EL PERRO, EL AMIGO MÁS VARIABLE DEL HOMBRE
La variación individual, que tanto impresionó a Charles, es la que nos permite reconocernos en la raza humana como seres diferentes unos de otros. Esta diferencia es más evidente entre los individuos adultos de la misma raza, ya que por lo general nos cuesta más trabajo distinguir entre sí a los individuos de una raza diferente de la nuestra con la que casi no convivimos (por ejemplo los chinos) o entre los recién nacidos, independientemente de la raza que sean. Esto último se debe a que las características que imprimen la individualidad a un ser no se han desarrollado lo suficiente en los niños. Estas diferencias individuales son tan precisas que pueden catalogarse, como ocurre con las huellas digitales o con las características electroforéticas de la sangre y otros fluidos orgánicos: solamente hay un tipo para cada persona, y éste no se repite nunca. Una muestra de la individualidad en el nivel de la estructura química de los organismos la constituyen las respuestas inmunológicas que aparecen cuando se hacen transplantes de tejidos u órganos. Esta misma individualidad está presente en todas las especies, vegetales o animales, aunque por lo general no estemos adiestrados para percibirla tan fácilmente como lo hacemos entre los seres humanos. La noción de que todos los fresnos de un bosque parecen idénticos no es más que un reflejo de nuestro juicio superficial y de nuestra limitada capacidad para distinguir la individualidad en otros seres que no sean los humanos. Un botánico experto tendría una percepción muy diferente al respecto.
El ejemplo más claro de la variación que es dable alcanzar en los animales domesticados es la enorme variedad de razas de perros. Esta variedad es tan grande que Darwin estaba convencido de que las razas tenían que originarse de varias especies silvestres de cánidos. La gran variabilidad de los perros es el resultado del interés del hombre en obtener no solamente animales útiles por su función, como los perros pastores, sino también ejemplares atractivos por sus muchas formas y tamaños. Tal variabilidad no es tan grande, por ejemplo, entre los caballos y el ganado vacuno, donde el propósito de cría y selección es tan sólo la utilidad, y aunque generalmente no ha atendido a modas o caprichos, esto podría ocurrir si el hombre se lo propusiera.
Volviendo brevemente al caso de los perros, la opinión más aceptada en la actualidad es que todas las razas derivan del lobo, Canis lupus, y que los primeros rastros arqueológicos de perros domesticados datan al menos de hace unos 14 000 años. Es posible que varias de las actuales razas de perros hayan surgido de repetidas cruzas entre razas ya seleccionadas por el hombre y formas totalmente silvestres de Canis lupus; el hombre pudo haber adoptado esas cruzas y empezado a seleccionarlas hasta lograr formas diferentes. Algunas de las razas semidomesticadas han regresado a la vida silvestre, dando origen a especies de perros salvajes como es el caso del dingo australiano.
Todas las razas de perros que conocemos son potencialmente interfértiles, es decir se pueden cruzar entre sí, aunque hay algunas barreras físicas que lo impiden, como ocurriría en el caso de intentar la cruza de un macho gran danés y una perra chihuahueña, no solamente por el problema del apareo, sino también por la seria dificultad de que aun utilizando inseminación artificial se desarrolle adecuadamente el feto en el vientre de una perra que ha sido seleccionada hacia la miniaturización. La variabilidad de razas de perros es sólo un ejemplo de lo que se puede obtener en un grupo de animales como el de los mamíferos. Como sabemos ahora, esta variabilidad lograda en razas caninas es de naturaleza genética, ya que es estable y se hereda; la misma variabilidad no está restringida a un grupo de organismos, sean estos animales o vegetales. Ahora resulta curioso que esta variabilidad de los organismos domésticos, que siempre ha formado parte de la vida diaria y por lo tanto de la cultura de una gran porción de la Europa rural, no haya despertado duda alguna sobre el dogma prevaleciente en la sociedad occidental acerca de la inmutabilidad de las especies y de su creación especial. La esencia misma de la evolución, la variabilidad genética, estuvo siempre ante los ojos de todos, y nadie advirtió su significado.
Darwin resume sus puntos de vista sobre la variación resultante del proceso de domesticación de la siguiente forma:
Las razas se producen en el proceso de domesticación de la siguiente forma: a) por el efecto directo de las condiciones externas a las cuáles están expuestas las especies; b) por otros factores tales como las modificaciones en la alimentación que producen cambios plásticos, la acción del hombre en la selección y el cruzamiento controlados de ciertos individuos, la introducción en su ganado de machos seleccionados o la cuidadosa preservación de la vida de los individuos más adaptados a sus propósitos; c) por la constante cruza de razas ya producidas y la selección de su progenie. Después de suficientes generaciones, el hombre puede disminuir su atención en el cuidado de la selección, pues la raza se habrá estabilizado y la tendencia a regresar a formas ancestrales habrá disminuido. Por estos medios el hombre puede llegar a producir infinidad de razas curiosamente adaptadas a sus necesidades, sean éstas importantes o frívolas.
Aunque Darwin continuó toda su vida interesado en aspectos del cultivo de plantas, especialmente ornamentales, en su jardín, y de la cría de palomas, sus principales registros e ideas sobre variación bajo domesticación ocurrieron en los primeros años de su trabajo en el problema de las especies, y seguramente continuaron influyendo en sus reflexiones acerca del análisis de los registros fósiles y los cambios geológicos, así como de la variación de las especies en condiciones naturales.
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