XV. LA INDUSTRIA DE LA JOYERÍA CON PRODUCTOS DEL MAR

EL MAR ofrece a la humanidad un sinnúmero de productos con los que ha podido, desde la antigñedad, adornar tanto su persona como objetos y muebles que ha utilizado. Entre los más bellos productos que el mar ofrece a la vanidad de los humanos está, sin duda alguna, el coral rojo, que en todos los tiempos ha servido de preciado adorno con el que muchos pueblos se engalanaban y ornamentaban, para distinguir sus atavíos de guerra.

En algunas cultura de Oriente, el coral rojo no representa sólo un adorno muy estimado, sino que también es señal de dignidad o mando: los mandarines de China lo llevaban como atributo de su autoridad. Los turcos eran también muy aficionados a los adornos de coral, que no sólo usaban en su persona, sino también en la decoración y ornato de sus viviendas. Los griegos designaban al coral con el nombre de korallion, que significa "adorno del mar", este vocablo pasó al latín como corallium, del que se derivó la palabra coral.

La parte realmente aprovechable del coral para fabricar las joyas y que es por la que se le extrae, es el eje duro calizo que sirve de sostén, armazón y esqueleto a la viviente corteza blanda en la que se encuentran pequeños organismos llamados pólipos.

El color del eje calizo ofrece gran variedad de matices que van del rojo al rosado y algunas de estas coloraciones tienen una delicada y suave tonalidad rosa, la más buscada por los buceadores. El eje calizo tan compacto y homogéneo es susceptible de ser sometido al más perfecto pulimento sin que se disgregue y resquebraje, propiedad que permite trabajarlo y tallarlo de mil diversas formas para lograr infinidad de objetos de adorno o de arte.

La extracción del coral se efectúa con gran intensidad en el Mediterráneo, a pesar de que hoy día ha disminuido mucho el uso del coral fino, al que se ha sustituido por bisutería, aunque siempre se puede reconocer el auténtico coral, ya que se observan las capas concéntricas de los materiales que forman el eje y porque al quemarlo produce un olor a cuerno.

Se han utilizado muy diversos procedimientos para la explotación del coral, desde la recolección a mano, buceando a poca profundidad, hasta el empleo de escafandras. También se emplean barcos coraleros de cierto tonelaje, los cuales llevan un cabrestante en la proa que permite lanzar al agua el instrumento para la recolección, que está compuesto por una cruz de madera con suficiente lastre para que pueda descender hasta el fondo; cada brazo de la cruz va provisto de trozos de redes. La cruz queda prendida en las ramas del coral, las rompe y durante una hora aproximadamente los colgantes de las redes retienen el coral suelto; luego se iza a bordo y se recoge el producto que después se ha de comercializar.

Al coral, cuando se le saca del agua, se le llama "coral bruto"; tiene un cierto valor, que va aumentando de acuerdo con la calidad de elaboración o trabajo de que es objeto. En esta evaluación intervienen las características del coral, la perfección de la labor y el valor artístico de la obra. Uno de los factores que más influyen en la mayor estimación del coral es su coloración, siendo los de tonalidades delicadas los más apreciados, en tanto que el matiz rojo es menos buscado.

Otro tipo de coral, que últimamente ha tenido mucho auge, es el coral negro, mismo que se conoce desde hace miles de años y que en las antiguas civilizaciones se utilizaba como materia prima para elaborar amuletos de diversas formas. Los griegos lo consideraron como "amuleto de la buena suerte contra cualquier mal agñero"; y en la India los sacerdotes lo utilizaron en sus ritos religiosos.

Abundaba en las aguas del Mar Rojo, donde fue explotado durante varios siglos hasta su virtual extinción. Posteriormente, se le encontró en zonas de aguas tibias, pero era de inferior calidad; en 1960, el investigador francés Jacques Ives Cousteau lo descubrió de igual calidad que el oriental en el Arrecife de Palanzar, al sur de la isla de Cozumel, en México, en donde los nativos ya lo explotaban en pequeñas cantidades.

El coral negro pertenece a la familia de los Gorgoneáceos, y es una colonia de organismos que tiene la forma de un pequeño árbol de 50 centímetros de altura; los biólogos han calculado que crece más o menos 10 centímetros cada 50 años; por su belleza, calidad, escasez y difícil extracción, alcanza altos precios en el mercado internacional y con él especulan los coleccionistas y comerciantes en objetos preciosos. Se encuentra generalmente a grandes profundidades, entre los 30 y 60 metros, pudiendo llegar a los 100.

El promedio de extracción de coral, actualmente, por jornada de los buzos es de 5.5 kilos, aunque se reportó que en una ocasión se obtuvieron 22 kilos en una sola inmersión. El coral extraído sufre mermas por deshidratación, parásitos y durante el tallado, por lo que 8 kilogramos de coral negro en bruto equivalen a un kilogramo de coral de primera semiprocesado.




Figura 31. Coral negro

El precio de este coral semiprocesado es de 1 100 dólares por kilogramo y los artesanos talladores ganan del 1 al 10% por gramo trabajando.

Los corales finos comienzan a escasear en las regiones costeras, y hay que buscarlos en profundidades hasta de 300 metros, por lo que los pescadores de Sicilia y Taiwán han comprado minisumergibles construidos por la República Federal de Alemania. Los aparatos, que fueron diseñados originalmente para investigaciones científicas de diversos tipos, se acondicionan para la recolección de corales mediante unas tenazas hidráulicas que quiebran los tallos y los colocan en una red de acero situada en la proa.

Estos minisubmarinos pueden albergar una tripulación de 3 personas como máximo; para desplazarse en la superficie tienen 2 motores diesel, pueden permanecer 48 horas bajo el agua, comunicarse con el barco nodriza mediante teléfono submarino y cuentan con sistemas ultrasónicos de localización.

En Italia, la industria del coral está hermanada con otra que tiene como base otros organismos marinos, la de los "camafeos" y "tallados de conchas", en la que los napolitanos son grandes maestros, haciendo verdaderas maravillas con las conchas de moluscos que abundan en sus costas.

Otro de los productos del mar más cotizados en la joyería es la perla. En todos los tiempos y por todos los pueblos de la Tierra han sido apreciadas las perlas por su delicada belleza, siendo su rareza la causa de su extraordinario valor, y de que aventureros y esforzados viajeros realizaran memorables hazañas para conseguir esta preciada joya de los mares.

La concha que cubre el cuerpo de la ostra llamada "madreperla" es de naturaleza caliza y es segregada por el manto del animal, que se localiza cerca de su pie; los materiales calcáreos pueden formar dos tipos de caliza cristalina: la calcita y el aragonito. Sólo ciertas ostras, pertenecientes al género Avicula, poseen conchas formadas por aragonito; las demás conchas son de calcita.

Las ostras del grupo de las Meleagrinas son consideradas como las únicas productoras de perlas finas. Esto no quiere decir que las ostras planas y las portuguesas sean incapaces de formar perlas, sino que las perlas de las meleagrinas son las más empleadas por los joyeros por sus características y rareza.

Las perlas pueden ocupar diferente posición dentro del cuerpo del molusco; las que están situadas en la parte interna de la concha de la ostra y soldadas a ella por un pequeño punto de adherencia, son llamadas "perlas de nácar", y las que están libres en el manto o en otros órganos del molusco, son las "perlas finas", más cotizadas, que se alojan en el interior del cuerpo, sin presentar la menor adherencia con ninguna parte dura de la concha.

Desde la antigñedad se han explotado las perlas para ser utilizadas como adorno personal, y demostrar el gran poder adquisitivo de su dueño. En Grecia los jóvenes acaudalados hacían moler estas maravillas de la naturaleza para adornarse el pelo con su polvo iridiscente. Se cuenta que Cleopatra disolvió en vinagre una de las enormes perlas que adornaban sus aretes y luego se la bebió como demostración de su enorme poderío.

A los lugares donde había concentraciones de madreperlas se les llamaba "placeres", y muy grandes deben haber sido los del Mar Rojo durante el reinado de los Tolomeos, para llenar las arcas reales egipcias. La expansión del Imperio Romano les quitó de las manos la preciada posesión, que pasó en forma de botín a los invasores, quienes dieron en llamarles "lágrimas de las diosas". Posteriormente, una fiebre perlífera se apoderó de los romanos, quienes adornaban hasta el calzado y los muebles con perlas.

Los placeres del Mar Rojo se agotaron, pero quedaron aún los del Golfo Pérsico y los del Estrecho de Manaar para cubrir, durante siglos, la demanda. El descubrimiento de América proporcionó nuevas fuentes perlíferas: las de California, las del Golfo de México, las de Panamá y Venezuela. Entre las más notables perlas encontradas en aguas del Nuevo Mundo, se cuenta la denominada "peregrina", del tamaño de un huevo de paloma y de 134 kilates que, conseguida en las costas de Panamá, fue enviada a Felipe II.

En el México prehispánico, las perlas también tenían gran valor como objetos suntuarios y un comercio regular de ellas hacía que las trajeran hasta el altiplano desde las costas de la zona nayarita y del Golfo de California. Buena cantidad de ellas fueron encontradas en la tumba de Monte Albán y se han hecho hallazgos similares en Teotihuacán.

En la población de Loreto, Baja California, fundada en 1697, se instaló la primera base de explotación perlífera de la Nueva España, cuyos productos llenaron las arcas reales españolas durante toda la Colonia. A partir de la mitad del siglo XIX, los pescadores de perlas de Loreto se trasladaron a los recién descubiertos placeres de La Paz. Ya para 1880, esta localidad se había convertido en el centro perlífero más importante del país. Al iniciarse el siglo XX, se empezó la explotación más organizada, instalándose pequeños criaderos de madreperlas para propiciar su reproducción y cultivo.

Hacia 1908 en el Japón comenzó una nueva época para la perla, ya que se inició la producción de perlas por métodos artificiales, llegando a formar las perlas "falsas-verdaderas". Observando con detenimiento cómo se forma una perla natural, se puede ver que si un cuerpo extraño, grano de arena o larva de organismo marino, se introduce entre las dos valvas del animal, entonces el manto segrega alrededor de este cuerpo extraño una capa de nácar idéntica a la que forma la zona interna de la valva.

Si en tales circunstancias el cuerpo extraño deprime el manto, se forma en torno a él un pequeño saco, que lo engloba completamente y segrega el aragonito nacarado en capas concéntricas, estructurándose así la perla; desde ese momento la perla va engrosando y en ocasiones es expulsada como un objeto molesto.

En Italia, los naturalistas atribuyen la formación de la perla a una verdadera enfermedad que el molusco soporta, ya que las ostras perleras son atacadas por infinidad de parásitos que viven a costa de ellas; para defenderse de estos molestos huéspedes, la madreperla los "encierra" en una perla que tiene como núcleo de formación el cadáver del organismo invasor. Alrededor del parásito se forman capas y más capas de sustancia perlífera, que engruesan sus paredes y aumentan su tamaño.

Otros naturalistas opinan que las perlas no son otra cosa que una especie de cálculo, semejante a los que en el hombre se forman en la vesícula biliar o en la vejiga urinaria, que tienen como causa una afección o enfermedad que sufre el molusco y que en la actualidad es desconocida.




Figura 32. Perlas.

La perla de cultivo no se diferencia en nada de la perla natural y la mano del hombre sólo interviene para provocar la formación del saco perlífero. Se puede considerar el proceso que se realiza para provocar que el molusco secrete la perla como semejante a la intervención de un injerto de hueso por un cirujano.

Se envuelve una esferilla de nácar en un trozo de manto arrancado a una ostra perlera, y esferilla y manto juntos se introducen a otra, intacta. Entonces se establecen adherencias entre el manto de la ostra y el que se ha introducido, y el injerto queda realizado. A partir de aquel momento, la primitiva esferilla de nácar seguirá engrosando mediante la envoltura de nuevas capas concéntricas de nácar, con lo cual, al cabo de unos años se habrá obtenido una bella perla de notable pureza y con el diámetro que se desee.

El japonés Korichi Mikimoto, fallecido a la edad de 97 años en 1954, fue el que diseñó este tipo de cultivo perlífero, por lo que se le llamó "el rey de las perlas". El cultivo de perlas se ha convertido en una nueva fuente de trabajo y de ingresos; por este medio se incrementó tanto la producción, que en poco tiempo se presentó un descenso de precios en el mercado internacional de perlas.

Se tuvieron que establecer normas de calidad que impedían la salida de perlas imperfectas al mercado, consiguiéndose así elevar nuevamente los precios. Anualmente, los más importantes productores del Japón cumplen con el ritual de tirar al mar todas las perlas imperfectas, acompañados en esta ceremonia por todo el personal empleado a sus órdenes; en ocasiones se han arrojado al mar 16 mil kilos de perlas que presentaban ligeras imperfecciones.

Se calcula que en la actualidad existen unos 5 mil cultivos de perlas en Japón, siendo la región de Toba la que produce, anualmente, 50 toneladas de perlas, casi la mitad de la producción total japonesa.

Todos los moluscos bivalvos, e incluso ciertos caracoles, pueden producir perlas, pero las que se usan en joyería provienen de la madreperla y especies afines. Las ostras, los mejillones, los abulones, las pernas, etcétera, originan también perlas muy bellas teñidas de un color rosa. El "taclobo", molusco gigante, produce grandes perlas a las que se les llama "perlas de coco" por sus enormes dimensiones; son de calidad muy diferente a la de otras especies.

 


Figura 33. Artesanías hechas con conchas y caracoles de moluscos.

Entre los caracoles que también elaboran perlas son los más notables los enormes "estrombos gigantes" que viven en las aguas del Golfo de México y en la costa de las Antillas, que producen perlas de un delicado color rosa. También segrega perlas muy parecidas el caracol sagrado o "chank" del Océano Índico, y hasta el nautilus es capaz de fabricar pequeñas perlas imperfectas de color amarillento.

Las orejas de mar, conocidas como abulón, que pertenecen al género Halliotis, producen el "nácar de incrustación" formando las llamadas medias perlas de coloraciones variadas.

En cuanto al nácar que sirve para fabricar botones, suele extraerse de moluscos gasterópodos del género Trochus, muy abundantes en las costas de Madagascar.

El nácar no tiene realmente color alguno y sus reflejos, de distintos matices, se deben a su peculiar estructura, que es causa de que se efectúen en él brillantes y vistosos juegos de colores provocados por la descomposición de la luz. Las conchas con nácar las utilizan con éxito artífices de ingenio para fabricar bellas artesanías adornadas con las conchas de estos moluscos. Se elaboran toda clase de objetos de joyería así como ceniceros, saleros, charolas, vasos, etcétera.

Recientemente se han utilizado las conchas y caracoles de los moluscos para elaborar arreglos, como cuadros imitando flores, también espejos, maceteros y macetas y bisutería para uso personal de las mujeres como peinetas, dijes, collares, aretes, etcétera.

Muchos han sido los productos que el mar le ha brindado al hombre, y éste ha sabido, con su ingenio y tenacidad, extraerlos para colmar, en parte, su vanidad y deseo de poseerlos, a la vez que sabe que su explotación ha servido para elevar el nivel tanto cultural como económico de los pueblos. Sólo le queda al hombre velar porque esa explotación se realice de una forma racional para evitar su extinción que, en muchos de los casos, es el sostén económico de los pueblos.

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