VII. LA FINALIDAD DE LA VIDA

�C�MO EMPEZ� LA VIDA?

DE ACUERDO con Arist�teles, la Edad Media crey� en la generaci�n espont�nea; a�n quedan personas en muchos pa�ses que creen que las lombrices se forman del lodo y que al descomponerse los alimentos engendran "gusanos" (larvas). En 1750 ocurri� una disputa hist�rica entre Needham, en pro de la generaci�n espont�nea, y Spallanzani en contra de ella; pero no se lleg� a una soluci�n. De paso, debe advertirse que ambos adversarios eran cl�rigos y no obstante se sintieron libres para tomar cualquier posici�n; creer que los seres vivos pueden provenir de la materia inanimada, o no, se juzgaba un asunto puramente cient�fico; por qu� raz�n se le da ahora una trascendencia religiosa o teol�gica es incomprensible para m�.

Aunque Pasteur estableci� en 1875 la no existencia de la generaci�n espont�nea, los bi�logos siguieron suponiendo que los primeros seres vivos se hab�an originado de la materia inanimada bajo condiciones no conocidas. En 1935 Oparin emiti� una hip�tesis plausible basada en las reacciones entre gases del tipo del metano y del amoniaco en presencia de vapor de agua a muy altas temperaturas. A�os despu�s se comprob� la hip�tesis por Miller y Urey, quienes construyeron un aparato que imita las condiciones de la Tierra primitiva, con gran actividad volc�nica; en este aparato se formaron amino�cidos diversos, urea y las bases nitrogenadas del ADN que forman el c�digo gen�tico que une a los amino�cidos para hacer prote�nas (v�ase, cap�tulo IV. El programa vital, apartado "Informaci�n para la vida") y se comprob� la hip�tesis de Oparin. Ahora se han podido sintetizar protenoides capaces de ser atacados por enzimas y asimilados por microorganismos; en algunos casos incluso han mostrado propiedades enzim�ticas catalizando reacciones (Cu�not et al., Evoluci�n, marxismo y cristianismo, Plaza y Jan�s). Otra importante aportaci�n es la teor�a de Egami sobre la s�ntesis simult�nea de las bases del ADN y de correspondientes grupos de amino�cidos (Mundo Cient�fico, vol. 1 n�m. 8); tambi�n se ha estudiado la variaci�n de mol�culas como el citocromo en diversas c�lulas, la cual se�ala la evoluci�n de ellas (Scientific American, marzo de 1980). As�, se ha demostrado que existen fuerzas y leyes qu�micas que dirigen las reacciones y que es falso el concepto de que la aparici�n de las prote�nas se debi� al azar, idea a la que se opuso Lecomte de Nouy. A continuaci�n se narran los principios de la evoluci�n prescindiendo de los argumentos cient�ficos que apoyan el relato; debe tenerse en cuenta, por una parte, que no es un cuento de hadas o de ciencia ficci�n, y por otra parte, que es una hip�tesis que puede sufrir modificaciones al avanzar el conocimiento.

En los principios de la formaci�n de la Tierra la atm�sfera carec�a de ox�geno y abundaba en gases del tipo del metano y el amoniaco, producto de la actividad volc�nica; tambi�n era abundante en vapor de agua por la intensa evaporaci�n de los mares. En estas condiciones era incesante la formaci�n de nubes y la ocurrencia de tormentas el�ctricas; la energ�a de los rayos y la irradiaci�n solar, muy intensas, posibilitaban la reacci�n del metano con gases amoniacales, origin�ndose as� compuestos nitrogenados como amino�cidos, urea y otros.

La lluvia llevaba estas mol�culas de la atm�sfera al mar, donde se dispersaban y descompon�an, pero las lagunas costeras pudieron funcionar como un refugio donde los compuestos nitrogenados pod�an concentrarse y aumentar la probabilidad de reaccionar entre s�. Aqu� pudo ocurrir la s�ntesis simult�nea de las bases del ADN, cada una con su correspondiente grupo de amino�cidos. Se formar�an as� polip�ptidos y prote�nas sencillas (no al azar, sino ya conforme a un c�digo qu�mico del ADN), algunas de las cuales bien podr�an reaccionar con las sales disueltas en el agua integrando a la mol�cula metales como hierro, cobre, etc. Estos �tomos son capaces de oxidarse y reducirse al aceptar y despedir hidr�geno y electrones; al integrarse a la prote�na la convertir�an en una enzima capaz de transportar energ�a. Este conjunto de mol�culas de gran actividad qu�mica en las lagunas costeras que recib�an energ�a cal�rica y lum�nica del Sol ha sido llamado de manera poco acad�mica pero muy pl�stica "sopa caliente".

En general las mol�culas en la sopa caliente tender�an a aumentar su tama�o, sea por crecimiento qu�mico o polimerizaci�n o por uni�n qu�mica con otras mol�culas o por mera conjunci�n f�sica. Por su propio tama�o las prote�nas formar�an sistemas coloidales y al conjugarse las micelas coloidales dar�an lugar a "gotitas" o "granulitos" coloidales (coacervados) con gran actividad qu�mica. A partir de este momento, antes de que apareciera la vida, empez� a operar la lucha por la existencia, la evoluci�n prebiol�gica, pues los coacervados con mayor capacidad de reacci�n prevalec�an sobre otros coacervados menos catal�ticos o m�s f�ciles de desintegrarse. Al fundirse entre s� las "gotitas" de coacervado coloidal y aumentar su tama�o por s�ntesis y polimerizaci�n deben haber ido apareciendo fen�menos qu�micos, por lo que los coacervados pudieran ya recibir el nombre de prec�lulas. La vida fue apareciendo en la Tierra con pasos imperceptibles.

Las prec�lulas deben haber sido sistemas coloidales limitados por una membrana, m�s peque�os y sencillos que una bacteria actual; una masa de protoplasma sin n�cleo ni organillos, constituida por prote�nas estructurales y enzim�ticas y por cadenas de ADN o ARN. A pesar de su sencillez, los sistemas vivientes mostraban tres rasgos fundamentales. Eran capaces de obtener energ�a por fermentaci�n, pues conten�an mol�culas de citocromo y sintetizaban ATP. Mostraban un cierto tipo de heterotrofia, pues agregaban a su cuerpo mol�culas y part�culas de materia m�s o menos similar a la suya. Eran capaces de asimilar amino�cidos para autorreproducir su estructura formando prote�nas con su ADN o ARN, que operaba con uno o quiz� varios tipos de c�digos, incluido el que a�n existe. Su multiplicaci�n era tal vez mera fragmentaci�n por impacto del medio.

De las prec�lulas se originaron las primeras c�lulas procari�ticas (sin n�cleo), similares a las bacterias de hoy y de las que quedan huellas f�siles de unos dos mil quinientos millones de a�os de antig�edad. Algunas de estas c�lulas han quedado hasta nuestros d�as; tienen sistemas bioqu�micos capaces de derivar energ�a de una reacci�n b�sica de oxidaci�n, como las bacterias ferrosas, sulfurosas y nitrificantes; otras desarrollan mol�culas y sistemas capaces de aprovechar la energ�a de la luz; apareci� as� la fotos�ntesis. A partir de entonces la atm�sfera empez� a tener ox�geno (en la fotos�nteis se produce este gas), lo que hizo posible la formaci�n de sistemas de respiraci�n aerobia, que es mucho m�s eficiente que la fermentaci�n con respecto a la utilizaci�n de la energ�a, por lo que casi todas las c�lulas actuales —todas las de las plantas y animales superiores— son aerobias. El desarrollo fue sin duda muy lento: muchas formas de vida deben haberse ensayado y desaparecido por competencia y selecci�n y s�lo mil millones de a�os m�s tarde aparecieron las primeras c�lulas eucari�ticas, con n�cleo y organillos. Fue tambi�n en ese lent�simo proceso de evoluci�n celular cuando debieron haberse ido desarrollando procesos de reconocimiento mutuo a base de mol�culas que a�n perduran en las c�lulas actuales, a veces quiz� sin funci�n ya (v�ase en el cap�tulo II, La materia viviente, el apartado "Las mol�culas del ensue�o").

Las c�lulas eucari�ticas tienen sus cadenas de ADN encerradas en un corp�sculo esferoidal, el n�cleo; tambi�n la clorofila, cuando existe, se organiza en cuerpecillos de color verde, los cloroplastos, y las enzimas respiratorias en otros cuerpecillos, las mitocondrias. As� pues, la c�lula eucari�tica tiene, en general, los mismos tipos de mol�culas que la c�lula procari�tica, pero en los eucariotes los sistemas del metabolismo celular se alojan en organillos ad hoc y esta compartimentaci�n determina mayor eficiencia en el trabajo. Las c�lulas que forman el cuerpo de los seres pluricelulares, plantas o animales son todas eucari�ticas.

Existen dos hip�tesis sobre la evoluci�n de la c�lula procari�tica a eucari�tica. La hip�tesis de la complejidad creciente sostiene que a lo largo de los milenios algunos procariotes fueron sufriendo invaginaciones de la membrana celular que terminaron por cerrarse del todo y aislarse formando un "globillo" dentro de la c�lula donde se encerraban ciertas enzimas; tambi�n pudieron ocurrir mutaciones que determinaron la formaci�n de una membrana en derredor de las cadenas de ADN. Esta caracter�stica dio mayor independencia del ambiente a los genes, mayor protecci�n a cambios y por tanto una autorreproducci�n m�s fiel, por lo cual su descendencia no s�lo perdur� sino que fue prevaleciendo sobre las formas que ten�an el ADN m�s f�cilmente sujeto a cambios y accidentes.

Otra hip�tesis es que los eucariotes se formaron por un proceso semejante a la simbiosis (uni�n de organismos para mutuo provecho, como la de un hongo y un alga para formar un liquen). Una c�lula procari�tica pudo haber aceptado un "n�cleo", es decir, cadenas de ADN recubiertas por una membrana; al paso de no mucho tiempo estas cadenas mejor protegidas terminar�an por "tomar el mando" en la masa protopl�smica. Igualmente, un eucariote sin clorofila pudo conjugarse con una "prec�lula" con clorofila que pasar�a a conformar un cloroplasto; o bien pudo conjugarse con una "prec�lula" con equipo para respiraci�n aerobia que vendr�a a constituir una mitocondria. Uno de los soportes de esta teor�a es que los cloroplastos y las mitocondrias de las c�lulas de las plantas actuales tienen su propio ADN, lo que hace pensar que alguna vez pudieron existir y reproducirse aislados, como procariotes. Sin duda muchas uniones fracasar�an pero las que quedaron efectuar�an las funciones vitales con mayor eficiencia que los procariotes e ir�an prevaleciendo. Seg�n los datos geol�gicos, se necesitaron mil millones de a�os para desarrollar este proceso, tiempo sobrado para hacer muchos ensayos.

Algunos eucariotes, tanto aut�trofos con clorofila como heter�trofos sin ella, formaron agregados celulares: son los seres coloniales, cada una de cuyas c�lulas es un individuo capaz de vivir por s� mismo pero que tiende a vivir en asociaci�n con otras c�lulas iguales —recordemos las mol�culas de reconocimiento. La transici�n de organismos unicelulares a coloniales y de coloniales a pluricelulares ha sido bien estudiada sobre todo en una l�nea de algas verdes.

Parece sorprendente, incluso absurdo, que las leyes b�sicas de la biolog�a aparecieran cuando aún no hab�a vida. Sin embargo, es razonable pensar que en el momento en que los materiales inertes empezaron a tomar la organizaci�n fisicoqu�mica de los organismos vivos, por determinismo cient�fico empezaron a mostrar caracter�sticas propias de �stos aunque a�n no existieran c�lulas bien conformadas. A la luz de los conocimientos actuales es indudable que en "la sopa caliente", en las gotitas coloidales donde ocurr�a la s�ntesis simult�nea de amino�cidos y ADN, debieron ocurrir ipso facto s�ntesis de polip�ptidos y prote�nas simples y sin duda, debido a la gran irradiaci�n solar, ocurrir mutaciones y fen�menos de interacci�n g�nica y de hibridaci�n al fusionarse prec�lulas con diferencias en su ADN; para decirlo gr�ficamente, desde esta hora empezaron a diferenciarse las amibas de los elefantes.

Tambi�n ocurrieron a nivel prec�lular fen�menos ecol�gico-evolutivos de "predaci�n" al englobar las gotitas mayores a otras menores, de competencia por alimento, pues las prec�lulas o gotitas coloidales incorporaban a su cuerpo los amino�cidos del medio y de selecci�n del m�s apto por las caracter�sticas del ADN (v�ase la obra de R. Dawkins, El gen ego�sta, Salvat).

En realidad la vida de la c�lula semeja en muchos aspectos la vida en un campo ecol�gico. Cada mol�cula tiene en la c�lula su propio lugar, su "nicho ecol�gico", que determina sus interacciones con otras mol�culas. Hay mol�culas que se ligan temporalmente a otras para lograr un fin en una relaci�n que pudiera aproximarse a la simbiosis o al comensalismo; diversas clases de enzimas compiten por un mismo sustrato como diversas especies por un alimento; algunas mol�culas bloquean o rompen a otras, y en muchos casos (como el equilibrio entre auxinas e inhibidores) una mol�cula interrumpe la v�a de s�ntesis de otra diferente reforzando la conversi�n del sustrato en mol�culas de su propia especie qu�mica. En la c�lula los caminos metab�licos se entrecruzan formando una trama de la vida que alg�n "citoec�logo" deber�a estudiar con m�todos de bi�logo molecular y conceptos de bi�logo de campo.

Desde otro punto de vista la consideraci�n del origen de la vida ense�a otra lecci�n. En la actualidad coexisten formas de vida muy primitivas con otras relativamente recientes de mucha mayor eficiencia y complejidad. En una charca se pueden encontrar algas procari�ticas, protozoarios eucari�ticos, algas eucari�ticas coloniales y pluricelulares tan complicados como peces y ranas. En cualquier suelo existen a�n bacterias quimiosint�ticas semejantes a las que iniciaron la vida. Para que las formas de vida superiores se desarrollen no es preciso que destruyan a las formas inferiores; en realidad cabr�a preguntarse si es inferior una forma de vida cuyo prototipo se inici� hace dos mil quinientos millones de a�os... y a�n existe. Pero algunas personas persisten en creer que para desarrollar una cultura moderna necesitan aplastar a las primitivas. Y otros —�Dios nos proteja!— quisieran retrotraernos a culturas que a ellos mismos son extra�as.

�A D�NDE VA LA VIDA?

Los materialistas del siglo pasado y los rezagados del presente sufr�an n�useas con s�lo oler a Arist�teles, y en su reacci�n contra el finalismo, justificable en un principio, llegaron al absurdo de afirmar que la evoluci�n carece de un sentido de complejidad org�nica y eficiencia funcional. Sin duda, un organismo puede ser simple y sin embargo muy eficiente por su adaptaci�n al medio, como un par�sito intestinal; pero se necesita toda la terquedad y los recursos sof�sticos de un acad�mico para negar que un erizo de mar es m�s complejo que una amiba y un perro m�s complejo que un erizo de mar. Esta gradaci�n de los organismos se debe a la supervivencia del m�s apto en el libre juego de la selecci�n natural, como se discuti� en el cap�tulo VI.

Tan evidente es el sentido ascendente de la evoluci�n que pronto surgi� una escuela que postulaba la existencia de una ley biol�gica por la cual el organismo posee la tendencia natural a un estado de mayor aptitud biol�gica. Esta escuela, llamada de la evoluci�n ortog�nica, tiene puntos de contacto con los conceptos de Bergson sobre la �volution cr�atrice y con los de Weissmann sobre el plasma som�tico (cuerpo del individuo) y el plasma germinativo (c�lulas reproductoras del individuo). Seg�n Weissmann, el plasma germinativo es un principio inmortal pues del gameto fecundado o fecundante surge un nuevo individuo que llevar� gametos que a su vez originar�n otro individuo: las c�lulas sexuales se perpet�an, las som�ticas mueren. Desde Ad�n hasta el final de los tiempos habr� muchos miles de generaciones muertas pero siempre habr� unas c�lulas reproductivas que saltan, por as� decirlo, de un cuerpo a otro, constituyendo el "cuerpo" de la especie.

Weissmann elabor� sus conceptos al inicio del siglo, pero han sido en cierta forma reinterpretados y puestos al d�a por Dawkins, quien considera que el gene no tiene otro prop�sito que el de sobrevivir: para ello est� constituido molecularmente y si se encuentra en un medio id�neo su actividad inmediata e ineludible es autoduplicarse. En su af�n de supervivencia ha desarrollado, mediante mecanismos evolutivos, "m�quinas de supervivencia" que fueron los cuerpos celulares primero y luego se perfeccionaron en los cuerpos de organismos cuyo �nico prop�sito es facilitar la supervivencia del gene inmortal. Como sucedi� con el darwinismo social, los conceptos de Weissmann pueden ser llevados a la sociopol�tica como pretexto para sacrificar a los individuos a los prop�sitos de la especie, representada seg�n el caso por la raza, la naci�n o aun la clase social.

Pero �hay "algo" m�s atr�s de estos mecanismos de perpetuaci�n de la especie? �No hay soluci�n para el problema de mi desaparici�n? Y la vida toda, el cortejo evolutivo de las generaciones de plantas y animales, �todo ello para nada? �Para que al final la Tierra ruede sola en un Cosmos que nadie advierta que exista... si es que se puede existir cuando no hay observador alguno? Son preguntas que escapan a la ciencia porque al ir m�s all� de los hechos observables se entra, literalmente, en la metaf�sica. Pero son preguntas tan importantes que el hombre se las ha planteado, a juzgar por pinturas y restos funerarios en las cavernas, desde que empez� a ser Homo sapiens. Tratemos pues de contestarlas al menos hasta el l�mite en que pueden hacerse hip�tesis m�s o menos cient�ficas. Queda claro que las hip�tesis a continuaci�n son solamente intentos de explicar, de diversas maneras, un problema que es ajeno a la ciencia experimental. Pero estamos ya lejos del desprecio positivista por las hip�tesis, y la f�sica te�rica y la cosmolog�a han hecho reconsiderar el valor de las construcciones mentales en el camino a la verdad.

Un importante cient�fico, Jaques Monod, se declara definitivamente en contra de la existencia de algo m�s: lo �nico que habr�a tras los mecanismos evolutivos es el "azar y la necesidad", el libre juego de las variaciones gen�ticas dentro de la invariancia b�sica del sistema ADN-ARN y la presi�n inmisericorde del medio como un agente de selecci�n. En su libro El azar y la necesidad (Seix Barral), Monod revisa brevemente las teor�as que proponen una finalidad a la evoluci�n desde Bergson hasta Teilhard; las llama teor�as "animistas" y en alguna forma este nombre implica el desd�n con que las considera. Tampoco trata mejor al materialismo dial�ctico ni a Engels. Quiz� su posici�n es extremista pero hay mucho de verdad cuando dice: "... las sociedades modernas han aceptado las riquezas y poderes que la ciencia da, pero no han aceptado, apenas entendido, su mensaje: la definici�n de una nueva y �nica fuente de verdad, una revisi�n total de los fundamentos de la �tica... el mal del alma moderna es esta mentira (la ense�anza de la moral tradicional de Occidente y del materialismo dial�ctico en las sociedades marxistas) en la ra�z de su ser moral y social".

Al no existir ninguna fuente del bien ni del mal Monod propone al hombre como �nico poseedor de los valores y ahora "calibra el terrible poder de destrucci�n (de la ciencia) no s�lo de los cuerpos sino de la misma alma". Y termina su libro con palabras terribles "...el hombre sabe al fin que est� solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no esta escrito en ninguna parte. Puede escoger entre el Reino y las tinieblas".

Fran�ois Jacob particip� con Monod del Premio Nobel por su trabajo sobre la represi�n g�nica. Tambi�n son copart�cipes hasta cierto punto en otro orden de ideas: "La biolog�a ha demostrado que detr�s de la palabra vida no se esconde ninguna entidad metaf�sica. El poder de producir estructuras de complejidad creciente e incluso de reproducirse es intr�nseco a los elementos que contiene la materia." Pero Jacob niega rotundamente que seamos meros productos del azar: "el tiempo y la aritm�tica niegan que la evoluci�n se deba exclusivamente a una sucesi�n de microacontecimientos y a mutaciones sobrevenidas al azar" y se�ala sabiamente que la evoluci�n ha sido posible porque existen niveles de integraci�n y que "en cada nivel de organizaci�n aparecen nuevas caracter�sticas y nuevas propiedades l�gicas". 5[Nota 5]

Dawkins va a�n m�s all� (aunque sus ideas a veces parecen un tanto confusas y su l�gica algo incierta, como sucede con muchos ec�logos y et�logos) al desarrollar la explicaci�n siguiente. En la sopa caliente se formaban de continuo "premicrobios" o "prec�lulas" consistentes en prote�nas coloidales conservadas con propiedades enzim�ticas; algunas pose�an mol�culas fotosint�ticas, otras pod�an efectuar oxidaciones de sales qu�micas, otras ten�an respiraci�n aerobia. Entre estos "premicrobios" hab�a algunos constituidos por bandas de ADN sin cubierta o con muy tenue cubierta de protecci�n; a estas part�culas Dawkins los denomina "reproductores". Los reproductores fueron construyendo "m�quinas de supervivencia", es decir, estructuras que les daban protecci�n, energ�a y eficiencia general; primero "prec�lulas", luego c�lulas, luego cuerpos hasta llegar, con eficiencia creciente a cada paso, a construir el organismo humano por medio de �rdenes qu�micas adecuadas. En este nivel aparece un tipo nuevo y diferente de reproductor: son las ideas b�sicas que mantienen y reproducen la cultura; son producto de las c�lulas nerviosas pero nos dan la capacidad �nica, espec�fica, de desobedecer las �rdenes qu�micas de mera supervivencia del reproductor o ADN: "... s�lo nosotros (los humanos) en la Tierra podemos rebelarnos contra la tiran�a de los reproductores (genes) ego�stas." 6[Nota 6]

Una de las concepciones m�s unificadoras y hermosas es la de Pierre Teilhard de Chardin. No es f�cil sintetizar a Teilhard en diez renglones, su pensamiento es profundo y a veces complicado y su lenguaje tan personal y cargado de intenci�n filos�fica o teol�gica que a veces elude o dificulta una cabal comprensi�n de su significado. A riesgo de simplificar en exceso y reduciendo la explicaci�n al tema de la finalidad de la vida expondremos algunas de sus ideas.

Para Teilhard no existe una real diferencia entre la materia inanimada y la animada y todo cuanto existe sobre la Tierra deriva por estructuraci�n de un tipo de corp�sculos. La ley fundamental de la materia es la de la complejidad-conciencia. El significado de complejidad (Teilhard le llama complejificaci�n) es f�cilmente comprensible: la materia tiende de modo esencial a formar estructuras cada vez mas complejas (no se niega la segunda ley de la termodin�mica pues esto ocurrir�a invirtiendo parte de la energ�a universal): las part�culas subat�micas se integran en �tomos, los �tomos en mol�culas, �stas en agregados moleculares uno de cuyos tipos más estructurados ser�a la c�lula, las c�lulas en organismos que van de lo sencillo a lo complejo hasta el hombre. Por ello Teilhard asienta que la vida supone, exige, la previda: la evoluci�n no es pues un fen�meno biol�gico sino f�sico, com�n a todo tipo de material. El t�rmino conciencia en el lenguaje de Teilhard es de d�ficil comprensi�n y tal vez un sin�nimo ser�a "conducta aut�noma". Conciencia es el modo de ser de cada cosa material, su espontaneidad (sin�nimos del propio fil�sofo) o en cierto modo su improbabilidad en lenguaje cient�fico. En las formas inanimadas m�s simples la conciencia de la materia es casi nula: no hay espontaneidad sino total sujeci�n a las leyes naturales que norman su conducta; poco a poco la conciencia va en aumento al complicarse la materia y los seres vivos tienen ya un proceder aut�nomo, poco predecible por ser muy espont�neo o improbable; y as� se llega al hombre que en su "interior" (concepto y t�rmino muy peculiar de Teilhard), en su psiquismo, en su m�s �ntimo yo, es libre.

El ascenso en la complejidad es simult�neo al ascenso en la conciencia; ambos conceptos son tan indisolubles como el espacio-tiempo en la f�sica moderna. Conforme la materia recorre la escala de la complejidad-conciencia se van formando estructuras primero inanimadas y luego animadas que son no solamente mas complicadas sino tambi�n m�s aut�nomas. Por esta "libertad interior" las estructuras van accediendo a niveles de integraci�n diferentes y aparecen propiedades nuevas que no se encuentran en los niveles inferiores; as�, de la uni�n del cloro, gas venenoso y del sodio, inflamable y muy t�xico, se forma la sal de cocina; as� tambi�n de una integraci�n de mol�culas por s� mismas inertes surgi� la vida en las c�lulas primordiales y al estructurarse de cierta manera las c�lulas se integra un organismo. De esta manera se llega al hombre; para Teilhard no se trata de un organismo m�s, sino del paso a un diferente nivel de complejidad-conciencia en el cual surge el pensamiento l�gico, la reflexi�n, la conciencia plena; y en su "interior" la libertad y la autonom�a m�ximas: tal es el fen�meno humano.

En su concepto b�sico de que no hay diferencia fundamental entre la materia animada y la inanimada, sino que todo radica en la estructuraci�n de los elementos, la teor�a de Teilhard se unifica con la explicaci�n actual sobre el origen de la vida. El concepto de niveles integrativos tiene muchos puntos de contacto con los conceptos de los actuales bi�logos organicistas que han reaccionado contra el reduccionismo extremo de la biolog�a de hace cincuenta a�os.

Como cient�fico —fue paleont�logo de renombre, descubridor del "Hombre de Pek�n"—, Teilhard se adscribe a la evoluci�n ortog�nica, pero su visi�n va mucho m�s all�. Considera que la ley de la complejidad-conciencia no opera solamente hasta el nivel estructural del individuo humano sino que lleva a los individuos a un nivel de integraci�n superior, el de especie humana y m�s a�n, llevar� a la especie toda a su punto final, el punto omega, vertedero final de toda vida. En la concepci�n de Teilhard, Dios ha dotado a la materia de un impulso de perfecci�n, de inmersi�n en el infinito que se alcanza ahora solamente en el nivel del hombre-individuo pero que en el futuro pr�ximo ser� alcanzado por el hombre-especie: "perecemos todos o nos morimos todos". De esta manera, el hombre recoge, por as� decirlo, toda forma de vida anterior a �l —en sentido de complejidad— y la lleva a una vida infinita. Se tiene as� un sentido �ltimo para el individuo, para la humanidad entera y para toda la creaci�n (P. Teilhard de Chardin. El fen�meno humano, Taurus).

Teilhard representa para la iglesia cat�lica un impulso de acordar las ense�anzas religiosas con los conocimientos cient�ficos modernos. Una labor similar efectu� Tom�s de Aquino al "cristianizar" a Arist�teles fundando una filosof�a que ha sido la oficial de la iglesia durante seis siglos pero que hoy no puede sostenerse ante el impacto de la ciencia. El Teilhard jesuita, metaf�sico y cristiano queda fuera de la consideraci�n de un libro que s�lo ha querido dar una explicaci�n superficial de c�mo viven las plantas y ofrecer algunas reflexiones sobre la vida del hombre. Pero si vamos a reflexionar sobre la vida �c�mo evitar la reflexi�n sobre la muerte? Si vamos a considerar el porqu� y para qu� de los fen�menos vitales, �c�mo eludir el preguntarnos el porqu� y para qu� de la vida del hombre? Estas preguntas no se pueden responder con experimentos ni mediante las ciencias naturales, pero tampoco deben responderse necesaria y exclusivamente por la fe ciega: pueden ser objetos de una b�squeda por el pensamiento filos�fico.

No podemos tener pruebas cient�ficas sobre problemas metaf�sicos; la metodolog�a cient�fica se ha elaborado para otro tipo de b�squeda intelectual. Sint�monos pues libres para tomar cualquier opci�n. Podemos creer que somos producto del azar y que ni yo, ni mis logros, ni mi especie trascender� en alguna forma; entonces realmente Macbeth ten�a raz�n: life is... a tale, told by an idiot, full of sound and fury, and signifying nothing.7[Nota 7] Podemos pensar que no somos m�s que una m�quina de sobrevivencia de los genes: mi vida no tiene quiz� mucho sentido, pero en los hijos y en los hijos de los hijos, en el futuro tal vez se encuentre la paz y la felicidad; y estar� yo de alguna manera pues estar�n algunos de mis genes; una sombra que se va difuminando a cada generaci�n... "�Qu� es la vida? una ilusi�n, una sombra, una ficci�n... que toda la vida es sue�o y los sue�os, sue�os son."8[Nota 8] Pero tambi�n podemos acogernos a la visi�n m�s consoladora de Teilhard de Chardin en la que se acuerdan la ciencia moderna, esfuerzo y aventura de la cultura occidental, y nuestra tradici�n filos�fica; porque si bien el meollo de la proposici�n teilhardiana es el proceso evolutivo universal, en ella sigue resonando la voz de Agust�n de Hipona que viene de la �poca en que la noche de la ca�da de Roma presagiaba el amanecer de Occidente: feciste nos ad te, et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te.9[Nota 9]

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