IV. EP�LOGO

EL CAOS determinista aporta una visi�n contraria a la que se tuvo durante mucho tiempo en el sentido de que un sistema se pod�a conocer si se estudiaban por separado las partes que lo constituyen. Con el caos se ha demostrado que un sistema puede exhibir un comportamiento muy complicado que emerge como consecuencia de la interacci�n no lineal de unos cuantos componentes del mismo. Por lo tanto, para que se presenten las oscilaciones y el caos, como tambi�n la posibilidad de tener varios estados estables, no se requieren complejos bloques de construcci�n. Hemos visto que ecuaciones matem�ticas muy sencillas generan resultados en donde es imposible la predicci�n del valor, si hay un n�mero de requisitos m�nimos satisfechos. Tal parece que este comportamiento tambi�n aparece en la qu�mica. Antes de que se comprobara la existencia de las oscilaciones en la qu�mica, se invoc� la segunda ley de la termodin�mica en forma incorrecta y se esgrimi� como argumento para comprobar la inexistencia de las oscilaciones. Sin embargo, las reacciones qu�micas no hicieron caso de tales ideas y siguieron oscilando, por lo que los cient�ficos tuvieron que pensar con m�s cuidado sobre estos fen�menos. En las p�ginas anteriores hemos visto ejemplos experimentales de oscilaciones complejas y rutas hacia el caos en casi todo el rango de sistemas qu�micos: sistemas homog�neos en fase gaseosa, en soluci�n y reacciones s�lido-gas, tambi�n en procesos heterog�neos que comprenden interfaces gas-s�lido y sistemas bioqu�micos; en todos ellos se apuntan aspectos cualitativos muy similares. Muchos investigadores, reacios al inicio a aceptar los hechos experimentales obtenidos en muchos laboratorios, se han convencido de que a pesar de la incertidumbre que existe para fijar con precisi�n las condiciones experimentales y la adquisici�n de datos, el caos est� presente en forma potencial, aun en las reacciones cl�sicas descritas en los libros de texto.

Tal vez lo que resulta del aprendizaje del caos en la qu�mica (y en muchas otras disciplinas) es que aun cuando seamos capaces de obtener las leyes cin�ticas que gobiernan la reacci�n a partir de un mecanismo detallado del cual conocemos todos los intermediarios, la predicci�n siempre ser� incierta y el problema no se solucionar� gastando m�s dinero en costosas computadoras que simulen los datos. La �nica alternativa ser�a determinar todas las concentraciones iniciales con una precisi�n infinitamente exacta, pero eso es imposible (fantaseando, tal vez La Compa��a del cuento de Borges lo pudiera hacer). Pero en el fondo no estamos del todo perdidos; aunque renunciemos a las predicciones a largo t�rmino, la teor�a del caos puede ayudarnos a evaluar qu� tan predecible es un sistema, en qu� rango de tiempo podemos hacer predicciones y cu�les son las desviaciones esperadas alrededor de cierto valor promedio, o cu�l ser� el comportamiento promedio del sistema para cierto periodo; todas estas son inc�gnitas que podemos evaluar. Asimismo, es posible aprender a dirigir un sistema no en forma directa, sino utilizando sus facultades de autoorganizaci�n y con el ajuste de criterios adecuados de control. La naturaleza, sin embargo, emplea el caos en forma constructiva: al amplificar las peque�as fluctuaciones provee sistemas que permiten el acceso a la creatividad. La evoluci�n biol�gica demanda una variabilidad gen�tica, el caos puede proporcionar un medio para estructurar los cambios azarosos, ofreciendo la posibilidad de poner la diversificaci�n bajo el control de la evoluci�n. A�n m�s, podemos especular que la creatividad innata en la que viejas y nuevas ideas se conectan debe tener un trasfondo ca�tico que permite amplificar las fluctuaciones y moldearlas para dar estados mentales macrosc�picamente coherentes, los cuales se experimentan como nuevos pensamientos. El caos provee un mecanismo que nos permite tener un libre albedr�o en un mundo gobernado por leyes deterministas.

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