I. LA MEDICINA DE LOS PUEBLOS PRIMITIVOS

INTRODUCCIÓN

UNA forma de acercarse a los orígenes de la medicina es estudiando las ideas sobre la enfermedad y las prácticas terapéuticas de los pueblos primitivos que han sobrevivido en esa forma hasta nuestros días. Tal concepto supone que, de la misma manera que el resto de su cultura, la medicina que practican en la actualidad los grupos sociales primitivos refleja la que existía en los albores de la civilización, antes de que se desarrollara la escritura y se iniciara el registro de la historia. Existen varios estudios de ese tipo, realizados en diferentes épocas y en numerosos grupos primitivos de distintas partes del mundo, que muestran una serie de características comunes:

1) Las enfermedades son castigos enviados por una deidad, casi siempre por la violación de un tabú o de alguna ley religiosa, o bien son causadas por brujos o hechiceros, pero en todo caso se trata de fenómenos sobrenaturales;

2) tanto el diagnóstico como el tratamiento de las enfermedades requieren medios y ritos igualmente mágicos o religiosos;

3) los personajes encargados del manejo de los pacientes son sacerdotes, brujos o chamanes, que con frecuencia funcionan como las tres cosas, a veces simultáneamente;

4) hay distintas formas de adquirir las enfermedades, pero entre las más frecuentes están el castigo divino, la introducción de un objeto en el cuerpo del paciente, como una piedra o un hueso, la posesión por un espíritu, la pérdida del alma, el "mal de ojo", el "susto" y otras más;

5) Aún las lesiones traumáticas, como las heridas de guerra así como las complicaciones del embarazo o hasta la mordedura por animales como el jaguar o la víbora, cuyas causas son bien aparentes, para el hombre primitivo están llenas de elementos mágicos o sobrenaturales.

Este concepto mágico-religioso de la medicina, con variaciones de detalle según distintas épocas y regiones geográficas, estaba ampliamente difundido entre los pueblos primitivos de localizaciones tan distintas como Mesopotamia, Egipto y otros grupos de África, Europa, Australia y América. De hecho, cuando a principios del siglo XVI ocurrió el "encuentro" de las dos culturas, la española y la mesoamericana, ambas compartían este concepto mágico-religioso de la medicina, aunque los dioses respectivos tenían distintos nombres y los mecanismos de enfermedad aceptados por los indígenas (pérdida del alma o "mal de ojo") eran diferentes del que prevalecía entre los europeos (desequilibrio de los humores), que entonces todavía se encontraban bajo la influencia de las ideas galénicas. Para ambas culturas las enfermedades eran castigos divinos enviados por los dioses ofendidos a los hombres y mujeres pecadores, y en ambos casos parte del tratamiento era suplicarles su perdón (a Dios Nuestro Señor o a Tezcatlipoca el Negro, según el caso) por medio de rezos o de encantamientos, así como con regalos, sacrificios, penitencias y promesas de enmienda.

Aunque el concepto mágico-religioso de la medicina sea primitivo, eso no significa que sea cosa del pasado. Además, tampoco se limita a los grupos sociales y étnicos caracterizados por los antropólogos como primitivos, sino que persiste hasta hoy en muchas culturas de distintas partes del mundo, junto con otras tradiciones de épocas muy antiguas. En México forma parte importante de lo que se conoce como medicina tradicional, así como de muchas de las "curas" o "limpias" que todavía realizan a diario centenares de curanderos o brujos como "tratamiento" no sólo de toda clase de enfermedades, sino también para salir de una racha de mala suerte, para mejorar el empleo, o para lograr que vuelva el ser amado.

LA MEDICINA ASIRIA

La escritura se inició en la antigua ciudad de Uruk, situada al sur de los ríos Éufrates y Tigris, en la Mesopotamia, en donde habitaban los sumerios y los acadios, en el año 3500 a.C. aproximadamente. Los sumerios construyeron la ciudad de Babilonia, que sobrevivió unos 3 000 años, hasta que fue destruida en el año 275 a.C. El rey Hamurabi (2123-2081 a.C.) fue el primero en levantar un cuerpo de leyes para regular la administración, que incluye algunas relacionadas con la cirugía, y que son las más antiguas que se conocen. En 1902 se desenterró en las ruinas de la ciudad de Susa, a donde lo habían llevado desde Babilonia como trofeo de guerra en el año 1100 a.C., un bloque cilíndrico de diorita de más de 2 m de alto y 0.50 m de circunferencia, en donde está grabado el Código de Hamurabi. En la parte superior del bloque hay un bajo relieve que representa al rey recibiendo las leyes de las manos de Shamash, el dios-Sol, y por debajo hay 16 columnas de inscripciones, mientras que en el lado opuesto hay 28 columnas más. Las leyes médicas se refieren a la práctica de la cirugía y establecen los honorarios que deben cobrarse según el nivel social y económico del paciente, y según el resultado de la cirugía. Algunas de ellas son las siguientes:

218. Si un médico (Asu) opera a un noble por una herida grave con una lanceta de bronce y causa la muerte del noble; o si abre un absceso en el ojo de un noble con una lanceta de bronce y lo destruye, se le cortará la mano.

219. Si un médico opera a un esclavo con una lanceta de bronce y le causa la muerte, tendrá que reponer el esclavo con otro del mismo valor.

221. Si un médico cura una fractura ósea de un noble o alivia una enfermedad de sus intestinos, el paciente le dará cinco shekels (ca.150 g) de plata al médico.

223. Si se trata de un esclavo, el dueño del esclavo le dará dos shekels de plata al médico.

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Figura 1. El código de Hammurabi, ca. 1700 a.C. grabado en diorita, con el rey sentado en el trono y recibiendo las leyes de manos de Shamash, el Dios-Sol.

En cambio, la mayor parte del conocimiento que se tiene sobre la medicina en Babilonia y en Asiria se deriva de las 30 000 tabletas de arcilla descubiertas por sir Austen Henry Layard en las ruinas de la Biblioteca de Asurbanipal (669-626), en Nínive, de la que se dice que contenía cerca de 100 000 tabletas en donde se habían copiado a todos los clásicos de la literatura sumeria y babilonia. La escritura cuneiforme asiria fue traducida en 1846 por Henry Rawlinson, después de 12 años de trabajar en una inscripción hecha por órdenes del rey Darío I (581-485 a.C.), en donde se relatan sus victorias en la guerra. Con esta traducción se inició la ciencia de la asiriología, igual que 10 años antes la traducción de la Piedra Roseta por Champollion había iniciado la ciencia de la egiptología.

Se ignora la antigñedad de los textos que los escribas del rey Asurbanipal copiaron para su biblioteca, pero se calcula que se remontan al año 2000 a.C. De las 30 000 tabletas examinadas, cerca de 800 están relacionadas con la medicina, aunque no es fácil distinguir entre textos médicos, exorcismos, encantamientos y plegarias, que con frecuencia se usaban como medios terapéuticos. La medicina asiria era mágico-religiosa, con predilección por el mecanismo de enfermedad conocido como posesión, o sea el ingreso al organismo de un espíritu maligno, pero con un alto grado de especialización; por ejemplo, si había dolor en el cuello, el responsable era el espíritu maligno Adad; si el pecho era el afectado, se trataba de Ishtar; si eran las regiones temporales, le correspondía a Alu, uno de los espíritus conocidos genéricamente como Utukku, que eran particularmente agresivos; Gallu producía alteraciones en las manos, Rabisu en la piel, Labartu en el aparato genital femenino; Nantar, el mensajero de Allatu, la reina del mundo nocturno, era capaz de causar 60 enfermedades diferentes; Ura, otra habitante del mundo nocturno, era la diosa de la pestilencia, etcétera.

Para librarse de estos demonios era necesario practicar exorcismos, acompañados de purificaciones, sacrificios y penitencias. El médico o asu era una mezcla de sacerdote y médico, pero también los jueces y los abogados eran sacerdotes, porque en una cultura tan dominada por los dioses el poder descansaba en sus representantes. Estos asu habían desarrollado una serie de medidas terapéuticas de aplicación local que ayudaban a extirpar al demonio por medio de plantas, lodo, vendajes, ungñentos y emplastos; naturalmente, todas estas medidas estaban dotadas de poderes mágicos, sobre todo aquellas que finalmente resultaban benéficas para el enfermo. Entre las sustancias recomendadas para preparar pomadas o para administración por distintas vías se cuentan 250 derivadas de vegetales y 120 minerales, como anís, asafétida, belladona, mariguana, cardamomo, aceite de castor, canela, ajo, mandrágora, mostaza, mirra y opio. Entre los vehículos están: vino, aceites, grasas, miel, cera, leche y agua. Algunas indicaciones son adecuadas, como azufre para la sarna, mariguana para la depresión y la neuralgia, mandrágora y opio para el dolor y como somníferos, y la belladona para la dismenorrea y el asma. Pero también se recetaban por vía oral grasa cruda de cerdo, heces de perro o humanas, sangre y orina de animales y otras cosas peores, con la idea de que los demonios se asquearan y abandonaran el cuerpo del paciente.

Una parte importante de la terapéutica del asu era la colocación en la cercanía del enfermo de estatuillas de monstruos en actitudes amenazantes, con objeto de que, al verlas, el demonio responsable del padecimiento se asustara y huyera. Otra parte de su trabajo era adivinar el pronóstico, lo que se hacía por la inspección del hígado de un animal sacrificado con ese propósito. El hígado se observaba porque era el órgano que contenía más sangre, y como la vida y la sangre eran sinónimos, el hígado era el sitio del alma. La hepatoscopía se realizaba en ovejas, y no solo en casos de enfermedad, sino también cuando se iba a emprender un negocio, un matrimonio, una guerra, o cualquier otra empresa peligrosa. También se practicaba la adivinación por medio de la astrología, basada en que los movimientos del Sol, de la Luna y de los planetas, como eran dioses, precedían a los acontecimientos en la Tierra. Los conocimientos de los astrónomos babilónicos eran sorprendentes y establecieron relaciones estrechas entre la astrología y la medicina, que tuvieron gran influencia no sólo en el pensamiento médico de Egipto, de Grecia y de Roma, sino que siguieron formando parte de la medicina durante toda la Edad Media.

LA MEDICINA EGIPCIA

Los historiadores antiguos alabaron la capacidad de los médicos egipcios. En la Odisea, Homero (ca. 1100 a.C.) escribe que: "En Egipto los hombres son más hábiles en medicina que ningunos otros." Herodoto (ca. 484-425 a.C.) cuenta que los reyes persas Ciro y Darío sólo tenían médicos egipcios, y también dice que la medicina egipcia estaba muy especializada, al grado que había médicos que sólo estudiaban y trataban una enfermedad. Como en otras culturas antiguas, en Egipto prevalecía la medicina mágico-religiosa, en la que el sacerdote es el médico y todo el panteón de dioses el causante de las enfermedades, desde Ra, el dios-Sol, pasando por Osiris, el dios del Nilo, Isis, su esposa y hermana, madre de otros dioses, Ptah, el Gran Arquitecto, quien también era el dios de la Salud, y muchos más. Los egipcios creían en la inmortalidad del alma y en la resurrección del cuerpo, lo que probablemente contribuyó a la práctica de la momificación, que data de la Segunda Dinastía (ca. 3000 a.C.).

La medicina egipcia está muy ligada al nombre de Imhotep, visir del rey Zoser (III Dinastía, ca. 2980 a.C.), que al mismo tiempo era también arquitecto, astrónomo, mago, sacerdote y médico. Un siglo después de su muerte (ca. 2850 a.C.) se le consideraba como un semidiós, y en el año 525 a.C. ya era un dios, hijo de Ptah (aunque se sabía que había sido hijo del arquitecto Kanofer). Posteriormente se transformó en el dios de la Medicina y durante el periodo helénico era la principal deidad adorada en Menfis, al lado de Ptah. Los enfermos acudían a sus templos, en donde se celebraban distintos ritos, y muchos dormían ahí; en sus sueños se les aparecía el dios Imhotep y les indicaba el tratamiento apropiado. Los griegos lo identificaron con Asclepiades y adoptaron varias de sus tradiciones.

Mucho de lo que se sabe respecto a la medicina egipcia se debe a la existencia de varios papiros antiguos: el papiro de Edwin Smith, que se ocupa principalmente de cirugía; el de Ebers, que es una recopilación de textos médicos; el de Kahun, que se refiere a ginecología; el de Hearst, que es un formulario médico práctico; el de Londres, que contiene numerosos encantamientos, etc. El papiro de Edwin Smith es el documento quirúrgico más antiguo que se conoce, pues data del siglo XVII a.C. y entonces ya era antiguo; fue adquirido en Tebas en 1862 por el egiptólogo de ese nombre, quien se dio cuenta de que su contenido era médico pero no lo publicó. Después de su muerte su hija lo regaló a la Sociedad de Historia de Nueva York, y ésta convenció al famoso egiptólogo James Henry Breasted (1865-1935) de que lo tradujera; finalmente, la traducción apareció en 1930. En el papiro de Edwin Smith se describen numerosas fracturas y dislocaciones, heridas, tumores, úlceras y abscesos y se señala su tratamiento; también se recomiendan exorcismos y encantamientos o recitativos, que deben pronunciarse antes o durante el tratamiento, pero no se insiste demasiado en ellos. En general, la terapéutica es conservadora y se refiere a vendajes, tejidos absorbentes, tapones y férulas, así como aparatos para inmovilizar fracturas hechos de goma. En las heridas se aplicaban grasa y miel, así como carne fresca, pero también se menciona el estiércol.

Figura 2. Página del papiro de Edwin Smith, ca. 1650 a.C.

El papiro de Ebers fue adquirido en Egipto en 1873 por el profesor Georg Ebers, quien dos años después publicó una edición facsimilar, con introducción y vocabulario. Fue escrito en la primera mitad del siglo XVI a.C., pero el autor dice que es una recopilación y muchas de las recetas son muy antiguas, de 2500 a 3000 a.C. En este papiro se mencionan tres tipos de doctores: médicos, cirujanos y hechiceros o exorcistas, y se dan los tres tipos de tratamientos, que son remedios, operaciones y encantamientos. En el papiro de Kahun se da una receta para un preparado contraceptivo: un supositorio vaginal preparado con heces de cocodrilo, miel y carbonato de sodio.

LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA

Antes de 1492, en Mesoamérica se desarrollaron varias culturas, como la náhuatl, la maya, la purépecha, la otomí y otras más. De la que existe más información sobre sus ideas y prácticas médicas es de la náhuatl, porque era la que prevalecía en el altiplano de Anáhuac cuando llegaron los conquistadores, la que aprovecharon para su beneficio durante la destrucción de Tenochtitlán y los primeros tiempos de la Nueva España, y la que se comentó más en sus escritos de esos años. Lo poco que se sabe de la medicina de las otras culturas mesoamericanas no se aparta en lo esencial de los principales elementos de la náhuatl, por lo que en esta sección solamente nos referiremos a esta última.

De los muchos dioses que los aztecas reconocían y adoraban, varios de ellos estaban relacionados con la medicina; por ejemplo, Tláloc, señor de la Lluvia, producía enfriamientos y catarros, neumonías y reumatismos; Xochiquetzal, diosa del Amor y de la Fertilidad, enviaba enfermedades venéreas y complicaciones del embarazo y del parto; Tezcatlipoca o Titlahuacán era especialmente temible, pues se asociaba con enfermedades graves o letales; Xipe-Tótec, Nuestro Señor el Desollado, era especialista en enfermedades de la piel. Las mujeres jóvenes muertas en su primer parto eran adoptadas por Coatlicue, la diosa de la Tierra y de la Muerte, y convertidas en cihuateteo no subían al Séptimo Cielo sino que se quedaban residiendo en el Primer Cielo, desde donde bajaban a la Tierra, especialmente en los días 1-Venado en los cruces de caminos, para asustar a los hombres y producirles enfermedades a los niños, como parálisis facial, atrofia de miembros, enfermedades convulsivas y otros padecimientos neurológicos. Las cihuateteo más jóvenes eran las más malas pues se ensañaban con los niños más pequeños y hermosos, "para robarles su belleza".

Hasta cuando el padecimiento era algo tan natural, como una fractura consecuencia de una caída sufrida durante el ascenso de una montaña, los aztecas lo relacionaban con una causa divina, pues sabían muy bien que era precisamente en los sitios más peligrosos de la montaña en donde moraban los chaneques y otros espíritus malignos, expertos en empujones y zancadillas.

Con frecuencia el enfermo azteca no tenía conciencia de haber violado alguna ley o mandamiento religioso, o no sabía bien cuál era la deidad que había ofendido con su comportamiento, y entonces la consulta con el médico o tícitl incluía no sólo el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad, sino también la identificación del dios enojado. Esto era muy importante, porque los ritos sacrificios y exorcismos eran diferentes para los distintos dioses. Además de los rezos y las ceremonias religiosas correspondientes, el tícil también empleaba medios terapéuticos naturales, entre ellos principalmente la herbolaria, que entre los aztecas era extraordinariamente rica. Algunas medicinas que todavía se usan hoy provienen de la herbolaria precolombina, como la infusión de yoloxóchitl para las fiebres o la de toloache como abortivo, pero en la antigñedad se usaban muchas otras con muy distintas indicaciones. Es probable que dentro de esta riqueza tradicional todavía se puedan encontrar algunas otras sustancias con uso terapéutico real y efectivo, pero tal sugestión requiere estudios científicos críticos y religiosos.

LA EFICIENCIA DE LA MEDICINA PRIMITIVA

¿Qué resultados tenían los médicos primitivos? ¿Se beneficiaban sus pacientes con las invocaciones a los dioses, las máscaras, los ritos mágicos, los sacrificios, los exorcismos y la herbolaria? En otras palabras, ¿servía para algo la medicina primitiva, o cuando el enfermo se curaba, lo hacía a pesar del diagnóstico y del tratamiento que recibía del curandero o chamán? La respuesta a estas preguntas es que los resultados de los médicos primitivos eran bastante buenos, que muchos enfermos, sus familiares y sus amigos se beneficiaban con las funciones del curandero o chamán, pero no precisamente por ellas mismas sino por otras razones, totalmente independientes de sus medidas terapéuticas, que podemos resumir en las tres siguientes:

Figura 3. Manuscrito azteca tomado del libro Libellus de medicinalibus indorum herbis, de 1552. La planta es Xonachton azcapayxiia, y se recomienda contra el dolor del corazón.

1) El efecto psicológico positivo de una relación médico-paciente bien llevada, en la que el enfermo, sus familiares y amigos, así como el médico, sus ayudantes y el entorno social al que todos pertenecen, comparten las mismas creencias y las mismas ideas sobre las enfermedades, sus causas y los efectos benéficos de las medidas terapéuticas empleadas. En esta relación médico-paciente cada uno de los participantes debe desempeñar su papel con rigor y fidelidad, pues el éxito depende en gran parte de la ejecución adecuada de una liturgia preestablecida. Esto explica las máscaras y el atuendo de los chamanes, sus trances, sueños y danzas, los exorcismos y las estatuillas de los asu asirios, los ritos y encantamientos de los snw egipcios, la quema del copal, las ofrendas y las yerbas del tícitl azteca; de la misma manera, también explica el santito con la veladora prendida en la casa del Niño Fidencio, los dibujos en el piso de la choza del brujo o curandero navajo, y el título de médico enmarcado en la sala de espera y la bata blanca del médico científico contemporáneo. Cuando en la relación médico-paciente se cumplen las expectativas del enfermo, de sus familiares y de sus amigos, una buena parte del problema ya ha sido resuelta.

2) En ausencia de medidas terapéuticas que realmente las modifiquen, muchas enfermedades revelan una historia clínica característica, cada una con un principio más o menos definido, diversas manifestaciones clínicas sugestivas o hasta diagnósticas, evolución variable pero frecuentemente predecible, y un final propio, que varía desde curación habitual hasta muerte inevitable. Al conjunto de fenómenos propios y a la evolución espontánea de cada enfermedad se les conoce como su historia natural. Su relación con la eficiencia de la medicina primitiva es que, por su historia natural, muchas enfermedades tienden a curarse espontáneamente, con frecuencia a pesar de lo que se intente para acelerar su evolución favorable. Por eso se dice, con toda razón, que el catarro común o coriza se quita con tratamiento en una semana, y sin tratamiento en siete días. Cuando la medicina primitiva se enfrenta a padecimientos que de todas maneras, por su historia natural, iban a curarse (que por fortuna son la mayoría) y el paciente se cura, se anota un triunfo que en realidad no le corresponde.

3) Otro factor inespecífico que contribuye al éxito de la medicina primitiva se conoce como el efecto placebo. La palabra "placebo" proviene de la voz latina placit, que significa "complacer ". El término describe un fenómeno biológico interesante: el efecto fisiológico positivo de un agente (con frecuencia un fármaco) totalmente inerte, cuando se administra a una persona que cree y espera que tendrá el efecto deseado. Un ejemplo clásico es la disminución de la fiebre en ciertos pacientes a los que se les administra NaCl (sal), que no tiene ninguna acción conocida sobre la temperatura somática, diciéndoles que se les está dando ácido acetil-salicílico (aspirina), que es un efectivo antipirético. El efecto placebo requiere con frecuencia que el paciente esté informado de los objetivos de las medidas terapéuticas a las que se somete, pero también puede observarse en sujetos inocentes de lo que les ocurre, pero con cierta imaginación.

Estos tres elementos inespecíficos, el efecto positivo de una buena relación médico-paciente, la historia natural de las enfermedades, y el efecto placebo, explican la mayor parte de los éxitos de las medicinas primitivas. El resto, que seguramente no son pocos, puede atribuirse a los conocimientos y a las prácticas empíricas de los médicos primitivos. La curación de las heridas de guerra y de otras lesiones traumáticas, el manejo de algunas complicaciones del embarazo y del parto, así como la atención de muchos padecimientos ginecológicos y pediátricos agudos, eran y siguen siendo ejemplos de la eficiencia de la medicina primitiva. Pero también debe señalarse que en no pocas ocasiones los tratamientos del sacerdote, del chamán o del brujo resultaban (y todavía resultan) desastrosos para el enfermo, en parte por lo que hacían y en gran parte también por lo que dejaban de hacer. Esto es cierto no sólo de la medicina primitiva y de su sucesora contemporánea, la medicina tradicional, sino también de todas las otras medicinas que se desarrollaron sobre bases empíricas e imaginarias a lo largo de la historia de la humanidad, hasta el surgimiento, a partir del siglo XVI, de la medicina científica.

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