UNA EVOLUCIÓN BAJO CONTROL

La primera pregunta que se antoja formular al leer el anterior subtítulo es si resulta posible controlar la evolución, ya que la domesticación es una tecnología creada por el hombre. La respuesta es que sí resulta posible en ciertas circunstancias. Mencioné en párrafos anteriores que el origen de la agricultura, hace no menos de unos 10 000 a 15 000 años y en diversas partes del mundo, fue posible gracias a la habilidad del hombre para transformar algunas plantas, iniciando un proceso de cultivo o domesticación. La selección ejercida por el hombre sobre esas plantas debe de haber operado en dos formas. La primera, por medio de efectos inconscientes que eran el resultado de prácticas agrícolas que tenían como propósito proteger a las plantas de sus depredadores naturales, lo cual probablemente redujo la ventaja de que las plantas mantuviesen sus mecanismos naturales de defensa. Algunos de tales mecanismos de protección de las plantas contra sus depredadores son, por ejemplo, el contenido de sustancias tóxicas, incluso para el hombre; la protección física, como la cutícula muy gruesa y fibrosa de tallos y hojas; las espinas, etcétera. Otros mecanismos de protección son la defensa de sus semillas, mediante procesos químicos o físicos y de dispersión que minimizan la probabilidad de ser encontradas por un depredador.

La segunda forma se debió a una selección consciente o dirigida para lograr ciertos atributos en las plantas, tales como un mayor tamaño de los frutos o semillas y una mayor sincronización en su maduración, una reducción o anulación de la tendencia natural de las semillas a dispersarse por sí mismas, un incremento en la talla o la velocidad de crecimiento y maduración de la planta, etc. En el caso de los animales domesticados, la selección consciente ponía atención en atributos tales como una mayor capacidad de producción de leche en el ganado, o un instinto de caza más desarrollado en los perros que acompañaban al hombre. Esta selección artificial ejercida por el hombre en el proceso de domesticación produjo cambios tan profundos y una variación tan amplia como los que se pueden observar en todas las formas o razas actuales de la especie Canis familiaris, nombre latino de los perros.

Hay que aclarar que el potencial para que se generen tantas formas, razas o variedades —como ocurre en los organismos domesticados— existe en todas las especies de plantas y animales, y no es solamente el resultado de la acción del hombre como agente selector. Las especies silvestres están sujetas a agentes naturales de selección, en contraste con la selección artificial impuesta por el hombre; algunos de los innumerables ejemplos de estos agentes selectivos de la naturaleza son la velocidad de desplazamiento de los depredadores de una especie, la capacidad de infección de un agente patógeno, el grado de competición ejercido por los vecinos de un individuo en la consecución de alimento, o bien la intensidad con que la temperatura puede descender por periodos importantes para los individuos de una especie en un ambiente dado, el grado de expresión de la variabilidad de las especies silvestres sujetas a selección natural depende de las características de las presiones de selección, así como de su intensidad.

Generalmente, los objetivos de un programa de selección artificial son dos. El primero se refiere al intento de mejorar las características de los organismos aumentando el valor de un atributo, como por ejemplo el rendimiento (grano, leche, carne, etc.), o un aspecto estético, como en las plantas ornamentales o las mascotas. El segundo se refiere a los cambios que se busca que ocurran en un organismo para permitirle evitar el efecto de algunos factores restrictivos, tales como la susceptibilidad a una enfermedad o la resistencia a la sequía.

Desde luego, la selección artificial (como la natural) solamente producirá las respuestas deseadas en una especie si ésta tiene la variabilidad genética necesaria. La selección artificial en la domesticación de las especies se ha ido haciendo en forma cada vez más direccional e intensa; en las últimas cinco o seis décadas, los conocimientos, principalmente derivados de la genética y la fisiología, tanto de animales como de plantas, han producido una selección de organismos útiles al hombre más científica, es decir, más metódica y predecible en sus resultados.

6

Sin embargo, esto no significa que la selección natural no continúe actuando sobre las especies domesticadas por el hombre; muy por el contrario. Un ejemplo de lo anterior es que una raza de frijol seleccionada por el hombre para ser resistente al ataque de un insecto que se alimenta de las semillas (por ejemplo un picudo) puede ser particularmente susceptible al ataque de otro depredador (tal como un insecto chupador de la savia). Otro ejemplo es el caso de razas o variedades de plantas y animales utilizados por el hombre, resistentes a las cepas más comunes de un agente patógeno, pero que pueden ser muy susceptibles al ataque de nuevas cepas virulentas que usualmente se producen con mucha rapidez, y para las cuales el hombre tarda algún tiempo en producir una nueva raza resistente de la planta cultivada.

6

La selección natural no solamente continúa operando por mecanismos similares a los descritos, sino que la misma selección artificial puede ir directamente en contra de las presiones de la selección natural. Un ejemplo de esto es que el hombre, al seleccionar variedades de muy alto rendimiento de un cultivo, generalmente produce plantas cultivadas que tienen serias desventajas para competir con las silvestres espontáneas, que reciben el nombre genérico de "malezas", sean nocivas o no, de un campo de cultivo. Como consecuencia de esta desventaja competitiva, se ha vuelto imperativo desarrollar tecnologías, ya sean tradicionales o con el uso de herbicidas, para mantener los campos agrícolas cada vez más limpios de estas malezas. Situaciones como la anterior pueden generar costos que, a veces por su envergadura, anularían casi completamente las ganancias obtenidas por el mayor rendimiento de la variedad seleccionada.

Otro efecto de los programas modernos de mejoramiento genético, o selección artificial en plantas, es que la superespecialización de las variedades y la tecnificación de la agricultura han reducido muy sensiblemente el grado de variabilidad genética. Lo anterior causa un alto riesgo de pérdida de la capacidad de adaptación de los cultivos, haciéndolos cada vez más dependientes de condiciones óptimas, tales como abundante agua, plaguicidas, herbicidas, fertilizantes, etc. La anterior tendencia es particularmente inadecuada en países como el nuestro, en los que dichas condiciones óptimas de cultivo solamente se pueden dar en situaciones económicas ventajosas, las cuales representan una proporción muy pequeña del territorio cultivable.

6 Colin Patterson, Evolution, Londres, British Museum (Natural History), 1978.

InicioAnteriorPrevioSiguiente