VI. RESUMEN DE LA SITUACI�N A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
A
L INICIARSE
este siglo ya se ten�a evidencia muy clara de que los calores espec�ficos de las sustancias no segu�an la ley de Dulong-Petit. S�lo algunos gases, y eso a la temperatura ambiente, es decir, sobre 0�C. Otros gases, como el bi�xido de carbono ten�an un calor espec�fico que variaba con la temperatura aun a la temperatura ambiente. Adem�s, si �sta disminu�a mucho y se acercaba al cero absoluto entonces el calor espec�fico de tales gases tambi�n disminu�a y alcanzaba un valor muy peque�o, que finalmente era nulo.Por otro lado, la �nica explicaci�n microsc�pica en ese entonces la prove�a la teor�a cin�tica, que seg�n el teorema de equipartici�n de la energ�a predec�a que el calor espec�fico deber�a ser una cantidad constante, que no deb�a variar al cambiar la temperatura.
Claramente exist�a entonces una contradicci�n entre la predicci�n de la teor�a y las mediciones experimentales. Es decir, a pesar de que la teor�a cin�tica predijo otros resultados que s� concordaban con la experiencia, la comunidad cient�fica se encontraba ante una falla muy seria. Sin embargo, a pesar de que un buen n�mero de cient�ficos de la �poca estaba consciente de que la teor�a no pod�a reproducir el comportamiento real de las sustancias en lo que al calor espec�fico se refiere, no hubo ning�n intento serio de generar una explicaci�n. Se tom� la actitud de pensar que se trataba de un hecho que no tendr�a mayores consecuencias y que con el tiempo llegar�a a haber una explicaci�n congruente, dentro del esquema te�rico existente. �ste es un ejemplo de que no siempre que se presentan contradicciones entre las predicciones de una teor�a y los experimentos se decide abandonar la teor�a. De hecho, en otros aspectos se sigui� usando la teor�a cin�tica entonces conocida.
Durante mucho tiempo la cuesti�n de los calores espec�ficos permaneci� como uno de los problemas no resueltos de la f�sica. La soluci�n al problema tom� un camino que entonces no se pod�a advertir. Fue yendo por un camino insospechado que Albert Einstein resolvi� este problema de manera satisfactoria. Para poder apreciar esta soluci�n dedicaremos los siguientes cap�tulos a analizar otro tipo de problemas que, aun sin estar relacionados con nuestro tema, dieron la clave de la soluci�n.