IX. LA RELACI�N ENTRE VIDA, TIEMPO, MUERTE Y ESTRUCTURA DEL UNIVERSO

La naturaleza, mi querido se�or, es s�lo una hip�tesis.
RAOUL DUFY

El tiempo nace en los ojos. Eso lo sabe cualquiera.
JULIO CORT�ZAR


Que no haya m�s ficciones para nosotros: calculamos; pero para que podamos calcular hemos tenido que hacer una ficci�n previa.
F. NIETZSCHE

�Por qu� imaginar una sola serie de tiempo? Yo no s� si la imaginaci�n de ustedes acepta esa idea.
JORGE LUIS BORGES

Cada creador es un tramoyero.
VLADIMIR NABOKOV

El eterno misterio del mundo es su comprensibilidad.
ALBERT EINSTEIN

El tiempo vuela como la luz, pero la fruta vuela como las bananas.
Graffito encontrado en un ba�o de Berkeley por el doctor
TERRY MACHEN

ES MUY conocido el cuento del viejo que se hab�a ganado la vida pasando contrabando, sin que los aduaneros pudieran descubrir jam�s qu� era lo que contrabandeaba. Una y otra vez le hab�an revisado minuciosamente sus carretillas, hurgado en sus resquicios, percutido, revisado con rayos X. Ya retirado, el hombre recibi� la visita de un aduanero jubilado, quien le rog� que le confesara qu� demonios hab�a estado contrabandeando durante tantos a�os. "Carretillas", fue la amable respuesta. El cuento ilustra lo que hemos estado "pasando" a lo largo de este libro, en el que despu�s de haber hablado del tiempo sagrado y del profano, del cient�fico y del cotidiano, del c�clico y del lineal, del consciente y del inconsciente, de su medici�n con la Luna y con cron�metros, de haberlo asociado al aprendizaje infantil, a la vida, al envejecimiento y a la muerte, un aduanero intelectual podr�a preguntarnos: "Pero �qu� es el tiempo?" 1

No prometemos dar una respuesta, porque nadie la tiene, pero lo que s� podemos hacer es presentar un esquema de las posiciones actuales respecto del tiempo. Por de pronto el (o los) concepto(s) del tiempo provienen de nuchas fuentes, cada una de las cuales le(s) a�adi� su caudal de impresiones y prejuicios. En realidad, los cap�tulos anteriores podr�an tomarse como relatos de lo que esas fuentes proporcionaron, en el sentido de que en cada una de ellas se trata de dar una idea de c�mo se fueron desarrollando los diferentes puntos de vista y posciciones.

Los antiguos, particularmente los griegos, nos han legado una tradici�n por la cual tratamos de organizar el todo en un �nico orden serial; es l�gico, entonces, que se hagan esfuerzos por conformar una concepci�n del tiempo aceptable para el m�sico, el geront�logo, el fabricante de relojes y el cosm�logo. Muchos de estos se han ido eliminando de la competencia: hay f�sicos que, frustrados por su imposibilidad de dise�ar un experimento que demuestre el paso del tiempo, han afirmado que el paso del tiempo no es una ilusi�n —puesto que no implica ning�n enga�o a nuestros sentidos— sino tan s�lo un mito (Park, 1972). Algunos fil�sofos, en cambio, han desplazado el problema hacia la metaf�sica, pero otros f�sicos siguen luchando tenazmente por relacionar el tiempo con la termodin�mica (Prigogine, 1980; Prigogine y Stengers 1984; D'Espagnat, 1985). La mayor�a sigue royendo el hueso por m�s duro que les siga resultando. Este cap�tulo constituye una s�ntesis de los intentos m�s recientes, aunque un tratamiento cabal requerir�a explicar largamente las bases de cada una de las posiciones, lo cual va m�s all� de la finalidad de este libro.

Ya se ha dicho que toda la historia del Universo, todo cuanto ocurri� desde la creaci�n de las galaxias, los sistemas planetarios, la aparici�n de la vida de la Tierra, la evoluci�n y la historia humana datan de la Gran Explosi�n: un estallido formidable con el que todo comenz�. Ahora bien, los cosm�logos se ocupan de explicar cu�ndo se form� nuestra galaxia; los paleont�logos, a su vez, se interesan por la aparici�n de los saurios o la extinci�n del tigre con dientes de sable; los historiadores, en cambio, se encargan de describir los sucesos durante el reinado de Yugurta o la guerra cristera, pero hay un momento sobre el cual, debido a razones te�ricas, nada se puede decir: los 10-43 segundos iniciales del Universo.2 No hay mayor posibilidad de saber qu� sucedi� durante esos 10-43 segundos pero, en cambio, teor�as no faltan.

Veamos algunas: 1) Que el Universo se cre� en eso 10-43 segundos. 2) Que el Universo exist�a en alguna forma desconocida antes de la Gran Explosi�n; por ejemplo sabemos que en su estructura actual el Universo se está expandiendo (porque se mide el alejamiento de las galaxias lejanas mediante el llamado efecto Doppler). Pero, si en lugar de ello, anteriormente hubiera estado contrayendo, es probable que se hubiera colapsado en un superagujero negro que luego revent� "a la cero hora". 3) No s�lo la materia del Universo, sino tambi�n el espacio y el tiempo fueron creados en La Gran Explosi�n no fue un estallido que hizo expandirse al Universo hacia afuera en el espacio, sino un suceso que aconteci� en todos lados, pues el espacio mismo estaba infinitamente encogido y se expandi� con el Universo.

Pero �como pudo haberse creado materia de la nada? Aqu� nos ayudaremos con una an�cdota en cierta ocasi�n uno de nosotros fue llevado a un baile por un t�o mayor. El t�o iba a rega�adientes pero confiando en encontrar en la fiesta a alg�n amigo para discutir la inflaci�n y la crisis econ�mica (que, como se sabe, son casi tan antiguas como la Gran Explosi�n) y el joven ten�a la esperanza de encontrar chicas con quienes bailar. Fue decepcionante, no hab�a ni amigos ni chicas disponibles: s�lo parejas bailando. Pero, al rato, se soltaron las homog�neas parejas, se congregaron corrillos de se�ores y "se generaron" muchachas libres. Hasta aqu� la an�cdota, ahora pasemos a Paul Dirac.

Dirac formul� ecuaciones que describen correctamente ciertas conductas de los electrones ordinarios, pero se percat� de que, para cada soluci�n, había otra asociada que correspond�a a algo por entonces muy descabellado: antipart�culas. Sin embargo, a�os despu�s, estudiando la absorci�n de los rayos c�smicos, Carl Anderson encontr� el antielectr�n, una part�cula que, al encontrarse con un electr�n, hace que ambos se aniquilen convirti�ndose, como por arte de magia, en dos fotones gamma. Posteriormente se encontr� algo parecido a lo que ser�a el proceso inverso: de un fot�n gamma puede surgir un par electr�n-antielectr�n. En pocas palabras: la materia y la antimateria son hoy parte de nuestra realidad. En raz�n de ello, hay quien piensa que, de pronto, pudo haber una fluctuaci�n en virtud de la cual cierta cantidad de materia se desasoci� de su antimateria y pas� a existir, del mismo modo en que, de pronto, en el baile de marras se generaron chicas disponibles para bailar y se�ores para formar corrillos y charlar sobre la inflaci�n y la crisis econ�mica. Un t�o "cosm�logo" habr�a descrito lo que ocurri� como la repentina creaci�n de se�ores que formaron corrillos. Pues bien, algunos cosm�logos piensan actualmente que la materia de que est� hecho el Universo se cre� en la singularidad de la Gran Explosi�n como resultado de un tremendo divorcio fortuito entre materia y antimateria.

�Por qu� traemos a colaci�n la antimateria en un libro dedicado al tiempo y a la muerte? Porque Richard Feynman (1949) sugiri� que las antipart�culas (part�culas de antimateria) pueden ser simplemente las mism�simas part�culas de materia com�n, pero viajando en sentido contrario al tiempo. Como esto suena raro, recurriremos a una analog�a. Supongamos que una pel�cula de cine muestra a un ni�o andando en bicicleta (Fig.5). Es claro que si el operador la insertara mal en el proyector y la hiciera correr al rev�s, ver�amos al ni�o pedaleando hacia atr�s y cabeza bajo. Pero supongamos que el operador fuera m�s chapucero a�n e insertara la cinta doblada como lo sugiere la figura 5; en ese caso, ver�amos en la pantalla una imagen doble de un ni�o pedaleando normalmente hacia adelante, y otro viajando hacia atr�s y con las cabeza hac�a abajo. De pronto, al llegar al doblez, es como si el ni�o en bicicleta hubiera chocado con el antini�o en antibicicleta y ambos se hubieran aniquilado (A).



[MCT 5]

Figura 5.

De manera an�loga, Feynman sugiere que un antielectr�n (la antipart�cula del electr�n, tambi�n llamada positr�n por tener carga positiva) no es m�s que un electr�n que "dobl�" en el tiempo. Por m�s alocada que esta idea le parezca al lector no f�sico, podemos asegurar que describe bastante bien lo que se observa en la realidad con la aniquilaci�n de las part�culas. A decir verdad, la idea de Feynman (o de su maestro John Wheeler, pues Feynman ha relatado la conversaci�n telef�nica que tuvo con �l durante la cual brot� la idea) es a�n bastante m�s extra�a.

Volvamos al chapucero operador de cine (esta vez necesitamos uno muy chapucero) e imaginemos que insert� la pel�cula doblada en zigzag, como un acorde�n. (Fig. 5). Ver�amos entonces muchas veces al ni�o en bicicleta viajar en el sentido correcto, muchas veces hacerlo hacia atr�s y cabeza abajo, y muchas veces aniquilarse (A), cada vez que un doblez llega al foco. Se�alemos de paso que, al llegar el foco del proyector a un doblez de los de arriba de la pel�cula (C), "se crea" un ciclista y un anticiclista. Como en una de esas obras de teatro, en las que un mismo actor representa todos los papeles entrando y saliendo de la escena repetidamente, Wheeler no descartaba la posibilidad de que todos los electrones del Universo fueran en realidad el mismo electr�n (!) y�ndose para uno y otro lado del tiempo alternativamente.

Deseamos referirnos ahora a una �ltima teor�a de creaci�n del Universo que, aunque todav�a m�s complicada, introduce tangencialmente un tema que m�s adelante necesitaremos considerar. De acuerdo con Alan H. Guth, cuando el Universo tenia apenas 10-35 seg sufri� una explosi�n inflacionaria que duro unos 10-32 seg, durante la cual se expandi� 1025 veces (n�tese que 1025 no tiene un exponente negativo y que es, por lo tanto, una cifra tremendamente grande). Es posible que la energ�a generada en esta fase expansiva fuera parte de la energ�a del Universo. Debemos suponer, para seguir este razonamiento, que el lector est� suficientemente al tanto de la famosa f�rmula de Einstein, E= mc2, o sea, la energ�a es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, y creer� en la trist�sima evidencia de que, en una explosi�n at�mica, la masa se convierte en una terrible fuerza devastadora. Pero la misma f�rmula implica que una gran cantidad de energ�a puede, por el proceso inverso, convertirse en materia. De acuerdo a Guth, una burbuja de espacio-tiempo curvado bastar�a para explicar la g�nesis de la materia del Universo actual, en virtud de la energ�a resultante de la expansi�n. Es oportuno se�alar que, siguiendo a Guth, esas burbujas de espacio-tiempo conten�an originalmente poco o nada de materia y que exist�an en un estado de caos primordial. Cabe se�alar, igualmente, que esos caos tampoco exist�an en el espacio ni en el tiempo, pues ninguno de los dos hab�a sido creado a�n.

Descritas ya las teor�as de la creaci�n universal m�s sobresalientes, pasemos a considerar ahora la estructura adoptada por el Universo, tal y como la explica la teor�a general de la relatividad que, como recordamos, asignaba un papel singular�simo al tiempo.

A mediados del siglo pasado, Nikolai Lobachevski y Janos Bolyai descubrieron que la geometr�a cl�sica de Euclides no era la �nica geometr�a posible, y desarrollaron otra en la que la distancia m�s corta entre dos puntos no es la recta (de la geometr�a euclidiana) sino la geod�sica, y en la que, por ejemplo, la suma de los �ngulos interiores de un tri�ngulo vale menos de 180 grados. Tiempo despu�s, Bernhard Riemann construy� otra geometr�a no euclidiana, cuyo modelo bidimensional es una superficie positiva, en la cual la suma de los �ngulos interiores de un tri�ngulo suma m�s de 180 grados. Esta geometr�a fue tomada luego por Einstein para formalizar su idea de que el Universo es un sistema curvo en cuatro dimensiones; es decir, que se puede considerar al tiempo como cuarta dimensi�n. Si bien Einstein y Minkowski relacionaron el espacio y el tiempo, tambi�n reconocieron que son entidades f�sicamente distintas, lo cual dio origen a nuevas e interesantes ideas de Friedman, Hubble, Lemâitre y De Sitter que, eventualmente, llevaron a la concepci�n actual de que el Universo se est� expandiendo (adem�s de las teor�as se necesit�, por supuesto, una cantidad considerable de informaci�n experimental). Pero, independientemente del modelo cosmol�gico, esas disquisiciones han llevado a la siguiente conclusi�n: "Para saber cu�l es la estructura real del espacio en que vivimos, no es posible salir a medir distancias y �ngulos con reglas y goni�metros �nicamente. Debemos llevar tambi�n una concepci�n geom�trica en la cabeza, es decir, un cuerpo de hip�tesis sobre la f�sica" (Bunge, 1967), o sea, un modelo. Ahora bien, en �ltima instancia, los modelos son construcciones imaginarias generadas por esa masa de neuronas que constituye nuestro sistema nervioso y, como �ste es un libro sobre el tiempo, la vida y la muerte, y no un texto de divulgaci�n de ideas de la f�sica, es conveniente comenzar a llamar la atenci�n sobre la participaci�n del cerebro humano, o sea del observador, en los procesos que se est�n describiendo.

Aunque el espacio-tiempo de Einstein-Minkowski no dependa del observador, la teor�a que elegimos para dar cuenta de �l s� lo es. Tambi�n dependen del observador algunos de los efectos resultantes de la estructura particular de nuestro universo, y que por estar ampliamente difundidos no necesitamos analizar aqu�. Mencionaremos, no obstante, dos que seguramente resultar�n familiares al lector: 1) Todos hemos le�do sobre un par de hipot�ticos mellizos, uno de los cuales emprende un viaje a velocidades cercanas a la de la luz, y al regresar, comprueba que su envejecimiento es much�simo menor al del hermano que no se movi� de su casa. El colmo de esta idea ser�a que alguien pudiera moverse a la misma velocidad de la luz, pues el tiempo no transcurre para nada que se mueva a dicha velocidad. 2) La gravedad no s�lo atrae a los objetos materiales, tambi�n puede atraer a la mism�sima luz. Justamente, los llamados agujeros negros son objetos que poseen una gravedad tan poderosa que atraen a la luz, a tal punto que �sta no puede abandonarlos (como no podr�amos nosotros con un mero salto vencer la gravedad y abandonar la superficie de la Tierra: s�lo nos es posible con un cohete) y por eso resultan negros. Si una nave espacial tuviera la mala suerte de ser atra�da por una agujero negro, su tripulaci�n ver�a que, irremediablemente, se ir�a acelerando y acelerando hacia �l, hasta que finalmente caer�a adentro a una tremend�sima velocidad. Sin embargo, lo curioso es que, seg�n ciertos f�sicos, un observador ubicado fuera (y lejanamente) del agujero negro ver�a que la nave no entra jam�s en �l, pues el tiempo se va frenando. De modo que el tiempo parece depender del sistema de referencia del observador.

A pesar de estos efectos tan raros, en la relatividad especial el tiempo tiene esencialmente el mismo car�cter que en la f�sica cl�sica newtoniana; ese que "fluye" Dios sabe c�mo, o con respecto a qu�, y el uso del espacio-tiempo no implica que el tiempo sea una especie de espacio; tampoco implica que el espacio tenga cuatro direcciones. La diferencia con la f�sica newtoniana consiste en que, en �sta, el espacio y el tiempo no "interaccionan" como lo hacen en la teor�a de la relatividad. El concepto de espacio-tiempo s�lo se usa porque hace a la teor�a matem�ticamente m�s simple.

Es probable que el lector (si todav�a sigue leyendo) tome cum grano salis, o incluso con cierta sorna, estas consideraciones relativistas de conversiones de masa en energ�a y de tiempo frenado por la gravedad. Sin embargo, si recuerda lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, o si se entera de que cerca de su casa est�n por instalar una planta at�mica, comprender� que todas estas teor�as, por m�s caprichosas que parezcan para el sentido com�n, describen y manejan la realidad con una penetraci�n jam�s lograda por una apreciaci�n m�s c�ndida y m�s "sensata".

Vamos a ocuparnos de ese otro basti�n de la direcci�n temporal: la termodin�mica, de la que ya hicimos menci�n en el cap�tulo I.

Todos hemos visitado alguna vez una gruta o un valle en los que el gu�a, en lugar de permitirnos gozar de la vista, nos fastidia una y otra vez ense��ndonos que "aquella roca se parece a la cabeza del Ni�o Jes�s; a esa otra la llamamos El Elefante... la de m�s arriba tiene forma de...", etc. Mientras la naturaleza, librada a s� misma, parece buscar todos los posibles derroteros hacia el caos, la mente humana se empe�a en encontrar orden y en hacer sistematizaciones tanto en lo biol�gico como en lo no biol�gico. Del mismo modo, cuando hacemos un castillo de arena en la playa no nos sorprende que, al d�a siguiente, est� desmoronado por el viento, pisado por mil veraneantes o barrido por las olas. Lo sorprendente ser�a, por el contrario, que de pronto las arenas formaran espont�neamente un castillo con murallas, torres almenadas y foso en derredor. En el mismo orden de ideas, jam�s se ha visto que un vaso de agua azucarada se desendulce formando en el fondo dos angulosos terrones de az�car. En otras palabras: "La flecha del desorden puede ser tomada como flecha temporal", como dijeron todos en un momento, haciendo suya la famosa observaci�n de Arthur Eddington: "El crecimiento de la entrop�a define la direcci�n positiva del tiempo" (v�ase el cap�tulo I).

Sin embargo, tal como se�ala Mario Bunge (1967), esta aseveraci�n es falsa en varios aspectos. Primero, el tiempo aparece en el mism�simo enunciado de la segunda ley de la termodin�mica, porque �sta habla no s�lo del aumento de la entrop�a, sino del aumento de la entrop�a en el tiempo. Segundo, mientras que la segunda ley es estad�stica, el tiempo no es estoc�stico. Para que esto resulte claro, apelaremos nuevamente a una analog�a: el refr�n que dice "De enero a enero la plata es para el banquero", se refiere al hecho de que todos los a�os el casino gana dinero, lo cual no quiere decir, por supuesto, que todos los jugadores hayan perdido todas las veces que han ido a jugar; s�lo quiere decir que fueron m�s los que perdieron que los que ganaron, o bien que un mismo jugador ha perdido m�s veces de las que ha ganado. Lo importante es que a veces alguien pudo haber ganado en contra —podr�amos decir— de las estad�sticas; en cambio, no hay momentos en que el tiempo avance y otros en los que retroceda, sino que (se supone) siempre va para adelante: por eso no es estoc�stico.

Y ya que estamos con estad�sticas, veamos este otro argumento: Poincar� y tambi�n Ehrenfest (1911) han hecho notar que la conducta entr�pica de cualquier sistema aislado (recordemos que el Universo lo es, pues no hay nada extrauniversal), tomada en una duraci�n inmensa, debe ser temporalmente peri�dica. Proporcionaremos una imagen para explicar este concepto: si tengo un dado y me pregunto cu�l es la probabilidad de tirarlo y sacar el lado dos, respondo que tengo ciertas posibilidades a corto plazo de que el dado caiga con el dos hacia arriba. Si a continuaci�n me pregunto cu�l es la posibilidad de que saque un dos y de inmediato un cinco, es probable que el plazo se alargue y que tenga que tirar el dado un rato m�s largo. Si por fin me empe�o en lograr en una secuencia sin cortes la serie 25213664135263, es indudable que ocurrir�n dos cosas: 1) si paso algunos a�os tirando el dado, puede ser que logre la serie que deseo; 2) pero si dispongo de un tiempo suficientemente largo (inmenso), obtendr� en definitiva la secuencia buscada.

Por supuesto, los �tomos del Universo son tantos, que si un dios intentara ordenarlos una y otra vez hasta obtener el ordenamiento que tiene el nuestro, deber�a contar con una paciencia realmente divina para lograrlo; pero, m�s all� de la acci�n de un dios, tanto Poincar� como Ehrenfest se�alan que, en un tiempo inmenso, se va a volver a dar un Universo tal y corno lo vemos. Es cierto que el tiempo que eso consumir�a ser�a impensablemente largo pero, l�gicamente hablando, el arreglo molecular volver�a a observarse. Para decirlo de otro modo: en el Universo considerado por Poincar� no se pasa �nicamente de un estado ordenado a otro desordenado como lo quiere el segundo principio de la termodin�mica, sino que, durante un tiempo enormemente largo, todos los estados, tanto los ordenados como nosotros esperamos como los dem�s, se vuelven a repetir un infinito n�mero de veces. La direcci�n del tiempo que se�ala la segunda ley tiene s�lo un alcance pr�ctico pero, desde el punto de vista l�gico, no hay tal flecha. Cabe se�alar, sin embargo, que Poincar� requer�a que en dicho Universo las part�culas fueran inmutables, es decir, que no sufrieran las creaciones-aniquilaciones que mencionamos en p�ginas anteriores.

Ahora bien, orden es un concepto macrosc�pico que rige a nivel de m�quinas, Organismos y monta�as constituidos por un n�mero enorme de mol�culas. En cambio, a nivel de las part�culas elementales que componen toda la materia de que est� hecho el Universo, se ha encontrado que, quiz� con la �nica excepci�n del decaimiento del mes�n K, los eventos son sim�tricos y no distinguen entre un pasado y un futuro. A nivel microsc�pico no parece haber una flecha temporal. Pero los investigadores no dejan de buscarla (v�ase, por ejemplo, Elskens y Prigogine, 1986). Algo as� como que pudi�ramos aplicar la aseveraci�n "De enero a enero la plata es para el banquero" al conjunto de los jugadores de ese a�o, pero ello no nos permitir�a por cierto, asegurar que el se�or Juan de los Palotes, que en este momento entra muy esperanzado a jugar al casino, va a ganar o va a perder.

El interesado en este tema puede consultar los trabajos de Emile Borel, Nikolai Bogolyubov, Radu Balescu y otros para satisfacer su curiosidad; aqu� nos limitaremos a se�alar que la vida no se encuentra en los �tomos individuales mismos, sino en la forma en que esos �tomos se asocian, es decir, en su orden macrosc�pico. El fen�meno que llamamos vida, como el tema de una melod�a, o la trama de una novela, o la pol�tica, son propiedades (que algunos llaman emergentes) que no tienen sentido a nivel de los componentes individuales: la vida es tan s�lo una cualidad del ensamble jer�rquico de las complejidades de las que hablamos en el cap�tulo I.

Mientras cient�ficos como Ilya Prigogine tratan de demostrar que las estructuras disipativas podr�an haber desempe�ado un papel important�simo en la evoluci�n prebi�tica (los arreglos moleculares de la sopa primitiva en la que apareci� la vida en nuestro planeta), otros, entre los cuales descuellan los de la escuela de Manfred Eigen, se ocupan de la emergencia del orden funcional biol�gico en el espacio informacional constituido por las mol�culas de RNA, de DNA y de polip�ptidos que fueron apareciendo en esa sopa. Esto no quiere decir que los cient�ficos del tipo Manfred Eigen se desentiendan de la segunda ley de la termodin�mica, sino que no asocian tan estrechamente el proceso biol�gico a las estructuras disipativas y a los balances de la entrop�a. Aqu� podr�amos citar incluso a Karl Popper (1965) quien se�al� que durante la incubaci�n de los huevos de los p�jaros, el medio s�lo les brinda entrop�a (o sea que la entrop�a del sistema huevo crece) y, sin embargo, el huevo se organiza en pich�n; por el contrario, si un alpinista se congela, el medio le podr�a estar disminuyendo la entrop�a y sin embargo, lo estar�a matando. Claro que aqu� no estar�amos hablando "de enero a enero", sino tomando un momento muy especial y aciago para el banquero, pero notemos que estamos cayendo en el tema de la carretilla del contrabandista, mencionado al principio del cap�tulo: cuando hablan de las evoluciones de los sistemas en el tiempo, los termodinamistas ya est�n metiendo de contrabando al tiempo; se toman de la brocha para quitar la escalera, de manera que sus disquisiciones sobre los cambios energ�ticos-entr�picos del Universo podr�an no llevarnos a responder la pregunta fundamental de �qu� es el tiempo? Debemos buscar por otro lado.

Si le preguntamos a un fisi�logo qu� sucede cuando primero deseamos levantar un brazo y, a continuaci�n, lo hacemos, nos explicar� los mecanismos por los cuales los m�sculos se contraen, se doblan las articulaciones y... Pero si luego le preguntamos por qu� se contrajeron los m�sculos, nos dar� una larga perorata sobre la conducci�n del impulso nervioso desde el cerebro hasta los m�sculos. Si, no satisfechos a�n, le preguntamos por qu� se generaron esos impulsos nerviosos, nos hablar� del movimiento de iones (K+, Na+, Cl- y Ca++) a trav�s de las membranas celulares. Y si ahora preguntamos por qu� se mueven los iones, nos hablar� de las fuerzas, entre las que mencionar� la diferencia de concentraciones i�nicas entre ambos lados de la membrana neuronal, el potencial el�ctrico y, quiz�s, alg�n gradiente osm�tico, todos ellos perfectamente previstos en sesudas y exactas ecuaciones. Pero como todo hab�a comenzado por nuestro deseo de levantar el brazo, podr�amos preguntarle por qu� no incluy� al deseo entre las fuerzas capaces de mover materia (la de los iones). "Lo que sucede, nos dir�, es que se abren prote�nas en forma de canales, que permiten que las fuerzas impulsen a los iones a trav�s de la membrana." Si a continuaci�n insisti�ramos en preguntarle si, acaso, el deseo abre canales prot�icos, seguramente nos mandar�a a fre�r bu�uelos, porque hay que tener en cuenta que los bi�logos, tal como lo apuntamos en el cap�tulo I, est�n fundando su explicaci�n de la vida sobre bases f�sicas, y la barrera de lo psicol�gico les resulta anatem�tica.

Lo ir�nico es que, por su parte, algunos f�sicos se est�n transformando en fisi�logos y psic�logos. Discutir las razones de ese cambio nos puede servir para analizar otra de las v�as posibles para enfrentar la pregunta de �qu� es el tiempo?

No encontramos respuesta a �qu� es el tiempo? en los sistemas macrosc�picos, porque cuando se trata de entender sistemas con un n�mero grande de part�culas, tales como un organismo, un planeta o todo el Universo, hay que manejarse con leyes estad�sticas, de las cuales las de la termodin�mica son un ejemplo. Vamos pues a la otra punta, a la de las part�culas elementales, de las cuales ya dijimos que no distinguen entre un pasado y un futuro, pues sus reacciones se cumplen con igual frecuencia para cualquier lado. Como los sistemas de part�culas no distinguen entre pasado y futuro, las perspectivas de extraer ense�anzas sobre el tiempo, la vida y la muerte son pocos. Sin embargo... veamos.

Todo lo que tiene que ver con la materia implica fen�menos cu�nticos. Cuando se trata con sistemas macrosc�picos no es muy necesario tomar a los fen�menos cu�nticos en consideraci�n, pero cuando se trata de una mol�cula en una neurona y, m�s a�n, cuando se sabe que aparentemente la cabeza funciona con base en est�mulos el�ctricos que incluso parecen ser iniciados "por el deseo", quiz� no sea tan mala idea revisar un poco algunas caracter�sticas de los fen�menos cu�nticos.

En el primer cuarto de nuestro siglo, quienes cre�an que las part�culas elementales eran realmente part�culas pod�an describir con toda propiedad sus conductas. Otros f�sicos, en cambio, que cre�an que las part�culas elementales no eran en realidad part�culas sino ondas, pod�an describir sus conductas con el mismo �xito. Esta situaci�n termin� cuando se advirti� que si se elige observarlas como part�culas aparecen como part�culas, pero que si en cambio se elige observarlas como ondas, son ondas. Aceptar que las cosas son as� se conoce con el nombre de principio de complementariedad; en otras palabras, esto quiere decir, ni m�s ni menos, que el Universo (la materia que lo compone) tiene una naturaleza complementaria, que se conoce como la dualidad onda-part�cula. De acuerdo al principio de complementariedad, no existe la forma de realidad que llamamos com�nmente "realidad", sino hasta que dicha realidad es percibida. Pero esta percepci�n depende de nuestra elecci�n de qu� y c�mo observar. De modo que somos nosotros, los observadores, quienes, al menos en el caso de las part�culas elementales, propiciamos una forma de realidad u otra. La conclusi�n que sacan algunos de esta situaci�n es que la objetividad no es m�s que una ilusi�n. Por eso, de acuerdo a Niels Bohr, el �tomo, y de acuerdo a Eugene Wigner, el mundo, son fantasmas h�bridos que pasan a tener la existencia que les atribuimos cada vez que los observamos. A su vez, David Bohm ha se�alado que la antigua divisi�n del mundo en sujeto y objeto, o en mundo interno y mundo externo ya no resulta adecuada. Cada uno de nuestros pensamientos transforma y da forma al mundo f�sico por medio de la elecci�n de observarlos.

Hay una posici�n en f�sica que toma al toro por las astas, y se propone averiguar qu� demonios hay en la mente del observador que le hace ver el mundo tal como lo ve y salir con modelos tan extra�os. �ste ser� el tema que trataremos a continuaci�n.

Niels Bohr hab�a se�alado que la f�sica no nos dice c�mo es el mundo, sino qu� podemos conocer de �l. Einstein dec�a, a su vez, que la propiedad que m�s le impresionaba del Universo era su comprensibilidad. Vamos a introducir el tema, una vez m�s, por medio de una analog�a.

Supongamos que dos turistas salen a conocer la ciudad de M�xico, uno armado de una c�mara fotogr�fica y el otro con una grabadora, y que luego env�an a Buenos Aires sus fotos y sus cassettes. Los porte�os podr�n entonces hacerse una idea de c�mo visten los mexicanos, qu� cara tienen, c�mo son sus avenidas, qu� veh�culos usan, c�mo es su idioma, c�mo cantan los p�jaros, qu� m�sica tocan los mariachis, c�mo pregonan sus vendedores. Pero no podr�n tener la menor noci�n del gusto de los chiles en nogada. de si las bugambilias huelen o no, de si la temperatura es templada (a no ser que lo infieran secundariamente por las vestimentas que ven en las fotos). Podr�amos decir aqu�: "Dime c�mo es tu aparato para captar la realidad (en este caso la c�mara y la grabadora) y te dir� qu� esquema de la realidad podr�s formarte."

Como el hombre tiene ojos que captan el peque��simo rango de frecuencias electromagn�ticas que llamamos luz, los antiguos ya sab�an que nuestra realidad incluye estrellas; pero luego, cuando se supo de radiaciones m�s cortas y m�s largas, los astr�nomos montaron aparatos capaces de captarlas y descubrieron as� radioestrellas y radiogalaxias, que no son menos reales que las visibles. Y as�, se han ido extendiendo nuestros sentidos con aparatos que nos informan que nuestra realidad incluye virus y electrones, y que nos hacen conocer el otro lado de la Luna. Pronto se cay� en la cuenta de que, al igual que los turistas de la c�mara fotogr�fica y la grabadora, la realidad que podemos abarcar est� condicionada a las caracter�sticas del observador.

Si en el Universo no hubiera aparecido un tipo de vida que evolucion� hasta generar seres como nosotros, no estar�amos aqu� para captarlo. Pero ahora que estamos aqu�, lo captamos, y sobre todo, seg�n lo vamos comprendiendo, surgen caracter�sticas sospechosas. Paul Dirac, que se hab�a maravillado ante ciertas curiosas relaciones entre magnitudes y n�meros sin dimensiones, sostuvo que deb�a haber una conexi�n causal entre todas ellas. Para mayor abundamiento: todos hemos o�do de gigantes como Gulliver y otros por el estilo, engendrados por la m�s pura fantas�a. �Podr�a existir un gigante humano. de cincuenta metros de altura? No. Hay much�simas razones para que un Gulliver sea imposible. Vamos a enumerar algunas. Primero, para enviar sangre a su cerebro a la presi�n necesaria, su coraz�n deber�a bombear con tal fuerza que los capilares de sus pies, cincuenta metros m�s abajo, reventar�an. Segundo, el gigante ser�a ciego, pues los humores de sus ojos, de un metro de di�metro, absorber�an la luz de tal modo que sus retinas estar�an a oscuras. En tercer lugar, ser�a mudo, porque a causa de su exagerada longitud, sus cuerdas vocales vibrar�an a una frecuencia demasiado baja como para ser audible. Ya que sus t�mpanos y los huesesillos de sus o�dos no podr�an vibrar a la frecuencia de la voz de los hombres, en cuarto t�rmino sería sordo. En quinto lugar, Broad (1937) se�alaba que los objetos que se perciben con el tacto, la vista, la audici�n y el olfato no tienen caracter�sticas comunes (por ejemplo, el verde no tiene gusto a nada, el aroma de las rosas no suena), y que si bien podr�an ser percibidos como espacios diferentes, lo que los unifica es el sentido del tiempo. El "darse cuenta" (awareness) del presente unifica y hace correspondientes al sentir con el pensar. Es probable entonces que el mentado Gulliver no pudiera ser ni siquiera el observador que requiere la mec�nica cu�ntica. Resultado: es probable que para captar la realidad que captamos tengamos que ser como somos.

Pero el principio antr�pico, como hoy lo designan quienes exploran este aspecto cosmol�gico tan peculiar, va m�s all�: no s�lo demanda que en alguna estrella (como el Sol) haya planetas (como la Tierra) con las condiciones de temperatura, humedad y composici�n qu�mica como las que tenemos, sino que para que el Universo sea como creemos que es, es preciso que sea observado por observadores como nosotros.

Ya Gottfried Wilhelm von Leibniz, fil�sofo y matem�tico alem�n que vivi� entre 1646 y 1716, hab�a propuesto que hay infinitos mundos posibles, cada cual internamente consistente y con sus propias caracter�sticas. En uno de esos mundos, Julio C�sar cruza el Rubic�n y en otros no lo cruza; en uno Judas traiciona a Cristo y en otro no (aqu� aconsejamos al lector que se ayude con el cuento de Jorge Luis Borges, "El jard�n de senderos que se bifurcan". Por supuesto, no lo convencer�, pero al menos leer� un buen cuento). De acuerdo a Leibniz hay un principio de realidad (que Leibniz a veces llam� econom�a, otras perfecci�n, otras optimaci�n) que nos hace seleccionar la realidad inteligible y comunicable que compartimos.

La cineteca contiene pel�culas cuyas fotos muestran al villano preso y tambi�n cometiendo la fechor�a; a Charlie Chaplin con �ste o el otro pie apoyado en el piso; el funeral del presidente L�pez Mateos y al mismo presidente leyendo un informe de su gobierno, o asumiendo la primera magistratura. S�lo cuando hacemos "fluir" las pel�culas y las presentamos (no pasemos por alto la etimolog�a de esta palabra) tras la lente de un proyector, tenemos la sensaci�n de que el tiempo fluye, y comprendemos que el villano va preso por su fechor�a, Charlie Chaplin corre y L�pez Mateos primero asume, luego informa y finalmente muere y es llevado a un pante�n. Si alguien recortara, foto por foto, todas las pel�culas de la cineteca y las mezclara, no tendr�amos ning�n modelo explicativo para entender lo que sucede en ellas (ser�a un caos). S�lo cuando ej�rcitos de compaginadores formularan teor�as sobre sus posibles secuencias y las volvieran a ensamblar en su sentido original, las podr�amos entender.

En resumen: este bosquejo de algunas —y no siempre aceptadas— posiciones sobre la naturaleza de la realidad no nos ayudaron a contestar la pregunta �qu� es el tiempo?, pero ha llamado nuestra atenci�n hacia el observador. Este observador tiene sentidos que captan ciertas se�ales de esa realidad, las organizan y explican con un aparato ps�quico estratificando en planos conscientes e inconscientes. Estos niveles y estos planos aparecieron, a su vez, como una consecuencia de la evoluci�n de la vida en el planeta.

NOTAS

1 Este mismo tipo de trampa suele aparecer en expresiones tales como "El tiempo en la Evoluci�n", "El tiempo en la Historia", "El tiempo en la M�sica", situaciones que tienen que ver, en realidad, con la evoluci�n, la historia y la m�sica en el tiempo. V�ase, por ejemplo, S. J. Gould y colaboradores, 1987 y Winfree (1987).

2 Un cron�metro com�n aprecia una cent�sima de segundo (0.01seg.), cifra que se anota 10-2 seg; en cambio 10-43 seg. es igual a 0.000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 1 segundos (no se moleste en contar; despu�s del punto hay 42 ceros), duraci�n que se denomina Tiempo de Planck.

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