VII. LOS MARAVILLOSOS COLORES DE LOS ORGANISMOS EN EL OCEÁNO. MIMETISMO
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A COLORACIÓN
de los seres vivos marinos presenta una extraordinaria variedad y riqueza que hasta se puede considerar compite ventajosamente con las más bellas y policromas de las especies terrestres que se encuentran en los continentes. Estas coloraciones que tienen los vegetales y animales marinos se deben a los efectos de los fenómenos de reflexión o difracción de la luz y a la presencia de sustancias químicas llamadas pigmentos que se encuentran distribuidas en los tejidos que forman su cuerpo.En los vegetales marinos las coloraciones se originan principalmente por la presencia de estos pigmentos, aunque pueden encontrarse, en ocasiones, determinados brillos debidos a fenómenos de bioluminiscencia, por la oxidación de algunos compuestos químicos que contienen fósforo, que se encuentra en las células que forman su cuerpo, como en Noctiluca, un vegetal microscópico del plancton marino, que cuando abunda hace que el agua brille, sobre todo en las noches oscuras.
Los pigmentos que dan color a las plantas marinas han sido denominados asimiladores, debido a que permiten al vegetal fijar las radiaciones del Sol para transformar la materia inorgánica en orgánica durante la fotosíntesis. Estos pigmentos, que tienen diferentes colores, son: la clorofila, la xantofila, la ficofeína, la ficoeritrina y la ficocianina.
La clorofila se encuentra en las fanerógamas marinas como la talasia y las zosteras de las praderas marinas, por lo que presentan su color verde característico debido a la abundancia de este pigmento, aunque pueden mostrar tonos amarillentos cuando también se encuentra la xantofila. Estos pigmentos se localizan en unos pequeños organoides de la célula llamados cromatóforos.
También esta clorofila es el pigmento característico de algunas algas como las verdes o clorofíceas, donde se encuentra sola, por lo que la tonalidad de las frondas ya desde un verde pálido como en el caso de la lechuga de mar hasta el intenso como en Cladophora.
Las algas azules o cianofíceas, además de la clorofila, llevan una gran cantidad de ficocianina, que les comunica su típico color azul.
Las algas pardas o feofíceas presentan como pigmentos, además de la clorofila, la ficofeína, de color pardo, y la xantofila, amarilla, lo que les da las más variadas tonalidades comprendidas entre el color amarillo y el castaño oscuro, sin faltar las verde-amarillentas; tal es el caso de las laminarias, que presentan color verde olivo.
Las rodofíceas o algas rojas están caracterizadas por la presencia del pigmento rojo ficoeritrina, como en el caso de las algas coralinas, que reciben este nombre por su tonalidad que va desde el rojo pálido al púrpura oscuro, y la consistencia de sus frondas, que son rígidas y erguidas. Algunas veces en estas algas rojas se presenta una intensa acumulación de pigmentos, por lo que toman tonalidades casi negras.
En los animales marinos se va a encontrar también gran diversidad de tonalidades, algunas producidas por pigmentos característicos del reino animal, como la melanina; pero en muchas ocasiones originadas por la reflexión y difracción de la luz, cuando ésta incide sobre las estructuras del organismo produciendo brillos metálicos e irisaciones, o sea, la formación de reflejos de la luz en todos los colores del arco iris o algunos de ellos.
Los pigmentos propios de los animales marinos suelen estar difundidos entre sus tejidos y principalmente en los epiteliales, formando grupos de mayor o menor extensión en unas células pigmentarias especiales llamadas también cromatóforos, como las que existen en los vegetales. En otras ocasiones son la hemoglobina, pigmento rojo de la sangre de los peces, o la hemocianina, pigmento azul de la sangre de los invertebrados, los que comunican su coloración a los organismos, como ocurre en algunos peces como el huauchinango que presenta tonalidades más rojas conforme mayor cantidad de hemoglobina presente; o en el de algunos gusanos que se mueven entre la arena de las playas, cuyo cuerpo transparente se colorea en tonos azulados cuando se acumula su sangre en las regiones periféricas de su cuerpo, como sucede en ciertos poliquetos.
Los cromatóforos se pueden observar fácilmente en algunos animales como los moluscos cefalópodos, a los que pertenecen los calamares, en los que las células pueden contraerse o distenderse produciendo la concentración o dispersión del pigmento, generalmente la melanina, lo que permite cambiar, de manera rapidísima, la coloración que va del gris claro al negro.
La contracción de las células que contienen los cromatóforos se puede originar por diversas causas. La luz por sí misma es capaz de producir un estímulo que pone en movimiento el mecanismo de los cromatóforos; por ejemplo, algunos camarones, al estar expuestos a una iluminación activa, adquieren colores más vivos e intensos porque su circulación se acentúa y los pigmentos se reparten ocupando mayor superficie del cuerpo del animal.
En el caso de los peces, la región dorsal, que está en contacto con mayor cantidad de luz, siempre presenta una coloración más intensa que la zona ventral, que es más clara. Cuando los cromatóforos son policromos, por presentar más de un pigmento, al recibir mayor cantidad de luz estos gránulos pigmentarios se reparten y se concentran en diferentes zonas del animal, produciendo los más variados efectos cromáticos.
En algunos cangrejos, las células de los cromatóforos van a reaccionar, principalmente, por la acción de estímulos transportados por el sistema nervioso que se encuentra ramificado bajo su piel, el cual registra los cambios que se presentan en el medio: cuando identifican alguna presa cambian rápidamente la pigmentación de su cuerpo, tratando de confundirse con el medio para no ser descubierto y así atraparla.
Los peces, por estados de excitación, pueden sufrir cambios en la coloración y es común ver, sobre todo en los que viven en los arrecifes coralinos, cómo cambian de color al ser estimulados por la presencia de algún organismo de mayor tamaño. Esto también se presenta en los calamares, los que se excitan de una manera extraordinaria, manifestándose esa excitación por cambios intensísimos y muy rápidos de la coloración, llegando a formar oleadas que recorren su cuerpo de un extremo al otro, como consecuencia de la contracción y expansión rítmica de las células de los cromatóforos de las diferentes regiones del cuerpo.
En otras ocasiones, en los cambios de color intervienen los órganos de los sentidos y respuestas dirigidas por el cerebro, por lo que se les ha llamado voluntarios, y los animales marinos uniforman sus coloraciones con las del medio ambiente que les rodea. Esta propiedad llega a un perfeccionamiento extraordinario, como el famoso caso de los rodaballos, peces de la familia de los lenguados que, colocados sobre un tablero de ajedrez, su cuerpo toma la coloración de los cuadros blancos y negros del tablero con gran perfección y con mayor rapidez cuantas más veces se repita el experimento. La comprobación de que los cambios de coloración son voluntarios se ha hecho cortando a los mismos individuos los nervios ópticos, y observándose que desde ese momento dejan de reproducir los colores del medio sobre el que se encuentran.
En los langostinos, crustáceo común de los ríos, se ha demostrado que en cuanto se seccionan sus pendúnculos oculares se producen disturbios en la actividad de los cromatóforos, dejando de funcionar los rojos, pardos y amarillos, pero siguiendo en actividad aquellos cuyo funcionamiento depende exclusivamente de la acción lumínica directa, por lo que sus coloraciones cambian aún.
Las reflexiones de la luz que producen brillos y las difracciones que causan irisaciones se presentan al incidir la luz sobre determinadas células del cuerpo del animal, llamadas iridocitos, especialmente modificadas y provistas de una sustancia especial muy refringente, la guanina.
En otras ocasiones, estos fenómenos de reflexión y difracción de la luz se producen por la especial disposición de los tegumentos o por la de sus derivados como espinas, barbillas, escamas, etcétera, que producen brillos e irisaciones metálicas de acuerdo con la manera en que inciden sobre ellos los rayos de luz, lo que permite que las coloraciones cambien según se modifique el ángulo de incidencia de la luz. Esto se observa, por ejemplo, en los peces pelágicos, como el atún que presenta su dorso oscuro y los flancos y el vientre claros y plateados.
Infinidad de animales del mar, debido a sus tonalidades y a sus formas, pueden pasar inadvertidos a los ojos de sus enemigos y perseguidores vistiéndose del color más adecuado para confundirse con los objetos que le sirven de fondo, con el fin de disimular su contorno y que su cuerpo no destaque sobre él.
El poder imitativo resulta extraordinario, hasta el extremo de que en muchas ocasiones es realmente difícil distinguir estos animales que han sido llamados maestros de la hipocresía y el engaño; a este fenómeno se le denomina mimetismo y lo han estudiado minuciosamente los biólogos, llegando a registrar casos notables de la manera en que los animales del mar tienen como uno de sus mecanismos defensores la facultad de imitar al medio ambiente que les rodea.
Se puede considerar que muchos de los animales que nadan en las aguas de los océanos, por la cantidad de agua que tienen en su cuerpo, "se disfrazan de agua", valga la frase. Las medusas o aguasmalas y los ctenóforos o farolitos de mar son completamente transparentes, de tal modo que dentro del agua no son visibles, o sólo se perciben ligeras trazas de su cuerpo. En otras ocasiones estos organismos que flotan en el agua toman un color azul ultramar o violeta con el que imitan el matiz que adquieren las grandes masas líquidas oceánicas.
Un caso curioso es el de las sardinas y las macarelas, cuyo dorso tiene un color azul oscuro y su vientre es intensamente plateado. Este hecho singular se debe a que dichos peces tienen que librarse de dos clases de enemigos: los que los observan por encima y los que los atacan por debajo. La coloración de estos peces trata de engañar a unos y a otros. Los que viven por encima de las aguas, como las aves marinas, son burlados por el color azul del dorso que apenas destaca sobre el azul del mar. Cuando se observa desde el fondo del agua a estos peces, la superficie ventral tiene el aspecto brillante de un espejo, ya que las escamas plateadas del pez son un elemento para reflejar la luz y contribuir de esta forma a que el cuerpo aparezca confundido con los brillantes destellos de la inquieta superficie del mar.
Los animales que se localizan en los fondos arenosos o viven continuamente sobre ellos, como el anfioxus, los peces lenguados, los camarones, los cangrejos y ciertos gusanos, no se conforman con disimularse cubriéndose con arena, recurso sencillo para no ser vistos, sino que su coloración generalmente es gris o amarillenta, unas veces clara y otras más oscura, y su color no es uniforme, ya que se descompone en pequeñísimas manchitas o motitas irregulares y distribuidas sin orden alguno de diversos colores: blancas, grises, amarillas, rojizas, pardas, azules, etcétera, que copian con toda perfección los abigarrados matices de los infinitos granos de arena que forman el fondo marino.
Los moluscos que presentan su concha laminar, como las lapas y los abulones u orejas de mar, y que viven sobre las rocas, tienen por fuera de su concha un color oscuro indefinido que impide que se destaquen sobre la superficie de la roca, dejando las bellezas del brillo y del color para la parte interna de la concha, aquella que por quedar adosada a la roca y cubierta en parte por el animal puede presentar los más ricos matices sin denunciar su presencia.
Entre las algas policromas de los mares viven infinidad de especies marinas, principalmente cangrejos y equinodermos del tipo de los pepinos de mar, en los que la tonalidad de sus cuerpos armoniza perfectamente con la de las algas sobre las que viven, y se necesita la vista sagaz del biólogo para sorprender a tales criaturas, dada su maestría en el arte del disimulo utilizando el "camuflaje" con tanta eficacia y sorprendente resultado.
Cuando se desea convencer de la amplitud de formas y colores que se presentan en el mundo viviente del océano, basta tomar un manojo de algas y colocarlo en un amplio recipiente de vidrio lleno de agua de mar. Cuando las algas comienzan a perder su vigor y ya no constituyen el escondite ideal, una insospechada multitud viviente abandona los vegetales entre los que antes habían pasado totalmente inadvertidas a nuestros ojos y a los depredadores.
En el mar se localizan muchos organismos que cambian de aspecto y de coloración con arte y maestría, de los que no sólo sorprende la expresión que en cada caso adoptan, sino la rapidez con que sus cambios fisionómicos se producen.
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Figura 19. El fenómeno del mimetismo se presenta en forma notable en los organismos marinos.
Cortesía de la Revista Técnica Pesquera.
Los pulpos, animales con un aspecto generalmente hosco, pasan la mayor parte de su tiempo ocultos en pequeñas cavernas, desde donde acechan a los diminutos cangrejos o pececillos que puedan servirles de sustento, cambian de color y de aspecto cuando las circunstancias así lo exigen al presentarse algún cambio en el ambiente que los rodea. Tranquilo se deslizan entre las rocas cubiertas por la policroma vegetación submarina; su color es pálido, suave, apacible, pero basta la menor contrariedad o que cualquier peligro los amenace para que su aspecto cambie en pocos segundos: sus brazos se repliegan en actitud defensiva o amenazadora, su coloración se torna oscura y tenebrosa, y todo su cuerpo se eriza de aparentes y terribles aguijones, que no son más que inofensivas rugosidades de su piel irritada. El color del animal durante estos estados de irritación no permanece invariable, sino que en él se producen cambios y alteraciones que recorren todo el cuerpo en oleadas cromáticas que contribuyen a acrecentar su aspecto iracundo.
Durante este comportamiento el pulpo da la impresión de que su piel no se encuentra en reposo, ya que está en perpetuo trajín, en continua excitación que se trasluce al exterior por las variaciones de matiz, verdadera gesticulación cromática que revela la turbulenta agitación del pulpo, con la que sin duda pretende atemorizar a su adversario o tal vez expresar con toda sinceridad el temor que le embarga. Un espectáculo curioso es observar cómo el color de este animal se caracteriza con la mayor destreza con los colores de los objetos que le sirven de fondo, disimulando astutamente su presencia, justamente temida por tantos pobladores del mar víctimas de su voracidad.
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Figura 20. Los pulpos son los reyes del mimetismo. Aquí se muestra uno con aspecto hosco.
Cortesía de la Revista Técnica PesqueraEstos fenómenos de mimetismo que presentan los seres que viven en el océano no se limitan a copiar el color de los objetos sobre los que viven o del medio que los rodea. En muchos casos, la ficción alcanza extremos que causan asombro y la imitación no queda limitada a una igualdad o semejanza de colorido, sino que tratan de copiar el aspecto y aun la forma de las rocas sobre las que reposan o de las algas en las que transcurre su vida.
Entre las algas viven las pequeñas "babosas marinas" moluscos del grupo de los nudibranquios, cuyos cuerpos están adornados de apéndices y prolongaciones que imitan la forma de las ramas de los vegetales marinos. En algunos de estos animales la imitación llega a ser muy acentuada, ya que los apéndices de su cuerpo toman la apariencia de pequeñas frondas de algas, lo cual da la impresión de que su cuerpo estuviese revestido de estos vegetales. La semejanza llega hasta modificar la constitución de sus órganos respiratorios, ya que las branquias de muchos de estos animales se disponen de tal modo alrededor del ano que forman como una roseta de apariencia vegetal.
Otro caso se presenta en unos pececillos llamados agujas que viven entre las algas, alargados y flexibles, con aletas sumamente reducidas, de tal modo que parecen una fronda alargada del alga, semejanza a la que contribuye la coloración con que su cuerpo está dotado. Tales pececillos son muy débiles, además de pésimos nadadores, por lo que su defensa no descansa sobre otra cosa que la virtud imitativa que la naturaleza de su estructura corporal le permite; por otra parte, unen a ella una rara habilidad para disimular su cuerpo en las algas, al entrelazarse con mucho arte para no ser vistos.
Uno de los casos de animales marinos que presentan mimetismo y que más llama la atención es el de los caballitos de mar, pececillos que viven en las aguas tropicales confundidos con la vegetación submarina o entre los corales y que tienen el cuerpo de forma extrañísima, adornado por una serie de prolongaciones estratégicamente situadas, cada una de las cuales tiene el mismo contorno que el de ciertas algas pardas entre las que se esconden. La imitación es perfecta, hasta el punto de que realmente se hace difícil verlos entre la vegetación marina.
Basta lo expuesto sobre las maravillosas coloraciones de los seres vivos que pueblan el océano y de su habilidad para confundirse con su medio, por el fenómeno de mimetismo, para mostrar la cautela que deben tener los estudiosos y los curiosos amantes de la naturaleza, con objeto de no ser despistados por engañosas apariencias que los conduzcan a interpretar falsamente sus observaciones.
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