UNA COSECHA DE TEMPESTADES...

CHARLES evitó cuanto pudo mezclarse personalmente en las controversias alrededor de sus ideas, sobre todo si estas discusiones se daban en público; prefería siempre contestar por escrito las críticas que recibía, ya fuese en forma de cartas o en artículos publicados en los diversos medios escritos. Fueron fundamentalmente Huxley, Hooker, Lyell y el mismo Henslow, a pesar de que no aprobaba esas ideas evolutivas, quienes lo defendieron en público, mediante discusiones, conferencias o artículos en revistas especializadas y en periódicos. Ciertamente no todos los comentarios fueron adversos a El origen. Aparte de las opiniones vertidas en el círculo íntimo de sus amigos, empezaron a aparecer otras muchas que apoyaban sus ideas evolutivas, tanto en Gran Bretaña como en el extranjero. El hecho de que su libro se hubiese convertido en el tema central de las discusiones científicas, tanto en su país como en el extranjero, le producía una íntima satisfacción.

Sin embargo, en el lapso transcurrido entre la publicación de El origen y los siguientes tres o cuatro años, Charles tuvo la sensación de haber regresado a la travesía en el Beagle con sus momentos de una mar extremadamente borrascosa y sus periodos de calma placentera. Su salud seguía fielmente los estados de ánimo de esa mar ingrata e impredecible que es la opinión pública. Esa misma opinión voluble le otorgó, en 1864, después de habérsela regateado en una ocasión, la Medalla Copley de la Real Sociedad, la segunda distinción académica más importante en la Gran Bretaña, con lo que se volvió a agitar el avispero de la controversia. Para entonces, el círculo íntimo de amistades de Charles había ganado una nueva persona: Alfred Wallace, quien había regresado en 1862 de una larga estancia de ocho años en Indonesia y en el archipiélago Malayo. Las visitas de Wallace a la casa de los Darwin se tornaron casi tan frecuentes como lo habían sido en otro tiempo las de Hooker.

Al año siguiente del reconocimiento de la Real Sociedad a Charles, murió el padre de Joseph Hooker, con lo que éste quedó a cargo de la dirección de los jardines Reales de Kew. Ese mismo año, al final del mes de abril, Charles recibió la dramática noticia de que Robert FitzRoy se había suicidado. A la sazón el ex-capitán del Beagle se había retirado de su carrera de marino para hacerse cargo de la oficina meteorológica de la Marina Real. La ruina económica, seguida de una incomprensión total por parte del Almirantazgo de sus ideas de que el clima era susceptible de predicción, lo llevaron a un estado de depresión tal que acabó cortándose las yugulares. A pesar de que FitzRoy se había convertido en uno de sus más acerbos e ineficaces enemigos, Charles sintió profunda tristeza por el evento, ya que en su mente dominaba el recuerdo del capitán en un viaje en que adquirió la experiencia crucial que le permitió llegar a donde ahora se encontraba. El rencor no era uno de los defectos de Charles.

A principios de 1866, Charles inició la escritura de otro libro que resultaría monumental: La variación de los animales y las plantas bajo domesticación. En él desarrolló muchas de las ideas que había recopilado sobre la evolución de los organismos dirigida por el hombre y de las cuales solamente había presentado un resumen en el primer capítulo de El origen. En este libro incluyó además una serie de especulaciones acerca de la forma en que las características de los padres son transmitidas a los hijos. Charles intitula este capítulo: "Hipótesis provisional de la pangénesis". Hay que recordar que en ese tiempo la genética aún no existía como un cuerpo coherente de conocimientos, a pesar de que ya había sido publicado el trabajo de Johann Gregor Mendel, monje agustino nacido en Heinzendorf (en lo que antes era territorio austriaco y ahora se llama Hyncice, en Checoslovaquia), sobre los patrones hereditarios de algunmas plantas. El trabajo apareció en 1866 en la oscura Revista de la Sociedad de Ciencias Naturales de Brno. Es interesante imaginarse el efecto que las investigaciones de Mendel podrían haber tenido sobre las ideas de Darwin, si éste hubiese llegado a conocerlas plenamente. Parece que Charles tuvo en sus manos un resumen del trabajo de Mendel; sin embargo, es evidente que no percibió lo que esto significaba en el contexto de su teoría de la evolución. Por otro lado, curiosamente, Mendel conocía bien El origen cuando publicó sus resultados, pero nunca incorporó las ideas evolutivas de Darwin a sus hallazgos sobre las leyes de la herencia. De haberlo hecho, Mendel se hubiese adelantado por casi 100 años a lo que se conoce ahora como la "síntesis moderna" del pensamiento darwiniano, la cual fue propuesta por Julian Huxley en la década de los treinta del presente siglo.

La teoría de la pangénesis de Darwin tenía notables similitudes con las ideas del filósofo griego Demócrito, nacido alrededor del año 450 a.C. y uno de los precursores de la teoría atómica. Darwin proponía en esa teoría que las células reproductoras producen unos corpúsculos o partículas pequeñísimas, denominadas "gémulas", que supuestamente transmiten las "instrucciones" necesarias para la recreación de las células en la progenie de acuerdo con las características morfológicas de los padres. Las gémulas eran transportadas por los fluidos orgánicos hasta las células reproductoras, donde permanecían en espera de la fertilización. Además Darwin proponía que el uso extraordinario de un órgano produce cantidades anormalmente altas de gémulas con las características de ese órgano, con lo que se refuerza el mismo en la progenie. De manera inversa, el poco uso de otro órgano provocaría una producción anormalmente baja de gémulas relacionadas con dicho órgano, por lo que habría un desarrollo cada vez más deficiente del mismo en las progenies sucesivas. Con la proposición de su teoría de la pangénesis Darwin regresaba al más puro lamarckismo al revivir las ideas de la herencia de los caracteres adquiridos.

La "hipótesis provisional de la pangénesis", como Charles la tituló en algún momento, trataba de responder a las objeciones que varios de los críticos de sus ideas habían presentado en contra de la evolución mediante la selección natural, particularmente Fleeming Jenkin y St. George Jackson Mivart Jenkin era un ingeniero escocés que había trabajado junto con Sir William Thomson (mejor conocido como Lord Kelvin) en la instalación del primer cable transatlántico. Sus argumentos no eran nuevos y fue la forma en que organizó su crítica y los puntos que atacó lo que hizo que Darwin le dedicara largas y prolijas respuestas. Una buena parte de las críticas de Jenkin tenían como base la idea de la "herencia mezclada", con la cual proponía que las características de los padres se iban diluyendo constantemente de una progenie a la otra, como lo hace la concentración de una sustancia en un líquido, cuando se mezcla sucesivamente con otros líquidos que no contienen dicha sustancia. Sin embargo, esta no era una idea propia de Darwin, ya que era la forma aceptada en ese momento de interpretación de los mecanismos de la herencia. Jenkin criticaba el principio del gradualismo de Darwin, que proponía que los cambios evolutivos notables eran el resultado de la acumulación de pequeños e imperceptibles cambios, así como el que la evolución bajo la influencia de la domesticación era un ejemplo que apoyaba la idea de evolución por medio de la selección natural. Por su parte, Jenkin sostenía que existían límites muy claros al grado de variación que podía presentar un organismo en el proceso de domesticación y que el hombre nunca había logrado generar una nueva especie por este método; esto último era hasta cierto punto correcto para el caso de los animales domesticados, aunque no para las plantas cultivadas; no obstante hay que aclarar que en ese tiempo se tenía muy poco conocimiento sobre los ancestros de plantas como el trigo o el maíz. A las anteriores críticas, Darwin contestó con notas aclaratorias en las sucesivas ediciones de El origen, como la que sigue:

Algunos autores sostienen que el grado máximo de variación en nuestros productos domesticados se alcanza rápidamente y que no puede ser excedido. Es muy arriesgado aseverar que dicho límite se ha alcanzado en algún caso; todos nuestros animales y plantas han sido domesticados en un período muy reciente, y esto implica una variación. Sería igualmente arriesgado aseverar que los caracteres que se han modificado a su máximo no podrían cambiar, aun despues de haberse mantenido fijos por un tiempo, y variar bajo diferentes condiciones de vida.

No obstante, Jenkin argñía que cualquier característica que surgiera en una población, independientemente de qué tan ventajosa fuese, nunca lograría fijarse en ella debido a que se reduciría en cada sucesiva mezcla de caracteres en las progenies consecutivas. De esta manera, la selección natural perdería sentido, ya que ninguna característica podría ser favorablemente seleccionada y fijada en la población. Esto ocurriría además con mayor facilidad si: a) la selección favorece una variación heredada que solamente difiere muy ligeramente de la norma para la población, y b) el atributo se origina en una población muy grande y continua, ya que en este caso la variación se diluye entre un mayor número de individuos.

Por otro lado, Jenkin argumentaba que los cambios excepcionales, que en ese tiempo se conocían como sports y que en realidad eran mutaciones, en el caso de ser favorecidos por la selección natural deberían volverse los caracteres dominantes en la población, ya que no se diluirían por la herencia mezclada. Éste era para Jenkin otro argumento en contra de la selección natural como mecanismo de la evolución, pues consideraba que la evolución gradual no era un mecanismo satisfactorio para explicar el origen de las especies y proponía la existencia de causas abruptas o "saltatorias" que nunca especificó. A todo esto Darwin respondía que los atributos favorables deberían originarse no solamente en unos pocos individuos sino en muchos al mismo tiempo, para que no hubiese el problema de dilución de tales atributos por la herencia mezclada. Además, por medio de la pangénesis, dichas características podrían originarse simultáneamente en un gran número de individuos sujetos a las mismas condiciones ambientales.

Mivart, zoólogo alumno de Richard Owen y de Thomas Fluxley y originalmente prodarwinista, atacó a Darwin por motivos de tipo religioso; sus objeciones se basaron en la mayor debilidad conceptual de las ideas de Darwin: los mecanismos por los que se heredarían y fijarían las características favorecidas por la selección natural. Mivart atacó "los fundamentos materialistas" de las ideas de Darwin, en especial en lo que se refería al posible origen del hombre. Mivart sostenía que la selección natural no podía explicar la existencia de ciertos atributos favorables a los organismos solamente hasta que ellos alcanzaban un desarrollo completo. Atacó la idea de la pangénesis como "un mecanismo oscuro que confundía más que aclaraba las cosas" y por ser incongruente; para ejemplificar esto último citaba el caso de que a pesar de que innumerables generaciones de hombres judíos habían sido sometidas a la circuncisión, sus hijos seguían naciendo con prepucio.

Ciertamente la pangénesis fue un intento laudable, aunque poco afortunado, que empleó Darwin para explicar algunos aspectos que su original teoría de la evolución mediante la selección natural no explicaba satisfactoriamente, especialmente en lo referente a los mecanismos hereditarios de las características favorecidas. Estas ideas las discutió, antes de publicarlas, con Huxley y Wallace, quienes no se mostraron particularmente atraídos por ellas, aunque no quisieron disuadir a Darwin de publicarlas y exponerlas a la crítica. Al contestar los argumentos de sus críticos a veces Darwin se enzarzó, fundamentalmente porque no había buena información disponible para esclarecer algunos de los puntos. Sin embargo nunca dejó de considerar la selección natural como el mecanismo central de su teoría del origen de las especies y de pensar en la evolución como un proceso que no tiene una meta determinada y cuyo cauce se define en forma aleatoria.

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