III. LA B�SQUEDA ANTERIOR

EL MONOPOLO magn�tico fue primero buscado en los rayos c�smicos de muy alta energ�a. Puesto que la traza de un monopolo quedar�a impresa en materiales muy viejos, no conductores, se busc� su huella en muestras de obsidiana muy antiguas, cuya edad supera los 200 millones de a�os. Los investigadores Fleisher, Price y Woods de la Universidad de Berkeley no fueron capaces de encontrar una sola carga magn�tica. Tambi�n llegaron los f�sicos al fondo del oc�ano, buscando un monopolo en el pavimento de ferromanganeso que cubre la base del Atl�ntico del Norte. Este material magn�tico podr�a haber atrapado a los monopolos presentes en la radiaci�n c�smica, despu�s de que hubieran sido frenados al atravesar el mar. Si a las muestras de ferromanganeso se les aplicara un campo magn�tico muy intenso —pensaron los f�sicos— podr�an arrancar al monopolo del sitio en que hab�a estado quieto por varios millones de a�os. Este experimento realizado de nuevo por Fleisher y sus colaboradores tampoco arroj� resultados positivos. Los investigadores buscaron entonces en la Luna, y analizaron las muestras lunares que el Apolo 11 trajo a la Tierra. Si estas muestras tuvieran monopolos magn�ticos podr�an inducir una corriente en una bobina, al moverse cerca de ella. Una vez m�s la carga magn�tica no hizo acto de presencia y la b�squeda del monopolo en la Luna, realizada por Luis �lvarez, premio Nobel de F�sica e investigador de la Universidad de Berkeley, result� tambi�n infructuosa.



Figura 3. El experimento realizado en Brookhaven en 1962 intentaba crear monopolos por el choque de protones muy energ�ticos contra hojas muy delgadas de aluminio. El monopolo se detendr�a en el aceite y luego ser�a acelerado por un campo magn�tico hacia el detector. No se detect� ning�n monopolo en este experimento.

Todos estos experimentos dependen de rayos c�smicos de muy alta energ�a y, por tanto, se realizan sin mucho control. La b�squeda ser�a m�s simple si se emplean los haces de part�culas —cuya energ�a est� a nuestro arbitrio— provenientes de los grandes aceleradores, como los que est�n hoy disponibles en enormes laboratorios como el Fermilab o el Consejo Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) en Ginebra. Al incidir protones y electrones de muy alta energ�a sobre la materia, se podr�an producir cargas magn�ticas. Otra vez se movieron las muestras bombardeadas en la vecindad de una bobina, buscando la corriente inducida por el monopolo. Como en los experimentos anteriores, la elusiva unidad de carga magn�tica no se dej� ver y el grupo de �lvarez, una vez m�s, no tuvo �xito.

La primera evidencia positiva de la presencia del monopolo magn�tico la obtuvo otro grupo de Berkeley en 1975. En una pila de detectores que colocaron en un globo durante dos d�as, hallaron una sola traza marcada por rayos c�smicos ultrapesados que, seg�n Price y sus colegas, se deb�a a una part�cula que se mov�a a la mitad de la velocidad de la luz y que ionizaba fuertemente y de manera constante a la materia. Para que esta ionizaci�n pudiera ser causada por una carga el�ctrica, esta part�cula deber�a tener una masa enorme, mayor que la de diez mil protones juntos. Es m�s razonable, pues, suponer que este evento fuera causado por un monopolo magn�tico.

La reacci�n que manifestaron los cient�ficos ante esta "comprobaci�n" experimental de la existencia de la carga magn�tica nos la relata el gran f�sico te�rico ingl�s Paul Adrien Maurice Dirac. Cuenta que se encontraba discutiendo acerca de monopolos en Sidney, buscando posibles explicaciones a la traza hallada por Price. Llamaron por tel�fono a Luis �lvarez —jefe de Price y autor de varios de los trabajos con resultados negativos— y �ste se mostr� muy hostil a la interpretaci�n de Price y ofreci� otra explicaci�n. Aunque esta nueva idea de �lvarez fue desechada un a�o despu�s, Dirac mismo no da gran peso a la evidencia de Price, pues los monopolos, en caso de existir, ser�an estables y deber�an encontrarse en la atm�sfera, en la corteza terrestre o en el mar.

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