LAS PALOMAS SON MÁS INTERESANTES
El mismo año en que Charles llegó al medio siglo de vida, él y Emma cumplieron 20 años de casados. Emma decidió hacer una gran celebración el 29 de enero de 1859, a la que asistió toda la familia Darwin; las hermanas viajaron desde El Monte y Erasmus desde Londres, así como varios de los Wedgwood. La casa de Down parecía un hotel de veraneo, lleno de distintas familias, cada una con su respectiva y numerosa prole.
Charles se sentía feliz de ver que las nuevas generaciones de Darwin y Wedgwood empezaban a tomar su lugar en las familias como adolescentes o jóvenes adultos; William, Henrietta y George tenían, respectivamente, 19, 16 y 14 años y los demás hijos eran ya suficientemente formales como para compartir la mesa con los mayores. Esta celebración era una bienvenida distracción, no solamente de la intensidad del trabajo para avanzar lo más posible en la redacción del "resumen" de su manuscrito grande, sino también de un nuevo y severo periodo de problemas de salud que habían estado limitando seriamente su capacidad de trabajo. A pesar de las numerosas visitas del médico de la familia, el doctor Holland, y de los periodos de estancia en balnearios de aguas termales para recibir tratamientos hidropáticos, la naturaleza del mal que recurrentemente afectaba a Charles fue siempre desconocida. Algunos estudios posteriores de los síntomas que lo afectaban (frecuentes mareos, violentos vómitos, agudos dolores de cabeza, marcada debilidad muscular, flatulencia recurrente, etc.) han sugerido diagnósticos de diferentes enfermedades. Uno de ellos indica la posibilidad de que Darwin hubiese contraído el mal de Chagas, una enfermedad parecida al mal del sueño de África, producido éste por el Trypanosoma gambiense a través de la mordedura de la mosca tsetsé. El mal de Chagas es causado por el Trypanosoma cruzi protozoario transmitido por la picadura de varios insectos del grupo de las chinches (que en México reciben el nombre de chinches hociconas), entre ellos la Triatoma infestans, que habitan especialmente en América del Sur. Charles había capturado durante su estancia en Argentina y en Chile varios de estos insectos (llamados allá vinchucas), a los que guardaba en el barco como mascotas, y con los que llegó incluso a hacer observaciones de la forma en que lo picaban en el dorso de la mano y la velocidad a la que se llenaban de sangre.
Algunos otros especialistas han atribuido los malestares de Darwin a diferentes infecciones adquiridas durante el viaje alrededor del mundo, o bien a un estado hipocondriaco, agudizado probablemente por la angustia y la presión autoimpuestas a causa de su trabajo. Finalmente, otros adjudican estos males a situaciones de tipo psicológico, motivadas por la influencia de un padre dominante y represivo. Aunque el origen preciso de sus frecuentes malestares es desconocido, el efecto final de ellos era que Charles quedaba postrado, a veces por semanas enteras, sin poder trabajar o participar de las actividades familiares, llevando una vida casi de inválido.
Finalmente, la contestación de Wallace a las cartas de Charles y de Hooker llegó a Down. Wallace estaba en extremo satisfecho por la presentación conjunta de los trabajos. En su misiva a Hooker comenta: "...agradezco a usted y a Sir Charles Lyell sus buenos oficios... me siento muy beneficiado, pues por lo general la paternidad de una idea se acostumbra dar al primer descubridor de la misma y no al que llega a esa idea posteriormente, ya sea unos cuantos años o unas cuantas horas después... " Charles se sintió profundamente aliviado por la reacción de Wallace, a la que consideró profundamente caballerosa y amable.
Hacia fines de marzo de 1859, Charles llegó prácticamente al fin de la redacción de su manuscrito, cuya mayor parte ya había sido pasada en limpio por un escribano profesional. Tanto por su extensión como por el hecho de que ya había salido el último número de la revista de la Sociedad Linneana, resultaba evidente que habría que buscar a alguien que publicase el manuscrito, que, para esos momentos, constaba ya de 13 largos capítulos y aún faltaba el final, la recapitulación y las conclusiones. Lyell sugirió a Charles que recurriera al mismo editor londinense que publicó sus Principios, John Murray, puesto que era el mejor y con más experiencia, en especial en lo que se refería a libros científicos.
La reacción de Murray a la carta de Charles, en la que incluía el índice del manuscrito, fue entusiasta y le ofreció excelentes condiciones para publicar el libro, incluso sin haber visto el manuscrito completo. Solamente objetaba el título que Charles había puesto al manuscrito: Resumen de un ensayo sobre el origen de las especies y las variedades, con el que Charles pretendía aclarar al lector que ésta era una obra parcial a la que le faltaba mucha más información, que no había sido posible incluir. Murray le pidió a Charles quitar la palabra "resumen" del título para hacer el libro más atractivo a los lectores potenciales. Charles estaba encantado con el arreglo y mandó de inmediato por correo a Murray el manuscrito entero. Éste lo leyó parcialmente y lo envió, para tener su opinión, a uno de sus asesores editoriales, el reverendo WhitweIl Elwin, quien publicaba el Quarterly Review, revista de crítica editorial. Una semana después, Elwin contestó a Murray: "...creo que Darwin debería deshacerse de todo el material del libro, excepto lo referente a las palomas; éste sí es un buen tema, que seguramente despertaría el interés de los lectores, en especial de los colombófilos ... " A pesar de esto, Murray quedó satisfecho con su lectura de varios capítulos del libro y empezó el laborioso proceso editorial.
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Cuatro tipos de palomas que muestran los efectos de la evolución bajo domesticación. En el sentido de las manecillas del reloj, de la esquina superior izquierda: paloma común, paloma monjil, paloma buchona y paloma colipava.
Después de numerosísimas correcciones, fundamentalmente de estilo, en que participaron por igual Hooker y Emma, su editor Murray y una revisora profesional de estilo, Charles recibió el primer ejemplar del libro los primeros días de noviembre, con una nota de Murray informándole que la primera edición (de 1 250 ejemplares, de los que había que descontar los de cortesía a Darwin, los de registro de derecho de autor, los enviados a los críticos literarios, etc.) había sido comprada en su totalidad por los libreros de Londres y de las principales ciudades, y que sería necesario ir pensando en la segunda. Charles estaba fascinado por la noticia.
La obra apareció formalmente en las librerías el 24 de noviembre de 1859, con el título On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the StruggIe for Life (Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas en la lucha por la existencia). Su precio fue de 15 chelines.
Si la presentación conjunta de los trabajos de Darwin y Wallace en la Sociedad Linneana y su posterior publicación en la revista de la misma no generaron siquiera una leve onda en la superficie del mar de la opinión pública, la aparición del libro desató un huracán como el que estuvo a punto de hundir el Beagle en el cabo de Hornos.
La controversia sobre el libro fue fenomenal y se originó lo mismo entre amigos de Charles que entre personas ajenas a él; entre quienes habían leído el libro sin entenderlo como entre los que lo condenaban sin haber cursado una sola de sus páginas; tanto en su país como en el extranjero, especialmente en Estados Unidos; entre naturalistas, literatos y filósofos y, sobre todo, entre miembros de la Iglesia, tanto de la anglicana como de otras confesiones. Algunos de los ataques más vitriólicos (y por lo tanto más infundados) fueron publicados anónimamente por personas que habían tratado y ayudado a Charles años atrás, como Richard Owen y Adam Sedgwick. Este periodo de la vida de Darwin está ampliamente documentado, ya que casi todo el material acerca de la controversia fue publicado en revistas especializadas e incluso en periódicos tan famosos como los Times de Londres y de Nueva York. También es muy conocido el famoso debate de Oxford, en el que Thomas Huxley puso brillantemente en su lugar al pomposo e ignorante obispo Samuel Wilberforce (El jabonoso), asesorado por un envidioso y resentido Richard Owen, y en el que el mismo capitán Robert FitzRoy, blandiendo una Biblia, vociferó infructuosamente contra las herejías contenidas en El origen.
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Richard Owen
Charles sufría profunda angustia al ver su obra criticada sobre bases más teológicas que científicas. El nunca había querido atacar a la Iglesia con sus ideas y en verdad no había en su libro nada que fuera provocativo en este sentido, por lo que resentía los infundados ataques de los ministros religiosos. Además, había evitado, muy a propósito, cualquier alusión al origen del hombre porque sabía que este era un punto especialmente controvertible. A pesar de eso muchos lo criticaron por haber propuesto, supuestamente, la descendencia del hombre a partir de los primates. Pero no era en realidad el texto explícito el que alarmaba a muchos de sus enemigos sino las profundas y devastadoras implicaciones de sus ideas, que simplemente minaban la concepción dogmática del lugar del hombre en la Tierra y en el universo, y amenazaban la primacía de las ideas religiosas en cuanto al origen y al destino divinos del ser humano. Esto era lo inaceptable ya que nadie en esa época tenía, siquiera cercanamente, el cúmulo de datos, conocimientos y pruebas que contradijera las ideas de Darwin desde un punto de vista científico.
2 Frederick Burkhardt y Sidney Smith (comps.), The Correspondence oh Charles Darwin, 2 vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1985.
3 Ruth Moore et al., Evolución, México, Lito Offset Latina (Colección de la naturaleza de Time-Life, 1997.
10 Patricia James, Population Malthus. His Life and Times, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1979.
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