I. LA MEDICINA SE ESTABA VOLVIENDO CIENTÍFICA
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libro trata de la medicina científica moderna. Examina, desde México, lo que sucedió en el ambiente científico-médico de los países más adelantados, particularmente Francia, en la época en la que se consolida la medicina como una ciencia o como la aplicación de una serie de ciencias. Aunque venía gestándose desde antes, tal movimiento tuvo lugar a lo largo del sigloXIX.
El libro también se ocupa de las repercusiones internas o mexicanas de ese movimiento y de algunas aportaciones que hicieron a éste un puñado de médicos mexicanos.
Una anécdota y la transcripción de dos textos me sirven para situarme en lo general e internacional. Por lo que toca a lo mexicano, me valgo de la institución de enseñanza médica que en 1833 se fundara con el nombre de Establecimiento de Ciencias Médicas.
Los protagonistas de la anécdota son, nada menos, Napoleón y el astrónomo Pierre-Simon Laplace (1738-1822), autor de la Mécanique Céleste [Mecánica celeste]. Se cuenta que en cierta ocasión el sabio Laplace le propuso a Napoleón que la Academia de Ciencias de París admitiese en su seno a los médicos. Como algunos savants protestasen ante tal idea, puesto que los doctores en medicina no eran considerados como científicos, ágilmente contesto Laplace: C'est a fin qu'ils se trouvent avec des savants.
O sea que don Pedro Simón pedía que los médicos fueran admitidos en la Academia de Ciencias de París para ver si al codearse con verdaderos hombres de ciencia o savants algo se les pegaba.
La transcripción a la que aludí es de dos textos del cirujano francés Marie-Franñois-Xavier Bichat, quien nació en 1771 y murió en 1802. Para que vayamos conociendo a este hombre excepcional, que en un solo invierno hizo más de 600 autopsias, recordemos lo que dijo de él Nicolás Corvisart, gran clínico de la época, en un mensaje que le envió a Napoleón notificándole la prematura muerte de este médico: "Nadie, en tan poco tiempo, ha hecho tantas cosas, y tan bien."
El primer aserto de Bichat que queremos traer a colación data de 1796, y dice: "La anatomía no es tal como se nos enseña; la fisiología es una ciencia por hacer."
El otro texto es de 1801 y dice así:
La medicina ha sido rechazada del seno de las ciencias. Tendrá derecho a asociarse a ellas, por lo menos en lo tocante al diagnóstico de las enfermedades, cuando a la rigurosa observación del enfermo se agregue el examen de las alteraciones que presentan sus órganos. ¿Qué es, en efecto, la observación clínica si se ignora dónde se asienta el mal?
La consigna estaba dada. Para que la medicina se volviese científica era necesario que la clínica, la observación rigurosa del paciente, se volviese racional y que a ella se agregase el examen anatomopatológico le llamarían después de las "alteraciones de los órganos". Mas para esto era necesario que la anatomía se enseñase tal como es y que naciera la fisiología.
Bichat nació el 11 de noviembre de 1771 en Thoirette, Francia. Empezó en Lyon sus estudios de anatomía y medicina operatoria con Marc-Antoine Petit, a quien recordamos porque lleva su nombre un espacio del ojo que se encuentra entre el vítreo y el cuerpo ciliar. En 1793, Bichat llega a París para estudiar con el profesor Desault. Cuatro años después ya lo encontramos como profesor de anatomía. Hace autopsias, experimenta en animales y asiste a su servicio del Hotel-Dieu.
Es por esta época expira el siglo
XVIII
cuando se vive una verdadera revolución en la medicina. En primer lugar, Phillipe Pinel, autor de una Nosographie philosophique [Nosografia filosófica] que hizo época, decía que una enfermedad no es sino una alteración de los tejidos o de los órganos y que es necesario estudiar tales órganos y tejidos empezando por su estructura y continuando con su función; ésta es la única manera de llegar al conocimiento cierto de sus alteraciones. Agregaba Pinel que el "análisis" científico en medicina consiste en enlazar o referir los síntomas, los signos exteriores de las enfermedades, al sufrimiento y alteración morbosa de ciertos órganos. Comprende dicho "análisis" la perfecta localización de la lesión y su clasificación según las analogías y diferencias de los tejidos afectados.Esta idea terminaba con los sistemas "incoherentes" de los yatroquímicos, de los humoristas, etcétera, y fundaba, decían los críticos, una verdadera "ciencia física", es decir, la ciencia del médico o "físico".
Bichat tomó muy en serio estas ideas que Pinel expresara en su Nosografía filosófica, cuya primera edición data de 1798. Dos años más tarde, y después de llevar a cabo múltiples observaciones y experimentos, Bichat entregó a las prensas su Traité des Membranes [Tratado de las membranas], que refundiría en su Anatomie Générale [Anatomía general] publicada un año más tarde.
¿Qué pasó entre Pinel y Bichat? ¿Qué apareció en la segunda edición de la Nosografía como consecuencia de las publicaciones de Bichat? Oigamos al propio hijo de Pinel, también médico, cómo veinte años después relata lo sucedido:
Fue un espectáculo digno de la mirada de la historia la noble emulación, la rivalidad franca y generosa, que en esta época de entusiasmo y de creación contribuía al progreso de la ciencia. Si Bichat debe al profesor Pinel la idea central de sus trabajos, éste, a su vez, extrajo nuevas luces de las investigaciones del joven anatomista y rectificó, en la nueva edición de su Nosographie, la clasificación de las enfermedades de los sistemas fibroso, sinovial y celular.
Pinel hijo continúa. Escribe algo que me he permitido subrayar pues constituye uno de los pilares de la medicina científica de nuestro tiempo:
Esta alianza de la nosografía con la anatomía y la fisiología, este intercambio de instrucción es uno de los rasgos característicos de esta época. Pero, según Bichat, la anatomía no era, en su realidad más genuina, como los anatomistas la enseñaban. Por otra parte, la fisiología aún no había nacido.
Bichat dedicó su vida a enseñar una verdadera anatomía y a dar nacimiento a la fisiología. Veamos más de cerca tan portentosa hazaña.
En 1801 apareció la primera edición de esta obra. Bichat sabe dónde está parado y sin falsa modestia la califica de novedosa por tres razones: 1) por el plan; 2) por los hechos de que se trata; 3) por la doctrina que da consistencia a los hechos.
El plan que da forma al libro consiste en exponer de manera clara todas las características, conocidas gracias a observaciones y experimentos, de los sistemas o tejidos simples, y de cómo éstos se combinan para formar todos los órganos del cuerpo humano.
En cuanto a los hechos de los que trata el libro, éstos son los resultados de las observaciones e investigaciones de Bichat y se refieren a la identificación y caracterización de los veintiún tejidos que existen en el cuerpo humano.
La doctrina es asimismo novedosa, pero también demoledora. Echa por tierra al arqueo de Paracelso, al ánima de Stahl, etcétera, y finca todas sus observaciones en las dos propiedades de los órganos vivos: la sensibilidad y la contractilidad.
De todo lo racionalmente observado; de todo lo que atañe al hombre como organismo biológico, estas propiedades serán las causas o el origen, y los fenómenos los afectos. Tal será la primera relación causa-efecto con la que se desarrollará la medicina científica.
En el plan de la obra y en los hechos de que está nutrida, cumple Bichat aquello de que a la anatomía hay que enseñarla tal cual es. Dicho de otro modo, la anatomía propiamente dicha no es otra cosa que la anatomía general que, según concepción de Bichat, es, en primer lugar, el estudio de los tejidos simples y, en segundo, el de las combinaciones de éstos que dan lugar a la estructura, forma y volumen de los órganos.
Para Bichat son veintiún los tejidos simples. Ellos son los siguientes: celular, nervioso de la vida animal, nervioso de la vida orgánica, arterial, venoso, "el de los exhalantes", "el de los absorbentes y de sus glándulas", el óseo, el medular, el cartilaginoso, el fibroso, el fibro-cartilaginoso, el muscular de la vida animal, el muscular de la vida orgánica, los tejidos mucoso, seroso, sinovial, glanduloso, dermoide, epidermoide y piloso.
¿Cómo llegó Bichat a la caracterización de cada uno de estos "tejidos"? Sometiéndolos a la desecación, a la putrefacción, a la maceración, a la cocción, a la acción de los ácidos y de los álcalis, etcétera.
Por medio de dichos experimentos, Bichat no intentaba conocer la composición química de los tejidos sino, como él mismo lo dice en el Prefacio de su Anatomía general,
establecer los caracteres distintivos de cada uno de estos tejidos, demostrar que cada uno tiene su particular organización como tiene su vida propia; probar por los resultados de dichos experimentos que la clasificación adoptada no descansa en abstracciones sino en diferencias en la estructura íntima. Los diversos reactivos que yo he empleado no han sido para mí sino recursos para suplir la insuficiencia del escalpelo.
Ya está fundada la anatomía general... Mas dijimos que Bichat también contribuye al nacimiento de la fisiología. Para hablar de este asunto, antes hay que hacer algunas consideraciones, fundadas también en lo escrito por Bichat, quien dice que existen en la naturaleza dos clases de seres, dos clases de propiedades y dos clases de ciencias. Los seres son orgánicos o inorgánicos; las propiedades, vitales o no vitales; las ciencias, fisiológicas y físicas.
A nosotros nos interesan, por el asunto de que se ocupa este libro, los seres orgánicos, las propiedades vitales y las ciencias fisiológicas. Entre los seres orgánicos está el hombre, quien comparte con los demás seres de su clase dos propiedades antes anotadas: la contractilidad y la sensibilidad. Tiene el hombre forma o estructura y funciones. Hay, en consecuencia, ciencias que estudian la estructura, lo morfológico, y ciencias que estudian la función. La anatomía es la ciencia de lo morfológico, en tanto que la fisiología estudia los fenómenos.
Y ahora pongamos atención a estos asertos:
1. No hay fenómeno sin estructura.
2. La causa u origen de los fenómenos hay que irla a estudiar en la estructura.
3. Según las características especiales de la estructura, así son las distintas peculiaridades de las dos propiedades vitales, es decir, de la sensibilidad y la contractilidad que, como dijimos páginas atrás, son ciertamente el origen de todos los fenómenos.
4. El conocimiento que realmente tiene sentido es el que integra en un todo el conocimiento de las estructuras y el de los fenómenos, incluyendo el de las relaciones que tienen éstos con aquéllas.
5. El conocimiento de la estructura es el punto de partida del conocimiento de los fenómenos. La anatomía general es ciertamente el conocimiento de la forma; sin embargo, se puede asociar al conocimiento de la función; de ahí que en el libro de Bichat que nos ocupa, al cuadro de los tejidos simples se agregue el cuadro de las funciones.
Volvamos ahora a la fisiología, ciencia que, según Bichat, "está por hacerse". Nuestro autor ya ha precisado el objeto de estudio de esta disciplina: los "fenómenos" de los seres organizados. Mas también ha planteado un requisito y un método de estudio, al decir que los fenómenos son expresiones de las particulares características que toman las propiedades vitales sensibilidad y contractilidad en cada uno de los tejidos, y que los fenómenos no se pueden entender si no se parte del conocimiento de los tejidos. En consecuencia, en la sucesión de los diferentes conocimientos que debe adquirir el médico, al de la anatomía le debe seguir inmediatamente el de la fisiología. O sea que del conocimiento de la forma hay que pasar al de la función. La Anatomía general, siendo un texto eminentemente morfológico, deja establecido el enlace con la fisiología que casi en seguida Franñois Magendie abordará con gran amplitud.
Bichat divide las funciones de los seres orgánicos en dos clases. La primera, que se refiere a las funciones relativas al individuo, comprende dos órdenes, con cinco géneros para el primero y ocho para el segundo. La segunda clase contiene tres órdenes; el primero con un solo género, el segundo y el tercero con tres.
A la clase primera pertenecen las "funciones relativas al individuo". Su orden primero se refiere a las "funciones de la vida animal" y el orden segundo a las "funciones de la vida orgánica". Ya diremos más adelante cómo entiende Bichat las diferencias entre vida orgánica y vida animal.
La clase segunda abarca las "funciones relativas a la especie". En el orden primero están situadas las funciones propias del sexo masculino, en el segundo las del femenino y en el tercero "las funciones relativas a la unión de los dos sexos y al producto de esta unión".
Las que aquí más interesan son las funciones del individuo. Los cinco géneros del orden primero el de las "funciones de la vida animal", corresponden sucesivamente a las sensaciones, las funciones cerebrales, la locomoción, la voz y la transmisión nerviosa. Por su parte, los ocho géneros del orden segundo el de las "funciones de la vida orgánica" corresponden a la digestión, la respiración, la circulación, las exhalaciones, las absorciones, las secreciones, la nutrición y la calorificación.
Dije que aclararía cuál es, según Bichat, la diferencia entre lo orgánico y lo animal. Ello es indispensable, pues tiene que ver con la manera como este autor divide a las enfermedades. Las funciones de la vida orgánica son comunes a todos los seres "organizados", es decir, vivos; desde las plantas más rudimentarias hasta el hombre. En cambio, las funciones animales vienen a agregarse a las anteriores, en todas las especies del reino animal. Hay, entre éstas, unas específicamente humanas.
Tomando en cuenta esto, entremos ya en el terreno de la patología según la entiende Bichat. Recordemos que para él la enfermedad del individuo es simplemente la alteración de la vida orgánica y animal. En consecuencia, asienta:
Yo distingo [...] las enfermedades en dos clases: 1) las que alteran principalmente la vida animal; 2) las que alteran particularmente la vida orgánica. Digo particularmente, porque en vista del estrecho encadenamiento de las dos vidas, una no puede permanecer inalterada si la otra lo está.
Aquí debemos detenernos para hablar del concepto de las "simpatías", pues es gracias a este fenómeno o concepto como se explica el hecho de que la enfermedad no sea un hecho localizado. Cuando dos o más órganos distantes entre sí reaccionan al unísono, tanto en la enfermedad como en la salud, se dice que entre ellos existe "simpatía". Por este medio la enfermedad que se inicia en un órgano en un "sólido", como dice Bichat puede diseminarse a otros.
En Bichat el fenómeno de las simpatías va precisándose: se trata de simpatías entre localizaciones, en diferentes órganos, del mismo tejido. En otras palabras: Las simpatías" no se dan entre órganos sino entre tejidos.
Esto nos lleva a la relación tejido-enfermedad. Oigamos a Bichat:
Puesto que las enfermedades no son sino alteraciones de las propiedades vitales, en vista también de que cada tejido es diferente de los otros respecto a estas propiedades, es evidente que también debe diferir en sus enfermedades. En consecuencia, en todo órgano compuesto por diferentes tejidos uno puede estar enfermo y los otros intactos. Esto es lo que más frecuentemente sucede.
En seguida Bichat ofrece varios ejemplos: la existencia de inflamación de la aracnoides con la "pulpa" del cerebro perfectamente normal; los casos de pericarditis con miocardio indemne, etcétera.
Al final de estos ejemplos, Bichat vuelve a insistir en que a la enfermedad hay que buscarla no en el órgano entero o completo, sino en cada uno de los tejidos que lo constituyen o conforman.
Al hablar de ciertas afecciones del estómago. Bichat recalca que las simpatías no existen entre órganos, sino entre tejidos:
Se ha hablado mucho de las simpatías del estómago, de los intestinos, de la vejiga, del pulmón, etcétera. Jamás las entenderéis si las relacionáis con el órgano en su totalidad, haciendo abstracción de sus diversos tejidos [...]. Cuando las fibras carnosas del estómago se contraen por la influencia de otro órgano y determinan vómitos, son ellas las únicas que han recibido la influencia. Ésta no se ejerce ni sobre la serosa ni sobre la mucosa. Si así fuera, en el primer caso se produciría una exhalación simpática y en el segundo una secreción y una exhalación del mismo carácter.
Vayamos ahora al cuadro clínico de las enfermedades. Según Bichat hay síntomas que se deben o dependen de la alteración del tejido; otros son la expresión clínica de las alteraciones de las funciones del órgano del que el tejido afectado forma parte. Para ilustrarlo, recurre Bichat al ejemplo de la inflamación del tejido seroso:
El modo del dolor, la naturaleza de la fiebre concomitante, su duración, terminación, etc., son casi los mismos cualquiera que sea la superficie serosa afectada. Pero hay además dificultad de la respiración, tos seca; etc., si es la pleura; vómitos, constipación, etc., si es el peritoneo; lesión de las funciones intelectuales si es la aracnoides.
E L TRIÁNGULO CONDILLAG-PINEL-B ICHAT
El historiador goza cuando como obra genuina de creación cree saber cómo sucedieron las cosas. Si tal creencia ha de ser ciertamente histórica, tiene que partir de uno o más hechos que tengan tal carácter, es decir, que en realidad hayan sucedido. A veces, son una o dos piedrecillas con las que el historiador construye todo un edificio.
Vamos en este momento a construir el nuestro; vamos a crear la figura de un Bichat sensualista y romántico. Para ello, el propio Bichat nos proporciona la "piedrecilla", al decirnos que sus investigaciones estuvieron inspiradas, en parte, en el filósofo Etienne Bonnot de Condillac, quien también, según lo dijera Pinel, inspiró las obras de éste.
Ciérrase así un triángulo constituido por Condillac, Pinel y Bichat. Ya conocemos algunos aspectos de la vida y obra de Bichat; digamos ahora algo sobre la obra y existencia de los otros dos.
Etienne Bonnot de Condillac nació en 1715 y murió en 1880. Según él, el hombre no es capaz de conocer nada sin sus sentidos o, dicho de otro modo, sus sentidos son las puertas del conocimiento. Sin éstos, el hombre es como una piedra; no se da cuenta de la existencia del mundo.
Condillac se valió del símil de la estatua para hacerse entender. Una estatua de figura humana no es más que una piedra antropomorfa. Así es el hombre que no sabe utilizar sus sentidos, o que carece de ellos. Vayamos dotando a dicha estatua primero de un sentido, luego de otro, y en esa misma medida se irá humanizando al adquirir conocimiento.
Lo que en esencia dijo Condillac es que a través de los sentidos es como el hombre adquiere información y conocimiento. Mas no basta con la percepción; se necesita una operación mental que comprende los siguientes pasos: a) reducir la información obtenida por la adecuada utilización de los sentidos a las llamadas por este filósofo ideas simples, que no son sino los últimos elementos fundamentales en que puede descomponerse la información; b) formar o construir, con las ideas simples las ideas complejas o compuestas, que serían como el modelo de un todo, digamos la enfermedad; c) confrontar con la realidad correspondiente la validez de estas construcciones.
Como se ve, el sensualismo de Condillac no se queda en la superficie, no se conforma con la pura información recibida mediante el correcto uso de los sentidos, sino que va mucho más allá: descompone en sus últimos elementos fundamentales la información y con este material lleva a cabo ciertas construcciones mentales las ideas complejas o compuestas, cuya verdad pone a prueba confrontándolas con la realidad correspondiente.
Para mí, la diferencia más notable entre la Ilustración y el romanticismo es precisamente esa febril pasión que imprimieron a su vida y obra los románticos, a lo que hay que agregar un impulso hacia la aventura, a lanzarse al descubrimiento de lo desconocido, trátese de un continente, de una cultura, de la intenoridad del cuerpo humano o de los arcanos del alma; todo lo cual no era abordado con la frialdad mental y la soberbia de los ilustrados, sino con un ímpetu lleno de pasión, de imaginación, de sueños; a veces, es necesario advertirlo, causa de equívocos, desmesuras o desvaríos.
El romántico da su vida. No la sacrifica, escúchese bien, sino que la invierte en la consecución de una tarea, de un sueño, de una ilusión. Su existencia se logra justamente gracias a la dedicación, en cuerpo, mente y alma, a alguna de estas cosas.
Razón y pasión, imaginación, emoción y entrega total, he ahí las características del hombre romántico, sea científico o artista.
Sobre todo desde la Ilustración, el hombre estaba convencido de que con el adecuado uso de la razón tarde o temprano conocería la realidad de sí mismo y de su mundo circundante. El filósofo Etienne Bonnot de Condillac contribuyó en esta tarea al señalar a los sentidos como las puertas de la información, pero también al precisar las operaciones mentales a que ésta debería someterse para llegar a las "ideas simples" y a las "ideas complejas" o compuestas. Además, la exigencia de Condillac de que, para demostrar la validez de las ideas complejas, deben ponerse frente a frente con la realidad de la que han partido, es la base parcial de lo que después se llamaría método experimental.
Del sensualismo condillaquiano se pasó al sentimentalismo. La observación de la naturaleza y de los hombres no solamente dio lugar a los procesos racionales antes señalados, sino que despertó sentimientos, sueños, utopías, pasiones, todo lo cual forma parte de las características del romanticismo.
Según propia declaración, Bichat llegó a establecer el concepto de tejido como unidad anatómica y funcional, inspirándose en Condillac y en Pinel. En efecto, el "tejido simple" es el equivalente a la "idea simple" de Condillac y a la "enfermedad simple" de Pinel.
Considerando que el conocimiento de la estructura y función del cuerpo humano debía partir de la identificación de sus elementos más simples, este joven médico emprendió una serie de manipulaciones: separó a los distintos órganos en sus partes macroscópicamente diferentes, a las que sometió a diversas pruebas como desecación, putrefacción, maceración, ebullición, cocción, adición de ácidos, de álcalis, etcétera. Si dos o más de las porciones de órganos se comportaban de igual manera ante dichas pruebas, ello quería decir que correspondían o formaban parte del mismo "tejido". En consecuencia, un tejido simple quedaba definido por la homogeneidad y constancia de sus caracteres aparentes, no solamente en estado natural, sino también después de haberse sometido a las sustancias o procesos arriba señalados.
De este modo Bichat identificó veintiún tejidos simples divididos en siete generales o difusos y catorce especiales, según hemos visto en páginas anteriores.
Concebido el tejido simple como la unidad morfológica y funcional del cuerpo humano, admitiendo que los tejidos simples podían combinarse para constituir estructuras complejas (como las "ideas complejas" de Condillac), apareció una nueva disciplina con un viejo nombre al que se le agregaba un calificavo, la Anatomía general, entendida como el estudio de los tejidos simples y de sus combinaciones.
Para Augusto Comte (1798-1857), fundador del positivismo, la obra de Bichat fue el punto de partida de la medicina positiva o científica.
Hoy damos el nombre de sistema médico a un todo estructurado, compuesto, por una parte, de creencias, conocimientos o suposiciones, y por la otra, de acciones concretas que incluyen el uso de productos, instrumentos, etcétera, todo lo cual tiene por fin, dicho de la manera más general, la identificación y manejo de la enfermedad. Entre el plano de creencias, conocimientos o suposiciones y el de las acciones que llevan a cabo los practicantes del sistema del que aquéllas son la base teórica o doctrinal, existe una relación estrecha e indisoluble, pues las dichas acciones están dictadas por lo que se sabe, se cree o se supone acerca de la enfermedad. Tal definición puede aplicarse a los sistemas que estuvieron en boga tanto en los siglos pasados como a los actuales.
Hay quienes consideran a los nosografistas, médicos que creyeron que en la clasificación de las enfermedades a modo botánico estaba el verdadero adelanto de la medicina, como pertenecientes a un sistema. Los nosógrafos no constituyeron un sistema médico propiamente dicho; fue más bien una corriente dedicada exclusivamente a la clasificación de las enfermedades tal como éstas aparecían a los ojos del clínico. Phillipe Pinel fue uno de los más distinguidos nosógrafos y el último de la serie que incluye a Linneo, Sauvages y Cullen. Pinel encaminó sus esfuerzos a clasificar las enfermedades en géneros y especies, a la manera de los botánicos o naturalistas, sin reparar en que las plantas y los animales son "seres", en tanto que las enfermedades "no son sino modificaciones en la estructura de los órganos, en la composición de sus líquidos o en el orden de sus funciones", como más tarde le criticaría Laennec.
La crítica de Laennec es injusta al incluir a Pinel, pues éste ya no considera que las enfermedades son "seres", como lo hacia Sauvages y otros nosógrafos clásicos. Una "observación atenta y repetida", dice Pinel, nos enseña que las enfermedades son "variaciones fugaces más o menos permanentes en las funciones de la vida, manifestadas por señales exteriores con uniformidad perenne en las principales, con innumerables variedades en las accesorias". Entre estas señales exteriores, que ahora llamaremos síntomas y signos, Pinel anota las siguientes: alteraciones del pulso, de la temperatura, de la respiración o de las funciones intelectuales; modificaciones de las facciones del rostro, "afecciones nerviosas, espasmódicas, lesión de los apetitos naturales, etcétera". Dichos síntomas y signos integran, en diferentes combinaciones, "historias separadas, más o menos distintas", es decir, algo así como lo que ahora llamamos síndromes o cuadros clínicos de entidades nosológicas.
Es muy importante señalar que Pinel considera que las "señales" de las enfermedades están "íntimamente enlazadas con las variaciones internas opuestas al estado de salud". Véase que en la mente de este nosógrafo, ya no tan ortodoxo, está clara la relación lesión-síntoma o signo, base del modelo anatomoclínico de la enfermedad que sirvió de fundamento a los estudios de Laennec.
Para compaginar la vieja y arraigadísima teoría humoral con sus propias ideas y las del adelantado siglo
XIX
dice Pinel que es necesario "abandonar la doctrina de los humores a la científica locuacidad de los curanderos, y considerar su alteración como efecto de la lesión primitiva de los órganos que los secretan, y darle nuevo nombre [a las alteraciones humorales] que denote las circunstancias de esta lesión" de los órganos.Pinel es un médico e investigador que utiliza el método que el filósofo Condillac ideó para llegar al verdadero conocimiento de la naturaleza y que, como ya dijimos, consiste en reducir nuestra experiencia inmediata, fruto de una cuidadosa utilización de nuestros sentidos, a ideas simples y formar con estas ideas complejas, las que, para que sean válidas, deben pasar las pruebas de su confrontación con la realidad respectiva. Lo que hace Pinel con todo el seguramente enorme expediente de las manifestaciones clínicas de enfermedad que, según sus propias palabras, había venido recogiendo a lo largo de su práctica profesional y en la lectura de los tratados clásicos, es precisamente encontrar o identificar las famosas ideas simples de Condillac, ahora llamadas por Pinel enfermedades simples, las que, siguiendo el modo botánico entonces tan en boga entre los nosógrafos, constituirían los órdenes. Las especies resultarían de la combinación de las enfermedades simples.
Ahora sí ya podemos cerrar el triángulo Condillac-Pinel-Bichat: Las ideas simples de Condillac son las enfermedades simples de Pinel y los tejidos simples de Bichat.
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