VI. LA EVOLUCI�N DE LA VIDA

ALGO NUEVO BAJO EL SOL

HACE 130 a�os apareci� El origen de las especies; en general los cient�ficos vieron en el libro de Darwin la explicaci�n m�s l�cida de muchas observaciones biol�gicas; y para 1900 los profesionales de la biolog�a y muchos pensadores en otras �reas del saber eran evolucionistas convencidos. Sin embargo, para muchas personas con mentalidad religiosa fundamentalista no puede haber compromiso entre la teor�a de la evoluci�n y las ense�anzas religiosas tradicionales y se niegan a admitirla aun hoy, cuando es un pilar de la biolog�a moderna. Por ello no es ocioso explicar en unos renglones las pruebas de la evoluci�n.

En su b�squeda de espec�menes raros los curiosii del Renacimiento encontraron restos petrificados de seres vivos. El cat�logo de f�siles es hoy inmenso y demuestra que hubo formas vivas que ya no existen y que las formas vivas actuales no exist�an en �pocas pret�ritas pues no hay f�siles de perros o caballos contempor�neos de los dinosaurios. Al hacer un corte profundo en la tierra se encuentran estratos con f�siles cada vez m�s antiguos, y conforme el corte es m�s superficial las formas f�siles son m�s parecidas, en general, a las de hoy; existen series como la del elefante y la del caballo que muestran la transformaci�n gradual del animal. Todo ello es un fuerte indicio de que las actuales formas de vida provienen de otras diferentes muy antiguas. La alternativa ser�a postular que el Creador destruy� y volvi� a formar no s�lo una, sino muchas veces a todos los seres vivos. La doctrina de una serie muy grande de creaciones sucesivas (no de una sola creaci�n), conocida como creacionismo, termin� por caer en descr�dito y ser abandonada de maneral general. La creencia en el origen de los seres vivos por una �nica creaci�n divina siempre ha tenido seguidores; de hecho, modernamente ha habido un resurgimiento de ideas antievolucionistas, sobre todo en algunos grupos religiosos y tradicionalistas de los Estados Unidos.

Adem�s de poeta, Goethe fue fil�sofo. Al advertir las similitudes en el plan general de construcci�n de los vertebrados por un lado y de las plantas por el otro elabor� la Naturphilosophie. En ella se plantea que el Creador habr�a dise�ado sendos planes maestros para el animal primordial (Urtiere) y para la planta primordial (Urpflanze), seres que no habr�an existido realmente sino como "planos" o esquemas conforme a los cuales se construyen las diversas especies con sus variaciones espec�ficas. Esta teor�a fue abandonada pero dio origen a la anatom�a comparada. Observando el brazo de un hombre, el ala de un murci�lago y la aleta de una ballena, se comprobar� que todos los mam�feros tenemos los mismos huesos articulados de manera similar. Esta conformidad con un plan b�sico indica que deben existir relaciones de parentesco entre todos los mam�feros, por diferentes que sean sus formas y sus h�bitos de vida.

El concepto de unidad en la variedad fue desarrollado por Darwin al observar los gorriones y las tortugas de las Islas Gal�pagos, que presentan rasgos similares que los diferencian en general de los gorriones y tortugas de otros lugares. Sin embargo, observados cuidadosamente, se advierten peque�os rasgos diferenciales de cada isla del archipi�lago, y puede identificarse de cu�l de ellas proviene el gorri�n o la tortuga. Darwin explic� esta variaci�n dentro de la unidad por la descendencia de los animales del archipi�lago de un ancestro com�n responsable de las caracter�sticas generales. Debido al largo tiempo de desarrollo en ambientes diferentes y con muy pocas posibilidades de cruzamiento en cada isla, la fauna habr�a adquirido caracter�sticas especiales. Este fen�meno, llamado especiaci�n est� ahora bien establecido y tiene un importante papel en el estudio del desarrollo de nuevos tipos de plagas, en el control de insectos y en otros casos de biolog�a aplicada. Es una prueba de que la evoluci�n ocurri� y sigue ocurriendo todav�a.

Si se compara la fotos�ntesis de los diversos tipos de plantas verdes, incluso algas, o la respiraci�n de c�lulas vegetales y animales se podr� certificar que, pese a peque�as variaciones, el proceso es b�sicamente igual en todas las c�lulas (v�ase el cap�tulo I). Las mol�culas que intervienen en los procesos de �xido-reducci�n y transporte de energ�a por grupos fosforados son las mismas, aunque con peque�as variaciones en su estructura: flavinas y citocromos aceptan y despiden electrones y �tomos de hidr�geno levantando y deprimiendo su contenido de energ�a; el ATP acepta los fosfatos con alta energ�a que luego aplica para llevar a cabo los diversos trabajos celulares; todo esto ocurre tanto en las c�lulas de un humilde hongo escondido en el bosque como en las c�lulas del cerebro de un sabio lleno de honores. Igual ocurre con los mecanismos de reconstrucci�n celular: el sistema ADN-ARN-prote�na opera de igual manera en todas las c�lulas vegetales o animales; m�s a�n, el c�digo gen�tico, o sea las se�ales por las que cada fracci�n del ARN mensajero se liga a su amino�cido espec�fico para construir la mol�cula de prote�na caracter�stica de cada ser vivo (v�ase el cap�tulo IV) es el mismo en todas las c�lulas. Igual ocurre con la divisi�n celular, la herencia de caracteres y muchos otros fen�menos. Esta similitud de mecanismos y mol�culas en todas las c�lulas no tiene otra explicaci�n l�gica que la de que todas ellas provienen de la diversificaci�n de un tipo �nico de actividad bioqu�mica que apareci� en una �poca muy remota.

Bastan pruebas aducidas —aunque hay otras— para proponer la evoluci�n como una teor�a tan v�lida y universal como la teor�a celular o la gen�tica. Dentro del marco de la doctrina de la evoluci�n existen divergencias de opiniones y problemas dif�ciles de explicar; tambi�n es posible, y as� ha sucedido, que las tesis evolucionistas sean revisadas y modificadas. La ciencia no pretende llegar a verdades eternas e inconmovibles; por el contrario, para el avance del conocimiento es necesario que toda teor�a o interpretaci�n de los hechos deba estar sujeta a revisi�n; de hecho, no es extra�o que los adelantos de la ciencia obliguen a modificar un poco o un mucho los conceptos que anteriormente se ten�an como verdad cient�fica, es decir, como explicaci�n l�gica de los hechos conocidos hasta ese momento.

De esta forma, la teor�a de la evoluci�n no atenta contra la idea de un Creador, pues la ciencia no indaga sobre las causas primeras, solamente trata —en el caso aqu� considerado— de establecer si los seres vivos estamos sujetos a cambios en el tiempo, pues esto es evoluci�n, y qu� fuerzas o mecanismos causan dichos cambios. Falsamente esp�ritus religiosos y antirreligiosos —pues en todos los campos hay fan�ticos— han cre�do ver en la evoluci�n una doctrina que afirma al ate�smo. Lo que afirma es que la interpretaci�n literal de la Biblia es incompatible con una concepci�n racional de los fen�menos; ya que si aceptamos la interpretaci�n literal de la Biblia tendremos que creer que el Sol se mueve alrededor de la Tierra, que el arco iris anuncia el final de la lluvia y que No� fabric� un barco capaz de recibir por duplicado a representantes de toda la fauna terrestre. Sin duda hay quien lo cree as�; sin duda tambi�n hay quien cree en la influencia nefasta de Saturno, o en las apariciones de La Llorona, o en el poder de hacer "mal de ojo". El hombre se encuentra a�n en evoluci�n.

DARWIN Y EL MONO

La vida de Charles Darwin ocupa todo el siglo XIX (1808- 1882), pero su momento de gloria ocurri� en 1859 al publicarse su libro El origen de las especies. Como todo gran hombre, Darwin era hombre de su �poca y como toda gran obra su teor�a respondi� a su �poca. Tiempo atr�s ya se hab�an expresado ideas sobre la evoluci�n y conforme aumentaba el cat�logo de plantas y animales m�s se hac�a sentir la necesidad de una teor�a unificadora que concertara la masa creciente de conocimientos: la evoluci�n era un concepto tan necesario que estaba "en el aire de la �poca."

Por estos a�os la industrializaci�n crec�a en Inglaterra a pasos de gigante, lo que trajo consigo —entre muchos fen�menos sociales— la explosi�n de las poblaciones urbanas, el hacinamiento en barrios miserables y la carest�a de los alimentos. Esto llev� a Malthus a predecir una cat�strofe que no se produjo porque ocurri� tambi�n una revoluci�n agraria que aument� la producci�n de los alimentos. Este acontecimiento indica lo peligroso de hacer predicciones, pero los profetas del desastre como el Club de Roma, no asimilaron la lecci�n y cien a�os m�s tarde volvieron a predecir cat�strofes no ocurridas.

Darwin conoci� los esfuerzos de los grandes terratenientes ingleses que hab�an descubierto el m�todo del pedigree para mejorar sus ganados, que es una forma emp�rica de manipular los genes y obten�an las primeras razas mejoradas de caballos, toros y ovejas. Conoci� tambi�n la Revoluci�n Industrial y estuvo de acuerdo con Malthus sobre la inadecuaci�n entre el aumento de alimentos y el de la poblaci�n. Por otra parte, ten�a gran acopio de notas tomadas durante su viaje como naturalista alrededor del mundo en el Beagle. Hab�a estado meditando sobre estas notas durante casi treinta a�os. El resultado de sus observaciones y meditaciones fue la teor�a darwiniana de la evoluci�n.

Para Lamarck la causa de la evoluci�n radica en el uso de algunos �rganos o el desuso de ellos como respuesta del organismo a las presiones que le impone el medio externo. Darwin no se preocup� mucho por establecer las causas de la variaci�n; acept� el proceso como un hecho de observaci�n, admitiendo al parecer la herencia de los caracteres adquiridos por impacto del medio —su pensamiento aqu� no es claro—, pero lo que dese� explicar fue c�mo ocurre el proceso originado (v�ase la obra de Caulley, Les �tapes de la biologie, Presses Universitaires de France). De manera sint�tica puede exponerse la teor�a de Darwin de la manera siguiente:

a) Librada a s� misma, una especie aumenta en n�mero de individuos y rebasa la capacidad del medio para alimentarla (aqu� se aplica la teor�a de Malthus); b) la sobrepoblaci�n determina una lucha por la existencia en la que sobrevive el mejor adaptado al medio (Darwin pens� que lo que los criadores hac�an en pocos a�os de esfuerzos razonados para mejorar las razas o especies, la naturaleza pod�a hacerlo operando a ciegas durante miles de a�os); c) los m�s aptos, adem�s de sobrevivir, son los que tienen m�s oportunidades de aparearse y los que mayor n�mero de cr�as tienen; as�, se opera una selecci�n sexual (esto implica que los caracteres adquiridos se heredan a la prole); d) las variaciones as� transmitidas, casi inobservables en cada generaci�n, se ir�an acumulando a trav�s del tiempo y originando cambios profundos que determinan una evoluci�n de la especie.

La aceptaci�n impl�cita de la herencia de los caracteres adquiridos iba a causar muchos problemas, pero por lo pronto las disputas fueron de otra �ndole. La oposici�n a Darwin surgi� de inmediato en el terreno filos�fico pues era claro que se ve�a al hombre tambi�n como sujeto de evoluci�n y as� lo confirm� Darwin al publicar diez a�os m�s tarde El origen del hombre. Para la persona religiosa el problema cr�tico es el del alma, que tradicionalmente se confunde con la racionalidad y la emotividad; en los viejos catecismos se aprend�a que las potencias del alma son memoria, entendimiento y voluntad. Dentro de una posici�n tradicionalista que considera que la racionalidad del hombre es un atributo de su alma (anima rationalis, seg�n Arist�teles), plantear que dicha racionalidad ha sufrido una evoluci�n a partir de los instintos animales equivale a afirmar que el alma viene por evoluci�n de tales instintos. Si se considera que el alma, no obstante los artilugios de la filosof�a tomista, es en sentido cristiano un ente metaf�sico diferente de la inteligencia y que escapa al an�lisis cient�fico, no hay raz�n para establecer una oposici�n b�sica entre la tesis evolucionista y la doctrina cristiana. Y esto es lo que ha sucedido. Ya no se trata a los locos como endemoniados ni se cree que la causa del histerismo o la esquizofrenia sea el pecado. Por otra parte, las evidencias sobre el proceso evolutivo han obligado a las grandes iglesias cristianas a aceptar, al menos como posibilidad, la evoluci�n, incluyendo al hombre en su ser biol�gico que es el �nico que puede estudiar la ciencia.

Es comprensible el rechazo de Darwin tanto por la iglesia cat�lica como por las protestantes. Se ha dicho que nada iguala en trabaz�n l�gica, armon�a intelectual y universalidad de explicaci�n al sistema aristot�lico-tomista: fue una conjunci�n del saber de su tiempo, la Biblia y las doctrinas de la iglesia; apelaba a la raz�n y al sentimiento religioso. En él, la tierra se sit�a en el centro del Universo, rodeada de las esferas cristalinas por las que se deslizan el Sol, las estrellas y los planetas. En la Tierra el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, reina sobre las criaturas de las que es esencialmente distinto. Es superior a ellas por lo que las leyes naturales que rigen a los animales no rigen al hombre, que tiene su propio c�digo de conducta. Y sobre este Universo arm�nico, jerarquizado, preside el Todopoderoso, el Omnipotente a quien "la Tierra le sirve de escabel" y a quien todo lo creado canta perennemente Gloria in excelsis Deo.

Cop�rnico y Galileo hab�an hecho de la Tierra un simple planeta que giraba alrededor del Sol, como los dem�s; la Tierra ya no era el centro del Universo sino una esferilla rodando por un rinc�n del Cosmos. Ahora, con Darwin, el hombre pasaba a ser un descendiente del mono en camino a no sabemos qu� superhombre; ya no rey de la creaci�n sino sujeto de la evoluci�n y de la ecolog�a. Sin duda es un trago muy amargo para los esp�ritus religiosos tradicionalistas, y a�n existen reductos en las sectas fundamentalistas para los que la evoluci�n es anatema.

Pero hubo tambi�n fil�sofos que aceptaron entusiasmados el darwinismo. Algunos usaron la evoluci�n para atacar al cristianismo; otros utilizaron las tesis de la lucha por la vida y la supervivencia del m�s apto para fundar el darwinismo social, doctrina que absuelve los abusos e injusticias sociales del liberalismo extremo explicando que no son sino el reflejo de las leyes biol�gicas. Hoy d�a el darwinismo social est� bastante desacreditado, con justicia sin duda, aunque hay un poco de verdad en sus tesis.

En cuanto a los cient�ficos, en general vieron en la explicaci�n de Darwin la m�s coherente y unificadora de los fen�menos biol�gicos y para fines del siglo XIX los bi�logos eran darwinianos y algunos lamarckianos pero todos evolucionistas. Entonces estall� el problema de la herencia de los caracteres adquiridos.

MENDEL Y EL GENE

Un d�a del a�o 1865 el monje agustino Gregor Mendel tuvo la idea de cruzar plantas de ch�charo en el jard�n de su monasterio: cruz� plantas altas con bajas, de semilla verde con de semilla amarilla, de semillas lisas con rugosas. Luego observ� a los descendientes y cont� cu�ntos individuos mostraban tal car�cter y cu�ntos mostraban tal otro; como resultado descubri� las leyes de la herencia. El trabajo se public�, pero por razones discutibles no fue apreciado. Hasta 1900, cuando se descubri� la "Memoria " en una revista cient�fica de escasa circulaci�n, se comprendi� su enorme importancia. Diversos investigadores se lanzaron a comprobar las observaciones de Mendel tanto en plantas como en animales, y Morgan estableci� que las "unidades de la herencia" van en los cromosomas y les puso el nombre de genes. En pocos a�os se desarroll� un cuerpo de doctrina y naci� una nueva ciencia, la gen�tica, cuyo desarrollo en los aspectos explicativo, estad�stico, molecular, aplicado y evolutivo es en buena parte la historia de la biolog�a en el siglo XX.

En los cromosomas de los gametos existen part�culas o secciones (genes) que determinan la aparici�n de las caracter�sticas hereditarias. Cada gameto del padre o de la madre lleva las caracter�sticas en forma un�voca: "ojos caf�s" o bien "ojos azules". Al ocurrir la fecundaci�n y fusionarse los gametos la c�lula huevo poseer� los genes duplicados "ojos caf�s-ojos azules" en algunas caracter�sticas una alternativa domina a la otra, como en el color de ojos, pero otras caracter�sticas pueden aparecer como mezcla de las dos, por ejemplo "flor roja-flor blanca" determina en algunas especies flor rosada. Cuando a su vez el hijo forma gametos los cromosomas se reducir�n en n�mero a la mitad y los caracteres que estaban en duplos volver�n a quedar en forma un�voca en cada gameto. Al juntarse cromosomas de padre y madre, el hijo hereda todos los genes de ambos progenitores pero en combinaciones que pueden ser diferentes a las de ellos: por ejemplo, puede tener el color de ojos del padre y la forma de la nariz de la madre.

La herencia se determina por factores internos celulares, los genes, y no por los factores del medio en que se desarrolla el individuo: �ste es el concepto de l�nea pura de Johannsen (1903). Un torete Hereford puro que crezca mal nutrido, con par�sitos, expuesto al fr�o o a la lluvia, ser� un animal desmedrado y d�bil; sin embargo, si se cruza con una vaquilla igualmente maltratada pero Hereford pura, tendr� un hijo con las caracter�sticas de la raza intocadas y si es bien cuidado y alimentado podr� ser campe�n en un certamen, pues los factores del medio afectaron el cuerpo de los padres pero no el contenido gen�tico de los gametos. Los genes corresponden a fracciones de la cadena de ADN.

Este concepto de la herencia repugna a algunas mentes llenas de ideas populistas. Hace cuarenta a�os en la URSS el agrobi�logo Lysenko clam� contra la "aristocr�tica e idealista" teor�a mendeliana de la herencia y vali�ndose de influencias pol�ticas forz� la adopci�n de una "nueva biolog�a sovi�tica" que no es sino la doctrina darwiniana de adaptaci�n al medio explicada en t�rminos populistas y afirmada en el dogmatismo marxista; este h�brido pseudocient�fico retras� la biolog�a sovi�tica durante veinte años. Hoy esta teor�a biol�gica est� desacreditada, pero conviene recordarla pues a�n hay personas que elaboran teor�as sociales y las aplican si pueden, sustent�ndolas en el aserto de que todo hombre nace bueno y es el medio social la causa de su distorsi�n. A este g�nero de confusi�n entre ciencias sociales y naturales perteneci� el casi difunto darwinismo social y su muy viva manifestaci�n actual, la sociobiolog�a. Ambos pretenden fundamentar la �tica en la biolog�a, pero "es tan absurdo buscar una explicaci�n de los c�digos morales en la evoluci�n, como buscar una explicaci�n de las matem�ticas o de la poes�a" dice F. Jacob (El juego de lo posible, editorial Grijalbo) y prosigue advirti�ndonos contra dos peligros: el cientificismo —para el cual los m�todos y conceptos de la biolog�a pueden explicar hasta el detalle todas las actividades humanas— y el moralismo —que rechaza ciertos aspectos de la ciencia porque los juzga peligrosos para las teor�as pol�ticas o morales.

El problema realmente cient�fico surgido a principios del siglo XX era muy serio: el darwinismo explicaba la evoluci�n por la heredabilidad de las variaciones que el medio impone al individuo, mientras que la gen�tica demostraba que dichas variaciones (brazos fuertes, piel oscura por el Sol, etc.,) no se heredan. No era f�cil elegir entre una y otra teor�a pues ambas eran de gran valor cient�fico; llev� cincuenta a�os de esfuerzos conciliarlas pero al fin se han fundido en una teor�a basada en hechos de observaci�n: la gen�tica evolutiva, que explica la evoluci�n como se describe en los siguientes p�rrafos.

En sentido moderno, la selecci�n g�nica es un proceso que opera con cruel eficiencia, ya que deja vivir a los individuos cuyos genes les comunican caracteres de adaptaci�n al medio y hace perecer a los que carecen de tales genes. Sup�ngase una especie que lleva genes contrastados de resistencia y susceptibilidad al fr�o; si caen semillas en un lugar c�lido se desarrollar�n todas, pero si caen en un lugar de clima fr�o s�lo podr�n llegar a florecer y a reproducirse las plantas que heredaron la resistencia al fr�o, pereciendo las susceptibles. Dado que el gene de resistencia est� en un cromosoma donde van tambi�n otros genes, todos ellos pasan en bloque a los hijos (ligamiento g�nico) y la progenie resistente mostrar� diferente talla, o flores de otro color o algunas otras caracter�sticas. As� se forman tipos de la especie diferentes en cada sitio (ecotipos), pues lo mismo sucede con respecto a la sequ�a, la salinidad del suelo, etc. La selecci�n g�nica no es un factor de evoluci�n por s� misma pues no hace aparecer nuevas caracter�sticas, pero determina la diversificaci�n de tipos biol�gicos.

La recombinaci�n g�nica ocurre durante la formaci�n de los gametos y consiste en que los cromosomas del padre y de la madre que forman pareja (hom�logos) se colocan uno al lado del otro, se entrecruzan e intercambian pedacitos de sus cuerpos respectivos. Entonces el ligamiento que exist�a entre varias caracter�sticas se rompe y aunque la recombinaci�n no cambia los genes, determina nuevas combinaciones de ellos y por tanto individuos con aspecto un poco diferente al usual.

La hibridaci�n conjunta los genes de dos individuos al fecundarse dos ecotipos o aun especies diferentes. En muchos casos los h�bridos interespec�ficos son est�riles, como la mula, pero en otros casos son f�rtiles. Al correr del tiempo un h�brido interespec�fico puede cruzarse con otro, llegando as� a formarse plantas o animales con caracter�sticas tales que se puedan considerar como una nueva especie. Esto podr�a tomar much�simos a�os pues la hibridaci�n solamente ocurre entre especies de estrecho parentesco: los perros con cabeza de gato pertenecen al reino de la fantas�a o al periodismo lucrativo.

La poliploidia ocurre cuando al formarse los gametos no se reduce a la mitad el n�mero de cromosomas. Cuando un gameto con los cromosomas dobles (diploide) se une a otro gameto normal se origina un huevo con triple juego de cromosomas (triploide), como ocurre a veces en los insectos. En las plantas que se autofecundan es m�s com�n que ambos gametos sean diploides, origin�ndose as� un tetraploide. Los poliploides son en general m�s fuertes y grandes que los diploides normales: el trigo ancestral, que ya no se siembra, pero existe, es un diploide, los trigos duros y "barrigones" son tetraploides y el trigo harinero es hexaploide.

La mutaci�n es un cambio brusco en los cromosomas de los gametos que va a determinar un "salto", un cambio m�s o menos notorio en la apariencia del individuo, que por ocurrir en las c�lulas sexuales ser� hereditario. La causa puede ser alg�n agente qu�mico o las radiaciones de alta energ�a (rayos gamma, rayos X). Los canarios amarillos y los conejos de Angora, etc., son mutaciones de los comunes canarios grises y de los conejos de pelo corto.

Todos estos mecanismos interact�an y se superponen en la naturaleza: un individuo puede cruzarse con otra especie; por selecci�n gen�tica de la progenie perdurar�n solamente los de cierto tipo h�brido; sin duda en las generaciones posteriores ocurrir�n recombinaciones g�nicas y de tarde en tarde mutaciones que al acumularse acentuar�n las diferencias. Imaginar que de esta manera se origin� el caballo a partir de un animal un tanto parecido a un perro en el transcurso de miles de siglos no es muy dif�cil; imaginar que en la amiba ancestral estaban presentes los genes que conforman al elefante exige la imaginaci�n de Julio Verne. Pero este juicio a menudo expresado por los antievolucionistas es una falacia: lo que estaba en la amiba primordial era la capacidad de que se desarrollaran los genes del elefante, y en efecto, en ambos animales la herencia va en las cadenas de ADN que operan con id�ntico c�digo gen�tico y ambos est�n sujetos a los mismos fen�menos de gen�tica evolutiva.

"Para efectuar trabajos todo lo que el hombre puede hacer es poner juntos o separados los cuerpos naturales, el resto es hecho por el trabajo interno de la naturaleza", dec�a Francis Bacon. El hombre utiliza los procesos de gen�tica evolutiva para tener nuevas variedades de plantas y animales formadas por hibridaci�n y selecci�n; induce mutaciones en los insectos para que sean est�riles, controlando plagas agr�colas; induce polipoidia en algunos cultivos. En nuestros d�as, a las t�cnicas ya tradicionales citadas se agrega la ingenier�a gen�tica y la embriolog�a aplicada, que permitir�n al hombre mejorar su propia especie. Esta tecnolog�a ha provocado conflictos ideol�gicos pues involucra aspectos humanos fundamentales. �Tenemos derecho a cambiar las caracter�sticas de un individuo en nombre de la especie? �Tenemos derecho de imprimir en una persona y en su progenie caracter�sticas que juzgamos ventajosas? �Qui�n ser� el responsable de llevar a cabo tal acci�n?�Y qui�n le ha conferido tal derecho?

Es explicable que muchas iglesias protesten con vehemencia, pues la manipulaci�n gen�tica interfiere con los conceptos tradicionales sobre la libertad y dignidad del hombre. Lo que no es razonable es que durante largos a�os hayan basado gran parte de su doctrina en la impotencia del hombre para intervenir de modo profundo en otros aspectos, viendo esto como una prueba de la peque�ez humana. Pero hoy que la ciencia se apresta a hacer c�lulas vivas a partir de lo inanimado y cuando es una posibilidad manipular el desarrollo embrionario y gen�tico, se trata de prohibir este campo de la investigaci�n porque se dice que es contrario a la doctrina religiosa. Es una petici�n de principio que indica un temor a enfrentar problemas de cambio social mayores a los que en su tiempo trajo consigo la teor�a de Cop�rnico y m�s tarde la de Darwin.

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