En primer lugar, a mi madre, quien desde muy peque�o me inculc� un gran
respeto por los m�dicos y una gran admiraci�n por la medicina. Tambi�n en
primer lugar, a mis maestros en las ciencias m�dicas, quienes confirmaron
con creces todo lo que me hab�a anticipado mi madre. Tambi�n en primer lugar,
a mis alumnos en medicina ( y en especial, a los que se hicieron mis amigos),
cuyas dudas y preguntas me ayudaron a mantenerme razonablemente actualizado.
Finalmente, y tambi�n en primer�simo lugar, a mi esposa Irmgard, quien con
generosidad ha comprendido, patrocinado y protegido las muchas horas que
he dedicado a estudiar la historia de la medicina y a escribir sobre ella. |