XXIV. EPÍLOGO
C
UANDO
los astrónomos disponían sólo de sus ojos, como en los tiempos de Tycho Brahe, e incluso después con sus telescopios ópticos, la imagen que el hombre se fue formando poco a poco del universo era de quietud y perfección. Luego de la segunda Guerra Mundial, nuevas ventanas electromagnéticas se abrieron, una tras otra: la radioastronomía, la de los rayos X, la astronomía del infrarrojo y del ultravioleta e incluso la de rayos g. También comenzó la astronomía de rayos cósmicos. La visión calma, platónica, de los cielos y su perfección fue quedando atrás. Vimos galaxias que explotaban, cuasares y pulsares, estrellas neutrónicas y supernovas y los hoyos negros aparecían en lontananza. Hoy, tenemos la ilusión de abrir dos nuevas ventanas al cosmos, la de las ondas gravitatorias y la astronomía de neutrinos.Las ondas gravitacionales son consecuencia inevitable de cualquier teoría relativista de la gravedad. La teoría general de la relatividad de Einstein predice su existencia y casi todos los físicos creen en ellas. Para detectar esas ondas,que producen efectos minúsculos como son todos los de origen gravitacional, se requiere el esfuerzo combinado de físicos dedicados a entender mejor la teoría gravitacional, de grupos interdisciplinarios que mejoren día con día las técnicas de detección y de astrofísicos y astronómos que identifiquen la fuente de las ondas y, de la forma de éstas, descifren nuevas propiedades del cosmos. El trabajo conjunto de todos estos científicos podría pronto alcanzar el éxito, más ahora cuando se acaba de descubrir la explosión de una supernova.
Las ondas gravitacionales son útiles por varias razones. Primero, cruzan impunemente la materia, a diferencia de las ondas electromagnéticas que la materia absorbe fácilmente y de los neutrinos que pueden chocar muchas veces en su camino hacia nosotros. Por otro lado, las ondas de Einstein se originan en aquellas regiones del espacio donde la gravedad es más intensa y donde la velocidad de la materia se acerca más a la de la luz. En tales zonas del universo tienen lugar sus fenómenos más violentos como la explosión de supernovas o los cuasares de los cuales poca información directa tenemos. Si detectamos las ondas gravitacionales habremos de aprender mucho, por tanto, de la estructura de nuestro universo. Hasta el día de hoy, unos cuantos meses después de haber explotado la supernova del siglo
XX
, los físicos y astrónomos no han detectado las ondas einstenianas, aunque se da por seguro que algún día, no muy lejano, lo harán con sus nuevos detectores, cada vez más sensibles y precisos.Henos aquí, pues, con la electrónica, la óptica y la ciencia de los materiales tomadas de la mano para medir pequeñísimos desplazamientos y así convertir en realidad una más de las grandes ilusiones de la física moderna. El por qué de todos los esfuerzos que se han hecho es claro: no sólo quedará un conocimiento más profundo de nuestro universo, sino también la cauda de nuevas tecnologías que deja atrás la búsqueda de las ondas gravitacionales es muy importante.
Por todo ello, los físicos siguen buscando...
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