IV. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL HOMBRE
L
A COMPRENSIÓN
de los patrones y los mecanismos de la evolución es el objeto central de este libro. Sin duda uno de los capítulos más interesantes de la evolución lo representa para nosotros la relevancia que tienen esos principios en el conocimiento de nosotros mismos y de nuestros orígenes. En esta última parte trataremos precisamente lo que sabemos acerca de la evolución del hombre. La estructura que seguiremos será como la de las partes anteriores de este libro. Veremos las evidencias que tenemos acerca de que el hombre forma parte del fenómeno evolutivo, de las revoluciones adaptativas que representa el ser humano, así como del aspecto de la generación de especies cercanas al hombre. Al final tocaremos un aspecto que no hemos tocado hasta ahora. Nos referimos a las implicaciones que para la evolución orgánica del hombre han tenido la civilización y la cultura, esto es, discutiremos los aspectos que ha producido el nacimiento y desarrollo de otro tipo de evolución en nuestra especie, la evolución cultural. Este fenómeno, como veremos, tiene sus raíces en la capacidad que tenemos para entender y transmitir símbolos que forman la base de nuestra cultura.Eso sí, en ningún momento debemos olvidar que como seres humanos formamos parte del Universo como cualquier otra especie. Que si bien las adaptaciones actuales nos capacitan para manejar nuestro ambiente en forma muy ingeniosa, ello no nos aleja más de otros organismos que la habilidad que tienen las abejas para encontrar áreas con flores y transmitir esa información a sus congéneres. Como ellas gozamos de ciertas habilidades, pero finalmente ambas convivimos en esta tierra y por tanto no somos distintos.
![]()
Figura 19. Comparación entre los huesos de un chimpancé y el primer homínido que caminó erguido hace aproximadamente 3 millones de años.
El registro fósil más antiguo de un homínido data de hace aproximadamente 12 millones de años. Se encontró en las colinas de Siwalk, Pakistán. También se los ha encontrado en partes de India, Turquía y África Oriental. Era un animal cercano a nosotros porque de los restos se ha podido ver que las muelas son como las de un grupo que incluye a los gorilas, los chimpancés, los gibones y los orangutanes. Estos son los parientes vivientes más cercanos al hombre, y han sido nombrados en conjunto como ramapitécidos. Pero, ¿qué tan cercanos son? Una característica que nos distingue de los chimpancés y los gorilas es que mientras nosotros tenemos la cara plana, ellos tienen un hocico (boca protuberante). De las reconstrucciones de las quijadas de los ramapitécidos se ha podido concluir que su cara, aunque no tan plana como la nuestra, no era tan prominente como la de los chimpancés y los gorilas (Figura 20). A partir de esto (que por cierto es el único elemento que podemos analizar porque no tenemos restos de otros huesos), podemos fácilmente decir que los gorilas y los chimpancés están menos relacionados al hombre que los ramapitécidos. Desgraciadamente no sabemos si estos animales andaban en dos patas o en cuatro ya que no tenemos los restos de la pelvis y el fémur que nos dirían cómo caminaban. Los ramapitécidos aparecen en el registro fósil de hace aproximadamente 14 millones de años y desaparecieron hace aproximadamente ocho millones. Quizá otros animales fueron los ancestros directos de la humanidad, pero por ahora éstos son los candidatos más probables a ser los iniciadores de nuestra historia.
![]()
Figura 20. Características generales de los cráneos de algunos homínidos: (a) Australopitécido, (b) Homo erectus,(c) Hombre de Neandertal y (d)Hombre actual.
CUANDO PUDIERON PLATICAR Y COMER PINOLE
Como ya hemos dicho podemos decir muy poco de la forma de vida de los ramapitécidos así como de sus características porque tenemos muy pocos fósiles. En el lapso que va de los ocho millones de años (que fue cuando desaparecieron del registro fósil estos animales) a los cinco millones el registro fósil de hominidos es muy escaso. Hasta la fecha no se han encontrado restos que nos guíen respecto del destino final de los ramapitécidos y por ello de nuestros ancestros de entonces. Pero a partir de los fósiles de hace cinco millones de años comenzaron a aparecer homínidos que tenían la capacidad de caminar erguidos en sus patas. Éstos son muy abundantes y se han descubierto en una gran cantidad de lugares en África. De estos animales hemos llegado a tener tantos fósiles, que no ha sido difícil tener una idea de su forma de vida. De hecho, se han encontrado al menos dos tipos generales. Uno de individuos mayores llamado Australopithecus robustus que vivía en zonas boscosas y tenía una mandíbula muy poderosa que le ayudaba a comer alimentos muy duros," y otro, más frágil en su complexión, que vivía en praderas. A éste se le ha llamado Australopithecus gracilis. Ambos eran más pequeños que el hombre actual, ya que llegaban a medir hasta 1.20 m aproximadamente, o sea lo que mide en la actualidad un niño de cinco a ocho años.
En ambos tipos de australopitécidos se han descubierto los huesos necesarios para decir si estos seres caminaban o no erguidos como nosotros. Por un lado se ha encontrado que la unión que tiene el cráneo de estos animales y su columna vertebral es característica de la posición erguida, ya que la inserción está en el centro del cráneo. En animales como el gorila, que camina en cuatro patas, la inserción de la columna se encuentra en la parte posterior. Sin duda la forma de los huesos de la cadera es uno de los hechos que más nos ayudan a comprobar que los australopitécidos caminaban erguidos, pero existen otros. Los huesos de la cadera de los animales que caminan en cuatro patas son alargados y angostos. Tal es el caso de los chimpancés y los gorilas. Los huesos de nuestra cadera son, en cambio, cortos y anchos para sostener el peso del cuerpo. En los australopitécidos el hueso de la cadera aunque no es exactamente humano, tampoco es alargado como el de los monos. De estos dos hechos se concluye que los australopitécidos desde hace entre tres y cuatro millones de años ya caminaban erguidos en las patas traseras. Se ha descubierto, además, evidencia más directa de que hace casi cuatro millones de años había homínidos que caminaban erguidos, esto es, la existencia de pisadas fosilizadas de tres individuos. Junto con esas pisadas se encuentran huellas de otros animales (rinocerontes, jirafas y elefantes). Se ha reconstruido lo que debió de haber ocurrido: hubo una erupción de un volcán y cuando las cenizas estaban todavía calientes, en lo que ahora es Laetoli (Tanzania) llovió y el agua hizo una mezcla lodosa; fue entonces que tres australopitécidos caminaron por allí. Se sabe que son pisadas de animales que caminaban erectos por las huellas del dedo gordo y el talón que son muy características. Dos de los individuos caminaron juntos mientras que el tercero (un niño) lo hizo por el mismo lugar pero no junto a ellos ya que las pisadas están demasiado cerca unas de otras. Así pues estas huellas, descubiertas en 1976 representan la evidencia más directa de que hace 3 750 000 años tres homínidos ya caminaban erguidos como lo hacemos en la actualidad.
Se ha escrito mucho acerca de las ventajas que representa la posición erguida. En general se considera que fueron muchas. Entre ellas se ha destacado el que con esa posición se liberaron los brazos para llevar a cabo otras funciones, como el manejo de armas y de herramientas. Asimismo se ha sugerido que mejora la visión a larga distancia así como la recolección de frutos, semillas y otros recursos alimenticios. También se ha propuesto que la resistencia para recorrer grandes distancias es mucho mayor que en animales con una locomoción a cuatro patas. Es seguro, de cualquier forma, que el caminar erguido significó una revolución adaptativa para nuestros parientes y para nosotros mismos.
Los australopitécidos de hace tres y cuatro millones de años eran bastante pequeños cuando llegaban a adultos. Medían no mas de 1.20 m y no pesaban más de 40 kilos. Su cerebro era también pequeño, alrededor de 400 cm3 (la manera como se mide la capacidad del cráneo es calculando el volumen; esto puede hacerse bastante fácilmente con cráneos fósiles). Es decir, un australopitécido tenía alrededor de 10 cm3 de cerebro por kilogramo de peso.
Hace alrededor de 25 años se encontró en la barranca de Olduvai, en África Oriental un cráneo fosilizado de hace aproximadamente 1 750 000 años. Perteneció a un homínido que caminaba erguido y que tenía un cerebro de 800 cm3 para sus ñ40 kilos de peso! Esto significa que comparado con los australopitécidos este homínido tenía dos veces más de capacidad craneana (el hombre actual tiene un cerebro bastante mayor, de aproximadamente 1 350 cm3, que para los 60-70 kilos de peso promedio es también el doble que el de los australopitécidos). Posteriormente, en 1972 se descubrieron otros restos de estos homínidos en el lago Turkana, África, y se comprobó en forma definitiva que el tamaño del cerebro constituía la mayor diferencia con los australopitécidos. Además de restos de huesos, en esos lugares también se han encontrado pedazos de las herramientas que construyeron estos homínidos, que, aunque de tamaño pequeño, demuestran que tenían un cerebro relativamente grande. Es por esto que se les ha llamado Homo habilis, siendo, además, de los primeros homínidos que aparecieron en el registro fósil a los que ya se les puede llamar hombres. Estos aparecieron hace dos millones de años.
Cuando los arqueólogos buscan restos del pasado encuentran, además de huesos, muchas otras cosas que les hablan de la organización social y los hábitos de los homínidos que vivieron entonces. En el lago Turkana, en África, se ha descubierto uno de los sitios más interesantes en este aspecto. Del cuidadoso análisis de la basura dejada en un campamento usado por Homo habilis se ha podido entender el tipo de alimentación y la utilidad que las diferentes herramientas tenían para aquéllos. A partir de esta información se ha podido saber que sus actividades incluían la recolección de frutos y la caza. El hombre entonces cazaba en grupos y muy probablemente distribuía la comida que, unos cazando y otros recolectando, diferentes miembros de la comunidad obtenían. Así pues, la vida en comunidades donde se repartían las actividades ya existía hace dos millones de años.
Entre hace dos millones de años y un millón de años nuestro registro de homínidos vuelve a ser pobre. De no encontrar australopitécidos se ha concluido que se extinguieron en ese periodo de tiempo. Los únicos homínidos que quedaron desde entonces pertenecen al género Homo. A su vez, el Homo habilis también desaparece del registro fósil, pero de hace un millón de años se han descubierto una gran cantidad de fósiles que pertenecían a homínidos que usaban herramientas (por lo que se les considera del género Homo), además de que ya conocían el fuego, puesto que en las cuevas que se han excavado hay restos calcinados y quemados de huesos, piedras y pedazos de madera.
El descubrimiento de los primeros restos de estos homínidos, que son llamados Homo erectus en la actualidad, lo llevó a cabo en Java un investigador holandés llamado E. Dubois en 1891. En ese entonces se le llamó Pitecanthropus (hombre-mono) erectus y muy pocas personas creyeron en la validez de ese descubrimiento. Se argumentaba que seguramente los restos pertenecieron a un hombre enfermo y con deformaciones.
En general los restos de Homo erectus se han encontrado dentro de sedimentos de entre 800 000 y 300 000 años. Los lugares donde se les ha hallado incluyen sobre todo Asia (China), África (Argelia, Tanzania y Sudáfrica) y Europa (Checoslovaquia y Hungría). De éstos sólo en Hungría y en China se han encontrado restos que comprueban que ya usaba el fuego.
El tamaño del cráneo de Homo erectus, aunque grande (aproximadamente 1 000 cm3) no es tan grande como el del hombre actual. El uso del fuego le permitió sobrevivir en zonas en las que antes no se podía vivir por las bajas temperaturas. Esto amplió el área de distribución con respecto a la que tenían los australopitécidos o a los Homo habilis.
El registro fósil vuelve de nuevo a ser muy escaso entre hace 250 y 100 000 años. En ese periodo el Homo erectus desaparece del registro fósil, pero aparece otro Homo en varias zonas de Europa, el cercano Oriente y la Unión Soviética. En Europa se incluyen el valle de Neander, Alemania y varios sitios en Francia. En muchas de ellas se han encontrado restos que evidencian una cultura en donde ñya se enterraba a los muertos! Estos tienen una antigüedad de entre 100 y 40 000 años. Eran hombres de una estatura promedio de 1.63 m y tenían una capacidad craneana aproximadamente 15% mayor que la del hombre moderno. Este hombre ha sido llamado Homo neandertalensis o también Homo sapiens neandertalensis. En el primer caso se le considera una especie diferente a la del hombre (Homo sapiens) mientras que en el segundo se le considera sólo una subespecie de éste. Hasta donde sabemos, lo único que lo distingue de aquél es su aparente incapacidad de utilizar símbolos para comunicarse.
Un aspecto del ser humano que está ausente en los animales es la conciencia que tenemos de nuestra existencia como individuos. Esto mismo supone que tenemos conciencia de nuestra muerte y de lo que ella implica. Es quizá esto lo que ha generado en la humanidad la presencia de rituales entre los que se incluye el de enterrar a nuestros muertos. El hombre de Neandertal seguramente ya tenía una conciencia similar, ya que se han hallado tumbas que incluyen, por ejemplo, hachas, huesos de otros animales, semillas y flores con las que se hacía de los entierros rituales muy particulares.
Por ejemplo, de la caverna de Shanidar, en Iraq, de donde se han desenterrado varios restos neandertalensis, se ha podido concluir que además de enterrar a sus muertos ponían flores dentro de las tumbas. Esto se ha descifrado porque se han encontrado granos de polen de varias especies de plantas en grandes cantidades dentro de ellas. Los hombres, entonces, han honrado a sus muertos con flores desde hace aproximadamente 100 000 años.
El que el hombre haga rituales mortuorios no solamente se expresa enterrando a sus muertos. Los cadáveres pueden ser colocados en lechos construidos de ramas y hojas en el exterior o incluso cremados. Esto puede haber sucedido pero jamás lo sabremos, puesto que de estas dos costumbres, por razones obvias, no quedan restos en la actualidad.
Las costumbres del hombre de Neandertal incluían para alimentarse la cacería y la recolección de frutas, semillas, hojas y raíces. En algunos lugares del mundo y sobre todo durante las glaciaciones, cuando los casquetes polares llegaban a lugares en los que en la actualidad hay un clima templado, seguramente eran casi únicamente carnívoros y dependían sólo de la cacería para su sobrevivencia. Vivían en cuevas, aunque se ha propuesto que también construían viviendas con pieles y ramas en campo abierto. Formaban grupos sociales de entre 20 y 30 individuos. Del conteo de restos en diversas partes del mundo se ha sugerido que el número de hombres era mayor que el de mujeres. De este hecho se ha supuesto que probablemente practicaban el infanticidio de niñas. La cacería, que se practicaba un par de millones de años antes, era una actividad en la que el hombre de Neandertal era experto. Aunque muchas de sus presas fueran más rápidas que él, su ingenio y habilidad para acorralar a su presa lo hacían más eficiente cazador, aun cuando se tratara del enorme oso de las cavernas (Ursus spelaeus)que llegaba a tener 2.70 metros de altura.
La labor detectivesca en la revisión de los restos fósiles ha ayudado a descifrar las costumbres y forma de vida de los neandertalensis. Se ha encontrado, por ejemplo, que en los incisivos de los esqueletos descubiertos existen cientos de estrías que van desde la parte superior izquierda a la parte inferior derecha. Esto ha hecho pensar que comían la carne sujetándola con los dientes y cortándola con una roca afilada con la ayuda de la mano derecha. Como se ve, ñya entonces los hombres usaban más comúnmente una mano que la otra!
El hombre moderno apareció en el registro fósil de hace aproximadamente 40 000 años. Durante este periodo su aspecto no ha cambiado en nada. Su capacidad craneana, aunque un poco menor que la del hombre de Neandertal, es sin duda, una de las mayores, relativamente, que tiene cualquier mamífero o vertebrado. Como los ramapitécidos no tiene hocico y como los australopitécidos la cadera permite que camine erguido sobre sus piernas. Así, como Homo habilis ha conseguido controlar y manejar herramientas tan sofisticadas como una grúa de construcción o una maquina de escribir. El manejo del fuego le permite al Homo erectus y al hombre de Neandertal vivir en lugares a los que anteriormente no se podía ni soñar en colonizar. Este fue sólo el inicio del manejo del ambiente que hoy le ha permitido construir viviendas habitables tanto en las áreas con climas más calientes como en aquéllas más frías. También, como los hombres de Neandertal, lleva a cabo ceremonias que no sólo incluyen los entierros sino también el matrimonio, el nacimiento de un niño y los cumpleaños, por solo mencionar algunos. La gama de ceremonias en la actualidad, de hecho, sobrepasa al individuo, ya que las tiene en honor ya no sólo de personas sino de grupos o ideales, como la nación o la bandera.
Hay tres teorías acerca de la manera como apareció el hombre moderno y su relación con el hombre de Neandertal. La primera propone que el hombre de Neandertal se extinguió y de otra línea de descendencia dentro del género Homo se originó el Homo sapiens. La segunda sugiere que el hombre de Cro-Magnon (primer fósil con las características del hombre moderno) reemplazó al hombre de Neandertal porque estaba más adaptado al medio ambiente. La tercera, que se considera en la actualidad la más probable, supone que la línea de descendencia del hombre de Neandertal, que era muy diverso (Figura 20), evolucionó transformándolo en lo que ahora es el hombre moderno.
LO QUE NOS HACE COMO LOS AJOLOTES
Los ajolotes, animales que son primos de las ranas, tienen una característica muy particular. A diferencia de las ranas que se desarrollan en dos etapas, sólo tienen en su desarrollo un tipo de apariencia. Las ranas viven la primera etapa en el agua sin patas, y la segunda en la tierra con ellas. La causa de que ocurra esta transformación es una hormona que dispara el desarrollo de la rana. En el ajolote ésta no se produce por tanto nunca se transforma en "rana": siempre permanece en el agua, nunca tiene patas y se reproduce teniendo una apariencia juvenil. De la comparación entre el cráneo de un gorila y el de un hombre se puede concluir que la diferencia entre ellos se puede explicar suponiendo que la madurez sexual llega antes en el hombre que en el gorila, de la misma manera como ocurre en el ajolote. Es por ello que el humano adulto mantiene rasgos juveniles de parientes como el gorila. Este patrón de desarrollo, llamado neotenia, es común en la naturaleza, y se ha visto que en general es un fenómeno que se puede considerar como una fuente de novedades que se incorporan al universo de la evolución orgánica. El cambio en los parámetros del desarrollo en muchos casos ha acompañado al proceso de especiación.
Ya vimos cómo el ser humano se distingue de otros homínidos desde el punto de vista de su aspecto. Pero hay otras características que no pueden concluirse de los restos fósiles y que también lo distinguen de otros animales. La presencia de estas características ha hecho que el hombre se libere de las presiones del ambiente y por ello de la evolución biológica como la hemos descrito en este libro. La primera de éstas es el uso de símbolos que ayudan al hombre a comunicarse con sus semejantes, la que tiene mucha relación con la segunda: me refiero a la capacidad que tenemos de imaginar situaciones que no han ocurrido, de pensar en las diferentes alternativas de un fenómeno determinado, o en otras palabras, de modificar nuestro destino. La tercera es una herencia de las costumbres que tenía el Homo habilis, o sea la aptitud que ha tenido nuestra cultura de desarrollar tecnologías para modificar el ambiente que la rodea: la elaboración de medios de transporte, de máquinas para hacer bienes de consumo, para transmitir y procesar información, para cambiar la temperatura del ambiente en el que se desarrolla el hombre etc. Ya no es sólo el producir herramientas para mejorar la alimentación sino para aumentar el nivel de vida en general. La última característica consiste en la capacidad de recordar y sintetizar los sucesos que han ocurrido en el pasado para planear el futuro. Esta capacidad de evaluación y planeación que ayudó tanto a los cazadores, se usa en la actualidad para llevar a cabo una gran cantidad de actividades.
Cuando revisamos la primera parte la historia de la vida en la Tierra pudimos observar que algunas características que aparecieron en las especies revolucionaron el curso de la evolución. Entre las que mencionamos se encuentra la aparición de la multicelularidad en los organismos. Ésta, como todas las novedades evolutivas, abrió una amplia gama de posibilidades para la adaptación a diferentes, ambientes. La capacidad de los nuevos organismos multicelulares de destinar grupos de células para llevar a cabo funciones específicas es sin duda una característica que abrió la puerta a la aparición de grupos de organismos que podrían adaptarse al ambiente en formas no imaginadas anteriormente. Este concepto de novedad evolutiva podría entonces ser definido como la apariencia de una característica que no podía haber sido predicha de la observación de células unicelulares. De la misma manera, las características mencionadas como distintivas de la humanidad pueden ser consideradas como novedades evolutivas, ya que de la observación de los parientes cercanos al hombre no se podría predecir la existencia de dichas características. Por ejemplo, de la observación de la capacidad de Homo habilis para hacer herramientas no se podía haber predicho que el ser humano iba a construir una lavadora de ropa o una máquina para hacer tornillos. Tampoco de la observación de nuestros parientes se podía haber predicho que el ser humano iba a tener la capacidad de planear acciones con base en la experiencia pasada. Esta habilidad es diferente de la forma automática como ciertos animales prevén el futuro. Veamos como.
UN CUENTO MÁS, QUE NO ES MÁS QUE UN CUENTO
¿Quién no conoce el cuento de la cigarra y la hormiga? Se nos narra con la idea de infundir en nosotros el concepto de pensar en el futuro, de considerar que el mundo y nuestro derredor pueden cambiar en cualquier momento. Que si ahora estamos satisfechos con un ambiente pródigo, que nos proporciona todo, en el futuro éste podría cambiar y encontrarnos súbitamente sin nada.
Por eso la hormiga durante el verano guarda para el invierno, mientras que la cigarra, inconsciente y despreocupada, canta. Durante el invierno la cigarra pedirá ayuda a la consciente hormiga. Pensemos ahora por qué hace esto la hormiga, tratando de distinguir dos posibilidades. La primera sería que la hormiga, como dice el cuento, conscientemente planea para el futuro, ya que sabe que cada año después del verano y el otoño viene el invierno para el que uno debe de estar preparado. La segunda posibilidad sería que la hormiga lo hiciera automáticamente sin tener conciencia de su acto. El experimento que nos ayudaría a distinguir entre ambas alternativas consistiría en someter a la hormiga a un ambiente en el que no hubiera invierno (por ejemplo en un área tropical) durante varios años. Lo que encontraríamos es que la hormiga, que proviene de un clima con invierno, guardaría comida cada año durante el verano. En otras palabras, no tendría la capacidad para planear el futuro considerando sus experiencias pasadas. Es por la falsedad del cuento de la cigarra y la hormiga que podemos decir que esta característica es exclusiva del ser humano.
El hombre moderno es junto con el hombre de Neandertal el homínido que tiene el mayor tamaño de cráneo. Esto no sólo en forma absoluta sino también en relación a nuestro tamaño: somos más cabezones. Su aumento, de hecho, se ha venido dando desde hace tres millones de años (Figura 21). Hay periodos de tiempo que, aunque cortos, permitieron un aumento considerable del cráneo. Por ejemplo, el Australopithecus afarensis tenía alrededor de 350 cm3 de capacidad craneana, mientras que entre el Homo erectus y el Homo sapiens (500 mil años) aumenta de 850 cm3 a 1 300-1 500 cm3. Esto significó que ciertas zonas del cerebro aumentaron su número de células incrementando seguramente su capacidad para imaginar situaciones o unir eventos que ocurrieron en distintos momentos, así como para planear acciones para el futuro. ¿De qué manera entonces el aumento del cerebro amplió la adaptación de estos homínidos? Hay muchas opiniones al respecto y quisiera mencionar aquí cuatro de ellas.
![]()
Figura 21. Aumento de la capacidad del cráneo en los homínidos durante los últimos tres millones de años
La primera consiste en que implicó el hecho de comunicarse para planear la actividad de caza, ya que, además de unir los esfuerzos de varios individuos en un grupo, el tener una estrategia basada en la habilidad de cada uno de hacer evaluaciones de otros eventos de la cacería facilitaba la obtención de presas. La segunda ventaja pudo haber tenido relevancia en cuanto a la capacidad para estar continuamente alerta como grupo. El tener vigías durante la noche facilitó la defensa de posibles enemigos. La tercera se supone que tuvo relación con la capacidad para jugar con los pequeños y entrenarlos en técnicas para hacerlos mejores cazadores. Estos dos factores ciertamente no son únicos del hombre, de hecho otros animales también llevan a cabo este tipo de actividades, pero lo que los hace diferentes es que estos carecen del lenguaje que les da una dimensión distinta de su importancia. Más aún, el poder entrenar a los pequeños usando el lenguaje facilita el aprendizaje y amplía sus habilidades. Por último, facilitó el poder incrementar el tamaño del grupo social, con la correspondiente obtención de recursos suficientes para todos. Mantener a un grupo social grande, de más de 30 individuos digamos, requiere de una organización y una división del trabajo que va más allá de conductas sociales sencillas: exige de la planeación y el análisis de diversas estrategias que mantengan la cohesión del grupo.
Si se observa, todo lo mencionado significa que de alguna manera el aumento en el tamaño del cerebro incrementó la adaptación de los grupos de homínidos al ambiente, pero esto es una regla general. El hombre de Neandertal (Homo sapiens neandertalensis) construyó herramientas mucho menos complejas que el de Cro-Magnón (Homo sapiens sapiens) a pesar de tener una capacidad craneana entre 10 y 20 por ciento mayor. Esto supone entonces que el aumento físico del cráneo no es lo único que incrementa la adaptación.
Hasta ahora hemos visto cómo diferentes características del hombre y sus parientes los han ayudado a adaptarse al medio ambiente. ¿Sigue ocurriendo esto en la actualidad? Hoy en día el hombre ya no se adapta a su ambiente por medio de la evolución biológica sino por medio de la llamada evolución cultural: para sobrevivir ya no son importantes las características biológicas sino más bien las culturales. Regresemos un momento al hombre de Cro-Magnón y a sus herramientas. Éstas facilitaron sin duda su adaptación proveyéndole de formas para explotar y utilizar mejor su ambiente. Pero como ya mencionamos, la construcción de herramientas tan sofisticadas no significó un aumento en la cantidad de neuronas. ¿Cómo fue entonces que adquirió esa habilidad? La respuesta, aunque se puede resumir en una sola palabra, describe un fenómeno extraordinariamente complejo: la cultura. Hemos concebido hasta ahora a la evolución biológica como la modificación de la estructura genética en las especies: en la molécula de la herencia, el ácido desoxirribonucleico (DNA), se acumulan todos los cambios que modifican una especie y la transforman en otra. En la evolución cultural el proceso de acumulación de información no se lleva a cabo en la molécula de DNA sino en todos aquellos aspectos que componen la cultura: las artes, la ciencia y la tecnología. En ellas se acumula el conocimiento y las experiencias que el hombre ha ido obteniendo a través del tiempo. Así, esta cultura ya no se transmite de generación en generación por medio del código genético sino de libros, pinturas y todos aquellos medios de acumulación de información que poseemos.
Uno de los aspectos más dolorosos de la muerte de un hombre lo constituye el hecho de que toda su formación, sus ideas, su cultura, desaparecen con él. Sus hijos no heredan ese acervo cultural como lo hacen con sus características físicas. Esto sin contar que la herencia cultural es selectiva: El hijo de un gran músico no es, generalmente, ni siquiera un músico regular. En cambio, el hijo de un hombre con ojos oscuros, muy probablemente también los tendrá oscuros. Pero eso no es todo. La transmisión de la cultura no se parece a la de los genes en muchas otras características. Por ejemplo, por lo general, se transmite a individuos que no están relacionados por parentesco. Las ideas se transmiten con la misma facilidad entre parientes que entre extraños. La cultura es, de hecho, un fenómeno tan complejo, que el hombre ha instituido un proceso de aprendizaje de ella que lleva una veintena de años y en ningún caso cubre todas sus áreas con profundidad. La cultura es, pues, tan vasta en la actualidad, que una sola persona no puede acumular toda esa información. De aquí que tengamos la necesidad de construir bibliotecas, hemerotecas, etc.
¿Y la evolución biológica? Hemos visto que la evolución cultural es un evento omnipresente en nuestra sociedad, pero esto no quiere decir que algunos aspectos de la evolución biológica, los extremos, no existan. Por ejemplo, la existencia de algunos genes que producen enfermedades muy graves, a veces hasta mortales, aún no han podido ser eliminadas. Esto es, las personas que tienen esos genes, mueren, de allí que sigamos estando sujetos a la selección natural y, por tanto, a una evolución biológica. En la actualidad la medicina ya está logrando que en la mayor parte de los casos, estas personas sobrevivan. Uno de ellos es el de la diabetes: se las mantiene sanas gracias a la constante inyección de una proteína, la insulina, cuya falta produce la enfermedad. Más aún, se está intentando llevar esta violación de "las leyes de la naturaleza" a niveles extremos: hoy en día se investiga la posibilidad de "injertar" el gene que produce la insulina normal en personas enfermas, de tal manera que se pueda no solamente curarlas, sino hacer que puedan transmitir el gene normal a sus hijos. Esto demuestra que si proyectáramos hacia el futuro la evolución humana, podríamos predecir que la evolución cultural será sin duda de hoy en adelante la manera más común como la humanidad se adaptará a su medio ambiente, convirtiendo a la evolución biológica en una alternativa cada vez menos importante.
AUNQUE LAS COMPARACIONES NO SON BUENAS...
Dicen que toda comparación es mala, pero para entender un poco más lo que representa la evolución cultural me gustaría compararla con la evolución biológica.
El proceso de evolución biológica requiere de la aparición de variantes (mutaciones) que en condiciones específicas serán seleccionadas. En la evolución cultural sucede algo semejante: se consideran ideas que aparecen y que bajo ciertas condiciones socioeconómicas, también incrementarán en frecuencia las personas que las comparten. En la evolución biológica hemos hablado de genes que aumentan su frecuencia en el fenómeno de adaptación (capítulo III). En la evolución cultural las ideas constituyen características que modifican el acervo cultural de las sociedades. La aparición de las mutaciones es un fenómeno independiente de su posible adaptación. En un ambiente acuático con mucha sal, por ejemplo, no aparecen más frecuentemente mutaciones que adapten a los organismos a las altas concentraciones de sal que en un ambiente con poca salinidad. En cambio, cuando hablamos de la generación de ideas siempre se dice que ciertas ideas surgen con más frecuencia en ciertas condiciones socioeconómicas e históricas. El cálculo infinitesimal desarrollado independientemente por Newton y Leibniz, o el concepto de selección natural propuesto también independientemente por Darwin y Wallace, son ejemplos de que la aparición de ideas corresponde a condiciones específicas de la sociedad.
Si comparamos la transmisión de los genes con la de las ideas encontraremos que en el primer caso la transmisión es vertical (de padres a hijos) única y exclusivamente mientras que en el segundo ocurre también entre individuos de la misma generación (transmisión horizontal). Esto quiere decir que el incremento en la frecuencia de una idea en una población puede ser mucho más rápido que el que se presenta en un gene.
La selección natural opera en forma muy similar a la selección cultural. Cuando algún individuo tiene una habilidad cultural que lo beneficia (ya sea una herramienta , una tecnología particular o hasta una receta de cocina), aparte de que muy probablemente tendrá más recursos, poco a poco sus ideas, tecnologías o recetas serán más frecuentes en la sociedad, de forma similar a como ocurre en la selección biológica. Existe, por otro lado, un aspecto de la evolución cultural que es completamente diferente de la natural. Una idea puede hacerse más frecuente porque existe un proceso militar de imposición en el que un grupo de hombres obliga a que cierta cultura y ciertas ideas predominen.
Por último, la mortalidad o fecundidad no selectiva que tratamos en el capítulo II, que se presenta en poblaciones pequeñas con mucha frecuencia y que genera diversificación de las poblaciones, tiene un fenómeno paralelo en la evolución cultural. Éste predice que en poblaciones aisladas existirá una mayor divergencia simplemente porque algunas ideas tenderán a fijarse más rápidamente en poblaciones de pocos individuos aunque no sean adaptativas. Este hecho explica en parte las diferentes tradiciones y culturas que tienen algunas tribus. Ideas más irreales tienden a fijarse más en sociedades pequeñas.
![]()