II. EL AGUA EN NUESTRO PLANETA
II.1 �DE CU�NTA AGUA ESTAMOS HABLANDO?
D
ESDE
el espacio sideral a 160 000 km, nuestro planeta destaca en el fondo negro del vac�o como una esfera azul, cruzada por las manchas blancas de las nubes. Tres cuartas partes de su superficie la cubren los mares y los oc�anos, y de las tierras emergidas una d�cima parte la cubren los glaciares y las nieves perpetuas.El agua conforma todo el paisaje del planeta: aparente en r�os, lagos, mares, nubes y hielos; sutil en la humedad superficial; notada s�lo en el roc�o de la madrugada; oculta dentro de la corteza terrestre misma en donde hay una gran cantidad, hasta cinco kil�metros de profundidad. En esta secci�n daremos una idea de la magnitud de los recursos acu�ticos.
El volumen de agua en nuestro planeta se estima en unos 1 460 millones de kil�metros c�bicos. Un kil�metro c�bico es un volumen muy grande: mil millones de metros c�bicos, es decir aproximadamente toda el agua que llega a la ciudad de M�xico durante nueve horas; as� que, si pudiese bombearse toda el agua de la Tierra por nuestra ciudad tendr�an que pasar un mill�n quinientos mil a�os.
Noventa y cuatro por ciento del volumen total del agua existente en la Tierra est� en los mares y oc�anos, cuatro por ciento dentro de la corteza terrestre, hasta una profundidad de 5 km. El resto en los glaciares y nieves eternas y en lagos, humedad superficial, vapor atmosf�rico y r�os.
Figura 14. La presencia del agua realza la belleza del paisaje.
En cantidades absolutas, sin embargo, las cifras son enormes. En la tabla se resumen �stas:
En los océanos y los mares 1 370 000 000 km 3En la corteza terrestre 60 000 000 "En los glaciares y nieves perpetuas 29 170 000 "En los lagos 750 000 "En la humedad del suelo 65 000 "En el vapor atmosférico 14 000 "En los ríos 1 000 "
TOTAL 1 460 000 000 km 3
Por supuesto estas cifras s�lo tienen el prop�sito de dar una idea de la magnitud del recurso. De hecho, los cient�ficos que las han estudiado consideran que sus c�lculos f�cilmente tienen un error de 10 a 15% o m�s. Ello se debe principalmente a que las aguas est�n en continuo movimiento: se evaporan, se condensan, se filtran por la tierra o son arrastradas por los r�os al mar, los hielos de los polos se rompen, migran y se funden...
Por ejemplo, refiri�ndonos tan s�lo a la evaporaci�n, únicamente de los oc�anos anualmente se van a la atm�sfera 449 000 km3 (que si pasaran en forma de agua l�quida a trav�s del suministro a la ciudad de M�xico tardar�an en hacerlo 461 a�os con 4 meses y unos cuantos d�as).
La Tierra se form� hace unos 5 000 millones de a�os por la conglomeraci�n de part�culas s�lidas. La desintegraci�n de las especies radiactivas y la conversi�n en calor de la energ�a cin�tica y potencial del polvo que form� al planeta elev� la temperatura hasta formar un n�cleo l�quido de metales que se enfri� liberando gases vol�tiles que formaron una atm�sfera de agua, gases de carb�n y de azufre y hal�genos (fl�or, cloro, bromo y iodo). Se calcula que este proceso tom� 500 millones de a�os.
Cuando la temperatura era de 600 grados cent�grados, casi todos esos compuestos estaban en la atm�sfera, pero al descender por debajo de 100 grados cent�grados, el agua y los gases �cidos se condensaron, reaccionando con la corteza terrestre y formando los primeros oc�anos.
Los mecanismos por los que esto sucedi� son todav�a un gran misterio, aunque se han sugerido dos caminos: un enfriamiento r�pido por el cual el agua y el �cido clorh�drico se condensaron formando oc�anos calientes y �cidos que reaccionaron vivamente con la corteza, o un enfriamiento lento en el que el agua fue atrapada de la atm�sfera por las rocas: en este segundo caso la atm�sfera habr�a sido rica en bi�xido de carbono y no habr�a habido oc�anos, siendo nuestro planeta como ahora es Venus; los oc�anos en este caso se habr�an formado m�s tarde.
En todo caso la presencia de bacterias y posiblemente algas en rocas de hace 3 000 millones de a�os indica que para ese tiempo la temperatura era ya inferior a 100 grados cent�grados y ya se hab�an formado los oc�anos.
Adem�s, es muy probable que los gases �cidos originales hubiesen sido ya neutralizados por las reacciones con los minerales de la corteza y que ya no hubo m�s liberaci�n de ellos, as� que la composici�n de los oc�anos muy probablemente ha sido la misma desde entonces. Los principales compuestos disueltos en el agua de mar se muestran en la siguiente tabla:
Principales constituyentes en un kilogramo de agua de mar
Compuesto Peso (gramos) Proporción en el contenido total de sales (%)
Cloro 18.980 55.044Sodio 10.556 30.613Sulfatos 2.649 7.682Magnesio 1.272 3.689Calcio 0.400 1.160Potasio 0.380 1.102Bicarbonatos 0.140 0.406Bromo 0.065 0.189Acido bórico 0.026 0.075Estroncio 0.013 0.038Flúor 0.001 0.003Agua 965.518 0.000
TOTAL 1 000.000 100.000
El �nico compuesto que faltaba en aquel entonces era el ox�geno, pues este gas no provino del enfriamiento de la corteza. Las primeras cantidades de ox�geno se formaron por la fotodisociaci�n del agua, es decir, por el rompimiento de mol�culas de agua por la acci�n de los rayos ultravioleta del Sol.3 M�s tarde, cuando hubo organismos capaces de efectuar la fotos�ntesis, se enriqueci� la atm�sfera en este compuesto.
El volumen total del agua en el planeta ha permanecido estable desde ese entonces.
El balance local entre tierra y mar es otra cosa: de hecho, en los �ltimos dos y medio millones de a�os los cambios han sido grandes, incluyendo destacadamente varios avances y retrocesos de los glaciares. La principal causa de estos cambios se ha debido al clima. Hasta ahora la climatolog�a ha sido dictada fundamentalmente por las fuerzas naturales, pero la creciente actividad industrial humana caracteriza el r�gimen de balance de agua y calor con una gran inestabilidad. Por ejemplo, las observaciones del nivel promedio del mar en los �ltimos 60 a 80 a�os muestran un incremento promedio anual de 1.2 mil�metros: ello implica que 430 km3 de reservas acu�ticas de la Tierra est�n pasando al mar cada a�o.
Este proceso podr�a verse acelerado por la creciente generaci�n de energ�a y su consecuente descarga de calor a la atm�sfera en la regi�n de tierra, pues podr�an provocarse redistribuciones de precipitaciones pluviales y movimientos de las capas de hielo.
Finalmente, un comentario sobre la composici�n del agua en nuestro planeta. El agua "incolora, inodora e ins�pida" es aquella qu�micamente pura. En la naturaleza no hay tal: justamente por la gran capacidad de disoluci�n de este l�quido.
Su "presentaci�n" en los anaqueles del planeta var�a, desde agua con un enorme contenido de s�lidos (como el agua salada de los mares) hasta otra potable, sin contar la contaminada a la que me referir� m�s adelante.
Y algo sobre la composici�n del agua. El agua de mar tiene en promedio 3.5% de sales disueltas, cuyos extremos se encuentran en el Mar Muerto, que tiene 30%, y en el Golfo de Finlandia que tiene 0.3%. Los hielos que se forman del agua marina tienen un proceso natural de desalaci�n: cuando se forma, puesto que es agua de mar congelada, incorpora el 3.5% de sales, pero para el verano la salinidad baja a 0.4%; y si el hielo subsiste un a�o, su salinidad puede llegar a 0.1%.
Al evaporarse, el agua pierde sus sales, de modo que el agua atmosf�rica es dulce (sin sales). Al precipitarse y fluir por la tierra y los r�os corre como agua dulce, aunque su capacidad de disoluci�n hace que incorpore las sales que encuentra a su paso, as� que puede tornarse muy salada.
La salinidad de un r�o (que var�a grandemente) es, sin embargo, aproximadamente 300 veces menor que la del mar. De cualquier suerte, hay un movimiento natural de agua entre tierra y mares que se llama ciclo hidrol�gico.
II.2. C
�MO CIRCULA EL AGUA EN EL PLANETA: LA EVAPORACI�N
El agua en nuestro planeta est� en continua transformaci�n: se evapora, cae en forma de lluvia, se filtra por la tierra y fluye en los caudales de los r�os. A grandes altitudes o en las latitudes altas se halla presente en forma de hielo o nieve y �stos, a su vez, se transforman tambi�n. La ciencia de la hidrolog�a estudia todos estos movimientos y sus observaciones conforman lo que se conoce como el ciclo hidrol�gico. Éste comprende todos los desplazamientos del agua que forman varias trayectorias que alcanzan 15 kil�metros de altitud, en las nubes m�s altas, hasta profundidades de 1 kil�metro, en las infiltraciones m�s profundas.
En el ciclo hidrol�gico est�n presentes muchos fen�menos f�sicos: el agua se evapora de la tierra y los oc�anos; el vapor de agua flota por su baja densidad y es arrastrado por las corrientes de circulaci�n de aire atmosf�rico hasta que finalmente se precipita como lluvia, granizo o nieve. El agua que cae puede ser interceptada y asimilada por las plantas y de ellas ser transpirada y devuelta a la atm�sfera; puede fluir por la tierra hacia corrientes o r�os o filtrarse a dep�sitos subterr�neos o bien llenar las depresiones formando lagos, de donde m�s tarde se evaporar� de nuevo. La figura muestra esquem�ticamente todos estos procesos.
Figura 15. El agua en la naturaleza est� en constante transformaci�n. El ciclo hidrol�gico es la representaci�n de este cambio.
La cantidad de agua comprendida en el ciclo hidrol�gico permanece esencialmente constante, aunque localmente cambia y mucho. El comportamiento del ciclo hidrol�gico lo dicta fundamentalmente el clima y �ste var�a de lugar a lugar y tambi�n en el tiempo. M�s a�n, existen factores locales, como el cambio de vegetaci�n o la ocurrencia de fen�menos geol�gicos (como la actividad de un volc�n) que pueden afectar grandemente al ciclo hidrol�gico. La actividad humana, por su parte, tiene una gran influencia: el crecimiento de las ciudades y la interrupci�n de r�os por presas o sistemas de riego afecta tambi�n el movimiento natural del agua.
El ciclo hidrol�gico evidentemente no tiene principio ni fin puesto que los muchos procesos que lo componen est�n interconectados. As� que, para empezar, cualquier lugar es bueno y podemos hacerlo por el proceso de evaporaci�n, que es el que lleva la humedad de la superficie del planeta a la atm�sfera.
La evaporaci�n es un intercambio de mol�culas entre un l�quido y un gas; el fen�meno inverso se llama condensaci�n. El balance entre la evaporaci�n y la condensaci�n depende de la temperatura del l�quido, de su pureza, de la humedad del aire (es decir de cu�nta agua disuelta hay en �l), del viento y de otros factores.
Para comprender el proceso de evaporaci�n podemos imaginar lo que sucede en el �mbito microsc�pico: en todos los cuerpos las mol�culas se hallan en movimiento continuo, tanto m�s vivo cuanto mayor sea la temperatura del cuerpo. Cuando un l�quido y un gas est�n en contacto a trav�s de una superficie, algunas de las mol�culas del líquido consiguen escapar hacia el gas en tanto que otras de �ste son atrapadas por el l�quido, las mol�culas que consiguen escapar constituyen la evaporaci�n y las que son atrapadas por el l�quido forman la condensaci�n. Fen�menos semejantes suceden entre el hielo y el aire.
Figura 16. Las mol�culas est�n en continuo movimiento; en el gas se hallan m�s libres y su movimiento es m�s agitado, en tanto que en el l�quido experimentan mayores atracciones entre ellas: mientras unas "caen" al l�quido, otras "escapan" al gas, manteniendo el n�mero constante en uno y otro.
En general las atracciones son m�s intensas en el l�quido que en el gas: en �ste las mol�culas se encuentran pr�cticamente libres de manera que las mol�culas del l�quido deben adquirir la energ�a suficiente para pasar de un medio m�s "pegajoso" a otro libre; adem�s, al escapar la mol�cula se lleva consigo la energ�a de movimiento que adquiri�, reduciendo la energ�a total del l�quido.
As� que para que se produzca y mantenga el fen�meno de evaporaci�n es necesario que una fuente externa de calor suministre la energ�a necesaria que ser� menor en la medida que las mol�culas tengan ya de por s� mayor movimiento, es decir, mayor temperatura. La fuente principal de calor para evaporar el agua en la naturaleza es el Sol.
Los procesos de evaporaci�n y condensaci�n compiten entre s� estableciendo un cierto equilibrio, aunque el proceso de evaporaci�n se produce con mayor celeridad y, en general, hay una transferencia neta de mol�culas del l�quido al gas.
La capacidad del aire para recibir m�s de las mol�culas que escapan del l�quido var�a de acuerdo con su saturaci�n de humedad: la evaporaci�n predomina sobre la condensaci�n mientras la humedad relativa del aire es baja y el proceso esencialmente se detiene cuando llega al 100%. Cuando esto ocurre, el n�mero de mol�culas que escapan del l�quido es esencialmente igual al que regresa, y el proceso de evaporaci�n se equilibra con el de condensaci�n
En una situaci�n real, un lago por ejemplo, existen varios fen�menos entrelazados que gobiernan la evaporaci�n del agua. Desde luego, la temperatura del l�quido constituye un factor muy importante, pero la evaporaci�n se ver� afectada por otras causas.
El viento actuar� de varias maneras: al eliminar las mol�culas que acaban de escapar del l�quido impedir� que regresen por condensaci�n y habr� otras que ocupen su lugar. Si el viento es caliente proveer� mayor energ�a para acelerar el proceso de evaporaci�n, pero si es fr�o detendr� el proceso quiz�s hasta invertirlo, favoreciendo la condensaci�n. Este fen�meno se conoce como advecci�n.
Los s�lidos disueltos en el agua tambi�n afectan la evaporaci�n pues introducen atracciones adicionales en el seno del l�quido que hacen que las mol�culas se "peguen" más. Aproximadamente por cada 1% de salinidad en el agua se reduce en 1% la evaporaci�n; as�, el agua marina con 3.5% de sales disueltas se evapora 3% menos que el agua dulce. Otro efecto de la materia disuelta en el agua es que refleja la radiaci�n solar y por consiguiente reduce la cantidad de energ�a transferida a ella. El resultado es una menor evaporaci�n.
El agua no solamente se evapora de las superficies l�quidas libres, como las de lagos y mares. Todo cuerpo h�medo intercambia su contenido de agua con el aire de los alrededores de forma esencialmente id�ntica a la descrita, salvo que existen fuerzas adicionales que modifican este proceso.
En un suelo h�medo, por ejemplo, las mol�culas de agua est�n sometidas, adem�s de a la atracci�n entre s�, a la atracci�n de las mol�culas de la Tierra, lo que reduce la velocidad de evaporaci�n. Adem�s existe menor cantidad de agua en contacto con el aire que en una superficie l�quida, de manera que para mantener una evaporaci�n constante es necesario que de capas m�s profundas de la Tierra salga agua en mayor cantidad que la que haya en el aire que la recibe. Cuando baja mucho el contenido de humedad de la Tierra o sube mucho la del aire la evaporaci�n cesa.
Los primeros cinco cent�metros de la capa de tierra ejercen un control definitivo en el ritmo de la evaporaci�n, pues cuando la tierra est� completamente seca no produce evaporaci�n ya que la superficie act�a como aislante. El subsuelo puede estar completamente h�medo, pero el movimiento vertical del agua no se produce.
La textura del suelo afecta tambi�n la evaporaci�n. Un suelo rugoso induce un movimiento capilar de desplazamiento del agua. Las fuerzas capilares se deben a las fuerzas atractivas que existen entre las mol�culas del agua y las mol�culas de la tierra. Estas fuerzas contrarrestan la fuerza de gravedad y causan un ascenso del agua por los peque�os conductos que forman el suelo rugoso: entre m�s peque�os sean los conductos es menor la masa de agua dentro de ellos y por lo tanto puede ascender m�s f�cilmente. As� que la rugosidad del suelo puede en cierta medida suplir la falta de humedad de las capas superiores para dejar escapar el agua.
El color del suelo modula tambi�n la evaporaci�n, pues de �l depende qu� tanto se reflejan los rayos solares y, en consecuencia, qué tanta energ�a se suministre para el proceso. Los suelos claros reflejan m�s la luz del Sol y tienen menor evaporaci�n que los suelos oscuros.
La presencia de vegetaci�n reduce la evaporaci�n directa del suelo, pues crea una capa aislante, protege el suelo de los rayos solares e impide que el viento arrastre la humedad superficial. En estos suelos el proceso de evaporaci�n del agua superficial se lleva a cabo por medio de las plantas, a trav�s de su transpiraci�n.
Figura 17. El roc�o que aparece en las ma�anas sobre las hojas es una manifestaci�n del proceso de respiraci�n.
La transpiraci�n de las plantas se efect�a a trav�s de las hojas, cuando �stas absorben la radiaci�n solar que necesitan para efectuar la fotos�ntesis. Las hojas se calientan y pierden el agua que contienen en sus espacios intercelulares a trav�s de unas peque�as v�lvulas llamadas estomas. Las estomas son poros formados por dos c�lulas en forma de media luna que aumentan su volumen al fluir agua hacia ellas y, al hacerlo, el poro se abre. Cuando han dejado pasar el agua se contraen y cierran el poro. As� la hoja controla la p�rdida de agua. Al perder agua por evaporaci�n se descompensa el equilibrio en la planta, as� que hay fuerzas capilares semejantes a las que se inducen en los suelos rugosos y de la misma manera se provoca un ascenso del agua, de las ra�ces hacia el tallo, arrastrando nutrientes y as� alimentando a la planta; el exceso se observa en forma de roc�o por las ma�anas.
Figura 18. El agua disuelve los nutrientes que son absorbidos por capilaridad a trav�s de las ra�ces y distribuidos a la planta. Por los estomas se evapora en las hojas, proporcionando la fuerza motriz para arrastrar m�s agua.
II.3. C
�MO CIRCULA EL AGUA EN EL PLANETA: EL VAPOR ATMOSF�RICO
Una vez que el agua se ha evaporado se incorpora a la atm�sfera en forma de vapor. Fundamentalmente toda el agua de la atm�sfera se encuentra en esta forma; el l�quido que hay en la precipitaci�n pluvial y en las gotitas de agua de las nubes, o el s�lido de la nieve y el granizo, ocurren temporalmente y en zonas muy localizadas.
La cantidad de agua en la atm�sfera es relativamente peque�a: constituye un cienmil�simo de toda el agua del ciclo hidrol�gico, y si toda ella se precipitara, formar�a una capa de apenas 2.5 cm de espesor en la superficie del planeta.
Sin embargo, a pesar de constituir una parte modesta del ciclo hidrol�gico, el vapor atmosf�rico tiene un papel muy importante, pues lo cierra al precipitarse en forma de lluvia, nieve o granizo y as� contribuye a distribuir el agua en el planeta. Adem�s, las nubes forman una capa que permite pasar la radiaci�n solar que llega a la Tierra, pero impide que la radiaci�n reflejada por la superficie de la Tierra escape de nuevo al espacio. Esto tiene una funci�n reguladora sobre la temperatura de nuestro planeta, que descender�a dr�sticamente si no hubiese vapor atmosf�rico. Entre par�ntesis, por esto los desiertos son muy calientes en el d�a y muy fr�os en la noche.
La cantidad de vapor atmosf�rico depende no s�lo de la evaporaci�n local, sino tambi�n de desplazamientos horizontales de �ste. Entre menor es la temperatura del aire hay menos vapor, y como ésta desciende con la altitud, el contenido de vapor atmosf�rico disminuye a grandes alturas. A m�s de 8 kil�metros de altura ya no hay vapor de agua.
La humedad del aire disminuye con la altitud, as� como la presi�n y la temperatura; es por eso qu� los aviones requieren de equipo especial que conserve tales factores. En la siguiente tabla se muestran algunos valores indicativos.
Altitud en metros Presión en mm Hg Temperatura °C Humedad relativa (%)
8 000 266.9 -37.0 0 6 000 353.8 -24.0 5 5 000 405.1 -17.5 10 4 000 462.3 -11.0 20 3 000 525.8 - 4.5 30 2 000 596.2 2.0 40 1 000 674.1 8.5 60 0 760 15 80*
Estos datos, por cierto, han sido calculados para distancias medidas verticalmente sobre el nivel del mar. Por supuesto que la temperatura en la ciudad de M�xico no es de 2 grados, pues el suelo por un lado y las nubes, por el otro, regulan la temperatura.
El aire experimenta desplazamientos horizontales y verticales. Los primeros arrastran el vapor y contribuyen a distribuir la humedad en la atm�sfera. Los segundos llevan el vapor de agua a capas m�s altas de la atm�sfera que, por ser m�s fr�as, provocan su condensaci�n. Los vientos son resultado del calentamiento de la atm�sfera por el Sol. Durante el d�a la tierra se calienta y el aire sobre ella asciende, provocando un desplazamiento del aire m�s fr�o del mar hacia tierra, aire que lleva la brisa marina. En la noche el proceso se invierte, acarreando la humedad terrestre al mar. Esto mismo sucede a mayor escala y en "c�mara lenta" con la humedad de las masas continentales: se mueve hacia el mar en la estaci�n fr�a y en sentido inverso en la estaci�n caliente.
Figura 19. La diferencia de temperaturas entre el d�a y la noche invierte el sentido del desplazamiento de la humedad superficial del mar a tierra.
El vapor atmosf�rico es arrastrado por las corrientes de aire, atravesando capas de distinta temperatura. En alg�n momento sufre el proceso de condensaci�n, el proceso inverso a la evaporaci�n. El agua pasa de la fase gaseosa a la fase l�quida, en la cual las mol�culas se agrupan por efecto de su atracci�n. Por efecto de la condensaci�n el agua se desprende de la atm�sfera y finalmente cae a tierra. Si la temperatura del medio es superior a 0�C el vapor se condensa en gotitas de agua l�quida, si es inferior se solidifican formando cristalitos de hielo, conocidos como granizo. En determinadas condiciones, cuando tanto la temperatura como la presi�n es baja y la densidad del vapor es alta, puede suceder otro fen�meno que es el paso directo del vapor a la fase s�lida; el proceso se llama sublimaci�n inversa y da lugar a la formaci�n de copos de nieve.
En su primera formaci�n, las gotitas de agua o los cristalitos de hielo son muy peque�os, de 5 mil�simas a 5 cent�simas de mil�metro. Estas gotitas o cristalitos son tan peque�os que flotan libremente en el aire y forman las nubes. Si la densidad de las gotitas aumenta se conglomeran en gotas m�s grandes, de una a cinco d�cimas de mil�metro, dando lugar a la lluvia.
Las nubes se forman porque el vapor de agua atmosf�rico se enfr�a y pasa de la fase gaseosa a la fase l�quida. La temperatura a la que esto sucede se llama temperatura de roc�o, y depende de la presi�n atmosf�rica y la densidad del vapor.
En algunas condiciones, particularmente cuando no hay gotitas de agua en el aire, la temperatura puede descender por debajo de la temperatura de roc�o sin producirse el fen�meno de la condensaci�n, dando lugar a la llamada atm�sfera supersaturada. �sta es muy inestable y a la menor perturbaci�n varias mol�culas de agua se agruparán y formarán una gota, que se llama n�cleo de condensaci�n. Puede tambi�n suceder que haya part�culas s�lidas flotando que atraigan a las mol�culas de agua y act�en como n�cleos de condensaci�n. La sal es un excelente n�cleo de condensaci�n pues tiene gran atracci�n para el agua, de manera que cerca de los suelos fr�os o en el mar, donde hay un alto contenido de sal en la atm�sfera, es relativamente frecuente que esto que describimos suceda: es el fen�meno de la niebla.
Cuando cae la lluvia puede pasar una de cuatro cosas: 1) volver a evaporarse al caer o poco despu�s de hacerlo; 2) ser interceptada por la vegetaci�n y m�s tarde evaporarse por las hojas; 3) infiltrarse y pasar a formar parte de la humedad del subsuelo o de capas m�s profundas y 4) incorporarse al flujo de un caudal que la lleve a los lagos o al mar.
Las grandes manchas urbanas provocan principalmente el primer fen�meno, la reevaporaci�n, pues las superficies pavimentadas o construidas son impermeables y no pueden retener el agua que reciben. El alcantarillado, por su parte, conduce al exceso de agua por lo general lejos de las ciudades. As� se provoca una seria interferencia local con el ciclo hidrol�gico. La �nica salvedad se da en los parques, donde penetra una poca de agua al subsuelo, tanta menor es ésta cuanto m�s peque�a sea la relación entre �reas verdes y áreas construidas.
Es por eso que en la actualidad el gobierno de la ciudad de M�xico est� perforando pozos de absorci�n de aguas pluviales, en el esfuerzo por volver a llenar los mantos subterr�neos y contrarrestar la seria perturbaci�n al ecosistema del valle.
Figura 20. Las �reas verdes, adem�s de servir de esparcimiento, permiten la absorci�n de la lluvia.
Cuando el agua penetra al subsuelo es gradualmente conducida a capas m�s profundas y puede penetrar a trav�s de los mantos rocosos subterr�neos pasando a trav�s de sus peque�as hendiduras por el fen�meno conocido como percolaci�n. De esta manera, el agua adquiere parte de las sales del suelo que se disuelven en ella. La infiltraci�n depende de las caracter�sticas del suelo: en ausencia de vegetaci�n la tierra puede compactarse por el impacto de las gotas de lluvia y formarse una capa impermeable que impida que el agua penetre a zonas m�s profundas. Esto es particularmente notable en terrenos arcillosos. Por el contrario, no sucede en terrenos areniscos que son m�s dif�ciles de compactar. A la velocidad con la que el agua penetra un suelo se le llama ritmo de infiltraci�n y la m�xima velocidad a la que sucede es la capacidad de infiltraci�n.
La vegetaci�n aumenta el ritmo de infiltraci�n, pues por una parte protege el suelo de la evaporaci�n y por otra las ra�ces conducen el agua a capas m�s profundas del subsuelo de donde puede empezar a percolarse.
Cuando la tierra est� seca, las fuerzas capilares que dependen de las atracciones entre las mol�culas de agua y las de los poros de la tierra, act�an para acelerar el proceso de infiltraci�n, m�s que la propia gravedad.
Figura 21. El agua de lluvia penetra el interior del suelo primeramente por la acci�n de su propio peso, pero las fuerzas capilares act�an tambi�n: cuando el suelo est� h�medo aceleran la infiltraci�n, pero cuando est� seco la llevan a ascender y escapar.
Figura 22. Nuestro pa�s no tiene grandes extensiones de lagos y lagunas; la figura muestra los principales.
Figura 23. Los principales r�os de M�xico.
Figura 24. Grabado de 1886 que muestra la entrada a las grutas de Cacahuamilpa. Al fondo puede apreciarse un r�o subterr�neo
El fen�meno que dicta la absorci�n del agua cuando empieza a caer la lluvia es el de la infiltraci�n pero, a medida que la precipitación continúa, la tierra se satura y el agua empieza a llenar las cavidades hasta que comienzan a formarse corrientes que la arrastran siguiendo la pendiente del suelo. Esto forma una parte muy importante del ciclo hidrol�gico y constituye el drenaje natural de las cuencas. En valles naturalmente cerrados como el de M�xico la cuenca no puede drenar y se forman grandes dep�sitos en lagos. Cuando la actividad humana interfiere con estas funciones se pueden provocar inundaciones que, como veremos m�s adelante, llegan a alcanzar efectos devastadores.
El agua que penetra por percolaci�n en las capas m�s profundas forma mantos subterr�neos, algunos de los cuales quedan atrapados por rocas superiores y est�n sometidos a grandes presiones. Los mantos subterr�neos pueden en alg�n momento llegar a una depresi�n superficial y el agua aflorar. También puede no hacerlo y quedar bajo tierra, formando los llamados mantos f�siles.
El agua subterr�nea es mucho m�s dif�cil de observar y medir que la superficial, de manera que los cient�ficos han tenido que idear m�todos refinados para determinar su movimiento. Un m�todo muy estudiado consiste en medir las relaciones de los is�topos de los �tomos constituyentes del agua, el hidr�geno y el ox�geno. Los is�topos son variedades de un �tomo que son qu�micamente id�nticas pero difieren en su composici�n nuclear. En la naturaleza hay is�topos m�s abundantes que otros, y sus proporciones son bien conocidas, de manera que cualquier desviaci�n de las proporciones naturales puede servir de "marca" para identificar el agua, y relacionarla con su origen.
En su fase s�lida, hielo o nieve, el agua recorre el ciclo hidrol�gico de manera semejante al agua l�quida. Lo equivalente a los r�os, para el hielo, son los glaciares, masas de hielo en movimiento que cubren las tierras emergidas. Los glaciares se originan en la llamada l�nea de las nieves, que es el l�mite inferior de la zona en donde hay nieve todo el a�o. Este l�mite var�a con la latitud, desde el nivel del mar en los polos hasta una altitud de 5 000 metros en el ecuador. En todos los continentes, excepto en Australia, hay glaciares; en los polos son un elemento normal del paisaje, pero a medida que nos acercamos al ecuador son m�s infrecuentes, pues solamente se les localiza en las monta�as m�s altas.
Figura 25. El Matterhorn, en los Alpes suizos, muestra los efectos caracter�sticos de la erosi�n glaciar. La forma puntiada de su cima se debe a la erosi�n de los glaciares.