XI. LAS MIGRACIONES DE LOS ORGANISMOS MARINOS

SEA cual sea el r�gimen de vida de los animales marinos pel�gico, nect�nico o bent�nico, existe como norma general el hecho de que realizan una serie de desplazamientos o migraciones de muy diversos tipos, donde cada fase de sus vidas se desarrolla en un determinado lugar; estos lugares dependen, a su vez, de ciertas condiciones ambientales tanto de orden fisicoqu�mico como biol�gico y, sobre todo, en este �ltimo aspecto de la alimentaci�n, necesidad biol�gica que impulsa a los seres vivos a penosos y prolongados viajes y los condena a una vida inquieta y n�mada.

Las migraciones de los peces son las que mejor se presentan para explicar estas caracter�sticas de la vida marina, encontr�ndose dentro de ellas las formas m�s variadas de desplazamientos que responden, principalmente, a necesidades de nutrici�n y reproducci�n.

Las migraciones para alimentarse o tr�ficas tienen por objeto la b�squeda del alimento para el crecimiento, desarrollo individual y consecuci�n de la maduraci�n sexual. En �stas, los peces se desplazan de un lugar a otro produci�ndose grandes concentraciones de ellos, dando origen a enormes card�menes que han sido aprovechados en las pesquer�as.

Las migraciones reproductoras, llamadas tambi�n gen�ticas, son las m�s curiosas ya que permiten observar que rara vez la vida de los peces se desarrolla en un mismo lugar. Suelen nacer en uno, desarrollarse en otro y retornar al primero para reproducirse, aunque en ocasiones pueden ir a otro con caracter�sticas similares.

Estas migraciones reproductoras tienen amplitud variable, pues mientras unos peces apenas si se alejan de sus lugares de nacimiento, hay otros que recorren cientos de kil�metros para reproducirse.

Una vez que se lleva a cabo la reproducci�n, el pez se encuentra agotado por el esfuerzo realizado en la migraci�n y por la elaboraci�n de sus productos sexuales; sin embargo, retorna a los lugares de alimentaci�n donde inicia el nuevo ciclo, acumulando reservas para poder emprender, llegado el momento una vez m�s su migraci�n reproductora.

Es importante considerar que entre los peces, algunos se mueven exclusivamente en el seno de las aguas marinas, como el arenque y el at�n mientras que otros pasan del mar a los r�os debido a que s�lo en ellos encuentran las condiciones necesarias para la reproducci�n, llam�ndoseles an�dromos, como el caso del salm�n; o bien para efectuarla descienden de los r�os al mar, denomin�ndoseles cat�dromos, como lo hace la anguila.

La �poca de la reproducci�n se manifiesta por estas migraciones que representan verdaderas epopeyas para conseguir una abundante procreaci�n que asegure la conservaci�n de la especie sobre las aguas.

Entre todas las migraciones reproductoras realizadas por los peces, ninguna tan maravillosa como la que efect�a la "anguila com�n de agua dulce": viaje de ida de los progenitores desde las aguas continentales a las grandes profundidades oce�nicas y viaje de retorno de los descendientes, durante el que sufren curiosos cambios y transformaciones para ir en busca de lejanos parajes, en las partes m�s intrincadas de las cuencas fluviales, entre riscos y monta�as, lugares donde vivieron sus progenitores.

A la anguila nunca se le ha observado reproducirse en aguas dulces, y aunque no tiene la menor apariencia de ser un pez marino, lo es parcialmente y s�lo en determinada �poca de su vida. Hoy se sabe que cuando el animal presiente la llegada de la �poca de la reproducci�n, abandona el lugar donde habitualmente se encuentra, habiendo permanecido ah� de 8 a 10 a�os, y emprende una accidentada peregrinaci�n para llegar al mar, lo que se hace m�s dif�cil para aquellas anguilas que viven en lagos o estanques cerrados, que se ven obligadas a arrastrarse a trav�s de los campos, serpenteando por ellos hasta alcanzar, con instinto exacto, un curso de agua pr�ximo que puede llevarlas al mar.

Al llegar al mar no termina su migraci�n: ya en �l, tiene que emprender una viaje de miles de kil�metros, que parece dif�cil de realizar para un animal de tan escasos medios de propulsi�n, el cual les conduce a los grandes fondos oce�nicos en los que encuentran las condiciones adecuadas de salinidad, presi�n y temperatura para efectuar su reproducci�n, crear nuevos miembros de su especie y morir.

Durante su �ltima estancia en los r�os, las anguilas han comido vorazmente toda clase de animales acu�ticos, acumulando reservas para el largo viaje, en el que no ingieren alimento.

Durante estas traves�as se re�nen en grupos que emprenden una asombrosa migraci�n. Las anguilas de los pa�ses europeos se ponen en camino, y nadando por los parajes m�s profundos llegan, despu�s de 4 000 kil�metros recorridos, a los fondos del Mar de los Sargazos, a unos 500 metros de profundidad y a 15°C, en donde los individuos de uno y otro sexo maduran, efect�an el desove, y cada hembra pone hasta 9 millones de huevos que son fecundados por el esperma que los machos liberan tambi�n en el agua. Las anguilas, extenuadas por el viaje, mueren por el esfuerzo de la puesta y la fecundaci�n.

Unos d�as despu�s, eclosionan de los huevos unos pececillos aplanados, transparentes, que los naturalistas durante alg�n tiempo consideraron como diferentes a las anguilas y a los que dieron el nombre de leptoc�falos, hasta que estudios posteriores determinaron con exactitud su verdadera naturaleza de larvas de anguilas; no obstante se les dej� ese mismo nombre.

Si el viaje de las anguilas asombra, el de regreso de estos leptoc�falos causa gran admiraci�n: desde el fondo de los Sargazos hasta las costas de Europa tardan las cr�as de anguilas 4 a�os para llegar, tiempo que se estima insuficiente para que seres tan delicados salven esta distancia aun suponiendo que los propios movimientos de las aguas favorecen esta migraci�n de retorno. Cuando los leptoc�falos se acercan ya al final de su viaje y est�n pr�ximos a las desembocaduras de los r�os, sufren una metamorfosis que cambia profundamente su morfolog�a y tratan de ganar los cursos de los r�os que remontan tambi�n formando grupos.


Figura 27. Diferentes estados larvarios de la anguila.

 

No todas las anguilas juveniles que se aproximan a las costas penetran en los r�os; muchas de ellas se quedan en las profundidades de las desembocaduras, y de acuerdo con su residencia en las aguas dulces o saladas se define su sexo, hasta ese momento indiferenciado. Las que se adentran en las corrientes de aguas dulces y prosiguen su viaje ser�n todas hembras, mientras que las que permanecen en las desembocaduras se determinan como machos.

En este momento, el aplanado leptoc�falo se transforma en una anguila juvenil llamada "angula" transparente, que al poco de navegar por las aguas dulces se hace opaca y se convierte en una verdadera anguila, que crece a medida que se acerca al curso alto de los r�os, desde donde regresar� el mar cuando la �poca de reproducci�n llegue.

Al penetrar las angulas en los r�os es cuando se les captura en enormes cantidades, constituyendo un manjar muy estimado por los aficionados al buen comer; estas dos caracter�sticas han ocasionado que la poblaci�n de anguilas haya disminuido y que su costo se incrementara.

Migraciones an�logas efect�an los salmones, pero en sentido inverso, porque estos peces viven en el mar, donde engordan de un modo considerable hasta que llega la �poca de su reproducci�n; cuando han engordado lo suficiente, se dirigen al continente salvando las corrientes de los r�os, nadando con energ�a contra la corriente; ni las cascadas representan para ellos obst�culos infranqueables: las vencen por medio de saltos y llegan extenuados a los apacibles criaderos de las partes altas de los r�os, donde se reproducen.

Esta migraci�n, que resulta asombrosa admira m�s cuando se observa que en ella los salmones no comen y las enormes energ�as que tienen que desplegar se crean a expensas de los propios tejidos del pez que se consumen durante su gran viaje. La larva del salm�n sale del huevo depositado en el fondo de un r�o de monta�a, donde sus padres desovan y fecundan. En ese r�o viven los peque�os salmones durante 2 a�os; al cabo de ese tiempo, se re�nen por millones y se ponen en camino. Descienden r�o abajo hacia el mar, con la cola hacia adelante y la cabeza orientada hacia su lugar natal. Durante 3 o 4 a�os el salm�n permanece en el mar, generalmente en aguas muy profundas, donde se alimenta de arenque, creciendo con rapidez.

Despu�s inician nuevamente su migraci�n hacia los lugares de desove; cuando se re�nen en las desembocaduras de los r�os, dispuestos a remontar la corriente, est�n ya gordos y alcanzan casi un metro de longitud. Su seguro instinto les lleva al r�o natal, donde la hembra deposita unos 20 mil huevos que luego son fertilizados por el macho.

Una vez realizada la puesta, emprenden el camino de regreso al mar; agotados muchos mueren sin llegar a alcanzar este objetivo. El ciclo se cierra cuando al cabo de 2 a 6 meses los huevos se abren y los salmoncitos crecen e inician su migraci�n hacia el mar. Es admirable que sean capaces de partir de las profundidades del oc�ano y llegar a encontrar exactamente aquellas aguas del r�o en las que hab�an nacido a�os antes.

Figura 28. Migraci�n r�o arriba de los salmones.

Otros peces, efect�an tambi�n migraciones, pero no son tan notables y destacadas porque se producen dentro del propio oc�ano; un ejemplo de esto lo representa el at�n del Atl�ntico, que tiene su cuerpo fusiforme de color azul met�lico y fuertes m�sculos con aletas estrechas, en forma de media luna, por lo que se deslizan en el agua con sorprendente rapidez y facilidad.

Se observa que en primavera, frente a las costas del sudoeste de la pen�nsula ib�rica, se re�nen millares de individuos formando grandes bancos de atunes. En su avance se mantienen pr�ximos a la superficie y paralelos a la costa, son los llamados "atunes de reproducci�n o de arribada" que, tras haber pasado el invierno en el Atl�ntico, acuden a reproducirse a los mismos lugares en que lo han hecho los miembros de su especie generaci�n tras generaci�n.

Con sus g�nadas desarrolladas al m�ximo, los atunes apenas se alimentan en el curso de la migraci�n reproductora; cada hembra deposita varios millones de huevos, que son fecundados por el macho y quedan flotando a la deriva en las transparentes aguas. El momento culminante de la reproducci�n tiene lugar en el mes de junio, y a partir de esa fecha los atunes emprenden el viaje de retorno rumbo al Atl�ntico.

Durante su primer a�o de vida el crecimiento del joven at�n es r�pido, de manera que a los 12 meses mide unos 60 cent�metros y pesa 4 kilos. A partir de este momento el crecimiento se hace m�s lento, y a los 3 a�os, con m�s o menos un metro de longitud y 15 kilos de peso, alcanza la madurez reproductora; a los 5 a�os mide cerca de metro y medio y pesa 130 kilos; a los 13 a�os su longitud es de casi 2 metros y medio y su peso de 200 kilos. Algunos individuos muy longevos, que viven solitarios en el Atl�ntico, llegan a alcanzar hasta 5 metros de longitud y 800 kilos de peso.

Una prueba de la extraordinaria capacidad para migrar de los atunes es que unos realizan su viaje de 5 000 kil�metros y otros hacen un recorrido de 3 000 desde la costa oriental del Atl�ntico hasta las costas europeas. Cuando se adentran al Atl�ntico los atunes se alimentan hasta el mes de noviembre y al llegar el oto�o y enfriarse las aguas, las abandonan y de nuevo se dirigen hacia el sur para cerrar su ciclo anual.

Figura 29. Banco de atunes.

Este comportamiento de los atunes que aparecen en la zona en primavera y se desaparecen al final del verano ha creado ingeniosos procedimientos para capturarlos, como es el caso de las almadrabas, redes fijas que se colocan en el �rea donde el at�n migra, sirviendo este desplazamiento para que entren en la "trampa" y ah� los capturen los pescadores, que les dan diferentes nombres seg�n su peso: cachorretas cuando tienen de 5 a 6 kilogramos, libercoras, cuando tienen 10 kilos, atunarros, de aproximadamente 50 y atunes, de m�s de 100.

Otros animales marinos que realizan migraciones son las tortugas, aunque las causas de este interesante proceso no est�n totalmente aclaradas. Las tortugas marinas se encuentran distribuidas en todos los mares tropicales y vuelven a las costas donde nacieron para aparearse y realizar la puesta.

Un aspecto destacado del comportamiento de las tortugas es su capacidad para regresar a su lugar de nidaci�n, esto les permite nadar miles de kil�metros a trav�s del mar hasta una playa particular, siendo una de las migraciones que rivaliza con las realizadas por las aves, las anguilas y el salm�n. Resultar�a interesante averiguar con exactitud c�mo consiguen estos animales trasladarse desde los lugares donde viven habitualmente hasta la zona de cr�a, saber como escogen las rutas que deben seguir y los procedimientos que utilizan para orientarse en el gran oc�ano.

Cuando Von Frisch descubri�, con sus cl�sicos estudios, la existencia de una br�jula solar con la cual se orientaban las abejas y, m�s tarde, Dramer comprob� la misma capacidad en las aves, se estableci� la hip�tesis de que tambi�n las tortugas marinas podr�an guiarse por la posici�n del Sol o de las estrellas, aunque de momento no se sabe cu�les son las facultades usuales de estos seres.

Tambi�n los investigadores han pensado que el olfato debe desempe�ar un papel importante a la hora de realizar sus desplazamientos, al permitirles distinguir las diferentes masas de agua que atraviesan, como sucede con los salmones, pero en realidad tampoco se sabe mucho, por el momento sobre la agudeza de este sentido. Asimismo, no se conoce la sensibilidad del o�do de las tortugas, pero deben considerase con mucha cautela las teor�as que se basan en que podr�an orientarse por una especie de sonar, como lo hacen los cet�ceos al ir emitiendo ultrasonidos, hasta deducir, por el tiempo en que �stos tardan en ser percibidos despu�s de rebotar en los fondos marinos, la situaci�n y forma de ellos.

Los desplazamientos de las tortugas han podido ser estudiados con m�s facilidad que los de otras especies, porque realizan sus viajes sobre la superficie del mar. De todas formas, sigue siendo un misterio su mecanismo de orientaci�n para acudir a sus zonas de reproducci�n y de desove, situadas a miles de kil�metros de distancia.

En las heladas aguas de Oc�ano �rtico y del Mar de Bering, en el casquete polar de Alaska, cada a�o se inicia una de las migraciones m�s extraordinarias que se realizan: la de las "ballenas grises". Es una asombrosa migraci�n que los cet�ceos emprenden puntualmente en los meses invernales desde el polo norte hasta las c�lidas aguas mexicanas en la pen�nsula de Baja California. Sin lugar a dudas se trata de una de las migraciones m�s largas que efect�e cualquier mam�fero. El recorrido se prolonga por tres meses y durante este lapso las ballenas se enfrentan a una serie de adversidades.

Parten de la Pen�nsula de Kamchatka, bordean por la cadena de las Islas Aleutianas, cruzan el Pac�fico septentrional y aparecen frente a los litorales de California, E.U.; sin detenerse, siguen un curso paralelo a la costa hasta llegar a la pen�nsula de Baja California, doblan por Cabo San Lucas y penetran al Golfo de California, en M�xico.

Los cient�ficos consideran que estas ballenas realizan la migraci�n hasta las aguas localizadas en el paralelo 28 por presentar un clima benigno para ellas y por tener una salinidad que permite gran flotabilidad, fundamental para el entrenamiento de la cr�a antes de emprender la larga migraci�n hacia el Mar de Bering.

El reloj con que la naturaleza ha dotado a las ballenas grises, es de una exactitud extraordinaria; seg�n estudios cient�ficos los cet�ceos nunca tienen un retraso mayor de 5 d�as al inicio o al final de su migraci�n, que ocurre entre el 20 de diciembre y el 20 de marzo, constituyendo uno de los espect�culos m�s maravillosos.

Los naturalistas se han esforzado en desentra�ar el misterio de estas migraciones para facilitar la labor de los hombres de mar, aunque no lo han conseguido en todos los casos, por lo que quedan a�n muchos problemas por esclarecer sobre sus vidas.

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