RECAPITULACIÓN

EL TEMA del colesterol ha salido del ámbito del lenguaje estrictamente científico para entrar en la conversación del hombre de la calle.

Actualmente los análisis clínicos de rutina incluyen la medición del nivel de colesterol, con lo cual los pacientes se han ido familiarizando con este término. Por otra parte, los compradores habituales de los supermercados encuentran hoy numerosos productos con la etiqueta "sin colesterol". Todos conocemos a alguien que por tener el colesterol elevado debe recurrir a control médico y dietético. Por último, los medios masivos de comunicación al divulgar noticias relativas al control y prevención de las enfermedades de nuestro tiempo (entre los cuales está el infarto de miocardio) hacen referencia al coloesterol. De alguna manera todas estas circunstancias han contribuido a alertar a la población acerca de posibles peligros relacionados con este compuesto químico.

El colesterol no es en sí una enfermedad ni un veneno. Como vimos, los animales lo producen en su organismo y es esencial para el buen funcionamiento de éste. Ahora bien, se ha demostrado que concentraciones elevadas de colesterol en la sangre constituyen un peligro para la salud: el riesgo de enfermar de ateroesclerosis y por lo tanto de sufrir accidentes cardiovasculares, entre los cuales está el infarto de miocardio, que tantas muertes súbitas cobra.

La concentración elevada de colesterol en la sangre no es la única causa de la ateroesclerosis. Numerosos estudios de poblaciones en diversas partes del mundo han contribuido a esclarecer, como hemos visto, el papel de otros múltiples determinantes de la enfermedad.

Sin embargo, dado que el nivel de colesterol sérico ha sido identificado como el principal factor de riesgo en el desarrollo de la enfermedad coronaria (primera causa de muerte en los países desarrollados), la comunidad de científicos ha dedicado mucho tiempo y cuantiosos recursos a investigar los mecanismos de control de los niveles de este compuesto en la sangre y a desarrollar los medicamentos que ayudan a reducirlos.

La concentración del colesterol en la sangre está determinada por factores hereditarios y ambientales. En nuestra mano está el control de los ambientales, en especial el tipo y la cantidad de alimentos que consumimos.

En Estados Unidos se ha reducido la mortalidad por enfermedad coronaria y por accidentes cerebrovasculares como consecuencia de cambios en la dieta y del control del colesterol. Diferentes estudios realizados recientemente demuestran que el porcentaje de hombres y mujeres con niveles de colesterol sérico iguales o superiores a 260 mg/dl ha bajado notablemente. La disminución del consumo de grasas animales ha contribuido a reducir la concentración del colesterol hacia las cifras deseables.

En los países en desarrollo no se tienen datos precisos y actualizados sobre la frecuencia de la ateroesclerosis en la población general, aunque se sabe que ésta ha ido en aumento en los últimos años. La ateroesclerosis suele afectar con mayor frecuencia a grupos urbanos de hábitos alimentarios similares a los de países con economías desarrolladas; como estos grupos no representan a la mayoría dentro de la población general, las complicaciones de la ateroesclerosis todavía no son una carga para las instituciones de salud.

Las crisis económicas hacen que la población de escasos recursos se vea obligada a sustituir costosos alimentos de origen animal por otros más baratos, generalmente de origen vegetal. El resultado es que disminuye el consumo de ácidos grasos saturados de colesterol y se incrementa el consumo de alimentos ricos en fibra; estos cambios de hábitos, como ya sabemos, reducen el riesgo de enfermedad coronaria. Sin embargo, estos hábitos corren siempre el peligro de no ser duraderos, pues la población tiende a aumentar el consumo de productos de origen animal en cuanto mejora su situación económica.

En términos generales, la dieta del mexicano no propicia el desarrollo de la ateroesclerosis, ya que tradicionalmente no incluye cantidades excesivas de productos de origen animal, como los lácteos y la carne, y contiene abundantes alimentos ricos en fibra, como el frijol, el maíz, el chile, frutas y verduras variadas, disponibles en México en cualquier época del año. Por esto es importante tratar de seguir costumbres alimentarias y no modificarlas, por más atractivas que resulten las de otras culturas.

Para poder discernir si un cambio que beneficie nuestra salud es oportuno necesitamos estar conscientes de lo que sucede en nuestro cuerpo y evitar riesgos que los científicos tienen hoy claramente identificados. Orientar en este sentido ha sido el hilo rector de este libro; esperamos haber dado cumplida respuesta a aquellas personas deseosas de información sobre el colesterol y haber proporcionado datos suficientes sobre los patrones dietéticos que son adecuados para prevenir la devastadora enfermedad coronaria, al margen de hábitos alimentarios extranjeros o de intereses comerciales.

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