PR�LOGO

Material es lo que no es espiritual: todas las sustancias con las cuales est�n hechas las cosas y los seres. As�, casi lo �nico que identifica al campo de los materiales es su propio nombre; esto es, la etiqueta, la palabra "materiales". Madera, pl�sticos, metales duros y blandos, vidrio y cer�micas, telas, las llamadas tierras raras, el cemento, son todos ellos materiales. Su disponibilidad, sus propiedades y caracter�sticas f�sicas y qu�micas, sus usos y aplicaciones son radicalmente diferentes, pero todos forman parte del mundo de los materiales. �C�mo definir tan vasta extensi�n? Guillermo Aguilar hace bien en acudir a nuestra intuici�n; m�s a�n porque cuando de materiales se habla no siempre se incluyen todos los que, estrictamente, lo son. Generalmente se dejan fuera elementos y sustancias que no se utilizan para la manufactura de objetos y cosas. El agua rara vez se incluye como material, aun cuando estrictamente lo es; lo mismo ocurre con el aire que respiramos y (afortunadamente) con la carne que nos constituye.

Dejando a un lado los problemas de definici�n y clasificaci�n, y si tomamos en cuenta que el hombre es el homo faber, el animal constructor de herramientas por excelencia, y que �stas y los objetos que con ellas se logran est�n hechos de materiales, buscar paralelos entre la historia del hombre y la de los materiales no s�lo es natural sino obligatorio. As� lo bosqueja atinadamente el autor al pasearnos con rapidez por la Edad de la Piedra, del Cobre, de Bronce, de Hierro, del Acero, y del Pl�stico (�por qu� no habr� la Edad de la Madera, del Papel, o del Cuero?). Su relato sobre el descubrimiento y uso de algunos materiales es accesible e interesante, aunque quiz�, para mi gusto, hubiera resultado a�n m�s atractivo si profundizase en la relaci�n hist�rica bidireccional entre los materiales y la organizaci�n social y econ�mica, en particular en el caso de M�xico.

El tr�nsito de las sociedades n�madas a las agr�colas sedentarias y de �stas a las urbanas industriales, modific� sin duda la demanda de materiales, lo que a su vez fue posible gracias a la disponibilidad, domesticaci�n y transformaci�n de �stos. Los grandes rascacielos y las ciudades de hoy ser�an imposibles sin el uso de los metales y el concreto. La gran industria electr�nica mundial no podr�a haberse desarrollado como lo ha hecho si no fuese gracias a nuestro manejo de los materiales semiconductores. La producci�n y adquisici�n de este libro habr�a sido otro cantar sin el papel de que est� hecho. Podr�amos repasar as� cada �rea de las actividades humanas y en su evoluci�n trazar los cambios en el uso de diferentes materiales; cascos de embarcaciones que pasan del cuero a la madera, de �sta a los metales y de ellos a las fibras de vidrio, incluso con algunas incursiones del concreto. Vestidos que van del cuero a la lana y la seda, al algod�n y a las fibras sint�ticas (pl�sticos). La disponibilidad de los materiales limita o abre posibilidades de desarrollo. El comercio y la conquista han estado ligados desde siempre a la obtenci�n de materiales. Hay indicios de que Col�n no fue el primero en pisar tierras americanas; probablemente los vikingos y los celtas lo hicieron antes en varias ocasiones para obtener metales americanos. En M�xico la Colonia no puede dejar de asociarse con la extracci�n minera del oro y la plata. La econom�a entera de muchos pa�ses descansa en su producci�n de uno o unos cuantos materiales. Los nuevos permiten cubrir las necesidades que van plante�ndose o cubrir las viejas a menor costo. Buscamos materiales resistentes a las altas temperaturas para poder incrementar la velocidad de los transportes a�reos, o reducir el peso y, por ende, el consumo energ�tico de los transportes; fibras de vidrio que nos permitan transmitir cantidades enormes de informaci�n de un lugar a otro empleando se�ales �pticas y cables de mucho menor di�metro (y peso) que los actuales de cobre; envases de pl�stico m�s resistentes, ligeros y baratos que los de vidrio para almacenar y transportar bebidas y alimentos.

El ascenso del hombre est� marcado por una continua conquista sobre los materiales. Hasta hace muy poco, este ascenso se realiz� aprovechando los materiales disponibles en la naturaleza y buscando aplicaciones para los descubrimientos recientes y cada nuevo material encontrado y dominado permit�a desarrollar mayores avances. Pero hoy en d�a este proceso empieza a sufrir un cambio cualitativo: ya no se trata simplemente de encontrar otros usos para cada material, sino de dise�ar y sintetizar los materiales m�s adecuados para los nuevos requerimientos. Hoy se especifican las caracter�sticas del material necesario para una aplicaci�n dada y despu�s se fabrica.

As�, tenemos que admitir que los materiales son indispensables, determinantes para cualquier econom�a, y que los avances cient�ficos y desarrollos tecnol�gicos nos permiten hoy obtenerlos, manipularlos, procesarlos, transformarlos y utilizarlos como nunca antes en la historia. Vivimos en contacto continuo con los materiales y a todos nos cuestan m�s de lo que generalmente imaginamos.

Pagamos m�s por la lata que por su contenido; m�s por el envase de vidrio o de metal que por el refresco. Sin embargo, por esas extra�as asociaciones de ideas que no siempre pueden explicarse del todo, cuando pienso en la atenci�n que damos en M�xico a los materiales, frecuentemente recuerdo el t�tulo de una vieja pero excelente pel�cula de Luis Bu�uel: Los olvidados. Quiz� porque creo que en nuestro pa�s hemos descuidado su estudio sistem�tico. Nos hemos preocupado muy poco por desarrollar la ciencia de los materiales, por investigar sus l�mites y sus posibilidades. Y esto es parad�jico, porque M�xico tuvo durante la Colonia una importante industria minera; incluso hoy en d�a, nuestro pa�s sigue ocupando un lugar muy destacado a nivel mundial en la producci�n de varios minerales. El oro y la plata fueron los principales productos de exportaci�n de M�xico hasta los a�os cuarenta; el cobre, el cinc y el plomo (junto con el algod�n), lo fueron desde fines de los cuarenta hasta principios de los sesenta, el az�car en los setenta y el petr�leo desde mediados de dicha d�cada. M�xico ha sido exportador de materias primas; con demasiada frecuencia sin agregarles valor, sin convertirlas antes en productos terminados o semiterminados.

En M�xico hemos prestado una atenci�n tan marginal a los materiales que ni siquiera tenemos en claro cu�les son indispensables para nuestros objetivos como pa�s, para nuestra seguridad nacional; tampoco hemos estimado en qu� cantidades m�nimas los requerimos, ni nos hemos preocupado por tenerlas en reserva. Prevalece entre nosotros la imagen de que son importantes para M�xico s�lo aquellos materiales que la naturaleza nos proporcion� en abundancia y solemos ignorar aquellos que nos permitir�an generar mayores riquezas al transformarlos, agreg�ndoles valor, d�ndoles nuevos usos, independientemente de si los tenemos o no disponibles dentro de nuestras fronteras. La riqueza de las naciones est� en su tecnolog�a, en su saber transformar los materiales en objetos con gran demanda, y no tanto en su dotaci�n natural de recursos (aunque es obvio que esto �ltimo ayuda). Por esta raz�n, sea bienvenida la presente obra de Guillermo Aguilar que, como lo hacen ya otras de esta bella e importante colecci�n del Fondo de Cultura, seguramente contribuir� a despertar nuestras inquietudes e inter�s por los materiales y por aprender c�mo han ido y van de la mano con nuestro desarrollo social, econ�mico y cultural. Entre los retos que nos traer� el porvenir seguramente ocupar� lugar prominente la ya pr�xima revoluci�n tecnol�gica en los materiales, con cer�micas y superconductores, con nuevas aleaciones, con materiales compuestos; con una mirada m�s profunda a la estructura molecular. Todo esfuerzo por dotarnos de mejores armas intelectuales para comprenderla mejor, en esencia y alcances, aunque s�lo sea en algunas de sus partes, debe ser aplaudido.

ANTONIO ALONSO C.

M�xico, D.F., mayo de 1988.

InicioAnteriorPrevioSiguiente