los instantes de Venus. El calendario anual tiene como eje al Sol, el calendario de 260 d�as tiene como eje al hombre; 260 d�as es la duraci�n de la �rbita del ser humano, que transformado en astro se integra al Universo, dice la gran americanista.
Seler ha demostrado que el periodo sin�dico de Venus unido a los 260 d�as y al valor del a�o integra los ciclos de 52 y 104 a�os: estos tres periodos se expresaban y se combinaban de manera elegant�sima:
365 = 5 x 73; 584 = 8 x 73; 260 = 20 x 13
(5 + 8) x 73 x 20 = 13 x 73 x 20 = 18 980
5 x 8 x 13 x 73 = 37 960
18980 37 960
= 52;
= 104 5 x 73 5 x 73
La cuenta de los a�os, el Xiuhmolpilli de 18 980 d�as en los que no hay repetici�n en todo el ciclo es una unidad de tiempo numerada y nombrada, transformada en un trozo de historia por la actividad social que implica; es la duraci�n de la existencia social del hombre (S�journ�, 1981).
Cada 104 a�os, las tres �rbitas alcanzar�n el mismo lubay, lugar de descanso (Thompson, 1959). Esta conjunci�n ocurr�a despu�s del solsticio de invierno con una posici�n al sur del planeta; 5 revoluciones de Venus y 8 del Sol llegan y comparten el mismo lubay cada 8 a�os terrestres = 2 920 d�as. Despu�s de este lapso de 8 a�os, se repiten, aproximadamente, las mismas fases de Venus. En la realidad se repiten cada 1 247 a�os tr�picos de 365.2422 d�as. Brosche (1982): 1 247 x 365.2422 = 583.92 x 779.999. (Este periodo incluye los valores reales del Sol y Venus y el valor del periodo sin�dico de Marte, con 0.059 d�as de diferencia.)
La fecha de la p�gina 24 del C�dice de Dresde (figura 10), 9.9.16.0.0 = 1 366 560 d�as, es un lapso de 3 744 x 365 d�as (Thompson, 1959). Maupom� (1983) encuentra que 3 744 = 1 248 x 3; un razonamiento an�logo al que relaciona 1 508 x 365 = 1 507 x 365.2422, Teeple (1931) muestra (Maupom�, 1983) que 1 248 x 365 = 584 x 780 (y 1 508 - 1 248 = 260 a�os). Los 1 366 560 d�as = 9.9.16.0.0, a�adidos al n�mero de d�a juliano de la constante
GMT
, llevan a febrero del a�o 629; la fecha de la misma p�gina del Dresde, 9.9.9.16.0, corresponde a enero del a�o 623, fecha de un eclipse anular de Sol visible en el territorio mesoamericano (d�as antes de un orto hel�aco de Venus [Aveni, 1980]) en un a�o en el que debi� ocurrir una celebraci�n de fuego nuevo (1 507 - 623 = 884 = 17 x 52 a�os). Este n�mero de d�as, 9.9.9.16.0 = 1 364 360, es tambi�n final de 3 619 periodos sin�dicos de Saturno de 377 d�as, con 3 d�as de diferencia (Maupom�, 1983).Los a�os eran nombrados por 4 de los 20 signos de los d�as; se iniciaba el ciclo de 52 a�os en el a�o Uno Conejo (C�dice Borb�nico, figura 19. V�ase m�s adelante.); al avanzar 365 d�as se llega al a�o " Dos Ca�a" (Caso, 1967); otro a�o solar m�s lleva al a�o "Tres Casa" y el cuarto a�o solar lleva al a�o "Cuatro Pedernal". S�lo 4 de los 20 jerogl�ficos ocurren en los d�as iniciales de a�os. El Xiuhmolpilli est� as� dividido en 4 partes, de 13 a�os cada una, dirigidas a los 4 puntos cardinales: los 13 a�os Ca�a son el Rumbo de la Luz, el oriente; los a�os Pedernal, el Rumbo de los Muertos, el norte. Los 13 a�os Casa, el Rumbo de las Mujeres, son el poniente, y los a�os Conejo, Rumbo de las Espinas, son el sur.
El ciclo de los 52 a�os se ordena autom�ticamente con los puntos cardinales; es la concordancia entre el tiempo y el espacio (comparar anterior figura 14 con figuras 15 y 16).
Figura 15. Calendario en caracol. Los 260 d�as (13 lugares de 20 d�as) y los 52 a�os repartidos en 4 grupos de 13 cada uno. (Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia, 1907.)
Figura 16. Calendario Boban. Los meses mayas-mexicanos. De 1116 a 1687 de nuestra era. (Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia. 1907.)
�Cu�l ceremonia del fuego nuevo iniciaba a la vez el ciclo de 104 a�os y el primero de los dos ciclos de 52 a�os en que se divide el Huehuetiliztli? �Cu�l fase de Venus est� relacionada con el fin y principio de la "duraci�n vieja" de 104 a�os? �Qu� posici�n de Venus principia el segundo Xiuhmolpilli de 52 a�os? Estas preguntas de S�journ� (1981) tomadas como hip�tesis de trabajo han mostrado ser herramienta poderos�sima para comprender la estructura del calendario americano (Maupom� et al, 1983; Maupom�, 1983).
A�os recientes son 1817, 1923 y 1975 en los que debieron celebrarse -si es que se celebraron sin que lo sepamos- fuegos nuevos para los cuales se tienen datos astron�micos con nuestra precisi�n actual, d�a por d�a. El �ltimo fuego nuevo celebrado antes de la invasi�n fue el de 1507 (Sahag�n, 1946; figura 17c). Mart�nez Hern�ndez (1932) y Palacios (1932) establecen que se celebr� el fuego nuevo del Huizacht�petl el 25-26 de julio de 1507 (d�a del paso del Sol por el cenit de Teotihuac�n, nota de la autora). El fin del ciclo ocurri� el a�o 13 Casa, y el principio del nuevo ciclo, el a�o Uno Conejo, 1506 (S�journ�, 1981; figuras 17a y b). De la figura 18 se desprende que Moctezuma debi� de cambiarlo a 1507 (C�dice Telleriano) para ajustar la celebraci�n a las fechas de fuegos nuevos anteriores. Le�n-Portilla (1962) refiere los hechos hist�ricos relacionados con los ciclos desde 1402 a 1453, 1454 a 1505 y 1506 a 1557, del C�dice en Cruz. En la Tira de la Peregrinaci�n y en los c�dices Azcatitl�n y Mexicano, "al lado de cada aura se indica la fecha en que tuvo lugar lo que all� se describe". Estas ceremonias pod�an efectuarse dentro de los dos a�os siguientes al fin del ciclo; eran el bautismo del siglo que se iniciaba. Su principio era el 2 de febrero, registra Sahag�n; Caso lo confirma pero Dur�n discrepa. El principio del ciclo era el a�o Uno Conejo (C�dice Borb�nico; figura 19).
Figura 17a,b,c, Los a�os Trece Casa (1505), Uno Conejo (1506) y Dos Ca�a (1507). (S�journ�, 1981).
Figura 18. Calendario de 52 a�os, dividido en 4 indicciones de 13 a�os cada una. Registra los fuegos nuevos celebrados los a�os Dos Ca�a, desde 1195 d.C. hasta 1663 d.C. (Fern�ndez de Echeverr�a y Veytia, 1907.
Figura 19. El a�o Uno Conejo como principio de siglo de 52 a�os. (C�dice Borb�nico)
De los datos recientes de las posiciones de Venus se encuentra (Maupom�, 1983) que cada 4 a�os ocurre una conjunci�n de Venus con el Sol en fecha similar del a�o. (Cada 104 a�os, un mismo tipo de conjunci�n de Venus con el Sol se retrasa cerca de 30 d�as.) Estas conjunciones se alternan: hubo conjunci�n inferior el 23 de febrero de 1870, conjunci�n superior el 8 de febrero de 1922 y conjunci�n inferior el 23 de enero de 1974. Debido a que 52 a�os no es divisible entre 8 a�os y 104 s� lo es, a este ciclo mayor y al primero de 52 a�os les corresponde una conjunci�n distinta de la que est� relacionada con el segundo ciclo de 52 a�os. As� se encuentra que hay dos series de fuegos nuevos: los de 1507, 1403, 1299, 1195 y el de 1923 estar�an relacionados con conjunci�n superior. En 1923 ocurri� un eclipse de Sol visible como total en el territorio mexicano el 10 de septiembre, un d�a despu�s de la conjunci�n superior de Venus con el Sol; el d�a del eclipse debi� de contemplarse en el cielo oscurecido un espect�culo extraordinario: Mercurio, Marte, J�piter; Saturno; Antares en un horizonte y Ori�n en el opuesto, Canopo, Sirio, C�stor y P�lux, Proci�n, R�gulo, a y b del Centauro, a y b de la Cruz del Sur; Arturo.
Las otras fechas de fuego nuevo hist�ricas, 1559,1455, 1351, 1247, corresponder�an a la serie a la que pertenecen 1871 y 1975; ya que cada 8 a�os se repite aproximadamente la misma configuraci�n Sol-Venus-Tierra, el fin del ciclo debe de haber sido semejante a las fases de Venus de 1981-1982. Durante julio de 1983 el planeta alcanz� su brillo m�ximo antes de la conjunci�n inferior de agosto; despu�s de ocho a�os, el 11 de julio de 1991, ocurri� un eclipse total de Sol visible en la ciudad de M�xico. Aun cuando ni 1983 ni 1991 correspond�an a fuegos nuevos, las fases de Venus en esos a�os s� correspondieron a las de dichas celebraciones.
Aveni (1980) menciona que en 1039 y en 623 de nuestra era ocurrieron ortos hel�acos de Venus y dice que en el periodo de 931 a 943 hubo gran actividad en Yucat�n observando a Venus. Estas tres fechas corresponder�an tambi�n a fuegos nuevos de la serie de 1871 y 1975. En junio de 1040 ocurri� un tr�nsito de Venus por el disco del Sol, que es una conjunci�n inferior. El disco de Filadelfia (figura 21) registra tr�nsitos de Venus (Garc�s, 1982). Para establecer con precisi�n las fechas deben tenerse en cuenta las correcciones efectuadas al calendario; las posiciones de Venus en esas �pocas permitir�n conocer cu�ndo ocurrieron los fines de los ciclos relacionados con el sur; el solsticio de invierno y con los brillos m�ximos del planeta (S�journ�, 1981). La mayor�a de los americanistas aceptan que la fase m�s importante era el primer orto hel�aco despu�s de la conjunci�n inferior; pero Mart�nez Hern�ndez lo niega. Seler menciona la importancia de la desaparici�n superior; que llama el viaje de Venus por el infierno; al vencer las tinieblas, Quetzalc�atl surge en el Oeste como estrella vespertina.
Figura 21. Disco de Filadelfia. Calendario astron�mico que registra tr�nsitos de Venus por el disco del Sol, los valores 360 y 364 del a�o, el ciclo de 405 lunaciones y los movimientos de Venus y de Marte. Garc�s (1982) menciona los estudios que realiz� Noriega (1959) en diversos monumentos astron�micos circulares esculpidos en piedra u otros materiales. (Figura, cortes�a del Planetario L. E. Erro del Instituto Polit�cnico Nacional.)
Los c�dices Dresde y Grolier (maya-tolteca) (Coe, 1977) dividen el periodo sin�dico de Venus de 584 d�as en:
El C�dice Borgia divide este periodo en:
13.0 = 260 13 x 20 13.0.0 = 260 x 18 13 x 360 13.0.0.0 = 260 x 360 13 x 7 200 13.0.0.0.0 = 260 x 7 200 13 x 144 000
1.0 = 20 = 1 mes, uayeb
1.0.0 = 360 = 1 año, tún 1.0.0.0 = 7 200 = 20 años, katún 1.0.0.0.0 = 144 000 = 400 años, baktún
Esta discrepancia puede deberse a que sean sistematizaciones distintas de los datos, ya que al final de la presente �poca, Maupom� (1983) encuentra que ambas divisiones llevan al inicio de la desaparici�n superior del planeta. El calendario de este continente se basa en las fases de Venus, en la apariencia que en el cielo ten�a la gran estrella, no solamente en su periodo sin�dico completo.
Garc�a Cubas (1912) menciona diversos ajustes hechos al calendario en las fechas de las peregrinaciones, que s�lo pod�an iniciar cada 52 a�os; estas correcciones se llevaban a cabo para ajustar los valores enteros de los periodos a la duraci�n real de los movimientos de los astros. Los n�meros siempre enteros utilizados en la Am�rica ind�gena (Maupom�, 1983) encierran en sus combinaciones los m�ltiplos enteros de los valores fraccionarios precisos de los periodos; ninguno de estos n�meros es casual, todos adquieren significado astron�mico calend�rico al ser utilizados como lapsos de d�as, de a�os; como n�mero de periodos o de ciclos, son m�ltiplos y divisores. El sistema de numeraci�n calend�rica permite escribirlos con gran elegancia y sencillez:
En el C�dice de Dresde hay tablas de m�ltiplos de 260, 364, 584, 78, 780, y los valores de los periodos sin�dicos de Mercurio, J�piter y Saturno. Exist�a entre los mayas el periodo de 819 d�as que es 117 x 7 = 91 x 9 = 7 x 13 x 9, los 9 se�ores de la noche, los 7 se�ores de la Tierra, los 13 se�ores de los d�as (Thompson, 1959). Encuentra aqu� Maupom� (1983) que 819 x 260 = 585 x 364.
Lounsbury (en Gingerich, 1982) describe en detalle las fechas en los frescos de Bonampak; de veinte fechas hist�ricas, catorce coinciden con fases de Venus; Murray (ibid.) comunica que en Piedra de la Mula, Nuevo Le�n, hay marcas en la roca que coinciden con las tablas lunares del Dresde. Estas tablas registran eclipses relacionados con el 260 y los 11 960 d�as se dividen en series de 177 y 148 d�as en los que pueden ocurrir eclipses. Este intervalo de eclipses del Dresde, 11 958 d�as (Ludendorff dice 11 960 d�as), puede estar registrado en la fecha de la Estatuilla de Tuxtla: 8.6.21.14.17 (a�o 162 d.C; Morley, 1947) igual a 1 196 017 d�as a partir de la fecha inicial; aqu� encuentra Maupom� (1983) que es cien veces 11 960 m�s 17 d�as. Un glifo de eclipse solar (figura 20) fue encontrado en Poco Uinic por Palacios y Mendiz�bal (1926). 2 x 260 d�as = 3 medios a�os de eclipses (de 173 d�as cada uno). Los 502 d�as (Morley, 1915) son 17 lunaciones de 177 + 177 + 148 d�as en total. El calendario azteca seg�n Noriega (s.f.) registra c�lculos luni-solares, eclipses y otros datos de Venus.
Las representaciones de observatorios y m�todos astron�micos antiguos de los c�dices y los nombres y s�mbolos de estrellas y constelaciones son descritos por Le�n-Portilla en este volumen de manera excelente, por lo que aqu� se hace menci�n de estos aspectos de la astronom�a.
S�nchez (1980) encontr� en un fresco de Teotihuac�n un glifo que interpreta como la representaci�n de la luz zodiacal.
Estudios recientes (Carlson, 1975; Ticky, 1976; Malmstr�m, 1976, 1979) sugieren que en Am�rica estaban familiarizados con el uso de la br�jula; en San Lorenzo, al sur de Veracruz, se encontr� una barra de magnetita del periodo olmeca formativo temprano. Tiene grabadas l�neas fin�simas, formando un �ngulo entre ellas, dentro de una incisi�n hecha artificial y cuidadosamente. Coe y Carlson (1975) la han estudiado y propuesto como br�jula, anterior a la china. Malmstr�m, al estudiar las orientaciones en Izapa (1976), encontr� que un monolito una tortuga de roca tiene propiedades magn�ticas extraordinarias: una br�jula colocada en diferentes posiciones alrededor de su contorno superior apunta siempre al pico de la tortuga. Puede ser que esta roca poseyera propiedades magn�ticas o que se le haya inducido una magnetizaci�n artificial (Urrutia et al., 1983). Malmstr�m (1979) reporta dos monolitos m�s con forma humana en los que se hab�an incrustado trozos de magnetita en las sienes y en el ombligo.
Todas estas evidencias de conocimientos del magnetismo en la antigua cultura condujeron a proponer que algunas ciudades, templos y edificios, fueran orientados magn�ticamente. La cuesti�n de la orientaci�n en Am�rica es campo de intensa investigaci�n actualmente. Marquina y Ruiz (1932) propusieron que Teotihuac�n, la primera ciudad urbanizada del mundo, sigue la orientaci�n de la Pir�mide del Sol hacia el punto del horizonte Oeste por donde se oculta el Sol el d�a de su paso por el cenit de esta ciudad maravillosa. Marquina demuestra tambi�n que diversas ciudades, v.g. Chich�n Itz�, Labn�, siguen la traza de Teotihuac�n (1951). Otros estudios recientes muestran que la orientaci�n de Teotihuac�n es la directriz; en Casa Grande, Arizona (Hicks, 1976), la orientaci�n coincide con la del Caracol en Chich�n Itz�, estudiado por Morley (1947), quien demostr� que este observatorio astron�mico tiene ventanas orientadas hacia los puntos de salida y puesta de la Luna, de Venus y hacia el sur. Aveni (1980) continu� este estudio y descubri�, adem�s, la orientaci�n hacia puntos del horizonte relacionados con Venus del templo de Nohpat. Las cruces punteadas que Aveni et al. (1978) reportan haber encontrado desde el Tr�pico de C�ncer hasta Uaxact�n, probablemente eran utilizadas para el trazado de plantas arquitect�nicas; dos de ellas, en Teotihuac�n, est�n sobre una l�nea que es perpendicular a la Calzada de los Muertos.
Los extraordinarios efectos de luz y sombra que se contemplan durante los equinoccios en Chich�n Itz�, Cob�n, Man� (Arochi, 1977; Rivard, 1970) y en la Piedra de Chalco (S�journ�, 1981); la luz del Sol en los templos de Palenque (Schele, 1977) y Chichen Itz� (Arochi, 1977) durante los solsticios de invierno y la sombra del Templo II (Hartung, 1977), que asciende por la escalinata del Templo I en Tikal donde se escuchan extra�as voces seg�n refiere Miguel Ángel Asturias, son s�ntesis y registro de los conocimientos antiguos y demuestran el dominio de la arquitectura, de la astronom�a y de la luz (Maupom�, 1983).
A�n cumplen el prop�sito con el que fueron dise�ados en muy diversas �pocas; deben de haber sido construidos para perdurar y conservar sus conocimientos, lo cual hace evidente que sab�an que los puntos cardinales de los sitios del horizonte por donde salen y se ocultan los planetas, el Sol y la Luna, no cambian con el tiempo. Iwaniszewski (en este libro) y otros arqueoastr�nomos estudian la unidad de medida americana.
Aveni (1980) y Broda (en este libro), entre otros estudiosos, han investigado la importancia que las Pl�yades ten�an en la cultura antigua y se han propuesto orientaciones con respecto a estas estrellas, en particular en Teotihuac�n. Puede comentarse aqu� que las Pl�yades, debido al movimiento de precesi�n del eje terrestre, estaban a pocos grados del punto equinoccial punto vernal en la �poca del principio de la actual era, 12 de agosto del a�o 3113 a.C. (Maupom�, 1983).
Otros resultados encontrados por esta autora durante la preparaci�n de este trabajo se mencionan aqu� tanto para completar esta rese�a como por la importancia de los conocimientos antiguos recuperados.
I. La duraci�n de la presente quinta �poca, 1 872 000 d�as (iguales a 5 125.366 a�os tr�picos), no ha sido analizada internamente; aqu� se encuentra que se forma de la combinaci�n de 20, 260, 360:
20 x 260 x 360 = 1 872 000 La importancia de estos tres n�meros: 20, 260 y 360, le confiere al 1 872 000 un valor a�n m�s significativo.
Este lapso es divisible entre los valores enteros de los periodos sin�dicos de los planetas, el periodo sideral de Venus, el periodo de eclipses y entre diversos lapsos cuya importancia hemos discutido:
1 872 000 � 13 = 144 000 1 872 000 � 173 1/3=10800 � 20 = 93 600 � 225 = 8 320 � 30 = 62 400 � 375 = 4 992 � 52 = 36 000 � 400 = 4 680 � 65 = 28 800 � 585 = 3 200 � 72 = 26 000 � 780 = 2 400 � 104 = 18 000 � 1 040 = 1 800 � 117 = 16 000 � 1 248 = 1 500 � 144 = 13 000 � 2 925 = 640
1 872 000 d�as est� formado por cien Ruedas del Calendario de 52 a�os (de 360 d�as) = 18 720 d�as cada una:
1 872 000 � 365.2422 = 5 125.366 años trópicos
1 872 000 � 583.92 = 3 205.918 periodos sinódicos de Venus
3 206 X 583.92 = 1 872 047.52 días.
II. La presente quinta �poca se inici� el 12 de agosto del a�o 3113 a.C., fecha a la que corresponde el n�mero de d�a juliano 584 284 (la Constante
GMT
). Al a�adir a este n�mero de la fecha inicial la duraci�n de la �poca presente:
584 282 + 1 872 000 = 2 456 284
se llega al n�mero de d�a juliano 2 456 284 que corresponde al 22 de diciembre del a�o 2012 de nuestra era. Aceptando esta correlaci�n con la fecha inicial y la constante
GMT
, el final de la edad presente ser� el d�a del solsticio de invierno de un a�o en el que habr�, el 5-6 de junio, un tr�nsito de Venus por el disco solar; que es una conjunci�n inferior del planeta. Ocurrir�n un eclipse anular de Sol y uno de Luna en fechas cercanas a la des aparici�n y a la aparici�n de Venus en la invisibilidad inferior.Mart�nez Hern�ndez (en Palacios, 1932) propuso que el final de la �poca ser� en 1993 d.C., ya que si bien utiliz� la constante
GMT
de la cual es uno de los autores, opuso otra fecha inicial, 20 a�os anterior a 3113 a.C. Este gran americanista demostr� que cada uno de los 13 baktunes que forman la presente edad termina en un equinoccio, solsticio, equinoccio, sucesivamente. Garc�s (1982) calcula que la fecha 12.19.19.0.0 del duod�cimo bakt�n ser� el 29 de diciembre del a�o 2011 (los 360 d�as que le faltar�an para ser igual a 13.0.0.0.0 completan la duraci�n de la �poca de 1 872 000 d�as). Como Garc�s acepta tanto la constanteGMT
como la fecha inicial 12 de agosto de 3113 a.C., aun cuando no menciona la fecha final de la era actual, sus c�lculos coinciden con el de esta autora. Calder�n propone que la fecha inicial de la cuenta larga es el a�o 8239 a.C.; aqu� se encuentra que si a la fecha inicial se le restan los 5 125.366 a�os tr�picos = 1 872 000 d�as, se llega al solsticio de invierno del a�o 8238 a.C. Sin que este autor lo mencione en su libro, su fecha inicial dista 1 872 000 d�as una era de la fecha inicial m�s aceptada.III. Al final de la presente quinta edad el d�a del solsticio de invierno del a�o 2012 habr�n transcurrido 3 205 ciclos reales de Venus + 536.4 d�as. 47� d�as despu�s, terminar� un ciclo astron�mico venusino completo, el d�a 8 de febrero del a�o 2013. Para establecer cu�l fase del planeta corresponde a este fin del ciclo, se parte aqu� de la fecha astron�mica del tr�nsito, el d�a 6 dejunio de 2012, conjunci�n inferior del planeta con el Sol, y siguiendo las divisiones del periodo sin�dico de Venus del C�dice Borgia, 6 d�as de invisibilidad inferior (la mitad de 12 d�as) m�s 243 d�as como estrella matutina, se llega al 11 de febrero de 2013 (29 de enero antiguo). Al seguir las divisiones del periodo sin�dico del planeta, registradas en el C�dice de Dresde, desde el d�a del tr�nsito astron�mico se llega al 2 de febrero del a�o 2013. Ambos c�dices y la realidad astron�mica de Venus indican que al final de la �poca Venus estar� (en el solsticio de invierno) 47 d�as antes del final de un ciclo real que lleva al principio de la invisibilidad superior (viaje de Venus por el infierno) al desaparecer como estrella matutina. Los tres c�lculos llevan a principios de febrero; el astron�mico conduce al 8 de ese mes y los basados en los dos c�dices coinciden en la fase asociada con el principio de la desaparici�n superior los tres c�lculos parten de la fecha del tr�nsito del 6 de junio de 2012; los dos c�dices se ajustan entre s� al final de la quinta edad.
IV. Mart�nez Hern�ndez dice que la fecha inicial de la cuenta larga es eminentemente astron�mica; no se ha establecido antes a cu�l evento estaba asociada; aqu� se propone que partiendo de fechas de tr�nsitos de Venus reales contempor�neos y calculando lapsos de coincidencias de periodos de Venus y el a�o astron�mico verdadero, se llega a que la fecha inicial corresponde al principio de la desaparici�n superior de Venus:
(1 247 x 365.2422) x 4 = 1 821 828.09
1 821 828.09 + 584 284 = 2 406 112.09
Cuatro periodos de 1247 a�os tr�picos 3 dan un lapso de 1 821 828 d�as; sumados a la fecha inicial, dan el n�mero de d�a juliano del 12 de agosto de 1875. (Utilizando aqu� un razonamiento an�logo al que se sigui� para establecer que la fecha 9.9.16.0.0 del Dresde es 3 veces 1248 a�os de 365 d�as). El 12 de agosto de 1875 es casi 39 d�as anteriores a la conjunci�n superior astron�mica del planeta ese a�o (un medio de la invisibilidad superior seg�n el C�dice Borgia).
Restando al 8 de diciembre de 1874 fecha de un tr�nsito de Venus 4, conjunci�n inferior del planeta el mismo lapso de 1247 x 365.2422, se llega al 8 de diciembre del a�o 3114 a.C. Ya que 4 x 1247 a�os tr�picos incluyen 3120 periodos sin�dicos de Venus verdaderos de 583.92 d�as cada uno (menos 2.3 d�as) se puede proponer que el 8 de diciembre del a�o 3114 a.C. ocurri� una conjunci�n inferior de Venus con el Sol (que no fue tr�nsito por el disco solar). Desde este d�a hasta el 12 de agosto de 3113 a.C. transcurren 247 d�as; las divisiones del periodo sin�dico de Venus de los c�dices indican que desde aquella conjunci�n inferior transcurri� la mitad de la invisibilidad inferior y un periodo completo de Venus en su fase de estrella matutina. Estas fases coinciden y aqu� se han calculado de manera independiente con el c�lculo astron�mico, c�lculo que indica que en agosto de 3113 a.C. se inici� la desaparici�n superior del planeta.
V. Esta quinta �poca, la era actual, fue precedida por otras cuatro �pocas, dice Thompson (1959) en su libro, fundamental para el estudio de la astronom�a ind�gena. Toda la Am�rica antigua considera que �sta es la quinta edad.
Al postular en este trabajo que las cuatro �pocas anteriores hayan tenido la misma duraci�n (cada una) que la duraci�n de la presente quinta edad, se llega de inmediato a la conclusi�n de que las cinco �pocas abarcan la duraci�n del periodo de precesi�n del eje terrestre:
1 872 000 x 5 = 9 360 000= 26 000 años de 360 días = 25 626.83 años trópicos 9 360 000= 5 x 20 x 260 x 360
La precesi�n (luni-solar) actual dura 25 729.19 a�os tr�picos y los 1 872 000 d�as x 5 son 25 626.83 a�os tr�picos. Al restar 25 729.19 - 25 626.83 = 102.36 a�os tr�picos = 37 386.19 d�as = 104 x 360 (menos 53 d�as), la diferencia es de 2 ciclos de 52 a�os de 360 d�as; dos ruedas del calendario. Las correcciones propuestas por Castellanos (1912) ya descritas ajustan esta diferencia; si a�aden a los 1 872 000 x 5 = 9 360 000 d�as las dos ruedas del calendario, que seg�n este autor deb�an girarse una cada "... 13 ciclos; con lo cual en 13 520 a�os ni un solo a�o se hab�an equivocado..."
(1 872 000 X 5 ) + (18 720 X 2) = 9 397 440 días9 397 440 días � 365.2422 25 729.337 años trópicos 25 729.19 25 729.337 = 53 días de diferencia con el valor calculado actualmente para la duración de este movimiento.
Se propone aqu� 5 que se conoc�a el periodo de precesi�n del eje terrestre en la Am�rica antigua. Este periodo puede expresarse, aproximadamente, por la duraci�n de las cinco edades; pero si se aplican las correcciones, se expresa con exactitud asombrosa como 502 x 18 720 = 502 ruedas del calendario. 502 y 52 a�os son lapsos que existen en las fuentes ind�genas. 502 x 18 720 = 251 x 37 440. La raz�n 502� 520 = 251 + 260 transforma los 13 520 a�os en 13 052 a�os = 13 000 + 52. (Maupom�, 1983.)
Bowditch (1906) propuso que exist�a un gran ciclo de 5 128 a�os y atribuye a 13 grandes ciclos un valor de 51 280 a�os. El gran ciclo (Maupom�, 1983) equivale a la duraci�n de la presente �poca y los 13 grandes ciclos equivalen a dos periodos de precesi�n del eje terrestre.
La fecha del principio del tiempo que tambi�n recogiera el eminente americanista: 10.2.0.0.0.0, 2 Ahau, 3 Uayeb, es probablemente tambi�n fecha astron�mica ya que registra los dos periodos de la precesi�n m�s un lapso de 180 d�as + (585 x 364) d�as (Maupom�, 1983) : 10.2.0.0.0.0 = 19 008 000 d�as = (2 x 502 x 18 720) + (819 x 260) + 180 = (2 x 502 x 18 720) + (585 x 364) + 180. Bowditch (1906) propuso que en el quinto lugar s�lo se escrib�an 13 n�meros y no 20.
Los 73 ciclos que Goodman (1897) estudi� tienen una duraci�n total que tambi�n apoya la proposici�n de que se conoc�a este periodo del eje terrestre en la Am�rica antigua.
Expresado siempre a trav�s de n�meros enteros que encierran los valores reales de los periodos sin�dicos de los planetas observables a simple vista, de los periodos siderales de Venus y Luna, de los periodos de eclipses y del periodo de la precesi�n del eje terrestre, este calendario y el sistema de numeraci�n construido para registrarlo son un modelo original de la cinem�tica del Sistema Solar. Su n�cleo es el n�mero 260 y este modelo no es solamente geoc�ntrico, puesto que incluye por lo menos un periodo helioc�ntrico.
El calendario de la Am�rica antigua, el Libro de los sue�os, tiene la elegancia y la belleza de todas las obras de arte de aquella cultura; su misterio y su permanencia a�n desaf�an nuestra imaginaci�n. Pero por todo el territorio, otros astr�nomos observan; a cargo, de los d�as y de los n�meros, ellos son los guardianes del tiempo y de su registro; ellos conocen los secretos.
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NOTAS
1 CasteIlanos (1912).
2 Mito que podr�a referirse a Venus, al Iztacc�huatl y al Popocat�petl. En los amaneceres de invierno son un espect�culo sobrecogedor de belleza indescriptible. (Nota de la autora.)
3 Ahnert (1965).
4 Moreno (este volumen).
5 La autora de esta rese�a recibi� noticias de otros trabajos que han sido publicados con este tema. Severni (1981) comunica que en el C�dice de Par�s hay evidencias del conocimiento antiguo del valor del movimiento de precesi�n del eje terrestre. Ponce de Le�n (1982) publica las relaciones que encuentra entre las orientaciones antiguas y el periodo de 52 a�os. La importancia de estos estudios nos hace incluir aqu� las referencias de estos trabajos aun cuando, al desconocerlos, sea imposible comentarlos: Severni, G. M., "The Paris Codex: Decoding an Astronomical Ephemeris", Transactions of The American Philosophical Society, vol. 71, parte 5, Filadelfia,
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