I. LA MEDICINA SE ESTABA VOLVIENDO CIENT�FICA

ESTE libro trata de la medicina cient�fica moderna. Examina, desde M�xico, lo que sucedi� en el ambiente cient�fico-m�dico de los pa�ses m�s adelantados, particularmente Francia, en la �poca en la que se consolida la medicina como una ciencia o como la aplicaci�n de una serie de ciencias. Aunque ven�a gest�ndose desde antes, tal movimiento tuvo lugar a lo largo del siglo XIX.

El libro tambi�n se ocupa de las repercusiones internas o mexicanas de ese movimiento y de algunas aportaciones que hicieron a �ste un pu�ado de m�dicos mexicanos.

Una an�cdota y la transcripci�n de dos textos me sirven para situarme en lo general e internacional. Por lo que toca a lo mexicano, me valgo de la instituci�n de ense�anza m�dica que en 1833 se fundara con el nombre de Establecimiento de Ciencias M�dicas.

Los protagonistas de la an�cdota son, nada menos, Napole�n y el astr�nomo Pierre-Simon Laplace (1738-1822), autor de la M�canique C�leste [Mec�nica celeste]. Se cuenta que en cierta ocasi�n el sabio Laplace le propuso a Napole�n que la Academia de Ciencias de Par�s admitiese en su seno a los m�dicos. Como algunos savants protestasen ante tal idea, puesto que los doctores en medicina no eran considerados como cient�ficos, �gilmente contesto Laplace: C'est a fin qu'ils se trouvent avec des savants.

O sea que don Pedro Sim�n ped�a que los m�dicos fueran admitidos en la Academia de Ciencias de Par�s para ver si al codearse con verdaderos hombres de ciencia o savants algo se les pegaba.

La transcripci�n a la que alud� es de dos textos del cirujano franc�s Marie-Fran�ois-Xavier Bichat, quien naci� en 1771 y muri� en 1802. Para que vayamos conociendo a este hombre excepcional, que en un solo invierno hizo m�s de 600 autopsias, recordemos lo que dijo de �l Nicol�s Corvisart, gran cl�nico de la �poca, en un mensaje que le envi� a Napole�n notific�ndole la prematura muerte de este m�dico: "Nadie, en tan poco tiempo, ha hecho tantas cosas, y tan bien."

El primer aserto de Bichat que queremos traer a colaci�n data de 1796, y dice: "La anatom�a no es tal como se nos ense�a; la fisiolog�a es una ciencia por hacer."

El otro texto es de 1801 y dice as�:

La medicina ha sido rechazada del seno de las ciencias. Tendr� derecho a asociarse a ellas, por lo menos en lo tocante al diagn�stico de las enfermedades, cuando a la rigurosa observaci�n del enfermo se agregue el examen de las alteraciones que presentan sus �rganos. �Qu� es, en efecto, la observaci�n cl�nica si se ignora d�nde se asienta el mal?


La consigna estaba dada. Para que la medicina se volviese cient�fica era necesario que la cl�nica, la observaci�n rigurosa del paciente, se volviese racional y que a ella se agregase el examen —anatomopatol�gico le llamar�an despu�s— de las "alteraciones de los �rganos". Mas para esto era necesario que la anatom�a se ense�ase tal como es y que naciera la fisiolog�a.

Bichat naci� el 11 de noviembre de 1771 en Thoirette, Francia. Empez� en Lyon sus estudios de anatom�a y medicina operatoria con Marc-Antoine Petit, a quien recordamos porque lleva su nombre un espacio del ojo que se encuentra entre el v�treo y el cuerpo ciliar. En 1793, Bichat llega a Par�s para estudiar con el profesor Desault. Cuatro a�os despu�s ya lo encontramos como profesor de anatom�a. Hace autopsias, experimenta en animales y asiste a su servicio del Hotel-Dieu.

Es por esta �poca —expira el siglo XVIII— cuando se vive una verdadera revoluci�n en la medicina. En primer lugar, Phillipe Pinel, autor de una Nosographie philosophique [Nosografia filos�fica] que hizo �poca, dec�a que una enfermedad no es sino una alteraci�n de los tejidos o de los �rganos y que es necesario estudiar tales �rganos y tejidos empezando por su estructura y continuando con su funci�n; �sta es la �nica manera de llegar al conocimiento cierto de sus alteraciones. Agregaba Pinel que el "an�lisis" cient�fico en medicina consiste en enlazar o referir los s�ntomas, los signos exteriores de las enfermedades, al sufrimiento y alteraci�n morbosa de ciertos �rganos. Comprende dicho "an�lisis" la perfecta localizaci�n de la lesi�n y su clasificaci�n seg�n las analog�as y diferencias de los tejidos afectados.

Esta idea terminaba con los sistemas "incoherentes" de los yatroqu�micos, de los humoristas, etc�tera, y fundaba, dec�an los cr�ticos, una verdadera "ciencia f�sica", es decir, la ciencia del m�dico o "f�sico".

Bichat tom� muy en serio estas ideas que Pinel expresara en su Nosograf�a filos�fica, cuya primera edici�n data de 1798. Dos a�os m�s tarde, y despu�s de llevar a cabo m�ltiples observaciones y experimentos, Bichat entreg� a las prensas su Trait� des Membranes [Tratado de las membranas], que refundir�a en su Anatomie G�n�rale [Anatom�a general] publicada un a�o m�s tarde.

�Qu� pas� entre Pinel y Bichat? �Qu� apareci� en la segunda edici�n de la Nosograf�a como consecuencia de las publicaciones de Bichat? Oigamos al propio hijo de Pinel, tambi�n m�dico, c�mo veinte a�os despu�s relata lo sucedido:

Fue un espect�culo digno de la mirada de la historia la noble emulaci�n, la rivalidad franca y generosa, que en esta �poca de entusiasmo y de creaci�n contribu�a al progreso de la ciencia.
Si Bichat debe al profesor Pinel la idea central de sus trabajos, �ste, a su vez, extrajo nuevas luces de las investigaciones del joven anatomista y rectific�, en la nueva edici�n de su Nosographie, la clasificaci�n de las enfermedades de los sistemas fibroso, sinovial y celular.


Pinel hijo contin�a. Escribe algo que me he permitido subrayar pues constituye uno de los pilares de la medicina cient�fica de nuestro tiempo:

Esta alianza de la nosograf�a con la anatom�a y la fisiolog�a, este intercambio de instrucci�n es uno de los rasgos caracter�sticos de esta �poca.


 

Pero, seg�n Bichat, la anatom�a no era, en su realidad m�s genuina, como los anatomistas la ense�aban. Por otra parte, la fisiolog�a a�n no hab�a nacido.

Bichat dedic� su vida a ense�ar una verdadera anatom�a y a dar nacimiento a la fisiolog�a. Veamos m�s de cerca tan portentosa haza�a.

LA ANATOM�A GENERAL

En 1801 apareci� la primera edici�n de esta obra. Bichat sabe d�nde est� parado y sin falsa modestia la califica de novedosa por tres razones: 1) por el plan; 2) por los hechos de que se trata; 3) por la doctrina que da consistencia a los hechos.

El plan que da forma al libro consiste en exponer de manera clara todas las caracter�sticas, conocidas gracias a observaciones y experimentos, de los sistemas o tejidos simples, y de c�mo �stos se combinan para formar todos los �rganos del cuerpo humano.

En cuanto a los hechos de los que trata el libro, �stos son los resultados de las observaciones e investigaciones de Bichat y se refieren a la identificaci�n y caracterizaci�n de los veinti�n tejidos que existen en el cuerpo humano.

La doctrina es asimismo novedosa, pero tambi�n demoledora. Echa por tierra al arqueo de Paracelso, al �nima de Stahl, etc�tera, y finca todas sus observaciones en las dos propiedades de los �rganos vivos: la sensibilidad y la contractilidad.

De todo lo racionalmente observado; de todo lo que ata�e al hombre como organismo biol�gico, estas propiedades ser�n las causas o el origen, y los fen�menos los afectos. Tal ser� la primera relaci�n causa-efecto con la que se desarrollar� la medicina cient�fica.

En el plan de la obra y en los hechos de que est� nutrida, cumple Bichat aquello de que a la anatom�a hay que ense�arla tal cual es. Dicho de otro modo, la anatom�a propiamente dicha no es otra cosa que la anatom�a general que, seg�n concepci�n de Bichat, es, en primer lugar, el estudio de los tejidos simples y, en segundo, el de las combinaciones de �stos que dan lugar a la estructura, forma y volumen de los �rganos.

Para Bichat son veinti�n los tejidos simples. Ellos son los siguientes: celular, nervioso de la vida animal, nervioso de la vida org�nica, arterial, venoso, "el de los exhalantes", "el de los absorbentes y de sus gl�ndulas", el �seo, el medular, el cartilaginoso, el fibroso, el fibro-cartilaginoso, el muscular de la vida animal, el muscular de la vida org�nica, los tejidos mucoso, seroso, sinovial, glanduloso, dermoide, epidermoide y piloso.

�C�mo lleg� Bichat a la caracterizaci�n de cada uno de estos "tejidos"? Someti�ndolos a la desecaci�n, a la putrefacci�n, a la maceraci�n, a la cocci�n, a la acci�n de los �cidos y de los �lcalis, etc�tera.

Por medio de dichos experimentos, Bichat no intentaba conocer la composici�n qu�mica de los tejidos sino, como �l mismo lo dice en el Prefacio de su Anatom�a general,

establecer los caracteres distintivos de cada uno de estos tejidos, demostrar que cada uno tiene su particular organizaci�n como tiene su vida propia; probar por los resultados de dichos experimentos que la clasificaci�n adoptada no descansa en abstracciones sino en diferencias en la estructura �ntima. Los diversos reactivos que yo he empleado no han sido para m� sino recursos para suplir la insuficiencia del escalpelo.


Ya est� fundada la anatom�a general... Mas dijimos que Bichat tambi�n contribuye al nacimiento de la fisiolog�a. Para hablar de este asunto, antes hay que hacer algunas consideraciones, fundadas tambi�n en lo escrito por Bichat, quien dice que existen en la naturaleza dos clases de seres, dos clases de propiedades y dos clases de ciencias. Los seres son org�nicos o inorg�nicos; las propiedades, vitales o no vitales; las ciencias, fisiol�gicas y f�sicas.

A nosotros nos interesan, por el asunto de que se ocupa este libro, los seres org�nicos, las propiedades vitales y las ciencias fisiol�gicas. Entre los seres org�nicos est� el hombre, quien comparte con los dem�s seres de su clase dos propiedades antes anotadas: la contractilidad y la sensibilidad. Tiene el hombre forma o estructura y funciones. Hay, en consecuencia, ciencias que estudian la estructura, lo morfol�gico, y ciencias que estudian la funci�n. La anatom�a es la ciencia de lo morfol�gico, en tanto que la fisiolog�a estudia los fen�menos.

Y ahora pongamos atenci�n a estos asertos:

1. No hay fen�meno sin estructura.

2. La causa u origen de los fen�menos hay que irla a estudiar en la estructura.

3. Seg�n las caracter�sticas especiales de la estructura, as� son las distintas peculiaridades de las dos propiedades vitales, es decir, de la sensibilidad y la contractilidad que, como dijimos p�ginas atr�s, son ciertamente el origen de todos los fen�menos.

4. El conocimiento que realmente tiene sentido es el que integra en un todo el conocimiento de las estructuras y el de los fen�menos, incluyendo el de las relaciones que tienen �stos con aqu�llas.

5. El conocimiento de la estructura es el punto de partida del conocimiento de los fen�menos. La anatom�a general es ciertamente el conocimiento de la forma; sin embargo, se puede asociar al conocimiento de la funci�n; de ah� que en el libro de Bichat que nos ocupa, al cuadro de los tejidos simples se agregue el cuadro de las funciones.

Volvamos ahora a la fisiolog�a, ciencia que, seg�n Bichat, "est� por hacerse". Nuestro autor ya ha precisado el objeto de estudio de esta disciplina: los "fen�menos" de los seres organizados. Mas tambi�n ha planteado un requisito y un m�todo de estudio, al decir que los fen�menos son expresiones de las particulares caracter�sticas que toman las propiedades vitales —sensibilidad y contractilidad— en cada uno de los tejidos, y que los fen�menos no se pueden entender si no se parte del conocimiento de los tejidos. En consecuencia, en la sucesi�n de los diferentes conocimientos que debe adquirir el m�dico, al de la anatom�a le debe seguir inmediatamente el de la fisiolog�a. O sea que del conocimiento de la forma hay que pasar al de la funci�n. La Anatom�a general, siendo un texto eminentemente morfol�gico, deja establecido el enlace con la fisiolog�a que casi en seguida Fran�ois Magendie abordar� con gran amplitud.

Bichat divide las funciones de los seres org�nicos en dos clases. La primera, que se refiere a las funciones relativas al individuo, comprende dos �rdenes, con cinco g�neros para el primero y ocho para el segundo. La segunda clase contiene tres �rdenes; el primero con un solo g�nero, el segundo y el tercero con tres.

A la clase primera pertenecen las "funciones relativas al individuo". Su orden primero se refiere a las "funciones de la vida animal" y el orden segundo a las "funciones de la vida org�nica". Ya diremos m�s adelante c�mo entiende Bichat las diferencias entre vida org�nica y vida animal.

La clase segunda abarca las "funciones relativas a la especie". En el orden primero est�n situadas las funciones propias del sexo masculino, en el segundo las del femenino y en el tercero "las funciones relativas a la uni�n de los dos sexos y al producto de esta uni�n".

Las que aqu� m�s interesan son las funciones del individuo. Los cinco g�neros del orden primero —el de las "funciones de la vida animal"—, corresponden sucesivamente a las sensaciones, las funciones cerebrales, la locomoci�n, la voz y la transmisi�n nerviosa. Por su parte, los ocho g�neros del orden segundo —el de las "funciones de la vida org�nica"— corresponden a la digesti�n, la respiraci�n, la circulaci�n, las exhalaciones, las absorciones, las secreciones, la nutrici�n y la calorificaci�n.

Dije que aclarar�a cu�l es, seg�n Bichat, la diferencia entre lo org�nico y lo animal. Ello es indispensable, pues tiene que ver con la manera como este autor divide a las enfermedades. Las funciones de la vida org�nica son comunes a todos los seres "organizados", es decir, vivos; desde las plantas m�s rudimentarias hasta el hombre. En cambio, las funciones animales vienen a agregarse a las anteriores, en todas las especies del reino animal. Hay, entre �stas, unas espec�ficamente humanas.

Tomando en cuenta esto, entremos ya en el terreno de la patolog�a seg�n la entiende Bichat. Recordemos que para �l la enfermedad del individuo es simplemente la alteraci�n de la vida org�nica y animal. En consecuencia, asienta:

Yo distingo [...] las enfermedades en dos clases: 1) las que alteran principalmente la vida animal; 2) las que alteran particularmente la vida org�nica. Digo particularmente, porque en vista del estrecho encadenamiento de las dos vidas, una no puede permanecer inalterada si la otra lo est�.


Aqu� debemos detenernos para hablar del concepto de las "simpat�as", pues es gracias a este fen�meno o concepto como se explica el hecho de que la enfermedad no sea un hecho localizado. Cuando dos o m�s �rganos distantes entre s� reaccionan al un�sono, tanto en la enfermedad como en la salud, se dice que entre ellos existe "simpat�a". Por este medio la enfermedad que se inicia en un �rgano —en un "s�lido", como dice Bichat— puede diseminarse a otros.

En Bichat el fen�meno de las simpat�as va precis�ndose: se trata de simpat�as entre localizaciones, en diferentes �rganos, del mismo tejido. En otras palabras: Las simpat�as" no se dan entre �rganos sino entre tejidos.

Esto nos lleva a la relaci�n tejido-enfermedad. Oigamos a Bichat:

Puesto que las enfermedades no son sino alteraciones de las propiedades vitales, en vista tambi�n de que cada tejido es diferente de los otros respecto a estas propiedades, es evidente que tambi�n debe diferir en sus enfermedades. En consecuencia, en todo �rgano compuesto por diferentes tejidos uno puede estar enfermo y los otros intactos. Esto es lo que m�s frecuentemente sucede.


En seguida Bichat ofrece varios ejemplos: la existencia de inflamaci�n de la aracnoides con la "pulpa" del cerebro perfectamente normal; los casos de pericarditis con miocardio indemne, etc�tera.

Al final de estos ejemplos, Bichat vuelve a insistir en que a la enfermedad hay que buscarla no en el �rgano entero o completo, sino en cada uno de los tejidos que lo constituyen o conforman.

Al hablar de ciertas afecciones del est�mago. Bichat recalca que las simpat�as no existen entre �rganos, sino entre tejidos:

Se ha hablado mucho de las simpat�as del est�mago, de los intestinos, de la vejiga, del pulm�n, etc�tera. Jam�s las entender�is si las relacion�is con el �rgano en su totalidad, haciendo abstracci�n de sus diversos tejidos [...]. Cuando las fibras carnosas del est�mago se contraen por la influencia de otro �rgano y determinan v�mitos, son ellas las �nicas que han recibido la influencia. �sta no se ejerce ni sobre la serosa ni sobre la mucosa. Si as� fuera, en el primer caso se producir�a una exhalaci�n simp�tica y en el segundo una secreci�n y una exhalaci�n del mismo car�cter.


Vayamos ahora al cuadro cl�nico de las enfermedades. Seg�n Bichat hay s�ntomas que se deben o dependen de la alteraci�n del tejido; otros son la expresi�n cl�nica de las alteraciones de las funciones del �rgano del que el tejido afectado forma parte. Para ilustrarlo, recurre Bichat al ejemplo de la inflamaci�n del tejido seroso:

El modo del dolor, la naturaleza de la fiebre concomitante, su duraci�n, terminaci�n, etc., son casi los mismos cualquiera que sea la superficie serosa afectada. Pero hay adem�s dificultad de la respiraci�n, tos seca; etc., si es la pleura; v�mitos, constipaci�n, etc., si es el peritoneo; lesi�n de las funciones intelectuales si es la aracnoides.


E L TRI�NGULO CONDILLAG-PINEL-B ICHAT

El historiador goza cuando —como obra genuina de creaci�n— cree saber c�mo sucedieron las cosas. Si tal creencia ha de ser ciertamente hist�rica, tiene que partir de uno o m�s hechos que tengan tal car�cter, es decir, que en realidad hayan sucedido. A veces, son una o dos piedrecillas con las que el historiador construye todo un edificio.

Vamos en este momento a construir el nuestro; vamos a crear la figura de un Bichat sensualista y rom�ntico. Para ello, el propio Bichat nos proporciona la "piedrecilla", al decirnos que sus investigaciones estuvieron inspiradas, en parte, en el fil�sofo Etienne Bonnot de Condillac, quien tambi�n, seg�n lo dijera Pinel, inspir� las obras de �ste.

Ci�rrase as� un tri�ngulo constituido por Condillac, Pinel y Bichat. Ya conocemos algunos aspectos de la vida y obra de Bichat; digamos ahora algo sobre la obra y existencia de los otros dos.

Etienne Bonnot de Condillac naci� en 1715 y muri� en 1880. Seg�n �l, el hombre no es capaz de conocer nada sin sus sentidos o, dicho de otro modo, sus sentidos son las puertas del conocimiento. Sin �stos, el hombre es como una piedra; no se da cuenta de la existencia del mundo.

Condillac se vali� del s�mil de la estatua para hacerse entender. Una estatua de figura humana no es m�s que una piedra antropomorfa. As� es el hombre que no sabe utilizar sus sentidos, o que carece de ellos. Vayamos dotando a dicha estatua primero de un sentido, luego de otro, y en esa misma medida se ir� humanizando al adquirir conocimiento.

Lo que en esencia dijo Condillac es que a trav�s de los sentidos es como el hombre adquiere informaci�n y conocimiento. Mas no basta con la percepci�n; se necesita una operaci�n mental que comprende los siguientes pasos: a) reducir la informaci�n obtenida por la adecuada utilizaci�n de los sentidos a las llamadas por este fil�sofo ideas simples, que no son sino los �ltimos elementos fundamentales en que puede descomponerse la informaci�n; b) formar o construir, con las ideas simples las ideas complejas o compuestas, que ser�an como el modelo de un todo, digamos la enfermedad; c) confrontar con la realidad correspondiente la validez de estas construcciones.

Como se ve, el sensualismo de Condillac no se queda en la superficie, no se conforma con la pura informaci�n recibida mediante el correcto uso de los sentidos, sino que va mucho m�s all�: descompone en sus �ltimos elementos fundamentales la informaci�n y con este material lleva a cabo ciertas construcciones mentales —las ideas complejas o compuestas—, cuya verdad pone a prueba confront�ndolas con la realidad correspondiente.

Para m�, la diferencia m�s notable entre la Ilustraci�n y el romanticismo es precisamente esa febril pasi�n que imprimieron a su vida y obra los rom�nticos, a lo que hay que agregar un impulso hacia la aventura, a lanzarse al descubrimiento de lo desconocido, tr�tese de un continente, de una cultura, de la intenoridad del cuerpo humano o de los arcanos del alma; todo lo cual no era abordado con la frialdad mental y la soberbia de los ilustrados, sino con un �mpetu lleno de pasi�n, de imaginaci�n, de sue�os; a veces, es necesario advertirlo, causa de equ�vocos, desmesuras o desvar�os.

El rom�ntico da su vida. No la sacrifica, esc�chese bien, sino que la invierte en la consecuci�n de una tarea, de un sue�o, de una ilusi�n. Su existencia se logra justamente gracias a la dedicaci�n, en cuerpo, mente y alma, a alguna de estas cosas.

Raz�n y pasi�n, imaginaci�n, emoci�n y entrega total, he ah� las caracter�sticas del hombre rom�ntico, sea cient�fico o artista.

Sobre todo desde la Ilustraci�n, el hombre estaba convencido de que con el adecuado uso de la raz�n tarde o temprano conocer�a la realidad de s� mismo y de su mundo circundante. El fil�sofo Etienne Bonnot de Condillac contribuy� en esta tarea al se�alar a los sentidos como las puertas de la informaci�n, pero tambi�n al precisar las operaciones mentales a que �sta deber�a someterse para llegar a las "ideas simples" y a las "ideas complejas" o compuestas. Adem�s, la exigencia de Condillac de que, para demostrar la validez de las ideas complejas, deben ponerse frente a frente con la realidad de la que han partido, es la base parcial de lo que despu�s se llamar�a m�todo experimental.

Del sensualismo condillaquiano se pas� al sentimentalismo. La observaci�n de la naturaleza y de los hombres no solamente dio lugar a los procesos racionales antes se�alados, sino que despert� sentimientos, sue�os, utop�as, pasiones, todo lo cual forma parte de las caracter�sticas del romanticismo.

Seg�n propia declaraci�n, Bichat lleg� a establecer el concepto de tejido como unidad anat�mica y funcional, inspir�ndose en Condillac y en Pinel. En efecto, el "tejido simple" es el equivalente a la "idea simple" de Condillac y a la "enfermedad simple" de Pinel.

Considerando que el conocimiento de la estructura y funci�n del cuerpo humano deb�a partir de la identificaci�n de sus elementos m�s simples, este joven m�dico emprendi� una serie de manipulaciones: separ� a los distintos �rganos en sus partes macrosc�picamente diferentes, a las que someti� a diversas pruebas como desecaci�n, putrefacci�n, maceraci�n, ebullici�n, cocci�n, adici�n de �cidos, de �lcalis, etc�tera. Si dos o m�s de las porciones de �rganos se comportaban de igual manera ante dichas pruebas, ello quer�a decir que correspond�an o formaban parte del mismo "tejido". En consecuencia, un tejido simple quedaba definido por la homogeneidad y constancia de sus caracteres aparentes, no solamente en estado natural, sino tambi�n despu�s de haberse sometido a las sustancias o procesos arriba se�alados.

De este modo Bichat identific� veinti�n tejidos simples divididos en siete generales o difusos y catorce especiales, seg�n hemos visto en p�ginas anteriores.

Concebido el tejido simple como la unidad morfol�gica y funcional del cuerpo humano, admitiendo que los tejidos simples pod�an combinarse para constituir estructuras complejas (como las "ideas complejas" de Condillac), apareci� una nueva disciplina con un viejo nombre al que se le agregaba un calificavo, la Anatom�a general, entendida como el estudio de los tejidos simples y de sus combinaciones.

Para Augusto Comte (1798-1857), fundador del positivismo, la obra de Bichat fue el punto de partida de la medicina positiva o cient�fica.

Hoy damos el nombre de sistema m�dico a un todo estructurado, compuesto, por una parte, de creencias, conocimientos o suposiciones, y por la otra, de acciones concretas que incluyen el uso de productos, instrumentos, etc�tera, todo lo cual tiene por fin, dicho de la manera m�s general, la identificaci�n y manejo de la enfermedad. Entre el plano de creencias, conocimientos o suposiciones y el de las acciones que llevan a cabo los practicantes del sistema del que aqu�llas son la base te�rica o doctrinal, existe una relaci�n estrecha e indisoluble, pues las dichas acciones est�n dictadas por lo que se sabe, se cree o se supone acerca de la enfermedad. Tal definici�n puede aplicarse a los sistemas que estuvieron en boga tanto en los siglos pasados como a los actuales.

Hay quienes consideran a los nosografistas, m�dicos que creyeron que en la clasificaci�n de las enfermedades a modo bot�nico estaba el verdadero adelanto de la medicina, como pertenecientes a un sistema. Los nos�grafos no constituyeron un sistema m�dico propiamente dicho; fue m�s bien una corriente dedicada exclusivamente a la clasificaci�n de las enfermedades tal como �stas aparec�an a los ojos del cl�nico. Phillipe Pinel fue uno de los m�s distinguidos nos�grafos y el �ltimo de la serie que incluye a Linneo, Sauvages y Cullen. Pinel encamin� sus esfuerzos a clasificar las enfermedades en g�neros y especies, a la manera de los bot�nicos o naturalistas, sin reparar en que las plantas y los animales son "seres", en tanto que las enfermedades "no son sino modificaciones en la estructura de los �rganos, en la composici�n de sus l�quidos o en el orden de sus funciones", como m�s tarde le criticar�a Laennec.

La cr�tica de Laennec es injusta al incluir a Pinel, pues �ste ya no considera que las enfermedades son "seres", como lo hacia Sauvages y otros nos�grafos cl�sicos. Una "observaci�n atenta y repetida", dice Pinel, nos ense�a que las enfermedades son "variaciones fugaces m�s o menos permanentes en las funciones de la vida, manifestadas por se�ales exteriores con uniformidad perenne en las principales, con innumerables variedades en las accesorias". Entre estas se�ales exteriores, que ahora llamaremos s�ntomas y signos, Pinel anota las siguientes: alteraciones del pulso, de la temperatura, de la respiraci�n o de las funciones intelectuales; modificaciones de las facciones del rostro, "afecciones nerviosas, espasm�dicas, lesi�n de los apetitos naturales, etc�tera". Dichos s�ntomas y signos integran, en diferentes combinaciones, "historias separadas, m�s o menos distintas", es decir, algo as� como lo que ahora llamamos s�ndromes o cuadros cl�nicos de entidades nosol�gicas.

Es muy importante se�alar que Pinel considera que las "se�ales" de las enfermedades est�n "�ntimamente enlazadas con las variaciones internas opuestas al estado de salud". V�ase que en la mente de este nos�grafo, ya no tan ortodoxo, est� clara la relaci�n lesi�n-s�ntoma o signo, base del modelo anatomocl�nico de la enfermedad que sirvi� de fundamento a los estudios de Laennec.

Para compaginar la vieja y arraigad�sima teor�a humoral con sus propias ideas y las del adelantado siglo XIX dice Pinel que es necesario "abandonar la doctrina de los humores a la cient�fica locuacidad de los curanderos, y considerar su alteraci�n como efecto de la lesi�n primitiva de los �rganos que los secretan, y darle nuevo nombre [a las alteraciones humorales] que denote las circunstancias de esta lesi�n" de los �rganos.

Pinel es un m�dico e investigador que utiliza el m�todo que el fil�sofo Condillac ide� para llegar al verdadero conocimiento de la naturaleza y que, como ya dijimos, consiste en reducir nuestra experiencia inmediata, fruto de una cuidadosa utilizaci�n de nuestros sentidos, a ideas simples y formar con estas ideas complejas, las que, para que sean v�lidas, deben pasar las pruebas de su confrontaci�n con la realidad respectiva. Lo que hace Pinel con todo el seguramente enorme expediente de las manifestaciones cl�nicas de enfermedad que, seg�n sus propias palabras, hab�a venido recogiendo a lo largo de su pr�ctica profesional y en la lectura de los tratados cl�sicos, es precisamente encontrar o identificar las famosas ideas simples de Condillac, ahora llamadas por Pinel enfermedades simples, las que, siguiendo el modo bot�nico entonces tan en boga entre los nos�grafos, constituir�an los �rdenes. Las especies resultar�an de la combinaci�n de las enfermedades simples.

Ahora s� ya podemos cerrar el tri�ngulo Condillac-Pinel-Bichat: Las ideas simples de Condillac son las enfermedades simples de Pinel y los tejidos simples de Bichat.

�ndiceAnteriorPrevioSiguiente