I. UNA FAMILIA DE FÍSICOS

EN 1938 se funda el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ocupa una pequeña sede en un rincón del Palacio de Minería, situado en la calle de Tacuba número 5, no muy lejos del Templo Mayor de los aztecas y de la Catedral Metropolitana, en el centro histórico de la ciudad de México. En ese hermoso edificio, construido a finales del siglo XVIII por el arquitecto valenciano Manuel Tolsá, fueron profesores distinguidos dos grandes científicos que realizaron descubrimientos importantes: Andrés María del Río encontró allí uno de los elementos químicos: el vanadio; Fausto de Elhuyar descubrió el tungsteno. Don Fausto y su hermano mayor, naturales de Logroño, España, estudiaron mineralogía en Alemania, bajo la dirección de Werner, el geólogo que clasificó los minerales como antes había hecho Linneo con los seres vivientes. Los hermanos De Elhuyar visitaron luego Suecia, donde analizaron un mineral, la wolframita, que se halla en las minas de estaño. Ahí encontraron un nuevo metal, que hoy recibe el nombre de tungsteno —del sueco, piedra dura—. Don Fausto viajó después a México, para trabajar en el Palacio de Minería; cuando México ganó su independencia, regresó a su patria.

Más interesante aún resulta el descubrimiento del vanadio, o eritronio, como debería haberse llamado el nuevo elemento descubierto en el Palacio de Minería por Andrés María del Río. Don Andrés estudió también en Alemania, donde se hizo amigo del joven Humboldt. Por su cercanía con Lavoisier, a punto estuvo de ser guillotinado durante su estancia en París. Llega por fin a México y trabaja en la Escuela de Minas fundada poco tiempo antes por De Elhuyar. Allí, en 1801, descubre un nuevo metal dentro de un mineral de plomo y, por su color rojizo, le llama eritronio. Cuando Alejandro Humboldt visita México, le da las muestras para que sean analizadas en Alemania. Los químicos germanos se confunden y dictaminan que el eritronio es en realidad cromo, metal descubierto apenas tres años antes. Del Río, que trabajaba en un país carente entonces como hoy de tradición científica y de amor a la investigación, cede tristemente ante los embates de investigadores que él consideraba más avanzados. Treinta años después, el químico sueco Sefstrñm vuelve a encontrar el eritronio, que hoy lleva el nombre de vanadio, en honor a una diosa de la mitología escandinava.

Como Del Río y Elhuyar, llega a México otro científico español, Blas Cabrera, miembro distinguido de un numeroso grupo de intelectuales republicanos que abandona su tierra luego del triunfo de Francisco Franco. Y como aquéllos, Cabrera trabaja en el Palacio de Minería, donde consigue instalar en el Instituto de Física un laboratorio de medidas eléctricas de precisión. Don Blas había sido director del instituto de Física y Química de la Universidad de Madrid y montó ese laboratorio para investigar el magnetismo de los cuerpos paramagnéticos, y por aquel entonces se le consideraba un físico notable, organizador, junto con Niels Bohr, Marie Curie y Albert Einstein del Congreso Solvay de 1930. Se le acredita también haber fundado la física experimental moderna en España.



Figura 1. Don Blas Cabrera asistió a la fundación de la sociedad Matemática Mexicana. El acto tuvo lugar en el Palacio de Minería en 1942.

Uno de los hijos del doctor Cabrera, Nicolás, llegó a ser un científico notable. Su campo de estudio es el de los sólidos, en concreto el de las superficies; durante veintitrés años trabajó en la Universidad de Virginia, Estados Unidos, donde dirigió el Departamento de Física. Hace alrededor de quince años, Nicolás Cabrera regresó a España, para trabajar en la recién fundada Universidad Autónoma de Madrid, donde aún continúa estudiando la teoría de las superficies sólidas. Su influencia en el desarrollo de la física mexicana fue importante, pues durante su estancia en Virginia visitaba con frecuencia tanto la Universidad Nacional como el Instituto Politécnico, donde contribuyó a formar a jóvenes investigadores, muchos de los cuales son hoy puntales de la física en México.

Nicolás tuvo un hijo también imbuido por la curiosidad científica. El joven Blas Cabrera —nieto del físico español que se refugió en el Palacio de Minería hace ya medio siglo—, estudió la licenciatura en física en la Universidad de Virginia y luego hizo el doctorado bajo la dirección de William Fairbank, en Berkeley, Estados Unidos, donde obtuvo el grado en 1974. Al igual que su abuelo, primero, y su padre después, Blas Cabrera es hoy un físico reputado, que bien podría convertirse en un científico muy famoso, merecedor incluso de recibir el premio Nobel. En efecto, es posible que el 14 de febrero de 1982, día de la amistad, Blas Cabrera haya visto por primera vez un monopolo magnético.

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