XI. LOS ACEROS DE DAMASCO

Y CUANDO VINO LA D�CIMA NOCHE

SCHEREZADA dijo: cuentan que en el trono de los califas Omniadas, en Damasco, se sent� un rey —�S�lo Al� es rey!—, que se llamaba Abdalmalek ben-Merwan. A este rey le gustaba departir a menudo con los sabios de su reino acerca de nuestro se�or Saladino —�con �l la plegaria y la paz!— de sus virtudes, de su influencia y de su poder ilimitado sobre las tierras de las soledades, de los efrits que pueblan el aire y de los genios mar�timos y subterr�neos.

Fueron estos sabios quienes narraron al rey Abdalmalek ben-Merwan que, cuando Ricardo Coraz�n de Le�n se encontr� en las cruzadas con el gran, el inmenso Saladino, e1 rey cristiano crey� necesario ensalzar las virtudes de su espada. Para demostrar la fuerza de su pesad�simo mandoble, cort� una barra de hierro. En respuesta, Saladino tom� un coj�n de seda y lo parti� en dos con su cimitarra sin la sombra de un esfuerzo, al grado de que el coj�n pareci� abrirse por s� mismo.

Los cruzados no pod�an creer a sus ojos y sospecharon que se trataba de un truco. Saladino entonces lanz� un vel� al aire y con su arma lo desgarr�. Era �sta una l�mina curva y delgada que brillaba no como las espadas de los francos sino con un color azulado marcado por una miriada de l�neas curvas distribuidas al azar. Los europeos comprobaron entonces que �stas eran, precisamente, las caracter�sticas, �oh gran se�or!, de todas las l�minas usadas en el Islam en tiempos de Saladino (Figura 22).

Figura 22. Una cimitarra de Damasco. Las zonas m�s claras que se aprecian en el acercamiento est�n formadas por cementita y las m�s oscuras por hierro con un contenido de carbono mucho menor

Las hojas eran —insist�an los sabios alrededor del rey Abdalmalek ben-Merwan— excepcionalmente fuertes si se las doblaba, tambi�n eran lo suficientemente duras como para conservar el filo, es decir, que pod�an absorber los golpes en el combate sin romperse. Sus virtudes mec�nicas, as� como sus preciosas marcas onduladas en la superficie, se deb�an al material con que estaban hechas: el acero de Damasco.

As�, en tiempos de los cruzados, las espadas de Damasco se convirtieron en legendarias. Durante siglos fueron fascinaci�n y frustraci�n de los herreros de toda la Europa occidental que trataron en vano de reproducirlas. Nunca creyeron que tanto su fuerza como su belleza proven�an del alto contenido de carbono. El contenido de carbono en las espadas de Damasco est� entre 1.5 y 2.0 por ciento.

Se dice que las primeras descripciones de las hojas de Damasco se remontan al a�o 540, pero que se usan desde tiempos de Alejandro el Grande (ca. 323 a. C.). El nombre aceros de Damasco les viene no de su lugar de origen sino del lugar donde los europeos las descubrieron en las cruzadas.

El acero, porque eso es el hierro con carbono, se preparaba en la India en donde se le llamaba pasta. Se vend�a en forma de lingotes o de redondeles del tama�o de una medalla grande. Se cree que las mejores hojas se forjaron en Persia a partir de esas pastas, para hacer tambi�n escudos o armaduras. Aunque el acero de Damasco se conoc�a en todo el Islam, tambi�n se conoc�a en la Rusia medieval, donde se le llamaba bulat

Debe explicarse que, como en todos los procesos de fabricaci�n de los aceros, la manufactura de la pasta consiste en la eliminaci�n del ox�geno contenido en el mineral de hierro (que es por cierto un �xido).

Al a�adirle carbono al hierro reducido, el resultado es un material m�s duro. En general se mezclaba el mineral con carb�n y se calentaba todo hasta unos 1 200�C. El ox�geno quedaba eliminado del mineral por las reacciones con el carbono. Dependiendo de la cantidad de carb�n en la mezcla, el resultado era un simple hierro con un muy bajo contenido de carbono o un acero con m�s de 4% de carbono. En la India, los herreros manufacturaban la pasta a�adi�ndole carbono al hierro.

Los sabios que rodeaban al califa Abdalmalek dejaron que uno de ellos, el mago de la corte contara al califa lo que sigue.

—Callad, callad todos. Cierto muy cierto es todo lo que los sabios han contado, pero ellos ignoran el gran secreto que, como mago que soy, he de revelarte, oh gran rey.

El palacio entero enmudeci�, hasta los p�jaros y las fuentes se callaron para o�r lo que este hechicero sab�a.

—Hay muchos que insisten en que las espadas —dijo— se deben templar en la orina de un muchacho pelirrojo o en la de una cabra que se haya alimentado s�lo con helechos durante tres a�os. Pues se equivocan. El verdadero secreto es �ste y viene del templo de Balgala en Asia Menor:

El bulat o pasta se debe calentar hasta que no brille, as� como el Sol se pone en el desierto. Y despu�s hay que enfriarlo hasta que se vuelva p�rpura real. S�lo entonces se debe gotear sobre el cuerpo de un esclavo musculoso, pues el vigor del esclavo se transferir� al metal y eso es lo que le da la fuerza al acero. Estas son las verdaderas instrucciones, oh gran se�or.

Acto seguido, el mago hizo una reverencia, bes� el suelo y sali� envuelto en el remolino que el viento hac�a con las finas sedas de su albornoz.

—Es decir... —pronunci� el rey anonadado interrogando a sus tres sabios que permanec�an en silencio hasta que el m�s viejo tron�.

—Patra�as, se�or; son cuentos de hechicero.

El m�s joven entre los sabios corrigi�:

—Oh venerable y sabio anciano, en primera instancia tienes raz�n, patra�as parecen, pero la sabidur�a viene, precisamente, del an�lisis y de la interpretaci�n de lo que en principio nos parece inveros�mil!. Creo, si me lo permites gran se�or, que s� lo que el hechicero ha querido decir. Estas instrucciones se deben interpretar como sigue: el metal se tiene que calentar hasta una temperatura muy alta, seguramente a m�s de 1 000�C (el Sol se pone en el desierto) y despu�s enfriarse al aire a una temperatura de 800�C (p�rpura real) para finalmente templarse en un medio salado y tibio, digamos 37�C (esclavo musculoso)

El segundo sabio intervino entonces para recordar un antiguo refr�n ruso:

—"Lo mejor de lo nuevo es a menudo revivir el pasado olvidado por mucho tiempo."

Y aqu� Scherezada quiso mencionar lo que sigue antes de seguir con su cuento.

—Antes de proseguir he de recordarte, �oh gran se�or!, que cuando el Profeta subi� junto con Gabriel a las puertas de lo que es el primer cielo, Gabriel le dijo al Profeta que ese cielo es de hierro y tiene de ancho lo que un hombre puede andar en 500 a�os. El hierro se halla bajo la influencia de Marte. Sin embargo, ninguno de los cielos es de carb�n por muy negra que sea la noche. Quiz�s el Profeta nunca supo lo que sucedi� con los sabios de la corte del rey Abdalmalek ben-Merwan y por eso no supo sugerirle a Al� que ese cielo, el primero, debi� construirse con acero de Damasco y no con hierro.

Donaziada interrumpi� a, Scherezada:

—Hermana, no te pierdas en disquisiciones religiosas, por favor, y contin�a tu historia.

—Tienes que saber; oh hermana, que dependiendo del contenido de carbono as� como de la temperatura ser� el tipo de acero que se obtenga. Y eso puesto en el papel se llama un diagrama de fases. —La narradora dio dos palmadas y un esclavo rubio le trajo un papel (Figura 23)—. Sabr�s, oh, rey, que el diagrama que te muestro, as� como la explicaci�n que te dar�, me fueron revelados por un asno que seg�n algunos hab�a sido un gran sabio. Se llamaba Acerina y fue quien me explic� lo que son la austenita, la ferrita y la martensita. Los cristales de hierro en los aceros de alto contenido de carbono pueden existir en tres formas. A temperaturas por debajo de 727�C, la configuraci�n m�s estable es una red c�bica con �tomos de hierro en el centro de cada cara. Este arreglo c�bico centrado en las caras puede acomodar �tomos de carbono entre los �tomos de hierro.

Figura 23. Diagrama de fases del sistema hierro-carbono.

—Y Scherezada dibuj� un cubo en el cual, mediante esferas oscuras, represento al �tomo de carbono colocado entre los �tomos de hierro. O sea que a alta temperatura el carbono se disuelve en el hierro y esta soluci�n se llama austenita. Si el acero se enfr�a entonces lentamente, hasta alcanzar la temperatura de la habitaci�n, los cristales de hierro se convierten en un cubo centrado en el cuerpo en el cual hay poco espacio para el carbono. E hizo otro dibujo, esta vez de un cristal c�bico centrado en el cuerpo; esta fase se llama ferrita, dijo. Pero, insisti�, si el acero se enfr�a repentinamente, es decir; si se templa, los �tomos de carbono quedan atrapados en cristales tetragonales distorsionados centrados en el cuerpo, este material se llama martensita y es m�s duro que la ferrita (Figura 24). Estos datos, proporcionados por el asno Acerina, son indispensables para entender lo que le sucedi� al sabio m�s joven de los que rodeaban al rey Abdalmalek ben-Merwan.

Figura 24. Los aceros con alto contenido de carbono pueden asumir tres estructuras. El arreglo centrado en las caras tiene �tomos de carbono (esferas oscuras) entre los de hierro. A altas temperaturas el carbono se disuelve en el hierro (austenita). Si el material se enfr�a lentamente, los carbonos ya no caben y los cristales cambian una estructura c�bica centrada en el cuerpo (ferrita), en cambio, si se enfr�a rapidamente (templado), los �tomos de carbono quedan atrapados en los intersticios y los cristales resultan ser tetragonales centrados en el cuerpo (martensita) que son m�s duros que la ferrita.

Tan bien impresionado qued� el rey con los conocimientos de tan joven sabio que quiso casarlo con su hija, pues era un muchacho de porte gentil y estaba bien formado. Adem�s iba vestido a la moda de Bagdad. Y era todo lo hermoso, que se pod�a desear.

As� y todo, cuando el rey le propuso que se casara con la princesa s�bitamente se le vio cambiar de color y disponerse a salir huyendo, pues de ning�n modo quer�a aceptar la proposici�n de Abdalmalek ben-Merwan. Los dem�s sabios insistieron mucho.

—En verdad, no entendemos nada. Te rogamos que nos digas qu� motivo te impulsa a dejarnos.

—Por Al�, os suplico, oh amigos m�os, que no insist�is en retenerme.

Estas palabras los sorprendieron extraordinariamente e insistieron hasta que el joven sabio dijo:

—Una noche me acerqu� a la ventana de la princesa ya que, como vosotros, s�lo la he o�do cantar. Nunca nadie la ha visto. Apareci� entonces, en aquella ventana, una mujer de cara de alquitr�n y alma de bet�n. Fea, muy fea, creo que es la princesa. En cambio, un d�a paseando por una calleja sin salida se abri� frente a m� una celos�a y en ella se dibuj� la silueta de una joven con una regadera en la mano, que se puso a arreglar las flores de unas macetas que hab�a en el alf�izar de la ventana. �Ojal�, fuera ella la princesa! �Oh mis Se�ores! He de deciros que al ver a esta joven sent� nacer en m� algo que en mi vida hab�a sentido. As� es que en aquel instante mi coraz�n qued� hechizado y completamente cautivo, mi cabeza y mis pensamientos s�lo se ocuparon de ella.

El mayor entre los sabios propuso al instante la soluci�n.

—Al rey le propondr� que haga un concurso y que el ganador sea el que se case con la princesa, pues ni aqu� ni en ninguna parte es justo que se designe un esposo, un funcionario o un peluquero por capricho real. As� habl� aunque su experiencia desment�a sus palabras.

—Se hizo el concurso, pero el rey, para que ganara el joven sabio, convoc� a todos los s�bditos de su reino a que forjasen una espada, y dijo que tendr�a la mano de la princesa el que forjara la mejor espada. Pero no s�lo eso, sino el que adem�s supiera lo que sucede en cada una de las etapas de la forja.

Fueron muchos los que respondieron a la convocatoria, muchas las espadas que se forjaron, algunas de gran calidad, pero en todos los casos era el joven sabio el que ganaba. Le gustaba tanto la ciencia que siempre opinaba y daba la raz�n de ser de tal o cual procedimiento hasta que quedaron s�lo �l y un experimentado herrero. �ste, a medida que trabajaba, explicaba los procesos ante toda la corte compadecida de que la hija del rey Abdalmalek ben-Merwan se casara con un hombre tan ordinario que adem�s era cojo y malvado. Y cuando aquel hombre dec�a:

—Hay que mezclar el mineral de hierro con el carb�n a 1 200� C. Le preguntaron:

—�Y eso para qu�?

El herrero no supo contestar, pero de inmediato el joven, repuso:

—Para que se forme lo que conocemos como hierro esponja, ese mismo hierro se debe calentar con m�s carb�n despu�s de haberlo martillado bien otra vez a 1 200� C. Si se enfr�a lentamente se habr� formado la pasta.

La corte aplaudi� esta aclaraci�n con gran entusiasmo.

—As� es, as� es. Asinti� el herrero que, entonces, calent� la pasta entre 650�C y 850�C, insistiendo en que los herreros europeos, aun partiendo de pasta importada jam�s reproducir�an las hojas de Damasco, porque estaban acostumbrados a trabajar con aceros de bajo contenido de carb�n o sea que se funden a una temperatura m�s alta. Por eso tratan siempre de trabajar la pasta cuando se pone blanca o sea cuando est� parcialmente fundida, y a esa temperatura la pasta se rompe con los golpes del martillo.

—�Bravo, bravo!— gritaron enloquecidos, los partidarios del herrero.

El hombre se dedic�, con toda la parsimonia de la que era capaz, a forjar la pasta calent�ndola s�lo a 650� C y 850� C. Para endurecer m�s la hoja la recalent� y entonces la templ� meti�ndola en una garrafa de agua.

El joven sabio hizo lo mismo que el herrero (figura 25), y obtuvo una cimitarra tan fuerte como la del herrero. Sin embargo, esta vez, supo retenerse y no explic� nada, pues record� que no deseaba ganar. Ante su silencio los apostadores, que hab�an comprometido grandes fortunas por �l, corrieron a las mezquitas a pedir perd�n por haber jugado. Tambi�n trataron de retirar sus apuestas para recuperar al menos algo.

Figura 25. Fabricaci�n del acero de Damasco.

El rey Abdalmalek ben-Merwan acept� que el herrero, hab�a ganado, cuando dijo:

—No s�lo sabe hacer espadas sino que sabe m�s; entiende por qu� se lleva a cabo cada una de las etapas necesarias para que el acero de Damasco sea lo que es.

El joven sabio, al o�r esta observaci�n, no pudo contener su vanidad y no supo callarse. No quiso admitir que el herrero sab�a m�s que �l, as� que interrumpi� al rey antes de que terminara.

—Oh rey, mi se�or; este herrero es s�lo un artesano y no sabe ni entiende de ciencia. He aqu� lo que sucede cuando se forja una espada tal y como �l mismo lo ha descrito, pues �l �nicamente ha descrito los fen�menos, pero �d�nde est� la explicaci�n de lo que realmente sucede? �Hasta qu� punto sus observaciones, agudas por cierto, son satisfactorias? �Cu�ntas preguntas han quedado sin respuesta?

La corte sinti� qu� el joven sabio estaba decidido a ganar, sus partidarios le aplaudieron y metieron m�s dinero a favor suyo en las apuestas.

Al ponerle carb�n al hierro —explic�— la temperatura a la cual se funde disminuye. Cuando el contenido de carbono en la superficie de los trozos de hierro alcanza 2% m�s o menos, entonces una capa blanda y delgada de hierro colado se empieza a formar en cada trozo. Los herreros, como el aqu� presente, reconocen la presencia del hierro colado porque suena como si se golpeara barro. Este ruido indica que la cantidad de carbono disuelto en el hierro es, por fin, alta. Entonces, el crisol se enfr�a muy lentamente, el proceso puede durar varios d�as. Es este enfriamiento lento lo que procura la distribuci�n homog�nea del carb�n en el acero (entre 1.5 y 2.0%). Cuando la temperatura disminuye y llega a 1 000� C, parte del carb�n se precipita fuera de la soluci�n, formando otro compuesto.

Aqu� el joven sabio hizo un par�ntesis en su relato para explicar que ese compuesto se llama cementita o carburo de hierro (Fe3C). Se forma, alrededor de los granos de austenita. Todav�a precis� que el enfriamiento lento permite que los granos crezcan mucho, y continu� su c�tedra sin ver que sus amigos m�s pr�ximos, los que estaban al tanto de sus sentimientos, se llevaban las manos a la cabeza al verlo hablar de tal modo.

—Como se sabe, este compuesto, rico en carb�n, es el que produce las marcas oscuras que se ven en los aceros de Damasco. Sin embargo, este producto segregado —la cementita—, tiene algunas propiedades indeseables. Aunque es muy duro, es muy quebradizo. Todos sabemos, lo hemos comprobado, que los aceros de Damasco no son quebradizos. �C�mo se resuelve esta aparente contradicci�n? El secreto est� en el martilleo intenso, es decir; en la forja. Todos los herreros saben que se puede forjar en blanco y hasta en naranja, a temperaturas, y eso no lo saben los herreros como este cojo, entre 1 200� C y 900� C, pero la pasta se debe forjar, y eso s� que lo sabe este ignorante —dijo se�alando a su rival—, al rojo cereza o rojo sangre, o sea entre 650� C y 850� C. Temperaturas m�s altas har�an que el compuesto segregado, la cementita, se vuelva a disolver en la austenita. Por otro lado, forjar la pasta a 850� C rompe los cristales del compuesto segregado, formando peque�as part�culas esf�ricas que endurecen el acero, pero que no son lo suficientemente grandes como para que el metal sea quebradizo. Y al templar el acero se obtiene un compuesto diferente del que se forma cuando se deja enfriar lentamente.

Donaziada, esta vez sola, porque el rey Schahriar no aprend�a las cosas tan r�pido, repiti� lo que a Scherezada le hab�a revelado el asno Acerina.

—Con el templado se suprime la transformaci�n de la austenita a perlita. Los cristales de hierro se vuelven centrados en el cuerpo pero la disposici�n c�bica tiene que transformarse en tetragonal. Esta estructura se llama martensita y, como en ella hay lugar para los �tomos de carbono, es dura, (Figura 24).

Scherezada, despu�s de felicitar a su hermana, y al rey tambi�n, por saber tanto, sigui� con su historia.

Al terminar su discurso, el joven sabio se qued� mudo. El rey, satisfecho, pudo proclamarlo vencedor del concurso pues, sin duda, era el que m�s sab�a. Los amigos del joven sabio esperaban que, como en tantos cuentos, el final fuese feliz, que la princesa, la hija �nica del rey, fuese la belleza que regaba las plantas del alf�izar de aquella ventana. Pero ya la voz de los muezines llamaba a los creyentes a la oraci�n de aquel santo d�a viernes: —�Bismillahi 'rramani' rahim! —En nombre de Al�, el Clemente sin l�mites, el Misericordioso. —Loor a Al�, Se�or de los hombres, Clemente y Misericordioso. —Supremo soberano, �rbitro absoluto el d�a de la retribuci�n. —A ti, adoramos, tu socorro imploramos. —Dir�genos por el camino recto, por el camino de aquellos a qui�nes colmaste de beneficios, y no por el camino de aquellos que incurrieron en tu c�lera, ni de los que se han extraviado.

Los amigos del joven rezaron con m�s devoci�n que nunca pidiendo justicia hasta que, vieron aparecer a la princesa que alarg� la mano y se la dio a su padre, luego mir� detenidamente al joven que, adem�s de ser hermoso, bien formado y gentil, vest�a a la moda de Bagdad.

—Es ella —dijeron todos a coro.

Y era ella, la mujer de cara de alquitr�n y alma de bet�n. Comprendieron entonces los amigos del joven que, de tanto rezar; Al� los hab�a escuchado y hab�a sido justo. Era el castigo a la vanidad que a veces se esconde detr�s de la belleza y de la sabidur�a.

Aqu� interrumpi� Scherezada su relato, satisfecha de haberle explicado a Donaziada y al rey por qu� los aceros de Damasco son tan resistentes, pero no cay� en el defecto de vanagloriarse, no la fuese a castigar Al�.

GLOSARIO

diagrama de fases. El diagrama de fases proporciona las condiciones de equilibrio entre las fases presentes en su sistema.

eut�ctico. Relativo a la eutexia.

eutexia. Fen�meno que se manifiesta en las mezclas o aleaciones de dos cuerpos debidamente dosificados, y al cual se debe que el punto de fusi�n de la mezcla s�lida sea, no solamente inferior al de cada uno de los componentes, sino tambi�n al de cualquiera otra mezcla en la que ambos entren en proporciones diferentes de la mezcla eut�ctica.

perlita. Uno de los constituyentes de las aleaciones ferrosas, que es un agregado de ferrita y cementita en forma de escamas microsc�picas. Es una fase s�lida dentro de la descomposici�n eut�ctica de la formaci�n del hierro y el carbono.

tetragonal. Sistema cristalino que contiene tres ejes que se intersectan en �ngulos rectos, dos lados son iguales. Es decir que a es igual a b que es diferente de c, el �ngulo alfa es igual al beta y al gamma y todos valen 90�.

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