I. ANTECEDENTES Y BASES: UN PASADO APARENTEMENTE INEXPLICABLE Y LA DERIVA CONTINENTAL

EN ESTE cap�tulo haremos un breve bosquejo hist�rico de algunos aspectos del conocimiento de la Tierra que son aplicables al tema del presente libro, y algunas observaciones que no pod�an ser explicadas satisfactoriamente antes del advenimiento del modelo de la tect�nica de placas.

I.1. BOSQUEJO HIST�RICO DEL C�MO HA IDO AVANZANDO EL CONOCIMIENTO DE LA TIERRA

Ya los antiguos griegos hab�an logrado varios conocimientos importantes al respecto: Arist�teles, alrededor de 330 a. C., hab�a concluido que la Tierra es redonda al observar la sombra circular de �sta sobre la Luna. Erat�stenes de Cirene calcul�, alrededor de 230 a. C., el radio de la Tierra con gran aproximaci�n. Hab�a especulaci�n (m�s bien filos�fica) acerca de la naturaleza de la Tierra y su relaci�n con otros elementos del Universo.

Desgraciadamente, durante muchos siglos el obscurantismo que pretend�a explicar todo a partir de una interpretaci�n literal de la Biblia hizo retroceder la ciencia en general y persigui� a cualquier persona que pretendiera explicar racionalmente las observaciones sobre la Tierra.

Alrededor de 300 d. C. la Iglesia denunci� la creencia en una Tierra esf�rica y en la existencia de ant�podas como absurda y her�tica. Argumentos teol�gicos fueron usados para dogmatizar que la Tierra era plana, que era el centro del Universo, y aun para determinar su edad (y la de �ste). Por ejemplo, bas�ndose en la autoridad de la versi�n de la Biblia conocida como del Rey Jaime, el arzobispo de Armagh y primado de Irlanda, James Usher, afirm� en su obra Annalis Veteris et Novi Testamenti, publicada en 1650 y 1654, que el Cielo y la Tierra hab�an sido creados en la tarde (a la entrada de la noche) que preced�a al domingo 23 de octubre de 4004 a. C., el martes siguiente las aguas se concentraron en un lugar determinado y apareci� la tierra firme, el viernes fue creado el hombre. Seg�n el mismo autor, el diluvio ocurri� 1656 a�os despu�s: No� abord� el Arca el 7 de diciembre de 2349 a. C. y desembarc� el 6 de mayo de 2348 a. C. (no dice a qu� hora).

Las autoridades eclesi�sticas aseguraban que la Tierra y la vida fueron creadas, seg�n la descripci�n del G�nesis, hac�a unos 6000 a�os, y que su estado actual lo determinaban esa creaci�n y los efectos de algunas cat�strofes de origen divino, como el Diluvio. Esta aseveraci�n se conoce como principio de catastrofismo, e imper� hasta finales del siglo XVIII (de hecho hay quien sigue crey�ndolo en nuestros d�as).

Las observaciones que no cuadraban con este principio, como la de f�siles de animales entonces desconocidos, la presencia de restos de animales marinos en zonas monta�osas, y muchas otras eran ignoradas o explicadas como tentaciones del Maligno. Naturalmente, cualquier persona que tratara de dar a estas observaciones una explicaci�n distinta a la religiosa era considerada como inspirada tambi�n por el Diablo y acusada de herej�a.

Afortunadamente, no se puede detener el intelecto humano y a pesar de la opresi�n religiosa muchos sabios buscaron explicaciones racionales a las observaciones; varios de ellos fueron perseguidos y las ideas de otros se publicaron s�lo en forma p�stuma para evitar la persecuci�n. Entre otros podemos mencionar a Leonardo da Vinci quien, como Arist�teles cientos de a�os antes que �l, razon� por los a�os 1400 que las conchas de animales marinos (id�nticas a otras de animales vivientes) halladas en lugares monta�osos son de origen org�nico (no demoniaco) e indican que estas monta�as en alguna �poca se encontraron bajo el mar.

Sin embargo, Leonardo no hizo p�blico su descubrimiento, pues hubiera sido perseguido por ello, como lo fue en 1570 Bernard Palissy por decir que los f�siles son de origen org�nico y que la forma de la Tierra no puede ser est�tica, pues la erosi�n (del lat�n erodere [roer], que es el desgaste de las rocas causado por la lluvia, el viento, etc.) debe ser contrarrestada por la creaci�n de monta�as.

Todav�a en el siglo XVII Galileo Galilei fue perseguido por afirmar que la Tierra no era el centro del Universo, al ver lo cual Ren� Descartes, quien hab�a publicado en 1644 su Principia Geol�gica, en donde propone que la Tierra se est� contrayendo al enfriarse, no se atrevi� a publicar su libro Le Monde, terminado en 1634, en el cual describe el movimiento de la Tierra alrededor del Sol; este libro se public� p�stumamente.

En 1668 Robert Hooke termin� su libro Discourse on Earthquakes, en el cual se opon�a al dogma del origen catastr�fico y de la estaticidad de la configuraci�n actual de la superficie terrestre; manten�a que los estratos con abundantes f�siles marinos hallados en Inglaterra deb�an haberse encontrado alguna vez bajo el mar. Este libro no fue publicado en vida del autor por temor a represalias, por lo que apareci� p�stumamente en 1705.

La disminuci�n del poder represivo de la Iglesia a finales del siglo XVII hizo posible de nuevo la libre expresi�n del pensamiento humano, y una serie de hombres brillantes se abocaron a explorar y explicar un mundo en gran parte todav�a desconocido.

En 1715, Edmond Halley, conocido usualmente por el descubrimiento del cometa que lleva su nombre pero que hizo grandes aportaciones en muchas otras disciplinas cient�ficas, se opuso abiertamente a las ideas de que la Tierra tuviera s�lo unos cuantos miles de a�os de edad o de que fuera eterna, y propuso que su edad podr�a determinarse a partir de la salinidad del mar.

En 1778, Georges Leclerc, conde de Buffon, propuso un origen �gneo (llamamos �gneas a las rocas formadas a partir de material ardiente) para la Tierra y calcul� que ten�a una edad de casi 75 000 a�os, afirmando de paso que el planeta se encontraba en estado de cambio constante. Por esas fechas, Jean de Monet, caballero de Lamarck, propuso una teor�a de la evoluci�n de las especies animales que implicaba que la edad de la Tierra deber�a ser bastante mayor que la aceptada hasta entonces.

Alrededor de 1785, James Hutton propuso una escala de tiempo indefinidamente larga, indic� que la erosi�n deb�a ser contrarrestada por nuevos dep�sitos y levantamientos (evidenciados por la presencia de conchas marinas en formaciones terrestres) y que la fuente de levantamientos, erupciones y metamorfismo de sedimentos deb�a ser el calor interno de la Tierra. Mantuvo que, dado un tiempo suficiente, los mayores cambios de la superficie terrestre pod�an realizarse por medio de una sucesi�n de cambios peque�os, y que los procesos geol�gicos que se llevan a cabo actualmente son los mismos que han actuado desde siempre. Esta tesis encontr� un campe�n en Charles Lyell, cuyo libro Principios de geolog�a (editado 12 veces entre 1830 y 1872) fue considerado por mucho tiempo el tratado m�s importante en este campo. Lyell llam� a esta teor�a principio de uniformitarianismo, y se bas� en ella para desplazar al catastrofismo, que era la m�s aceptada hasta entonces y la apoyada por la Iglesia.

Entre 1799 y 1815, William Smith public� las primeras tablas y mapas de las formaciones sedimentarias de Inglaterra, Gales y parte de Escocia. Sus m�todos y resultados se aplicaron m�s tarde al estudio del resto del mundo, y los nombres de los sitios donde originalmente identific� sedimentos correspondientes a un cierto episodio de la historia terrestre a�n son utilizados (v�ase el cuadro de tiempos geol�gicos).

En 1858 se dio a conocer la teor�a de Charles Darwin y Alfred R. Wallace acerca de la evoluci�n (publicada m�s tarde por Darwin en su libro El origen de las especies), que permit�a explicar muchos de los hallazgos de f�siles.

A partir de esas fechas comenzaron los modernos estudios geol�gicos y geof�sicos; se recabaron gran cantidad de datos que permitieron conocer con mayor precisi�n la forma, la distribuci�n de masa, la geograf�a y otras caracter�sticas de la Tierra. En particular, como veremos en el cap�tulo II, la sismolog�a aport� conocimientos sobre la estructura interna de la Tierra, los avances de la geolog�a permitieron comprender los procesos de formaci�n de rocas, y los parentescos entre especies animales y vegetales, actuales y extintas fueron establecidos por la biolog�a. Sin embargo, las mismas investigaciones que permit�an resolver algunos de los problemas existentes resultaban (como sucede hasta la fecha) en nuevas observaciones que suscitaban a�n m�s preguntas.

Entre las grandes inc�gnitas figuraban: la distribuci�n de los sismos y de los volcanes (que trataremos en el cap�tulo siguiente), los cambios en el campo magn�tico de la Tierra (cap�tulo III), las extra�as caracter�sticas del fondo oce�nico (cap�tulo IV), la distribuci�n desigual sobre el globo terrestre de los continentes (a la cual se daban respuestas a menudo basadas en la numerolog�a), y las mencionadas en los incisos siguientes.

I.2. LAS INC�GNITAS: LA FORMACI�N DE MONTA�AS

A continuaci�n veremos algunos conceptos de geolog�a necesarios para la comprensi�n del material que sigue. El vulcanismo (de Vulcano, dios del fuego en la mitolog�a romana) produce monta�as mediante la extrusi�n de lavas (la roca fundida proveniente del interior de la Tierra, llamada magma (de magma [pasta]), cuando ha perdido gases al llegar a la superficie terrestre se llama lava (del lat�n labes [deslizamiento]) y productos pirocl�sticos (de pnr [fuego] + klastoz [roto]), producidos por explosiones volc�nicas y que incluyen rocas grandes (bombas), medianas (lapilli, piedrecillas en lat�n), y peque�as (cenizas). Los piroclastos pueden provenir del magma, ser pedazos arrancados al volc�n o ser trozos de rocas acarreados desde las profundidades llamados xenolitos (de xenoz [extranjero] + liqoz [piedra]).

Las rocas producidas por erupciones volc�nicas son llamadas extrusivas, y su composici�n qu�mica puede variar mucho de un volc�n a otro. Las lavas de volcanes continentales tienen alto contenido de s�lice (se dice que son �cidas), lo que las hace ser viscosas (no fluyen f�cilmente) y dar lugar a erupciones explosivas que producen las grandes estructuras conocidas como estratovolcanes formadas por capas de ceniza y de lava. Otros volcanes, los oce�nicos, producen lavas con bajo contenido de s�lice (b�sicas) que dan lugar a rocas llamadas basaltos; estas lavas son muy fluidas y a menudo las erupciones ocurren sin explosiones y cubren de lava grandes extensiones, pero no forman volcanes muy altos.

Adem�s de las monta�as de origen volc�nico, existen monta�as formadas por enormes bloques de rocas intrusivas. Estas son producidas por magmas que rellenan grietas y cavidades (a menudo extendi�ndolas) pero que no alcanzan la superficie y se solidifican a profundidad, por lo que se les conoce como rocas plut�nicas (de Plut�n, Plontwu, dios de los muertos y del mundo subterr�neo).

Pero hay otras monta�as, entre las que se encuentran las m�s grandes, que no son de origen �nicamente �gneo, sino que est�n formadas en gran parte por rocas sedimentarias, que son las formadas por el dep�sito de fragmentos provenientes de la erosi�n de otras rocas, y metam�rficas, que son rocas originalmente �gneas o sedimentarias que han sido metamorfizadas (es decir, transformadas) por altas presiones y temperaturas.

Volviendo al tema de las inc�gnitas, si bien la f�sica y la geolog�a permit�an describir el mecanismo de la orogenia (el proceso de formaci�n de monta�as, de óroz [monta�a] + gennaw [engendrar]) a partir del comportamiento de las rocas sometidas a grandes esfuerzos, no se conoc�a la posible fuente de dichos esfuerzos. Adem�s, tampoco exist�a explicaci�n para la formaci�n de los grandes espacios subterr�neos necesarios para las intrusiones �gneas, como tampoco se pod�a explicar por que las grandes cordilleras s�lo (o primordialmente) se han formado durante algunos episodios orog�nicos, llamados revoluciones por los ge�logos, y no durante todo el tiempo. Tampoco hab�a explicaci�n para la distribuci�n observada de monta�as y volcanes a lo largo de grandes l�neas. Éstas eran grandes inc�gnitas.

Naturalmente hab�a teor�as que ofrec�an explicaciones m�s o menos veros�miles; probablemente la m�s aceptada era la que manten�a que la Tierra se estaba achicando conforme se enfriaba, lo que ocasionaba que la corteza le quedara grande y se arrugara (como la piel de una persona gorda que adelgaza mucho) formando las monta�as. Esta teor�a, empero, no resolv�a el resto de las inc�gnitas mencionadas, y hasta hace muy pocos a�os no exist�a una teor�a que pudiera hacerlo.

I.3. LAS INC�GNITAS: EL AJUSTE DE LAS COSTAS DEL ATL�NTICO. WEGENER Y LA DERIVA CONTINENTAL

El ajuste entre las costas del Atl�ntico fue notado en cuanto comenzaron a aparecer mapas confiables de Am�rica; de all� a la propuesta de que los continentes debieron haber estado unidos en el pasado, s�lo hab�a un paso. Sir Francis Bacon lo mencion� �alrededor de 1620! y posteriormente fue propuesto por el conde de Buffon, Immanuel Kant, Alexander von Humboldt (1801) y Richard Owen (1857).

En 1858, Antonio Snyder public� mapas que muestran los continentes unidos (Figura 1). Su teor�a era que durante el Diluvio sali� material del interior de la Tierra, lo que hizo que subieran las aguas y empuj� a los continentes separ�ndolos.

[FNT 1]

Figura 1.

Otro mapa que muestra los continentes antes de separarse fue publicado por H. Baker en 1911; seg�n �l la separaci�n se debi� a la extracci�n de la Luna que se form� a partir del material que ocupaba el lugar donde ahora se halla la cuenca del Pac�fico.

Sin saber de estos antecedentes, Alfred Wegener tuvo la misma idea en 1910, mientras estudiaba el ajuste de las costas de Brasil y de África, y la adopt� en 1911 cuando encontr� que las relaciones entre las floras de Brasil y África la apoyaban. A partir de entonces se convirti� en el campe�n de la teor�a, llamada por �l de Deriva continental, cuya tesis era que todos los continentes originalmente estuvieron unidos en un solo gran continente, al que llam� Pangea (de pan [todo] + gh o gaia [Tierra], el cual se fragment� durante el Mesozoico (hace unos 220 Ma), y los trozos resultantes "derivaron" (viajaron a la deriva) hasta sus posiciones actuales.

Wegener busc� otros datos que apoyaran esta teor�a, y habl� de ella en 1911 durante una pl�tica que dio acerca de las relaciones entre las floras de Brasil y de África. En enero de 1912 present� su teor�a durante un congreso de la Uni�n Geol�gica y, en otra ocasi�n, cuatro d�as despu�s, a la Sociedad para el Avance de las Ciencias Naturales.

La teor�a de la deriva continental encontr� enorme oposici�n, ya que la idea imperante en esa �poca, expresada en 1846 por C. Dana, uno de los ge�logos m�s respetados de entonces, era que los continentes y los oc�anos se hab�an delineado cuando la Tierra se enfri� y desde entonces no hab�an cambiado, y que los sedimentos marinos encontrados en tierra firme eran todos t�picos de aguas poco profundas que hab�an inundado los continentes mientras �stos estaban m�s bajos que los oc�anos por haberse enfriado antes.

El mismo a�o Wegener parti� en una expedici�n a Groenlandia, de donde regres� en 1913. Al a�o siguiente fue movilizado y sirvi� en el ej�rcito; fue herido dos veces y aprovech� los periodos de convalecencia para trabajar en los datos de Groenlandia y en sus ideas en torno a la deriva continental. Fue durante una de estas licencias que public� su libro El origen de los continentes y los oc�anos, en el cual expon�a su teor�a y mencionaba los trabajos de sus antecesores.

En 1920 Wegener public� una segunda versi�n de su libro que fue muy discutida en Europa continental, pero fue una nueva versi�n, aparecida en 1922, la que tuvo difusi�n mundial al ser traducida a varios idiomas en 1924. Wegener corrigi� varias veces su libro, cuya �ltima edici�n apareci� en 1929, incluyendo en cada ocasi�n nuevas evidencias. La figura 2 muestra una ilustraci�n de esta edici�n, en la cual aparecen Pangea en el Carbon�fero superior (Jung-Karbon) y las posiciones de los continentes para el Eoceno (Eoz�n) y el Cuaternario temprano (Alt-Quart�r). Wegener se dio cuenta de que el ajuste entre los continentes es mucho mejor si, en vez de empalmar las costas, se ajustan los m�rgenes continentales, que son las fronteras de los continentes a 200-500 m de profundidad.

[FNT 2]

Figura 2.

I.4. LAS INC�GNITAS: PARENTESCOS ENTRE FORMACIONES GEOL�GICAS, ENTRE F�SILES Y ENTRE ESPECIES ACTUALES DE SERES VIVOS, LOCALIZADOS EN DISTINTOS CONTINENTES. �LEMURIA, ATL�NTIDA, ETC�TERA?

Si, como se pensaba antiguamente, la posici�n de continentes y oc�anos era inmutable, �c�mo era posible que existieran obvios parentescos entre plantas y animales y, sobre todo, entre formaciones geol�gicas, separadas por enormes oc�anos, mientras que las de lugares vecinos eran a menudo completamente distintas? A continuaci�n veremos algunas de las observaciones que primero documentaron estas relaciones transoce�nicas y algunas de las teor�as que trataban de explicarlas.

Buffon mencion�, en la d�cada de 1770, que en Irlanda se pod�an encontrar formaciones geol�gicas con f�siles y conchas id�nticos a otros de Am�rica y que no se pod�an hallar en otros lugares de Europa.

Una primera explicaci�n fue que los continentes deb�an haber estado conectados, en la antig�edad, por otros continentes (ahora desaparecidos) que formaban puentes entre ellos. Esto revitaliz� la idea de la existencia de la Atl�ntida, propuesta por Plat�n, que era una gran isla o continente que hab�a desaparecido en un pasado m�s o menos remoto al hundirse en el mar. Tras su viaje en el barco Beagle en 1839, Charles Darwin public� la existencia de atolones que marcaban la posici�n de volcanes sumergidos, lo cual apoyaba, seg�n algunos, la existencia de la Atl�ntida.

Con base en la existencia de las mismas especies de lemures a ambos lados del Oc�ano Índico, el bi�logo Philip Sclater propuso en 1864 la existencia de Lemuria, un continente perdido que abarcar�a el Oc�ano Índico desde Madagascar hasta la India y Ceyl�n. La edad de Lemuria estaba indicada por la similitud entre animales que habitaban all� en el Terciario temprano, antes de que lo poblaran las especies de mam�feros actuales.

Entre los f�siles m�s comunes que se encuentran a ambos lados del oc�ano y que son vestigios de animales que no podr�an haberlo cruzado a nado est� el mesosaurio. En mantos de carb�n a ambos lados del Índico se encuentran tambi�n ejemplos de un tipo de plantas llamado glossopteris. En 1861 se descubrieron en Glasgow, Escocia, restos de anthracosaurio, un tipo de laberintodonte que vivi� en ci�nagas que dieron lugar a dep�sitos de carb�n. Estos f�siles han sido tambi�n hallados en dep�sitos de Inglaterra, Irlanda, Bohemia, Ohio, Texas y otras partes de EUA.

Ya en 1885 la distribuci�n de f�siles era lo suficientemente bien conocida como para que Melchior Neumayr elaborara el primer mapa paleogeogr�fico (Figura 3), que propon�a la existencia antigua de macrocontinentes, como el continente Brasilio-Eti�pico que ten�a un ap�ndice peninsular Indo-Malgache (Lemuria).

[FNT 3]

Figura 3.

Otra respuesta a la distribuci�n de las especies antiguas era la existencia de corredores o puentes terrestres, ahora desaparecidos, entre los continentes, como los ilustrados en un mapa elaborado en 1927 por Hermann Von Ihering. Mientras tanto, otros cient�ficos que no aceptaban la posibilidad de los puentes o los continentes desaparecidos propusieron otras teor�as. Entre ellas la teor�a de balsas propon�a que animales y plantas hab�an viajado de un continente a otro a bordo de objetos flotantes (como troncos o cocos), mientras que semillas y esporas pod�an haber sido arrastradas por el viento. Otra teor�a (que podr�amos llamar de migraci�n "por las piedritas") dec�a que los animales podr�an haber viajado de isla en isla.

Como quiera que se pensara que podr�an haber migrado los seres vivos, ninguna teor�a (excepto, tal vez, la de los macrocontinentes) pod�a explicar la presencia de formaciones geol�gicas id�nticas en continentes distintos.

Von Humboldt observ� en 1801 que las cadenas monta�osas de Am�rica se contin�an en Europa, que las monta�as primitivas de Brasil corresponden a las del Congo y que las planicies del Amazonas se contin�an en las de Guinea.

Dec�a Alfred Wegener en la d�cada de 1920 que examinar las costas de ambos lados del Atl�ntico era como unir partes de un peri�dico rasgado y se pod�a ver que no solamente casaban los bordes, sino que las l�neas del texto continuaban de un lado a otro. Calculaba que la probabilidad de que una sola estructura geol�gica se continuara por casualidad en esta forma era de 1/10, mientras que la de la continuaci�n de seis estructuras por �l estudiadas era de 1/1 000 000.

La existencia de un tipo de rocas llamadas tilitas glaciales que se depositaron durante el P�rmico y el Carbon�fero encontradas en África, Arabia, India, Sudam�rica, Australia y Ant�rtida indicaba seg�n Wegener la necesidad de que estos continentes hubieran formado, durante el tiempo de dep�sito de dichas rocas, parte de un solo continente al que llam� Tierra de Gondwana (Gondwanaland). Es m�s, no s�lo las tilitas son comunes a estos continentes, sino que otras formaciones geol�gicas en com�n se encuentran depositadas antes y despu�s de ellas, formando una serie geol�gica conocida como Serie de Gondwana.

I.5. LAS INC�GNITAS: SERES TROPICALES EN EL ANT�RTICO

Sin embargo, poder explicar (aun tentativamente) c�mo podr�an haber llegado determinadas especies a habitar en zonas distintas no ayuda a explicar c�mo es que pueden haber sobrevivido varias especies en medios que les son adversos. Un ejemplo cl�sico de este problema es la existencia de dep�sitos de carb�n (originado por antiguas selvas tropicales) y de f�siles de animales t�picos de regiones c�lidas en la Ant�rtida.

Las primeras evidencias de estos dep�sitos carbon�feros fueron obtenidas en 1908 por los exploradores del Polo Sur Ernest Shackleton y Frank Wild. Tambi�n Robert E. Scott y sus compa�eros que perecieron congelados, en 1911-1912, cuando compet�an con Roald Amundsen por conquistar el Polo, hab�an recolectado muestras de carb�n y observado impresiones f�siles en calizas. Las muestras colectadas por Scott y su grupo fueron rescatadas, y al ser analizadas se vio que los f�siles eran de flora que correspond�a a la flora de Gondwana.

La exploraci�n mayor del Polo Sur comenz� con el A�o Geof�sico Internacional (1957-1958) y ha continuado hasta la fecha. En 1967 se descubri� un trocito de hueso que fue despu�s identificado como perteneciente a un laberintodonte (Figura 4) que fue un anfibio antecesor de los actuales reptiles y era un animal de agua dulce que era imposible que hubiera cruzado el oc�ano. Este descubrimiento fue causa de que se diera primordial importancia a la b�squeda de f�siles, y en 1969 una expedici�n moderna, en medio de una de las primaveras m�s borrascosas de los �ltimos a�os en la Ant�rtida, descubri� dep�sitos con cantidad de esqueletos en rocas aluviales.

Tambi�n se descubrieron evidencias de que al comenzar el Tri�sico (hace unos 230 Ma) cambi� la inclinaci�n del suelo en ese lugar, dando lugar a una gran laguna donde se depositaron grandes capas de sedimentos que formaron areniscas y lutitas, en las cuales se han encontrado f�siles de ra�ces y troncos de �rboles cuyos anillos indican variaciones de temperatura propios de latitudes templadas o tropicales.

Muchas de las especies colectadas en la Ant�rtida se parecen much�simo a las encontradas en los dep�sitos tri�sicos de la depresi�n de Karoo en Sud�frica. Un animal representativo de estos dep�sitos (constituye 90% de ellos) es el lystrosaurio (Figura 4), un animal del tama�o de una oveja cuyos h�bitos eran parecidos a los del hipop�tamo. En 1970-1971 fueron descubiertos f�siles de unos antecesores de los mam�feros llamados thrinaxodontes que son especies id�nticas a las halladas en Sud�frica.

[FNT 4]

Figura 4.

Los anfibios m�s antiguos que se conocen (un tipo de laberintodontes de hace unos 350 Ma) fueron encontrados en Groenlandia en 1932.

Se trat� de explicar la presencia de f�siles de animales propios de clima templado en climas fr�os proponiendo que los polos terrestres de rotaci�n hab�an migrado en el pasado; es decir, que la Tierra se hab�a dado un cuarto de vuelta, de manera que sitios que est�n ahora en diferentes latitudes se encontraron entonces a la misma distancia del ecuador. Los mecanismos propuestos como causantes de este fen�meno nunca fueron muy convincentes, y, de cualquier manera, la teor�a no explicaba muchas de las observaciones ya mencionadas.

I.6. LAS TEOR�AS ANTERIORES A LA TECT�NICA DE PLACAS

Las observaciones mencionadas en los incisos anteriores eran evidencia incontrovertible de que en el pasado, en m�s de una ocasi�n, continentes que ahora se hallan separados hab�an estado en contacto y que, adem�s, varios de ellos hab�an estado en diferentes latitudes. Las teor�as de la inmutabilidad de continentes y oc�anos, de catastrofismo, de los continentes desaparecidos, de puentes, etc., hab�an pasado a la historia. La teor�a de la Tierra que se achicaba era aceptada por algunos como explicaci�n para la formaci�n de monta�as.

Sin embargo, la teor�a de la deriva continental no era generalmente aceptada porque no pod�a explicar por qu� se mueven los continentes. Wegener y sus simpatizantes propusieron varios tipos de fuerzas, pero ninguna de ellas era lo suficientemente grande como para empujar los continentes como barcos a trav�s del manto, sobre todo tomando en cuenta que, como se vera en el cap�tulo II, las monta�as tienen ra�ces que son extensiones que penetran muy profundamente en el manto. Se dec�a que los continentes para desplazarse tendr�an que "arar" el manto, lo cual requerir�a de fuerzas enormes.

El descubrimiento de la radiactividad como posible fuente de calor en el interior de la Tierra cambi� la estimaci�n de su posible edad con base en el tiempo que le habr�a llevado alcanzar su presente temperatura. Adem�s, motiv� que se propusiera como posible explicaci�n de la migraci�n de los continentes el que la Tierra se estuviera inflando como un globo, lo que aumentaba la distancia entre ellos. Esta teor�a, contraria a la de la Tierra que se achica, contradec�a tantas observaciones que tuvo una vida muy breve. Muchas otras sugerencias, m�s o menos ingeniosas unas y absurdas otras, pero ninguna en verdad aceptable, fueron propuestas durante los a�os siguientes.

Mientras tanto, al mismo tiempo que se segu�an obteniendo m�s datos que apoyaban la tesis de la deriva de los continentes y se buscaban posibles explicaciones para �sta, otras ramas de las ciencias de la Tierra obten�an observaciones, aparentemente ajenas a la migraci�n de los continentes, y desarrollaban teor�as para explicarlas. Estas observaciones y teor�as, que contribuyeron a la elaboraci�n de la teor�a de la tect�nica de placas, ser�n discutidas en los siguientes cap�tulos.

[Inicio][Anterior]Previo[Siguiente]