PR�LOGO

A LA SEGUNDA EDICI�N

El manuscrito de la primera edici�n de este libro fue terminado en la primavera de 1987; ocho a�os han transcurrido desde entonces, lapso en el cual nuevos descubrimientos, en el �mbito de la biolog�a y las ciencias biom�dicas, han permitido resolver viejas cuestiones, plantear nuevas inc�gnitas y tambi�n reconsiderar antiguas respuestas que resultaron equivocadas a la luz de los nuevos conocimientos. En el campo de la virolog�a se han producido importantes avances y han sido descritos nuevos agentes virales tanto en bacterias, como en plantas y animales; baste mencionar tres nuevos tipos de virus de Herpes humanos (HHV-6, HHV-7 y HHV-8). Los avances de la biolog�a molecular han permitido desarrollar nuevas t�cnicas para el rastreo e identificaci�n de nuevas mol�culas, nuevos microorganismos y nuevos virus. Por supuesto que el calificativo de nuevo debe ser tomado con reserva; recordemos que Col�n descubri� Am�rica para los europeos, sin embargo, los ind�genas ten�an siglos de habitarla. De la misma manera, muchos de los "nuevos" virus pueden haber estado todo el tiempo con nosotros y lo �nico que ha cambiado es la precisi�n de los m�todos que ahora nos permiten conocer su existencia.

La virolog�a es una disciplina en pleno desarrollo y, por lo tanto, resulta arriesgado, por no decir insensato, pretender fijarla y agotarla en el magro espacio del presente libro. En la primera edici�n, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) o Human Inmunodeficiency Virus (HIV) fue mencionado en forma por dem�s somera y sin discutir su relaci�n con el s�ndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). La presente edici�n pretende subsanar, en la medida de lo posible, las deficiencias de la primera en cuanto al HIV y otros virus de inter�s m�dico y general. Sin embargo, algunos lectores notar�n tambi�n que en el presente texto se han suprimido conceptos que hace unos cuantos a�os parec�an ciertos.

Es indudable que el aislamiento y caracterizaci�n del llamado virus de la inmunodeficiencia humana ha causado un aumento del inter�s de la comunidad cient�fica por los virus en general; pero, sobre todo, ha provocado que el t�rmino virus ya forme parte del vocabulario cotidiano y que ciertos aspectos de la virolog�a sean de inter�s para el p�blico en general.

Desde 1987 hasta 1993 trabaj� en la Universidad de Par�s en proyectos de investigaci�n directamente relacionados con el HIV. Esta experiencia me permiti� conocer de primera mano muchos de los factores y actores que han tomado parte en la historia cient�fica del SIDA; historia que con mucha frecuencia se ha visto desviada por intereses personales, competencia desleal y afirmaciones apresuradas que presentan a ciertos fen�menos de laboratorio —artificiales y pasajeros—, como si fueran hechos plenamente demostrados. Pienso que en el caso de un tema que produce reacciones tan diversas e intensas, como el del SIDA, puede ser contraproducente la proliferaci�n de obras de divulgaci�n basadas en informaci�n cient�fica de car�cter preliminar, por no decir transitorio. Sin embargo, prefiero correr el riesgo de equivocarme en mi presentaci�n del estado actual del conocimiento sobre el HIV y el SIDA, que optar por reproducir cierta informaci�n "cl�sica", misma que contin�a siendo divulgada a pesar de ser incorrecta, como lo ha demostrado el propio curso de la investigaci�n sobre este tema.

Es com�n decir que la naturaleza es sabia; sin embargo, la labor del cient�fico consiste en desentra�ar dicha sabidur�a, lo cual toma su tiempo y dista de ser sencillo. Es indudable que la ciencia y en particular las ciencias biom�dicas pueden contribuir en forma muy importante al bienestar del g�nero humano; pero muchas veces nuestras necesidades y urgencias humanas interfieren en el proceso del conocimiento, al constituir presiones para encontrar, a toda costa, respuestas inmediatas. Un claro ejemplo de lo anterior es la compleja interacci�n que se da en torno al problema del SIDA, entre la ciencia, la opini�n p�blica y los intereses comerciales. Por lo tanto, vale la pena tener presente que en la ciencia, como en cualquier otra actividad humana, m�s vale tarde que nunca.

Toluca, marzo de 1995.

InicioAnteriorPrevioSiguiente