IX. EL ERROR DE LA CIENCIA

EL AMABLE lector seguramente estar� de acuerdo conmigo en que la mayor�a de los seres humanos prefiere evitar errores y no cometer equivocaciones en sus actividades cotidianas, tanto de trabajo como de esparcimiento. Si desea comunicarse con otra persona por tel�fono, seguramente preferir� marcar el n�mero correcto y no uno equivocado; si necesita dirigirse a un sitio espec�fico de la ciudad, ser� mejor que tome el cami�n o la l�nea del Metro que lo lleve en esa direcci�n y no en la contraria; en fin, si requiere examinar un libro determinado, ser� preferible que lo busque en el sitio donde se encuentra y no en otro. Los ejemplos podr�an multiplicarse pero la lista parecer�a preparada por el Dr. Perogrullo. Todos sabemos que, en el diario vivir, la eficiencia con que realizamos las diferentes acciones est� en relaci�n inversa con el n�mero de errores y equivocaciones que cometemos.

En cambio, para el cient�fico, cuando est� haciendo ciencia, la realidad es completamente distinta: el error no s�lo lo acompa�a de manera constante sino que adem�s forma parte medular de su trabajo profesional. Incluso puede decirse de los investigadores cient�ficos que constantemente cometen errores y que siempre est�n equivocados, pero que adem�s tienen plena conciencia de ello y que contin�an trabajando sin ruborizarse y tan tranquilos. �Qu� clase de profesi�n es esta que se basa en el error? �No habr� manera de hacer mejor las cosas?

Los descubrimientos cient�ficos se llevan a cabo, de acuerdo con las descripciones tradicionales, de tres maneras distintas: 1) el chispazo del genio quien "ve lo que todos hemos visto pero piensa lo que nadie ha pensado"; 2) el triunfo de la terquedad, o sea la obtenci�n final de una respuesta adecuada a la misma pregunta repetida muchas veces, sea con la misma o con diferentes t�cnicas; 3) el accidente fortuito, el hallazgo inesperado seguido de su interpretaci�n sagaz por un individuo preparado, o sea la serendipia. Por fortuna, estas tres formas en que se da el descubrimiento cient�fico no son mutuamente excluyentes y han revelado poseer una mayor capacidad de coexistencia pac�fica que la de muchos de sus respectivos partidarios.

Sin embargo, la ciencia es algo m�s que hacer descubrimientos. Recordemos que la ciencia es una actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensi�n de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento. Para llevarla a cabo el cient�fico postula una hip�tesis, que pretende ser una descripci�n fiel de un segmento espec�fico de la naturaleza, y procede a examinar con todo rigor si su hip�tesis es o no correcta. Ya desde el siglo XVIII Bernard se�al�:

Cuando se propone una teor�a general cient�fica, de lo que se puede estar seguro es de que, en sentido estricto, tal teor�a seguramente est� equivocada. Se trata de una verdad parcial y provisional, necesaria... para llevar la inves tigaci�n adelante; tal teor�a s�lo representa el estado actual de nuestra compre nsi�n y deber� ir siendo modificada por el crecimiento de la ciencia... 

Uno de los m�s grandes fil�sofos contempor�neos de la ciencia, sir Karl Popper, denomin� a uno de sus libros Conjeturas y refutaciones, lo que resume magistralmente el trabajo cient�fico. El juego esencial es entre un esquema creado por el hombre de ciencia y la realidad tal como existe. En este juego hay un elemento de incertidumbre, que es el grado al cual el esquema inventado por el cient�fico describe fielmente el segmento del mundo al que se refiere: antes de poner a prueba su hip�tesis, el investigador que est� haciendo trabajo original realmente no sabe hasta donde corresponde a la realidad. En cambio, de lo que no tiene ninguna duda es de que no la describe de manera perfecta, de que seguramente est� equivocado y contiene uno o m�s errores. La falta de correspondencia absoluta no se debe a la naturaleza, el error no est� en la realidad sino en la hip�tesis postulada por el cient�fico.

Los investigadores cient�ficos conocemos esta situaci�n muy bien. Aceptamos que se nos califique de ingenuos en ciertas �reas y hasta de inocentes en otras, pero no de ignorantes de nuestro oficio. Los cient�ficos apreciamos el valor heur�stico del error y su enorme importancia en el avance del conocimiento. Cuando un investigador logra identificar un error o equivocaci�n en alg�n esquema te�rico de la realidad, sea propio o de otro cient�fico, est� de pl�cemes y se apresura a informar a sus colegas interesados por todos los medios a su alcance. Y si la comunidad cient�fica confirma la observaci�n lo celebra pues se trata de un avance en el conocimiento. En cambio, el hombre de ciencia que no se equivoca nunca y que jam�s comete un error, o no est� haciendo investigaci�n cient�fica original, o realmente no es cient�fico y no se ha dado cuenta.

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