DESPUÉS DE UNA CORTA ENFERMEDAD...

Malthus siguió publicando nuevas ediciones, cada una con más aclaraciones y correcciones (hasta llegar a la sexta, en 1826), que convirtieron el panfleto original de la primera edición del Ensayo en un grueso volumen. Con las nuevas ediciones, Malthus fue reforzando la idea de una relación inversa entre el nivel económico y el tamaño de la familia, y propuso esta relación como la clave para la solución del problema poblacional. A esto unía su firme convicción de que las clases pobres deberían tener acceso a una mayor educación para que, por esta vía, se alcanzara una dotación más amplia de recursos económicos, con la consiguiente mejoría del nivel general de vida de la población. En un tiempo en el que las diferencias de clase y de nivel económico determinaban una sociedad altamente elitista, Malthus adquirió fama de ser un obstinado defensor de la educación universal y libre como única vía de escalamiento social para sus compatriotas.

Sus puntos de vista teóricos, incorporados al pensamiento de otro economista de la época y buen amigo suyo, David Ricardo, sirvieron de base para el establecimiento del concepto de salario mínimo. De cualquier manera, su Ensayo sobre el principio de la población, obra tan controvertida en su tiempo y aun en el presente, marcó el inicio de la demografía moderna.

A pesar de lo chocante de algunas de sus ideas, no resulta inmediatamente evidente por qué Malthus atrajo tal cantidad de ataques y críticas, muchos de ellos en verdad virulentos. Lo fundamental de algunas de las ideas propagadas por Malthus había sido ya propuesto, como él mismo lo reconoce en el prefacio de su Ensayo, en el mundo griego y, ya en la modernidad, por personajes tales como Montesquieu en Francia, Benjamin Franklin en las colonias americanas, y Sir James Steuart en Inglaterra. Sin embargo, las reflexiones de todos ellos pasaron totalmente inadvertidas. Es posible que el lenguaje utilizado por ellos, o más bien los tiempos distintos, hayan marcado la diferencia en la forma en que fueron recibidas la ideas de Malthus.

Si los ataques de sus colegas (filósofos sociales, economistas políticos y demógrafos) lo atribulaban, como clérigo que era le resultaba aún más difícil encarar las duras críticas de los religiosos fundamentalistas que encontraban alarmante la visión presentada en su libro, ya que en él los seres humanos formaban parte del mundo biológico, como una especie más entre muchas otras, cuyos instintos eran difíciles de controlar, tenían limitaciones y taras físicas, aunque eran capaces de progresar y mejorar si la sociedad establecía mecanismos para ello.

A pesar de las tenaces críticas sociales a sus ideas, los honores al pensador creativo y brillante se dieron uno tras otro. El 5 de mayo de 1818, la Real Sociedad lo eligió como miembro, y en 1826 fue aceptado en la Real Sociedad de Literatura (Royal Literary Society) como asociado real. En 1825, Thomas y Harriet sufrieron la dolorosa pérdida de su hija menor Lucy, a los 17 años, víctima de tuberculosis. Como parecía ser la costumbre después de estos sucesos de dolor familiar, los Malthus deciden ir de viaje a Holanda y a Alemania. Sin embargo, el dolor y la edad cobran su cuota en la salud, cada vez más deteriorada, de Thomas. A mediados de diciembre de 1834, preocupado por la salud vacilante de su suegro, viaja a Bath para visitarlo y arreglar que pasen juntos la Navidad en Londres. Recién llegado a Bath, Thomas sufre un ataque al corazón que lo confina a la cama.

El jueves 1 de enero de 1835, el famoso diario inglés The Times publica la siguiente nota en su obituario: "El 29 del pasado mes, en Bath, después de una corta enfermedad, el reverendo Thomas Robert Malthus". Sin embargo, la austeridad de la nota de The Times es preferible a la frivolidad con que el Morning Post dio la noticia del deceso en su columna de "alta sociedad", "expresando sus sentimientos" por la muerte, seguida de comentarios sobre las exitosas carreras de galgos en Sussex. La frialdad con que la sociedad británica recibió la noticia de la muerte de Malthus es representativa del tratamiento que este connotado economista ha recibido siempre.

El reverendo Thomas Robert Malthus, M.A., F. R. S., Professor of History and Political Economy, East India College, fue sepultado en la abadía de Bath, el 6 de enero de 1835. Su epitafio fue escrito por William Otter, amigo desde Cambridge y obispo de Chichester:

VIVIÓ UNA VIDA SERENA Y FELIZ
DEDICADO A LA BÚSQUEDA Y LA COMUNICACIÓN
DE LA VERDAD,
SOSTENIDO POR UNA TRANQUILA Y FIRME CONVICCIÓN
DE LA UTILIDAD DE SU TRABAJO,
SATISFECHO CON LA APROBACIÓN DE LOS SABIOS
Y LOS BUENOS.

El epitafio resulta pomposo y totalmente ajeno al carácter reservado y modesto de Malthus. Para evaluar al hombre y su obra, es más apropiado usar las palabras con las que John Stuart Mill describió en 1844 el trabajo de Malthus: "Aunque parezca paradójico, es históricamente correcto aseverar que sólo a partir del Ensayo sobre el principio de la población del señor Malthus ha sido dable considerar, por los hombres reflexivos, la condición económica de las clases trabajadoras como susceptible de mejoría permanente".

En el momento de la muerte de Malthus, Charles Darwin se encontraba a bordo del Beagle, y se dirigía al archipiélago Chonos y a la isla de Chiloé, después de haber dado la vuelta, casi diez meses antes, al agudo extremo sur de nuestro continente, explorando con todo detalle la intrincada geografía del tormentoso estrecho de Magallanes.

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