IV. TRATADOS DE CONTROL DE ARMAS NUCLEARES

EN EL a�o 1957 la Asamblea General de las Naciones Unidas cre� el Organismo Internacional de Energ�a At�mica (IAEA), destinado a proveer con material fisionable a aquellos pa�ses que desearan emprender proyectos nucleares pac�ficos. Esta agencia ha logrado su objetivo de impulsar variados usos no b�licos de la energ�a nuclear, pero esto no ha resultado un obst�culo para que el arsenal nuclear mundial crezca a un ritmo cada vez mayor.

Muchos f�sicos nucleares de la generaci�n de Los �lamos asumieron roles de responsabilidad en la pol�tica cient�fica estadounidense de los a�os 50 y 60. Se podr�a resumir la posici�n de la mayor�a de estos cient�ficos como un abierto compromiso con la seguridad nacional aunado a un apoyo igualmente entusiasta del control armamentista. El presidente Eisenhower cre� el puesto de Asesor Presidencial Especial para Ciencia y Tecnolog�a y un Comit� Consejero Presidencial para Ciencia y Tecnolog�a. Se opina que el rol de estos consejeros fue clave en la decisi�n de John Kennedy para firmar el Tratado de Prohibici�n de Ensayos Atmosf�ricos (ATBT) en 1963.

Los ensayos nucleares hasta 1962 se realizaban todos en la atm�sfera y por consiguiente se depositaba una cantidad inmensa de materiales radiactivos en el aire, sustancias que se distribu�an posteriormente a toda la atm�sfera terrestre. Hasta esa fecha hab�an ocurrido alrededor de 500 explosiones nucleares, de las cuales unas 300 correspond�an a los Estados Unidos, 180 a la Uni�n Sovi�tica, 25 a la Gran Breta�a y 4 a Francia. Como consecuencia, la carga radiactiva de la atm�sfera alcanzaba niveles peligrosos para la vida en nuestro planeta. Se calcula que ya se hab�an inyectado 10 toneladas de plutonio a la atm�sfera. �ste cae de regreso a la superficie en un par de a�os y pasa a formar parte del ecosistema terrestre y acu�tico. (El plutonio es un elemento sumamente t�xico, ya que despu�s de ser ingerido o inhalado se instala permanentemente en el esqueleto, el h�gado y los pulmones. Es radiactivo, y la radiaci�n que emite puede causar serios da�os, como tumores �seos o pulmonares. Basta ingerir algunas millon�simas de gramo de plutonio para que la salud corra un gran riesgo.) El conocimiento p�blico de estos hechos fue conseguido en gran parte gracias a la campa�a informativa organizada por el cient�fico Linus Pauling y que lo hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz 1961. Esto, unido al efecto causado por la irradiaci�n accidental de pobladores durante el ensayo Bravo en las islas Marshall, ayud� a que en 1963 se lograra un acuerdo internacional que prohibi� las pruebas nucleares en la atm�sfera, el espacio exterior y bajo el agua, permitiendo solamente las explosiones subterr�neas que no causan liberaci�n de radiactividad al ambiente. El ATBT fue firmado por m�s de 100 pa�ses, incluidos los Estados Unidos, la URSS y Gran Breta�a. Ni Francia ni China lo suscribieron y continuaron su experimentaci�n al aire libre. Las pruebas francesas cesaron apenas en 1974, despu�s que las protestas de los pa�ses del Pac�fico Sur, que eran los m�s directamente afectados por la radiactividad, fueron llevadas ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

El Tratado de No Proliferaci�n Nuclear, destinado a impedir que nuevos pa�ses ingresaran al "club nuclear", se firm� en 1968. Las naciones que firmando el tratado renunciaron al desarrollo de sus propias armas nucleares lo hicieron a cambio de asistencia t�cnica en tecnolog�a nuclear no b�lica. La IAEA se encarga de la inspecci�n que asegura el buen uso de la ayuda. Las naciones del club, por su parte, se comprometen a no traspasar informaci�n ni ayuda en asuntos que pudieran llevar a la fabricaci�n de bombas por otros pa�ses. Los pa�ses que ya pertenec�an al club en 1968 no son inspeccionados por el Organismo. Muchas naciones no firmaron este tratado protestando que las potencias nucleares no hacen nada para evitar la proliferaci�n de armas dentro de sus propios territorios. Entre los no firmantes se encuentran Brasil, Argentina, Pakist�n, India, Israel y Sud�frica, todos ellos con la capacidad reconocida de desarrollo de armas nucleares. Es interesante indicar que ya en 1947 la Uni�n Sovi�tica hab�a propuesto un tratado de no proliferaci�n que inclu�a a todas las naciones dentro de las medidas de control internacional. Este proyecto, mucho m�s poderoso que el vigente, no lleg� a ninguna parte debido a la poca atenci�n despertada entre los responsables estadounidenses de la �poca.

En 1972, se firm� un tratado, conocido como el Tratado de los Misiles Antibal�sticos (ABM), que fue la culminaci�n de a�os de conversaciones —llamadas SALT I— entre los Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica respecto de la limitaci�n de armas estrat�gicas. El tratado, junto con sus modificaciones posteriores, limita el desarrollo de sistemas antibal�sticos para la defensa del territorio y s�lo permite la instalaci�n de uno de tales sistemas en cada pa�s. A la fecha de la firma del tratado, la URSS ya contaba con una red de misiles interceptores en las cercan�as de Mosc�, y hasta el presente contin�a moderniz�ndolo dentro de la limitaci�n de un m�ximo de 100 misiles en el sistema defensivo establecida por el tratado. Los Estados Unidos, en 1969, hab�an comenzado la construcci�n del complejo Safeguard, en Grand Forks, Dakota del Norte, equipado con misiles interceptores del tipo Spartan y Sprint. Despu�s de invertir 7 000 millones de d�lares, el proyecto fue abandonado en 1976 debido a que no ofrec�a la protecci�n esperada. (En 1968 el f�sico Hans Bethe hab�a declarado en el Massachusetts Institute of Technology que tal sistema de defensa nunca funcionar�a, y en 1969 una sesi�n especial de la reuni�n de primavera de la Sociedad Norteamericana de F�sica en Washington, D. C., hab�a concluido con una marcha de f�sicos hacia la Casa Blanca para solicitar que el proyecto no se aprobara.) Tal como se ve en el cap�tulo VIII, los acuerdos de este tratado han resultado un obst�culo serio para el plan de defensa estrat�gica (SDI) actualmente impulsado por el presidente Reagan.

Siendo J. Carter el presidente, los Estados Unidos llevaron a cabo otra larga serie de conversaciones —SALT II— con la URSS, que culminaron con la firma de un tratado que limitaba de manera detallada la cantidad de cada tipo de arma estrat�gica nuclear que cada pa�s pod�a poseer, incluso algunas todav�a no construidas. El tratado, por ejemplo, limita los ICBM a 1 400 sovi�ticos y 1 054 estadunidenses. En cuanto a los misiles con MIRV, se limita a 10 el n�mero de cabezas nucleares que cada veh�culo puede llevar. Desgraciadamente, el tratado no fue nunca ratificado por el Congreso de los Estados Unidos, tr�mite indispensable para su valor legal. Sin embargo, sus cl�usulas han sido cumplidas por ambos pa�ses en lo que se refiere a los tipos de armas construidas despu�s de la firma.

Otros dos tratados recientes no han sido ratificados por el Senado estadounidense. Se trata del Tratado de Umbrales, firmado en 1974 por Nixon, que prohibe ensayos de armas que sobrepasen los 150 kilotones, y el Tratado de Explosiones Nucleares Pac�ficas, firmado por Ford en 1976, que permite el uso conjunto de varias bombas detonadas con usos pac�ficos, siempre que ninguno de los artefactos sobrepase los 150 kt. A pesar de no haber sido ratificados, ambas potencias se han comprometido a cumplir estos acuerdos, y as� ha ocurrido hasta el momento.

Existe adem�s una serie de tratados que prohiben la fabricaci�n de armas nucleares en zonas geogr�ficas espec�ficas del planeta y fuera de �l. En 1959, todos los pa�ses que pretenden poseer territorios en la Ant�rtida firmaron un tratado que desmilitariza el continente. El tratado permite y reglamenta la inspecci�n de las bases de investigaci�n instaladas en la zona con el fin de comprobar el car�cter no b�lico de las actividades desarrolladas. El Tratado del Espacio Exterior, de 1967, proscribe la colocaci�n de armas de destrucci�n masiva en la Luna, cuerpos celestes, y en �rbita alrededor de la Tierra. El Tratado de Fondos Marinos, firmado en 1971, prohibi� instalar armas nucleares en los lechos marinos, aunque permite su utilizaci�n para el libre desplazamiento submarino de sistemas b�licos nucleares.

Am�rica Latina es la �nica regi�n habitada del planeta libre de arsenales nucleares. En 1963, se iniciaron gestiones promovidas por cinco presidentes latinoamericanos para declarar la regi�n zona desnuclearizada. Con el apoyo de la ONU, en 1967 se firm� el Tratado de Tlatelolco, que prohibe las armas nucleares en Am�rica Latina. El mismo tratado establece medidas de salvaguardia para controlar el cumplimiento de la ordenanza. El creador intelectual del tratado, el mexicano Alfonso Garc�a Robles mereci� el Premio Nobel de la Paz en 1982 por este logro. A la fecha, todos los pa�ses latinoamericanos, excepto Cuba y Guyana, lo han firmado, aunque tres de los signatarios a�n no lo ratifican. Adem�s del tratado, existen dos protocolos adicionales: el primero, se aplica a pa�ses que tienen territorios bajo su responsabilidad dentro de la zona geogr�fica del tratado. A estos pa�ses se les aplica la exigencia de desnuclearizaci�n de la regi�n contenida en el documento, pero no el sistema de control. Inglaterra, Holanda, Estados Unidos y Francia han suscrito el primer protocolo. El segundo protocolo est� dirigido a los pa�ses del club nuclear, invit�ndolos a comprometerse a no contribuir de modo alguno a la nuclearizaci�n de la zona. Inglaterra, Estados Unidos, la Rep�blica Popular de China, Francia y la Uni�n Sovi�tica han firmado. Los tres pa�ses latinoamericanos no ratificantes son Argentina, Brasil y Chile. Las posiciones brasile�a y chilena son similares, ya que condicionan la participaci�n de sus pa�ses en el Tratado a la participaci�n colectiva de todos los pa�ses de la regi�n y a la suscripci�n de los protocolos por todos los pa�ses con posesiones en la zona y por todos los Estados nucleares. Argentina, el pa�s de mayor desarrollo nuclear de la regi�n, al firmar el Tratado en 1967 interpret� uno de sus art�culos como autorizaci�n para realizar explosiones nucleares no b�licas en la regi�n. M�xico postul�, con el apoyo de los Estados Unidos y la URSS, que tales explosiones quedaban prohibidas.

El actual gobierno civil argentino ha prometido estudiar la posible ratificaci�n del documento, hecho que podr�a ser seguido por igual actitud brasile�a y chilena.

Mientras se escribe este libro (fines de 1987), hay indicios de un posible acuerdo entre los Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica para retirar los misiles de alcance corto e intermedio del continente europeo. De firmarse tal acuerdo se dar�a un paso importante hacia el desarme, pues ser�a la primera acci�n en estas cuatro d�cadas de armamentismo nuclear que implique la destrucci�n de arsenal ya existente e instalado.

Todos los tratados existentes hasta la fecha reglamentan y controlan el n�mero de armas nucleares y ciertas caracter�sticas que deben cumplir las pruebas a que se someten los artefactos. Sin embargo, es evidente que estas medidas internacionales han fracasado rotundamente como impedimentos para el crecimiento continuo de los arsenales nucleares de las dos grandes potencias. La mayor�a de los pa�ses est� de acuerdo en que un paso fundamental para lograr un alto en la carrera armamentista, seguido por �ltimo de una disminuci�n en la cantidad total de artefactos b�licos, ser�a la firma de un acuerdo que proh�ba totalmente los ensayos nucleares. Al menos en dos ocasiones entre 1961 y 1982, los Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica se han sentado a la mesa de conversaciones para intentar llegar a un acuerdo sobre prohibici�n total de ensayos nucleares, pero diversas circunstancias pol�ticas han impedido que esta resoluci�n se logre. Durante el mandato del presidente Carter se lograron avances significativos hacia la obtenci�n de un acuerdo, sobre todo en lo referente a la verificaci�n del cumplimiento de un posible acuerdo de prohibici�n. Ambas potencias estuvieron de acuerdo, en principio, en permitir voluntariamente un sistema de inspecci�n de sus instalaciones b�licas. Esto incluir�a la instalaci�n de instrumentos sismogr�ficos de uno en el territorio del otro que, al funcionar continuamente, enviar�an informaci�n indicativa de cualquier violaci�n a los t�rminos de la restricci�n. Estas negociaciones no llegaron a buen fin, y el 19 de julio de 1982 el presidente Ronald Reagan anunci� p�blicamente el fin de las negociaciones terminando con 20 a�os de inter�s oficial en el asunto.

Detr�s de las intenciones aparentes de los representantes que llevan las negociaciones se ocultan fuertes presiones, tanto en favor como en contra de lograr un acuerdo de prohibici�n total de ensayos nucleares. Los m�s firmes defensores de las pruebas de artefactos nucleares se encuentran en los laboratorios dedicados al dise�o y fabricaci�n de las armas. En los Estados Unidos, estos son el Laboratorio Nacional de Los �lamos, en Nuevo M�xico, y el Laboratorio Nacional Livermore, en California.

Los ensayos ocurren en el terreno de pruebas de Nevada, al norte de Las Vegas. Seg�n los defensores de los ensayos de artefactos nucleares, �stos son indispensables para asegurar la confiabilidad de las armas nucleares ya existentes, proveer nuevos dise�os para armas nucleares que reemplacen las ya anticuadas o ineficientes dentro del arsenal actual, fabricar armas nucleares con mejores caracter�sticas de seguridad, investigar nuevos conceptos tecnol�gicos en la fabricaci�n de armas, aumentar el conocimiento fundamental en cuanto al funcionamiento de una bomba nuclear, y para mantener la capacidad y habilidad de los cient�ficos e ingenieros dedicados a la industria b�lica. Junto con estos argumentos, muchos de ellos discutibles, sobre seguridad nacional, no hay que olvidar que la industria de las armas es una empresa como cualquiera otra, y que una prohibici�n de ensayos y suspensi�n de desarrollo y fabricaci�n de nuevos artefactos ser�a su ruina financiera.

El f�sico Glenn Seaborg, quien fuera director de la Comisi�n de Energ�a At�mica estadounidense durante el gobierno de J. Kennedy, relata en su libro Kennedy, Krushchev y la prohibici�n de ensayos los detalles de las negociaciones que culminaron con la firma del Tratado de Prohibici�n de Ensayos Atmosf�ricos en 1963. Seaborg, debido al cargo que ocupaba, tuvo participaci�n activa en los cinco a�os de deliberaciones previos a la firma del acuerdo. Al reconocer su propio inter�s —entonces y ahora— por lograr la prohibici�n total de pruebas, declara que tanto Kennedy como Krushchev estaban convencidos de que tal acuerdo ser�a una medida importante para la paz del planeta, pero presiones internas en cada pa�s impidieron que los mandatarios pudieran firmar una prohibici�n absoluta. Seaborg relata una serie de incidentes en que acciones de los laboratorios norteamericanos de armamentos han logrado influir en la posici�n del mandatario, ya sea con promesas de nuevas armas para el futuro cercano que, por supuesto, requieren de pruebas para su fabricaci�n, o bien con el usado argumento de que los sovi�ticos "hacen trampa" respecto de los tratados actuales, y por lo tanto burlar�an cualquier prohibici�n total de ensayos. Respecto a las promesas de nuevas armas, en 1957 Edward Teller ofrec�a al presidente Einsenhower armas nucleares sin lluvia radiactiva dentro de un plazo de siete a�os ... Es opini�n generalizada que �stas no han sido a�n inventadas. En cuanto a violaciones sovi�ticas del Tratado de Umbrales, sism�logos respetables, fuera del medio b�lico, declaran no haber detectado ninguna explosi�n superior al l�mite de 150 kt.

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