V. IMPORTANCIA DE LAS PLANTAS EN LA VIDA DEL HOMBRE: USOS M�GICOS Y MEDICINALES

UNA vez que el hombre aprendi� a dominar el fuego, estuvo en condiciones de fabricar recipientes de arcilla, los que, endurecidos por el fuego, le servir�n para calentar agua, cocinar alimentos y hacer infusiones m�gicas y medicinales. De esta manera los aceites esenciales arrastrados por el vapor de agua aromatizaban la caverna y se condensaban en el techo, con lo que se separaban las sustancias qu�micas contenidas en las plantas. El qu�mico primitivo encontr� que los aceites esenciales no solo ten�an olor agradable, sino que muchos de ellos ten�an adem�s propiedades muy �tiles, como eran las de ahuyentar a los insectos y de curar algunas enfermedades.

El conocimiento de las plantas y sus propiedades segu�a avanzando: ya no s�lo las usaba el hombre como alimentos, combustible y material de construcci�n, sino tambi�n como perfume, medicinas y para obtener colorantes, que empleaba tanto para decorar su propio cuerpo y sus vestiduras, como para decorar techo y paredes de su cueva. El arte pict�rico floreci� en ese entonces en muchas partes del mundo y actualmente nos asombran sus manifestaciones conservadas en oscuras cavernas, donde con frecuencia se ven escenas de cacer�a. Es evidente que la necesidad de alimentaci�n era primordial y que los testimonios del uso medicinal de las plantas son menos frecuentes; sin embargo, los chinos han dejado constancias escritas desde hace más de 4 000 a�os acerca del uso antimal�rico de la droga cha�ng shan que corresponde a la planta Dichroa febrifuga, Lour. Los estudios modernos han demostrado la existencia en esa planta del alcaloide antimal�rico llamado febrifugina.



Los pueblos americanos ten�an a la llegada de los espa�oles un amplio conocimiento de las plantas y sus propiedades, especialmente medicinales. Tan impresionante era la variedad de plantas que crec�an en el nuevo mundo y tan notable el conocimiento que de ellas ten�an los pueblos nativos que lograron interesar vivamente al rey de Espa�a.

La primera obra que se conoce al respecto es debida al m�dico ind�gena Mart�n de la Cruz, quien la escribe en lengua n�huatl durante el a�o de 1552. La traducci�n al lat�n hecha por Juan Badiano, denominada Libellus de medicinalibus indorum herbis, se conoce gracias a que Charles Upson Clark la encontr� en la Biblioteca Barberini durante los estudios que realiz� en Roma de 1916 a 1919.

Este op�sculo consta de bellas ilustraciones al estilo de los antiguos artistas ind�genas confeccionadores de c�dices (tlacuilos). Sobre las ilustraciones viene el nombre de la planta y debajo se encuentra el nombre de la enfermedad que cura, seguida de una receta detallada conteniendo el modo de administrarse.

El rey de Espa�a, Felipe II, al tener noticias de que en la Nueva Espa�a exist�an m�s plantas y semillas medicinales que en ninguna otra parte del mundo, envi� a Francisco Hern�ndez, "protom�dico e historiador general de las Indias, Islas y tierra firme del mar oc�ano", para que emprendiera una investigaci�n m�dico-bot�nica en los vastos territorios recientemente incorporados a la Corona.

Francisco Hern�ndez llega al Nuevo Mundo con las instrucciones de identificar todas las yerbas, �rboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde se encontrase y de averiguar qu� enfermedades curaban y la manera de hacerlo.

Este estudio culmin� con la descripci�n de 3 076 plantas y sus usos medicinales. Francisco Hern�ndez no se limit� al estudio de plantas, sino que hizo tambi�n un amplio recuento de los animales y minerales de la Nueva Espa�a.

Los estudios de los minerales de la Nueva Espa�a sentaron la base del impresionante auge de la industria metal�rgica mexicana, especialmente en el ramo de metales preciosos. La descripci�n del chapopotli se�ala por primera vez la existencia de petr�leo en el territorio de la actual Rep�blica Mexicana.

Los estudios bot�nicos, por su parte, sirvieron de base a estudios posteriores por medio de los cuales ha sido posible la identificaci�n bot�nica de m�s de mil de las plantas descritas por Francisco Hern�ndez.

DROGAS ESTIMULANTES CON FINES M�GICOS Y RITUALES

Muchas plantas fueron utilizadas en ritos m�gico-religioso y muchas de ellas contin�an en uso hasta nuestros d�as.

El peyote, empleado por los pueblos del Noroeste, se sigue usando en la actualidad y se le considera una planta divina. Cuando este cactus es comido, da resistencia contra la fatiga y calma el hambre y la sed, adem�s de hacer entrar al individuo a un mundo de fantas�as, que lo hace sentir la facultad de predecir el porvenir. En busca de tan maravillosa planta los huicholes hacen peregrinaciones anuales, desde sus hogares en el norte de Jalisco y Nayarit, hasta la regi�n des�rtica de Real de Catorce en San Luis Potos�, que es donde crece este cactus. Los efectos del peyote duran de seis a ocho horas y terminan de manera progresiva hasta su cese total.

Su empleo entre los ind�genas no se debe a h�bito, sino que obedece a ritos religiosos. El principio activo del peyote (Anhalonium Williamsi) es el alcaloide llamado mescalina.



OLOLIUQUI

La planta mexicana llamada ololiuqui por los mexicas corresponde, seg�n los estudios bot�nicos recientes, a la enredadera Turbina corymbosa, de la familia Convolvul�cea. El ololiuqui ten�a un amplio uso m�gico-religioso en el M�xico prehisp�nico. Seg�n los primeros escritos posteriores a la conquista la semilla molida era usada, mezclada con otros vegetales, para ungir a sacerdotes ind�genas, quienes pretend�an adquirir la facultad de comunicarse con sus dioses.

Las propiedades medicinales del ololiuqui han sido mencionadas por Francisco Hern�ndez, quien dice que es �til contra la gota. Por su parte, Acosta dice que la planta untada alivia las partes enfermas, por lo que se le llam� medicina divina.

PRINCIPIOS ACTIVOS

Albert Hoffmann encontr� en 1960 alcaloides del tipo del �cido lis�rgico. Entre ellos obtuvo, en forma cristalina, la amida del �cido lis�rgico y su ep�mero, la amida del �cido isolis�rgico, ambos con f�rmula C16H17ON3, adem�s del alcaloide de hongos, la chanoclavina. Los mismos alcaloides se encontraron en otra convolvul�cea, la Ipomea tricolor.



Hoffmann ensay� las amidas del �cido lis�rgico y del �cido isolis�rgico, pero no encontr� en ellos propiedades alucin�genas, pues s�lo le produjeron cansancio, apat�a y somnolencia.

Los gluc�sidos encontrados en la planta tambi�n tuvieron actividad relajante.


HONGOS

Ciertos hongos fueron usados con fines rituales en varias regiones del territorio mexicano y la pr�ctica contin�a tambi�n hasta nuestros d�as. El escrito m�s antiguo al que se tiene acceso se debe a Andr� Thevet, L'histoire du Mechique (1973), basada en la obra perdida de Andr�s Olmos (1543), Antig�edades mexicanas.

Un testimonio del uso que se daba a los hongos en diferentes regiones de M�xico y de la determinaci�n que ten�an las autoridades civiles y religiosas de eliminar tales pr�cticas ha llegado clara y precisa hasta nosotros gracias a la historia narrada por Jacinto de la Serna en su Manual de Indias para el conocimiento de su idolatr�a y extirpaci�n de ella, cap�tulo IV, 1556.

All� se describe el caso de un indio de Tenango, llamado Juan Chichit�n (que quiere decir perrillo), sacerdote de la religi�n ind�gena, del cual transcribimos su relato:

Y el caso fue que a �l hab�a venido un indio del pueblo de Tenango gran maestro de las supersticiones y se llamaba Juan Chichit�n que quiere decir perrillo el cual hab�a tra�do los hongos colorados que se cogen en el monte y con ellos hab�a hecho una gran idolatr�a y antes de decirla quiero explicar la calidad de dichos hongos que se llaman en la lengua mexicana Quautlannac�tl y habiendo consultado al Lic. Pedro Ponce de Le�n, el gran ministro y maestro de maestros que dije en el cap�tulo II, me cont� que estos hongos eran peque�os y dorados y que para cogerlos iban al monte los sacerdotes y viejos ministros para estos embustes y estaban toda la noche en oraciones y deprecaciones supersticiosas y al amanecer cuando comenzaba cierto vientecillo que ellos conocen, entonces los cog�an atribuy�ndole deidad y teniendo el mismo efecto que el ololiuqui o el peyote porque comidos o bebidos los embriaga o priva del sentido y les hace creer mil disparates, este pues Juan Chichit�n, habiendo cogido los hongos una noche en la casa donde se juntaron en ocasi�n de la fiesta de un santo y los hongos con el pulque y con el fuego debajo del altar, anduvo toda la noche el teponastli y el canto y habiendo pasado la mayor parte de ella, el dicho Juan Chichit�n, que era el sacerdote de aquella solemnidad, les dio a todos los circunstantes que se hab�an juntado a la fiesta a comer de los hongos, como a modo de comuni�n y a beber del pulque, que los hongos por su parte y el pulque por la suya los sac� de juicio que fue l�stima.


El relato anterior nos da una idea de las pr�cticas y uso de ciertas plantas con fines m�gicos y religiosos entre los antiguos pobladores de M�xico; aunque distorsionado por el distinto enfoque y los prejuicios de los espa�oles, son muy interesantes e informativos estos documentos.

Existen muchos m�s ejemplos de plantas medicinales y alucin�genas. Todas ellas son un interesante material para realizar estudios qu�micos.

La flora sudamericana no se queda atr�s de la mesoamericana y como ejemplo bastar� mencionar el caso del llamado curare, un preparado obtenido a partir de diversas plantas y usado como veneno de flechas.

CURARE

La palabra curare es una adaptaci�n al espa�ol de una frase que en la lengua de una de las tribus sudamericanas significa "matar aves".

Es un extracto acuoso de varias plantas, entre las que se encuentran generalmente especies de Chondodendron cissampelos y Strychnos.

Para su preparaci�n, el brujo de la tribu hace hervir por varias horas en una olla de barro los diferentes vegetales; el agua que se pierde por evaporaci�n es sustituida por adici�n de m�s agua; mientras se mantiene la ebullici�n se agita la mezcla y se agregan otras sustancias venenosas como hormigas y colmillos de serpiente. Cuando el extracto adquiere cierta consistencia y color, el brujo considera que ya est� listo; lo hace saber a los asistentes a la ceremonia, y cesan la m�sica y el baile que hab�a acompa�ado todo el proceso de preparaci�n del curare. Se reparte a los all� presentes un poco de la sustancia reci�n preparada para su uso en la cacer�a.

Con este material impregnar�n las puntas de flecha y dardos de cerbatanas para cazar animales peque�os; cuando �stos son heridos, aunque sea ligeramente, morir�n por efecto del veneno. La carne de estos animales se puede consumir sin peligro de intoxicaci�n, como lo demuestra la experiencia de siglos.

Entre las plantas venenosas que con mucha frecuencia se emplean en la preparaci�n del curare se encuentran diversas especies de Strychnos. Estas plantas son muy venenosas debido a que contienen, entre otros alcaloides, la estricnina, sustancia t�xica que se usa para exterminar roedores y para matar animales de pieles finas. Cuando un ser humano u otro mam�fero es envenenado con curare, comienza por perder el habla, despu�s se le paralizan los miembros y los m�sculos faciales, hasta que, finalmente, le llega la muerte.



La flora sudamericana es rica en plantas medicinales. Los polvos de corteza de quina adquirieron gran fama como medicina antimal�rica despu�s de que la marquesa de Chinch�n, esposa del virrey del Per�, fue curada de paludismo con esa droga. El g�nero de plantas andinas antipal�dicas fue llamado Cinchona y la medicina fue introducida a Europa desde 1640.

Como este medicamento, muchos otros de origen vegetal fueron usados por el hombre; aunque por ser variable el contenido del principio activo, era dif�cil su dosificaci�n. Es por esto que cuando en la Edad Media se daba de beber a los acusados infusiones de dedalera (Digitalis purpurea) para ejecutar los juicios de Dios, no todos los acusados mor�an. Los que se salvaban, debido probablemente a que la planta por alguna raz�n ten�a poco principio activo, eran considerados inocentes.

Tuvieron que pasar muchos a�os antes de que se pudieran aislar los principios activos al estado puro, para as� poder dosificarlos bien.

No fue sino hasta finales del siglo XVIII (1772-1777) que Lavoisier demostr� que el aire est� constituido por nitr�geno y ox�geno, y que en la combusti�n el ox�geno se combina con el carbono de las sustancias org�nicas para dar bi�xido de carbono y agua.

C6H12O6+6O2 6CO2+6H2O

Basado en este descubrimiento, Lavoisier elabor� un m�todo para analizar los compuestos org�nicos. Para saber cu�ntos �tomos de carbono ten�a una mol�cula, bastaba medir cuidadosamente el CO2 producido, y de la cantidad de agua obtenida, se calcular�a el n�mero de hidr�genos en la mol�cula. Los estudios de Lavoisier crearon las condiciones apropiadas para que naciera la qu�mica de productos naturales. Los principios activos contenidos en plantas curativas conocidas desde la Antig�edad comenzaron entonces a ser aislados y a ser establecida su f�rmula. En 1805, el farmac�utico alem�n Sertürner aisl� la morfina del opio. En 1820, Pelletier y Caventou aislaron de la quina los alcaloides quinina y cinchonina. Por la misma �poca, otros principios activos fueron aislados y analizados en cuanto a su contenido de carbono, ox�geno y algunos otros elementos como nitr�geno.

Las investigaciones qu�micas siguieron as� perfeccionando sus conocimientos y ya no se conformaban con efectuar un simple an�lisis que encontrara cu�ntos �tomos de cada elemento existen en la mol�cula, si no que quer�an saber c�mo estaban acomodados, es decir la estructura de cada compuesto. Al principio esto era muy lento. Por ejemplo, para la determinaci�n de la estructura de un compuesto tan simple como el alcanfor, cuya f�rmula emp�rica C10H16O, encontrada por Dumas, se necesit� emplear 60 a�os de arduo trabajo. M�s a�n, en la determinaci�n estructural de una sustancia m�s complicada como la quinina, se invirtieron m�s de100 a�os.

Sin embargo, con el tiempo los qu�micos adquirieron d�a tras d�a m�s habilidad en el aislamiento, purificaci�n y determinaci�n estructural de productos naturales.

Se dispuso de esta manera de sustancias medicinales puras, cuya administraci�n se pod�a hacer con eficiencia. Sin embargo, a nadie se le ocurr�a intentar su s�ntesis, procedimiento que hubiese abaratado muchos de los productos y dar�a m�s seguridad al consumidor, que ya no depender�a tanto de los monopolios ejercidos por los pa�ses productores.

Nadie pensaba en sintetizar estas sustancias naturales porque en aquel tiempo se cre�a que para que dichos compuestos se formaran era indispensable una fuerza vital, es decir que s�lo se pod�an formar dentro de organismos de seres vivos y lo �nico que el hombre pod�a hacer era aislarlos.

No fue sino hasta 1828 cuando el qu�mico Friedrich W�hler, en el curso de un experimento con el compuesto considerado mineral, isocianato de amonio, obtuvo su transformaci�n en el compuesto natural urea.


H4NOCN CO ( NH2)2

isocianato de amonio urea

Este experimento demostraba que la s�ntesis de compuestos org�nicos era posible de llevar a cabo por el ser humano, quien s�lo requer�a de habilidad y conocimiento.

Han pasado ya cerca de 200 a�os desde que se inici� la qu�mica de productos naturales y, sin embargo, s�lo alrededor del 10% de las � 500 000 especies de plantas que viven sobre la Tierra han sido estudiadas en busca de principios activos.

Tan escaso n�mero de estudios farmacol�gicos es debido probablemente al hecho de que el trabajo es complicado y muchas veces decepcionante. Es frecuente estudiar una planta a la que se le atribuyen interesantes propiedades medicinales y no poder aislar el principio activo, quiz� porque �ste es l�bil al estado puro, quiz� porque su actividad s�lo se presenta en uni�n de otros componentes de la planta. En fin, existen numerosos problemas que hacen lento el estudio de principios activos.

Es necesaria la participaci�n de diversos especialistas bot�nicos expertos en taxonom�a, qu�micos que realicen el aislamiento y purificaci�n de los metabolitos secundarios, adem�s de realizar estudios espectrosc�picos, que ayudar�n a establecer las estructuras. Posteriormente se necesitar�n estudios farmacol�gicos y otros m�s.

No obstante lo relativamente limitado de los estudios fitoqu�micos, existe una gran proporci�n de medicamentos en los que intervienen productos naturales de origen vegetal. En 1973, del n�mero total de prescripciones m�dicas administradas en Estados Unidos, m�s de 40% conten�an productos naturales, entre los que predominaban los de naturaleza esteroidal, seguidos por varios alcaloides como la code�na. La quinina sigue us�ndose en la actualidad a pesar de la competencia que representan las numerosas drogas sint�ticas.

Pero siguiendo con la historia de la quina, es interesante mencionar que las principales plantaciones de quina se localizan en la actualidad en el sureste de Asia. En M�xico se iniciaron en 1941 plantaciones de 600 hect�reas de la finca Guatimoc, del Estado de Chiapas, con semillas tra�das precisamente del sureste de Asia. Esas plantaciones quedaron abandonadas y constituidas por �rboles muy viejos de bajo contenido de alcaloides, formando una mezcla dentro de la cual existe poca quinina.


Por lo general, cuando el qu�mico a�sla y determina la estructura de una sustancia con propiedades interesantes, y sobre todo si su precio es alto, se intenta su s�ntesis, al mismo tiempo que se ensayan productos sint�ticos que, aunque con distinta estructura, tengan actividad similar.

Durante la segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses tomaron los territorios productores de quina, el ej�rcito estadounidense se vio sin protecci�n contra la amenaza que representaba la malaria, presente en los territorios del Pac�fico Sur. De entre las miles de drogas sint�ticas que se probaron, la atabrina fue muy eficiente, por lo que se administr� como protecci�n al ej�rcito contra la enfermedad, con el inconveniente de que al mismo tiempo que brindaba protecci�n contra la malaria, produc�a pigmentaci�n amarilla a la piel, raz�n por la cual la gente que pele� en el sureste de Asia regresaba con la piel amarilla, intrigando a parientes y amigos que se impresionaban pensando que los soldados se hab�an orientalizado.

ZOAPATLE, CIHUAPALLI (MEDICINA DE MUJER)

Otra planta con una larga historia en su uso medicinal es el zoapatle. Esta planta era utilizada por las mujeres ind�genas para inducir al parto o para corregir irregularidades en el ciclo menstrual. En la actualidad, su empleo sigue siendo bastante extendido con el objeto de facilitar el parto, aumentar la secreci�n de la leche y de la orina y para estimular la menstruaci�n.

El estudio de esta planta es un ejemplo t�pico de las dificultades con que se encuentran quienes emprenden un estudio qu�mico de una planta medicinal.

Los estudios qu�micos del zoapatle se comenzaron a realizar desde fines del siglo pasado, aunque el aislamiento de sus productos puros no se efectu� sino hasta 1970, cuando se obtuvieron de la ra�z varios derivados del �cido kaur�nico. En 1971 se aislaron lactonas sesquiterp�nicas y a partir de 1972 se inician estudios que culminan con el aislamiento de los diterpenos activos llamados zoapatanol y montanol. Las patentes para la obtenci�n de estos productos fueron adquiridos por la compa��a farmac�utica estadounidense Ortho Corporation. La s�ntesis de zoapatanol fue llevada a cabo en 1980.

De otras especies de Montanoa conocidas tambi�n como zoapatle, y usadas con el mismo fin, se han aislado diterpenos con esqueleto de kaurano, tales como el �cido kaur�nico, al que se le han encontrado propiedades relajantes de la actividad uterina.

Hoy en d�a en los mercados de plantas medicinales se venden como Zoapatle varias especies de Montanoa: M. tomentosa, M. frutescens y M. floribunda.

Los estudios de plantas usadas desde la �poca precortesiana son ya muchos, pero la tarea es a�n larga, puesto que el legado de nuestros antepasados es muy grande.

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