V. JOSÉ PUCHE ÁLVAREZ
Gracias, Maestro. Me inclino ante tu genio, y saludo con mi verso nada terso como de coplero rudo esta tu sabiduría de ir trocando en Universo el grano de cada día Coplas corridas a Rafael Sánchez Ocaña, J UAN
REJANO
E
L DOCTOR
José Puche Álvarez nació en Lorca el 31 de agosto de 1895 y falleció en la ciudad de México el 3 de noviembre de 1979. Vivió 43 años en España y 40 en México. Es tal vez el profesor del exilio español sobre el que más se ha escrito. La Generalitat Valenciana publicó, en 1989, el libro José Puche Álvarez. Historia de un compromiso. Estudio biográfico y científico de un republicano español, escrito por José Luis Barona Vilar y María Fernanda Mancebo, que constituye una obra exhaustiva, llena de datos fidedignos, escrita con amor y dedicada "a los españoles del exilio". Difícilmente se podría agregar nada a este estudio.
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Figura 1.V. José Puche durante su etapa de estudiante en Barcelona.
Conocí personalmente al maestro Puche, como decimos en México. En 1984 se llevó a cabo un coloquio, "El Exilio Español y la
UNAM
" cuya minuta se publicó en 1987 con presentación de María Luisa Capella. En ese librito me tocó hablar de cuatro médicos y profesores del exilio que ocuparon cátedras y laboratorios en la Universidad Nacional Autónoma de México: Isaac Costero, Rafael Méndez, Dionisio Nieto y José Puche. Los elegí porque conocí a los cuatro y tuve la suerte de recibir directamente sus enseñanzas y gozar de su amistad. ¡Fueron años inolvidables! En aquella ocasión escribí lo siguiente sobre don José:
El maestro se educó en Cataluña. Fue rector de la Universidad de Valencia de 1936 a 1938 y director general de Sanidad durante la Guerra Civil. Cuando llegó a México había publicado ya algunos trabajos sobre la fisiología de los reflejos vago-simpáticos y la electrocardiografía experimental. Su primera labor docente tuvo lugar en el Instituto Politécnico Nacional (fundado por la persona que más ayudó al exilio, el general Lázaro Cárdenas, entonces Presidente de la República) en la Escuela de Medicina Rural. No nos ocuparemos aquí de su inmensa labor política de ayuda a sus hermanos refugiados. Baste decir que en 1958, habiéndola terminado, ya en la sexta década de su vida [...] se incorporó al Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Ahí vuelve a sentirse como pez en el agua y, de verdad, rejuvenece. Lo que para muchos significaría la edad del retiro, para él fue desembarazarse por fin de tareas administrativas y dedicarse a su vocación de investigador, ¡y vaya si lo hizo!; formó un grupo de estudiantes de posgrado, a los cuales logró interesar en la fisiología de la regulación de la glucosa y la ingestión de alimentos, temas que fueron, en un tiempo, con los que inició su carrera científica. Don José Puche participó activamente en la comisión revisora de los programas de la enseñanza de la fisiología y organizó en 1965 el curso para la formación de profesores de esta ciencia. Poco antes emprendió y concluyó, con su alumno Hugo Aréchiga, la ingente tarea de traducir el Tratado de fisiología de Philip Bard. La editorial que lanzó el libro me encomendó la tarea de hacer la última revisión. Me maravilló que en cerca de sus mil páginas no encontré apenas nada que corregir que no fuera imputable a errores tipográficos. ¡Y lo que aprendí! Quizá la aportación más importante del doctor Puche fue el inculcarnos un venerado respeto por nuestro idioma, una constante vigilancia para expurgar de galicismos y, sobre todo, de anglicismos nuestros escritos. Con una paciencia admirable y un fino espíritu humorístico, jamás ofensivo, nos "tiraba de las orejas" y nos sugería palabras castellanas, que bien se acomodaban en lugar de nuestras traducciones literales de lenguas extranjeras. Hablaba y escribía el castellano como sólo saben hacerlo los levantinos, tal vez por sus raíces latinas. Era minucioso y exacto. Una vez me regañó porque dije "se me puso la carne de gallina".No Augusto, en todo caso se le puso a usted la piel de gallina. Así, con su leve sonrisa, nos fue enseñando. Buena falta hacía, pues cada día: estábamos destrozando el idioma más y más.¡
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Figura 2.V. Al centro el doctor Puche con sus compañeros del Hospital de Andújar en octubre de 1938.
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Figura 3.V. José Puche, A. Pi i Sunyer y R. Carrasco Formiguera en 1929.
Mientras ato estos recuerdos, acaba de aparecer un editorial como homenaje a Puche en la Revista de la Facultad de Medicina,
UNAM,
vol. 38, Núm. 2, abril-junio, 1995. Está escrito por Elvira Barrera-Calva y Baltazar Barrera-Mera, ambos del Departamento de Fisiología de la Facultad y alumnos y colaboradores de don José Puche, los últimos en su larga vida de profesor. Fueron testigos de su reincorporación a la investigación activa en el laboratorio y publicaron con él sus postreros trabajos. Ellos nos dicen. "Nos tocó vivir su actuación en el Departamento desde 1966 hasta noviembre de 1979. En ese tiempo fueron presentadas sus observaciones, para su discusión, año tras año, en las reuniones que celebró la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas. El texto que se redactó de estas actividades experimentales sólo se publicó en breves resúmenes de los Congresos. Sus intereses le orientaron a estudiar los mecanismos de regulación de la ingestión alimenticia y de la glucemia en los crustáceos mexicanos del género Procambarus bouvieri cabalbroi y Cambareus moctezumae. De estos estudios se han publicado hasta ahora dos comunicaciones in extenso: Puche J., B. Barrera-Mera. "Efectos de la asfixia sobre la actividad visual del camarón de río con desaferectación neural de sus tallos oculares". Revista Española de Fisiología (1993) 49: 121-124, y J. Puche, E. Barrera-Calva, B. Barrera-Mera. "Protocerebral Deafferentation Effects on Crayfish Glycemic Response: a Protocerebral Circadian Pacemaker Regulates the Hemolymph Sugar Concentration". Revista Española de Fisiología (1993) 49:151-156.Continúan Elvira y Baltazar con sus recuerdos: "Ante las diversas dificultades no sólo para completar y organizar el material que se logró publicar; sino aquellas que ocurrieron al realizar los experimentos, el maestro Puche siempre manifestó que era conveniente realizar esa tarea. No importaba que no se dispusiera del equipo más moderno o más idóneo. Y así, con sólo contar con un mínimo de recursos el maestro Puche realizaba ingeniosas observaciones. Estuvo constantemente informado de las últimas publicaciones, no sólo del tema de sus estudios, sino del conocimiento de las ciencias en general. Su crítica y comentarios quedan impresos en el grueso de las publicaciones de las obras de sus discípulos y sus colegas en el seno de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas (que cumplió este año su 38 aniversario, sin dejar de realizar sus congresos anuales). De manera que de sus entusiastas actitudes por las ciencias y la cultura nos quedan sus alentadoras esperanzas. De entre otras de sus reflexiones, nos hacía ver en alguna ocasión que don Santiago Ramón y Cajal, con tan sólo unos cuantos gramos de sales de plata, había logrado teñir todo el sistema nervioso. Asimismo nos relataba el maestro Puche que, todavía en su país de origen, le comunicaron que trabajaría en el Laboratorio de don Santiago quien recién se retiraba en la Universidad de Madrid. Lo que más le impresionó fue el escaso material con el que Cajal había completado sus magnas e ilustradoras experimentaciones que le habían llevado a lograr una de las obras más monumentales en el estudio del conocimiento del sistema nervioso.
Vi por última vez al doctor Puche en su laboratorio del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la
UNAM.
Con su impecable bata blanca, rodeado de alumnos jóvenes y osciloscopios, microscopios y sus crustáceos de río que tanto estudió. El motivo de mi visita era entre otras cosas pedirle permiso para transcribir algún día su artículo sobre "Un ensayo poco conocido de Cajal". Con una amplia sonrisa me dijo que nada le haría tan feliz. Comentamos el ensayo y le dije cuán maravillado estaba de la frase de Cajal sobre "los futuros ingenieros neuronales" ¡que penetración premonitoria la del sabio!, él lo plantea para mil años; ¡cuánto le hubiera gustado contemplar los avances actuales de la inteligencia artificial, la psicología cognoscitiva y de los métodos no invasivos para estudiar el cerebro!Don José me acompañó a la puerta, parándose de pronto y me dijo: ¿Sabía usted que Ortega y Gasset decía que Cajal era un mutante? . No. No lo sabía, pero viendo el panorama de la ciencia en la España de su tiempo, es para pensar que Ortega tenía razón. Salí de la Facultad y caminando por la explanada de Ciudad Universitaria, desde la que se contemplan las montañas que rodean el valle de México, pensaba en la suerte que tuvimos algunos estudiantes de contar con profesores del Exilio español como don José Puche Álvarez.
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Figura 4. V. Puche, Folchi Pi, Mira y D'Harcourt, cuatro figuras del exilio científico español en México.
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Figura 5. V. El doctor Puche en un seminario con sus alumnos entre los que se encuentran Hugo Aréchiga de México y Peñaloza de Colombia.
PRESENTACIÓN DE UN ENSAYO POCO CONOCIDO DE CAJAL, POR EL DOCTOR J. PUCHE
El trabajo a que nos vamos a referir no se halla incluido en las distintas relaciones conocidas de la copiosa bibliografía de don Santiago. Fue casualmente curioseando un montón de libros en una librería de viejo, como encontré un pequeño volumen, en cuyo lomo adornado de unas grecas con rosas doradas podían leerse las indicaciones siguientes: "Maestre", "Psicología Positiva" Bailly-Ballière. Nada incitaba mi curiosidad, como no fuera la encuadernación y el aliciente de ser una edición madrileña de los libreros de la calle de Santa Ana; sin embargo, abrí el libro por la portada y me encontré con la grata sorpresa de que el volumen aquel, que estuve tentado a volver al montón anónimo, llevaba un prólogo de don Santiago Ramón y Cajal. Sin detenerme en más averiguaciones pregunté, al guardador de aquella fosa común de libros yacentes el precio del que yo deseaba al cual me avine sin el acostumbrado regateo en honor a la fortuna de mi hallazgo. Luego pude leer y releer, a mis anchas, este trabajo de Cajal escrito en plena madurez de su genio (1904) y cuyo destino hubiera sido el mismo que seguía el tratado que prologaba.
Es sabido que Cajal mostró siempre interés no sólo por los temas de la morfología y desarrollo del sistema nervioso, sino también por todos los relacionados con su fisiología y con la psicología como resultante de aquéllos. En sus publicaciones insiste reiteradamente acerca de las inducciones fisiológicas y psicológicas derivadas de sus descubrimientos sobre la morfología y actividad, de las neuronas. Toda su ingente obra de investigación científica hállase impregnada por la voluntad de encuadrar sus aportaciones personales con las precedentes de las disciplinas afines, y dar así sólido fundamento a la constitución de un cuerpo de doctrina coherente como el que tuvo el acierto de formular.
Ya el título de su obra fundamental, Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados, viene completado con una aclaración muy significativa cuando dice: "Estudios sobre el plan estructural y composición histológica de los centros nerviosos adicionados de consideraciones fisiológicas fundadas en los nuevos descubrimientos."
En la memoria presentada en el Congreso Médico de Valencia el año 1891, "Sobre la significación fisiológica de las expansiones protoplásmicas y nerviosas de las células de la sustancia gris" defiende, por primera vez, la teoría de la polarización dinámica de la neurona, según la cual, el soma y las dendritas representan un aparato de recepción, mientras que el axón constituye el órgano de emisión y repartición. Unos años después en las conferencias profesadas en Londres Croonian Lectures y en la leída, el mismo año de 1894, en el Congreso Médico Internacional de Roma, aduce un cúmulo de sugestiones que habrían de fructificar de inmediato en el conocimiento de la fisiología del
SNC.
Luego, en sus estudios sobre el neurotropismo (1893) y con la génesis y evolución del S.N. que entroncan más tarde con los de degeneración y regeneración de los nervios, hállanse también buen caudal de ideas de carácter fisiológico. Lo mismo podríamos decir de las Leyes de la morfología y dinamismo de las células nerviosas, formuladas en 1897, y en su monografía acerca de la Significación probable de las células de axón corto que data de 1901 y cuya actualidad ha sido glosada por el doctor Dionisio Nieto. De estas reiteradas aportaciones a la fisiología hablaré en otro lugar.En la época que don Santiago redactó el ensayo que vamos a transcribir, la psicología estaba influenciada fundamentalmente por el auge de la fisiología del sistema nervioso a cuyo progreso contribuyera de modo tan decisivo Cajal. Esta correlación de conocimientos explica la curiosidad de nuestro sabio por problemas que pueden considerarse ligados con cierta afinidad.
Pero dejaré estos comentarios para ofrecer la transcripción exacta ya que con ello saldrán beneficiados el lector y mi propósito.
PRÓLOGO
Paso desde luego a declarar que el doctor Maestre, al escribir este libro, no ha pretendido hacer labor de investigación, sino componer un resumen popular de las teorías y de los hechos modernamente adquiridos tocante a la localización de las operaciones de la psiquis, organización íntima del cerebro y mecanismo de las acciones nerviosas: resumen que se echaba de menos en nuestro país, donde la profusión de las obras profesionales y de pan llevar ofrecidas al público por el sentido excesivamente práctico de autores y editores, cierra el paso a libros de especulación científica y filosófica desinteresada. Aparte las excelencias de la forma y del plan realza el presente libro una nota simpática de ardiente españolismo. Por sus páginas parece oírse la autorizada voz de nuestros viejos pensadores, en amistoso coloquio con los nuevos, no por humildes menos devotos del patrio solar: y el hálito de la ciencia española, representada por los Huarte, Llovera, Andrés Velázquez, Oliva y Sabuco, Sabunde, etc., diríase que sacude las hojas de papel, que tremolan, cual jirones de gloriosa bandera, reconfortando el corazón y elevando el pensamiento. Frases hay de nuestros filósofos médicos del siglo de oro que constituyen fórmulas anátomo-fisiológicas precisas, no corregidas ni mejoradas por la ciencia moderna. Así, cuando Huarte declara en su Examen de ingenios "que el hombre si tiene bien organizado el cerebro, obra bien y con mucha prudencia, y si el cerebro está mal organizado yerra y hace muchos disparates", formula un principio en perfecta armonía con los resultados de la fisiología y la psicología contemporáneas. Podría en rigor adicionarse a esta luminosa y sencilla doctrina acerca de las condiciones somáticas del talento y de la mediocridad mental algunos datos nuevos, tales como el mayor o menor desarrollo de las esferas asociativas o conmemorativas en relación con las perceptivas, la capacidad general del encéfalo, etc., pero la verdad esencial, la condición anatómica de una mentalidad superior debe referirse, todavía hoy, como sostenía Huarte, a una excelente organización del substratum del espíritu; excelencia que traducida en términos de ciencia moderna se resuelve en la abundancia de fibras de asociación de conexión variada, y en la riqueza de neuronas dotadas de gran caudal de colaterales dendríticas y nerviosas. Permítasenos; que, tomando pie de la citada aseveración de Huarte, desarrollemos aquí algo más la doctrina anatómica del talento y de la imbecilidad, según resulta de nuestras investigaciones de los últimos años. En nuestro sentir, y supuestas condiciones adecuadas de madurez y de cultura, un cerebro será excelente y pensará y obrará rectamente cuando las vías de asociación más robustas y directas junten precisamente aquellas esferas conmemorativas primarias y secundarias cuyas imágenes correspondan con fenómenos solidarios del mundo exterior, es decir, a datos objetivos ligados entre sí por relaciones constantes de causalidad física de coexistencia, concomitancia e inherencia. Al contrario diputaremos por imperfecto todo cerebro cuyas esferas asociativas o conmemorativas posean neuronas incorrecta o precariamente asociadas donde cada provincia cortical venga a ser algo así como un cantón autónomo, cuyas imágenes, difícilmente evocables por las corrientes brotadas de otros cantones, se presten poco y de mal grado a la elaboración de nociones complejas y síntesis ideales. Por consecuencia de tan deficiente organización de los caminos cerebrales, no sólo se hará tardía y difícilmente el tránsito de una a otra representación sino que, habida cuenta del carácter aberrante e ilógico de las asociaciones anatómicas establecidas, la realidad exterior será infielmente reflejada, dándose por legítimas y positivas relaciones del mundo objetivo, los resultados dinámicos y meramente personales de la estrafalaria ligazón creada entre grupos heterodinámicos de neuronas conmemorativas. A lo cual conviene añadir, todavía, que la asociación interneuronal, no obstante su carácter hereditario, es susceptible de ser influida y perturbada durante la edad juvenil por la educación y el hábito; ocurriendo con frecuencia que un cerebro capaz de alcanzar exquisita organización, se transforma en un órgano mediocre, a causa de que la citada influencia, por compensación del desarrollo forzado de ciertas vías, suspende o modera el crecimiento de los conductores destinados a las asociaciones lógicas. ¡Cuántos errores religiosos, científicos y filosóficos reconocen por condición principal la creación, mediante una educación eminentemente sugestiva y memorista, de conexiones cerebrales aberrantes y antinaturales! ¡Cuántas verdades parecen incomprensibles o nos repugnan invenciblemente, porque el razonamiento en que se fundan no tiene en el cerebro cauce preformado! ¡Qué de veces creemos deliberar y escoger lo más probable, cuando en realidad no hacemos sino marchar en la dirección de la menor resistencia, cursando rutinariamente las anchas y llanas vías nerviosas trazadas en la edad pueril por la labor tenazmente deformadora y convergente de padres, amigos y maestros! Es triste ver cómo estos infelices forzados del cerebro, amarrados a la tradición y a la rutina por las sutiles trabas de la fibra nerviosa (cadena más eficaz que la del penado, porque la lleva el alma sin sentirla), toman ingenuamente la utilidad por justicia, la sugestión por verdad, la fe por razonamiento, la bondad por talento y la virtud y el heroísmo por el genio científico o filosófico. Pero es indudable que en el cerebro superior, además de la riqueza y excelencia de las asociaciones, existe un factor dinámico importantísimo, cuya energía y modo de acción varían notablemente según los sujetos. Ese algo ignoto parece ser independiente de las vías de conducción, y tiene por misión estimular y sostener la combustión en el horno del pensamiento, para la forja de relaciones causales nuevas, de conceptos superiores, de síntesis luminosas, de excelsas creaciones de la razón científica o de la fantasía poética. Ciertamente, también arde a ratos el hogar cerebral del mediocre o del perezoso pero arde precariamente, con llamaradas débiles o intermitentes, apagándose por falta de carbón o de oxígeno antes de que, rutilante y echando chispas, surja el hierro forjado de la idea. Ese principio misterioso, llámese alma, voluntad, actividad, energía, etc. ese maquinista que atiende, asocia, compara, inhibe, esculpe nuevas vías robustece las preexistentes, rompe las mal establecidas y limpia a cada instante el camino triunfal del pensamiento de la broza y maleza del error; ese quid ignotum debe radicar también en un substratum material, subordinarse a la actividad de alguna especial categoría de células nerviosas. Pero ¿cuáles son estas células privilegiadas? En presencia de tan oscuro enigma, no queda otro remedio que aventurar una conjetura. Según es bien sabido, las cortezas cerebrales contienen dos órdenes de elementos nerviosos: las pirámides o células de axón largo, y los corpúsculos de axón corto. Las pirámides cerebrales o elementos de cilindro-eje largo engendran, a favor de sus prolongaciones nerviosas, los sistemas o caminos de proyección y asociación, caminos por donde se propaga la onda sensitiva y motriz (vías eferentes y motrices), y se desliza también el tren del pensamiento (vías de asociación intercortical). Las células de axón corto, que Golgi estimó erróneamente como sensitivas, afectan de ordinario menor tamaño y aparecen diseminadas por toda la corteza, aunque se concentran particularmente en la llamada capa de los granos. Escasos y de morfología sencilla en los mamíferos, tales corpúsculos aparecen en caudal formidable en el cerebro humano, donde adoptan variedad extraordinaria de formas y tamaños. Por sus dendritas y soma reciben corrientes de las vías de asociación y sensoriales, y mediante sus axones las llevan a los corpúsculos de axón largo. Con todo eso, no puede decirse que representan anillos intercalares en la cadena neuronal principal, sino más bien vías accesorias, algo así como los apartaderos de las estaciones con relación al camino principal o directo. Ahora bien: ¿no podrían representar estas células de axón corto tan características del cerebro humano, el substraum material del mencionado factor dinámico? ¿Sería harto aventurado atribuirles papel de condensadores de energía (energía que cederían en determinadas condiciones a las vías principales) al par que de conmutadores de la corriente interconmemorativa? Ese misterioso guardafrenos, que modifica incesantemente los empalmes de los delicados rieles de la idea, que ceden o quitan tensión a la locomotora, ¿no sería quizás alguna de las numerosas variedades de células de axón corto (las bipenachadas por ejemplo) residentes en las zonas de la corteza de asociación? Desgraciadamente, el precario estado de nuestros conocimientos fisiológicos nos impide ir más allá en el desentrañamiento de las acciones nerviosas de que las células de axón corto son teatro. Él nos veda también perseguir de más cerca el problema del talento y del genio, de la imbecilidad y de la locura. En vano será que la histología cerebral roture tierras, descubra caminos, escudriñe hasta los más obscuros rincones de la virgen selva neuronal, si la fisiología no nos revela la naturaleza de la onda nerviosa así como las transformaciones que sufre para generar los fenómenos de la memoria, de la impulsión y de la conciencia: sin que nos explique cómo cada sensación, cada idea, cada volición, aparte su contenido representativo, impregnan el yo de un efluvio sentimental específico. Hoy por hoy, fuerza es confesar que la psicología objetiva o histología psíquica, esa ciencia naciente cuyo fin es subordinar la serie de los actos psíquicos reflejados en la conciencia a una serie paralela de fenómenos físico-psíquicos obrados por las células, se halla todavía reducida en gran parte al método, tan primitivo como aventurado, de la interpretación fisiológica del hecho anatómico. Sí; a despecho de los inmensos progresos acumulados en el pasado siglo, la fisiología cerebral del entendimiento y de la voluntad continúa siendo el enigma de los enigmas. La actitud del sabio ante el inextricable dédalo de células fibras, ante la virgen manigua de neuronas piramidales donde tantos investigadores se han extraviado, no es mucho más airosa que la del rústico de buen sentido que, ignorando la física, contemplara por vez primera la red telefónica de una ciudad. Nuestro labriego, llevado de su curiosidad, descubriría un sistema de hilos que enlazan fábricas y talleres con casas de comercio, e inferiría fácilmente que, mediante algo que corre por los alambres, los comerciantes demandan al obrador nuevas manufacturas, notaría también que otros conductores telefónicos nacidos en miles de viviendas, convergen en una estación central y, a fuerza de cavilar, llegaría a entrever que dicha oficina central representa un vasto sistema de conmutadores, algo así como un cerebro de cobre, en cuya virtud un corto número de personas (o neuronas) bastan para hacer que cada abonado de la ciudad se comunique con todos los demás. Pero si alguien preguntara qué especie de energía se propaga por los alambres, y a favor de que el mecanismo la corriente silenciosa o invisible se transforma, llegada a las estaciones, en una cosa tan diversa y sorprendente como la voz articulada, nuestro rústico observador vería obligado a lamentar su supina ignorancia o a aventurar, para salir del paso, alguna conjetura temeraria. Tal es aún, por desgracia, la posición intelectual de la ciencia contemporánea en presencia del gran arcano cerebral. Conoce y puntualiza miles de estaciones y vías principales y secundarias, centros de conmutación y órganos periféricos en donde la energía brota o se consume (sentidos y músculos); pero es incapaz de decirnos cómo un movimiento vibratorio de la materia se convierte en un hecho de conciencia, y quiénes son y dónde habitan esas misteriosas telefonistas cuyas aladas y sutiles manos hacen variar, de tan caprichoso modo, el giro del pensamiento y los impulsos de la voluntad. No han faltado ciertamente esfuerzos plausibles en esta fecunda vía de la psicología objetiva. Ahí están para probarlo, las ingeniosas teorías y experiencias de Duval de Demoor, Stefanowska, Manuélian, etc., acerca del amiboidismo nervioso, teorías que el doctor Maestre expone y comenta con gran amor y entusiasmo. Mas es forzoso reconocer que semejantes tentativas de explicación mecánica de los hechos mentales inclusas las más antiguas de Exner y las modernísimas de Lugaro y Tanzi, no pasan de ser generosos esfuerzos de adivinación psicológica, hipótesis atrevidas sin sólido apoyo en la experimentación fisiopatológica. Aunque nos duela enfriar el caluroso entusiasmo del doctor Maestre, debemos consignar que los hechos de variación neuronal (consecutivos a la acción del cloroformo: sueño invernal, inanición, fatiga, excitación eléctrica, etc.), en los cuales Duval, Demoor, etc., fundan sus teorías psico-histológicas, pueden interpretarse cual trastornos patológicos de las neuronas producidos por los excitantes, cuyo modo de acción violento o insólito desvía por completo del círculo asignado a la actividad fisiológica normal. Mas, aunque ésta y otras teorías mecánicas de los actos mentales fueran justificables, no conviene exagerar su alcance para el esclarecimiento del problema. Con ellas se nos da solamente el conocimiento de un resorte muy secundario: una de las condiciones histológicas de la actividad o e1 reposo. Los procesos más importantes, a saber: la memoria, la imaginación, la asociación, la conciencia, las operaciones lógicas, la tonalidad sentimental, todo, en fin, lo más íntimo y trascendental de la vida psíquica, permanecería en la sombra. Sin contar con que la contracción misma del protoplasma neuronal al arribo de la onda quedaría sin explicación mecánica, como ocurría también con el acto inverso, o sea la desarticulación por reposo. No desesperemos, empero. Larga es la tarea, pero aún es más larga la humanidad. Profundo es el abismo; pero para llenarlo, contamos con inagotables generaciones de sabios, cuyas ideas, como los cuerpos de los caídos en torno de inexpugnable fortaleza, servirán de escabel para el asalto definitivo y glorioso. Confiemos en los recursos de ese admirable cerebro humano que pugna por conocerse. Andando el tiempo, él será, porque quiere serlo, su propio domador y su propio artífice. Cierto que por mucho que se descubra no se llegará a contemplar objetivamente el pensamiento, ni se averiguará por qué un movimiento molecular en lo objetivo resulta una percepción en lo subjetivo; pero se determinarán todas las condiciones quimicobiológicas de los hechos mentales, y esto bastará a la fisiología. Podrá modificar y prever. ¿Qué ciencia ha logrado más? Cuando se conozcan minuciosamente las condiciones fisioquímicas de la memoria, del sentimiento, del raciocinio cuando sean analizados y determinados los resortes ocultos que favorecen o contrarían la variación, atrofia y perfeccionamiento de las expansiones neuronales y de sus neurofibrillas interiores cuando no sea inescrutable arcano la bioquímica de la herencia, de la adaptación y del ejercicio; cuando el futuro ingeniero neuronal (que así se llamará quizá dentro de algunos miles de años) deduzca del examen de un discurso, de un cuadro o de una invención industrial o científica, las células que entraron en vibración, el camino recorrido por la asociación mental, las coordinaciones motrices y hasta el número y cualidad de las percepciones arribadas a la conciencia del autor y que formarán la materia prima de la creación artística o científica [...] entonces el encéfalo, en vez de ser veleidoso globo cernido entre brumas y juguete de una meteorología ignorada, se convertirá en aerostato perfecto y dirigible, capaz de seguir impertérrito su destino, insensible a las embestidas del viento y a las amenazas del rayo [...] Entonces, el hombre será verdaderamente rey de la creación, porque habrá alcanzado el triunfo más glorioso y trascendental de la vida: la conquista de su propio cerebro; es decir, el esclarecimiento del formidable misterio; la solemne toma de posesión del arca sagrada, resumen y síntesis del cosmos, en cuyo seno duermen inviolados los gérmenes de las verdades eternas. S. R AMÓN
CAJAL
Madrid 22 de abril de 1904
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Figura 6. V. El doctor Puche en los últimos años de su vida.
En el ensayo que acabamos de transcribir se encuentran las cualidades de Cajal por entero. Además, por tratarse de un escrito libre de las exigencias de la sistemática científica y de la formalidad académica, emana espontaneidad, sugerencias y ejemplos que hacen su lectura subyugante.
No debió merecer este trabajo mucho aprecio de su autor; tal vez por las condiciones y sazón que determinaron su publicación, pero el hecho de asociar su nombre, ya glorioso, con el de un colega modesto, de formación e inquietudes muy dispares, denota la generosidad de su carácter apegado a los sentimientos de amistad y desinterés hasta extremos inusitados.
A continuación señalaremos diez de las contribuciones del doctor Puche, que consideramos de la mayor importancia. Dado que el maestro envió muchas solamente a las memorias de los congresos nacionales de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas de 1970 a 1978, incluimos algunas de ellas.
Puche, J., y J. M. Bellido "Efects de la compresio de les visceres pelvianes i abdominals sobre la secreció renal". Treballs de la Societat de Biología. 9:185-187, 1921.
Puche, J., y A. Pi i Sunyer. "Première note sur le sympathique sensitif; l'innervation afférente de l'estomac". Compt. Rend. societé de Biologie. París, 90: 814-816, 1924.
Puche, J. "Acció de L"efedrina sobre la presió arterial". Treballs de la societat de Biología. 12: 213-218, 1929.
Puche, J., y R. Carrasco. "Enervation des surrénales et diabète expérimental". Compt. Rend. Societé de Biologie. 108:171-173, 1931.
Puche, J. "Estudios sobre el metabolismo de los glúcidos, influencia de la insulina y glucosa sobre el metabolismo gaseoso y cociente respiratorio en sujetos sanos y en diabéticos". Crónica Médica. 39:983-1000, 1935.
Puche, J. "Una teoría que no envejece. La teoría de la neurona de Cajal". Anales de Medicina del Ateneo Ramón y Cajal. México, 2: 21-32, 1944.
Puche, J., y Y. Berdeja "Estudios sobre el metabolismo de los crustáceos. II Interpretación de las respuestas hiperglucemiantes en el acocil P. B. "XIII Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas". Morelia (Michoacán) pp. 72-73, 1970.
Puche, J., Y. Berdeja, y M. E. Mendoza. "Acción glucemiante de los estractos de tallo ocular de Procambarus bouvieri (Ortmann)". XXI Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas. México D. F. p 98, 1975.
Puche, J., y B. Barrera-Mera. "Efectos de la asfixia sobre la actividad visual del camarón de río con desaferentación neural de sus tallos oculares". Revista Epañola de Fisiología, 49:121-124, 1993.
Puche, J., J. Barrera-Calva, y B. Barrera-Mera. "Protocerebral Deafferentation Effects on Crayfish Glycemic Response: a Protocerebral Circadian Pacemaker Regulates the Hemolymph Sugar Concentration". Revista Española de Fisiología, 1993, 49: 151-156,1993.
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