III. EFICIENCIA ÓPTICA
D
IJIMOS
que el sistema visual está formado por los receptores (ojos), sistema de transmisión (nervios) y centros de interpretación (cerebro). Las propiedades ópticas de dicho sistema sólo se aplican a la primera porción, es decir, a los ojos, puesto que no intervienen ni en los nervios ni en el cerebro.Los trastornos de refracción o ametropías son todas aquellas situaciones en las que, por mal funcionamiento óptico, el ojo no es capaz de proporcionar una buena imagen. Claro está que existen muchas otras circunstancias en que la imagen a nivel de la retina es defectuosa, pero que no dependen directamente de un mal funcionamiento óptico.
Si ponemos algunos ejemplos el lector podrá entender mejor estas diferencias. Si un individuo es miope, ve mal. Si se corrige esa miopía con lentes, su visión vuelve a la normalidad. Éste es un caso típico de trastorno de refracción o ametropía. Si un segundo sujeto tiene una catarata (este problema será descrito con todo detalle más adelante) su visión es igualmente defectuosa pero no es susceptible de ser corregida con aditamentos ópticos, por lo que no corresponde a una ametropía. Una vez operado de su catarata, la visión se mantiene defectuosa pero ahora sí es factible corregirla con anteojos u otros dispositivos ópticos, por lo que un ojo operado de catarata, si no tiene otras alteraciones, puede y debe considerarse como un ojo con una ametropía. Finalmente, un tercer individuo tiene un desprendimiento de retina que determina que su visión esté seriamente alterada. Esta situación no es susceptible de ser corregida con lentes y, por lo tanto, no corresponde a una ametropía. Si el individuo es operado con éxito la visión se restituye parcial o totalmente sin necesidad de recurrir a dispositivos ópticos, por lo que el desprendimiento de retina no corresponde en ningún momento a una ametropía.
Las tres situaciones anteriores tienen una característica común: la visión defectuosa. La miopía, por ser una ametropía, se corrige con lentes. La catarata sólo se corrige con cirugía, pero el ojo operado de catarata se transforma en un ojo con una fuerte ametropía que deberá ser corregida con lentes. Por último, el ojo con desprendimiento de retina sólo puede mejorar mediante una operación. Ni la catarata, ni el desprendimiento de retina son ametropías, si bien el ojo que ha sido operado de catarata sí presenta una.
Una vez aclarados estos conceptos, conviene mencionar brevemente qué se entiende por agudeza visual y cómo se mide ésta.
FACTORES QUE INFLUYEN SOBRE LA PERCEPCIÓN VISUAL
Cuando hablamos de ametropías nos referimos a aquellas situaciones que se traducen en una visión deficiente, específicamente una agudeza visual defectuosa. ¿Significa esto acaso que visión deficiente y agudeza visual defectuosa no son sinónimos? La respuesta es no. Líneas arriba mencionamos la visión deficiente o visión defectuosa, ya que en lenguaje común es así como nos expresamos. Lo correcto hubiera sido decir agudeza visual deficiente o defectuosa. Tratemos de diferenciar una y otra.
Visión es un conjunto de funciones. Salgamos a caminar a la calle y analicemos detenidamente la información que nos proporciona la vista. Lo primero que llama nuestra atención es que vemos formas. Además de las formas vemos colores y movimientos. Podemos igualmente, sólo con la vista, hacer juicios de tamaño, distancia, incluso consistencia de los objetos que nos rodean. Asimismo nuestra visión se extiende en el espacio no sólo hacia el frente, sino también en sentido horizontal y vertical. Sin embargo, aunque esto parezca una verdad de perogrullo, nosotros no tenemos visión hacia atrás. Podemos hacer juicios sobre la intensidad de la luz, los contrastes, la precisión con la que vemos los detalles y la capacidad inmediata de pasar de la visión lejana a la cercana y viceversa sin ninguna dificultad. Finalmente, todo lo que vemos tiene un significado definido y una carga emocional que son propios para cada uno de nosotros. Todas estas cualidades constituyen la visión.
De todas ellas, sólo el sentido de las formas se toma como parámetro en la medición de la agudeza visual. Cuando el médico mide la agudeza visual de un individuo, mide su capacidad para distinguir formas independientemente de que las demás cualidades de la visión sean o no normales. Si la agudeza visual es anormal y ésta puede corregirse íntegramente con dispositivos ópticos (anteojos, lentes de contacto u otros) la situación corresponde a una ametropía.
Para catalogar como ametropía o trastorno de refracción cualquier situación que invariablemente se traduce en una agudeza visual defectuosa, debemos tener siempre en mente dos parámetros: que el trastorno corresponda efectivamente a una disminución de la agudeza visual, es decir, exclusivamente al sentido de las formas, y que éste sea susceptible de corregirse mediante medios ópticos. Por supuesto que existen igualmente trastornos de la visión que no afectan la agudeza visual, como serían, por ejemplo, una reducción del campo visual o una pérdida del sentido cromático y que, por lo tanto, no son trastornos de la agudeza visual. También existen alteraciones de la agudeza visual que no son ametropías, como las ocasionadas por una catarata, una nube en la córnea, un glaucoma o un daño del nervio óptico, ya que ninguna de ellas es susceptible de ser corregida con medios ópticos puesto que su causa no es un trastorno de la refracción del ojo.
Para estudiar la eficiencia óptica de un ojo (su agudeza visual), es decir, la capacidad que tiene de enfocar una imagen nítida en la retina, se han ideado numerosas pruebas. Todas ellas presuponen que las demás porciones del sistema visual son normales y que el único parámetro anormal es un trastorno en la refracción, es decir, un trastorno óptico.
Todos hemos visto que para determinar la agudeza visual de un individuo, el médico coloca frente a él a una distancia fija una cartilla con letras o figuras impresas que tiene que reconocer visualmente. Las letras o figuras tienen distintos tamaños y el médico registra hasta qué renglón o hilera pudo reconocer el individuo examinado. ¿Qué significado tiene esta prueba?
En 1862 Herman Snellen, de Utrecht, Holanda, describió la prueba que se sigue utilizando en nuestros días para determinar la agudeza visual con base en el principio de que "el menor ángulo bajo el cual objetos de tamaño y forma conocidos pueden percibirse, determina el ángulo de agudeza visual".
Snellen calculó matemáticamente cuál era, en condiciones normales, la mínima separación entre dos objetos que podía ser reconocida a una distancia determinada y con base en ello elaboró unas tablas de letras de distintos tamaños que debían ser leídas, por un ojo normal, a diferentes distancias. Así, cuando un médico determina la agudeza visual de su paciente, lo que está registrando es la distancia a la que el paciente puede leer las letras o reconocer las figuras impresas o proyectadas, tomando como punto de referencia la distancia normal establecida.
Si la agudeza visual no corresponde a lo aceptado como normal se puede inferir que el trastorno se debe a un defecto de refracción, siempre y cuando todas las demás estructuras del sistema sean normales, ya que, como se vio anteriormente, la disminución de la agudeza visual puede corresponder a otras alteraciones que no son de índole óptica.
Una vez establecido que se trata de una alteración óptica, el médico se abocará a definir cuál es el trastorno en particular y la mejor manera de corregirlo. Esto nos lleva a hablar de lo que son las ametropías.
Hemos revisado brevemente el concepto de agudeza visual, concepto esencial en el tema que nos ocupa, ya que es la piedra angular sobre la que se apoya el diagnóstico y el tratamiento de los trastornos de refracción. Al hablar de ametropías mencionaremos no sólo las ametropías primarias, es decir, aquellas que se presentan en ojos por lo demás sanos, sino también las ametropías producto de otros trastornos oculares, extraoculares o que se producen como consecuencia de un tratamiento quirúrgico.
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