II.7. GOTTFRIED WILHELM LEIBNIZ

De acuerdo con Russell:
Leibniz (1646-1716) fue uno de los intelectos supremos de todos los tiempos, pero como ser humano no era admirable. Ciertamente, pose�a todas las virtudes que uno desear�a se emplearan en las cartas de recomendaci�n a un patr�n en perspectiva: era industrioso, frugal, abstemio y financieramente honesto. Pero en cambio, no pose�a absolutamente ninguna de las virtudes filos�ficas m�s elevadas, que son tan aparentes en Spinoza. Su mejor pensamiento no fue del tipo de los que hubieran ganado popularidad, por lo que dej� sus escritos in�ditos al respecto, sobre su escritorio. Lo que s� public� fue dise�ado para alcanzar la aprobaci�n de pr�ncipes y princesas. La consecuencia es que existen dos sistemas filos�ficos que pueden considerarse como representando a Leibniz: uno, que �l proclam�, es optimista, ortodoxo, fant�stico y superficial; el otro, que ha sido desenterrado lentamente de sus manuscritos por editores recientes, es profundo, coherente, muy influido por Spinoza, y asombrosamente l�gico. Fue el Leibniz popular quien invent� la doctrina de que �ste es el mejor de todos los mundos posibles (a lo que F. H. Bradley agreg� el sarc�stico comentario "y todo en �l es un mal necesario") y el Leibniz que Voltaire caricaturiz� como el doctor Pangloss. Ser�a ahist�rico ignorar a este Leibniz, pero el otro es de mucha mayor importancia filos�fica.

Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716)

La filosof�a de Leibniz puede concebirse como un inmenso palacio barroco (como el del Arzobispado en Wurzburg) del que en esta ocasi�n s�lo visitaremos brevemente un par de habitaciones, aunque una de ellas es la biblioteca. Lo que quiero decir es que del sistema filos�fico de Leibniz s�lo mencionar� (y en forma muy resumida) aquellos aspectos relevantes al m�todo cient�fico.

El programa general de Leibniz puede equipararse al de Descartes (v�ase cap�tulo III), que era intentar deducir las leyes y principios de la naturaleza a partir de unos cuantos principios metaf�sicos evidentes que pod�an conocerse a priori, o sea sin referencia o contacto con la realidad. Leibniz postul� que, para la ciencia, los dos principios metaf�sicos m�s importantes eran: 1) El principio de contradicci�n, por el que juzgamos como falso lo que implica una contradicci�n, y como verdadero lo que se opone o contradice a lo falso, 2) El principio de la raz�n suficiente, por el que aceptamos que nada puede ocurrir o existir (y ninguna proposici�n puede ser verdadera) sin que haya una raz�n suficiente para que ello sea de tal manera y no de otra, aunque generalmente tales razones no las podamos conocer.

Aunque s�lo sea de pasada, es importante se�alar que Leibniz manej� estos dos principios para demostrar la existencia de Dios y explicar la naturaleza del universo. De acuerdo con Leibniz, no existen razones intr�nsecas suficientes para explicar la existencia de los cuerpos materiales, por lo que tales razones deben existir en alguna entidad no material, que es Dios. El monote�smo es consecuencia obligada del principio de la raz�n suficiente, en vista de que, dados sus atributos, s�lo se necesita un Dios. Por el mismo motivo, todo lo que ese Dios hace es lo m�s perfecto posible, aunque no todo lo que hace es absolutamente perfecto. Porque siendo Dios perfecto, la existencia ser�a absoluta, sin vac�os o espacios libres, lo que (seg�n Leibniz) la har�a menos que perfecta. Aqu� cabe agregar otro principio importante para Leibniz, el de la "identidad de los indiscernibles", que se deriva del principio de la raz�n suficiente y que niega que puedan existir dos cosas diferentes que sean id�nticas entre s�, porque entonces ser�a imposible se�alar que son diferentes.

Basado en estos principios, Leibniz mont� un ataque frontal a las ideas cient�ficas de Newton, que tuvo poca resonancia en los c�rculos acad�micos de su �poca (aunque el propio Newton se preocup� por defenderse de �l, no personalmente sino a trav�s de terceras personas, como el reverendo Samuel Clarke) pero que creci� en fuerza e importancia a trav�s del tiempo y culmin� con la teor�a general de la relatividad de Einstein. Leibniz critic� las ideas newtonianas de espacio y tiempo absolutos, se�alando que las diferentes regiones del espacio absoluto ser�an indiscernibles, por lo que la creaci�n del mundo podr�a haber ocurrido en cualquier parte, pero que no habiendo raz�n alguna para que Dios prefiriera una regi�n a otra (si todas eran iguales) entonces el mundo no se hubiese creado. Leibniz rechaz� esta conclusi�n como falsa (despu�s de todo, el mundo existe) y agreg� un razonamiento semejante con respecto al tiempo. Adem�s, en vista de que "la materia es m�s perfecta que el vac�o", cuando Dios hizo al mundo tan perfecto como era posible, en lugar de hacerlo con �tomos, el vac�o lo cre� como un todo continuo, como una inmensa malla de entidades sin volumen y sin comunicaci�n entre sí, como centros de fuerza activa pero sin espacios entre cada uno de ellos. A estos centros o entidades los llam� m�nadas y les asign� una variedad de propiedades; entre las m�s sobresalientes est� una, obligada por la incomunicaci�n de las m�nadas entre s� ("no tienen ventanas"), que es que est�n programadas de tal manera que sus eventos ocurren en completa armon�a con los de todas las otras m�nadas.

Leibniz se refiere en varios sitios a su m�todo de trabajo, especialmente en un art�culo titulado "Sobre an�lisis y s�ntesis universales, o el arte del descubrimiento y del juicio", probablemente escrito en 1679. En este art�culo, el an�lisis y la s�ntesis corresponden m�s o menos a la inducci�n y a la deducci�n; para Dios, naturalmente, todo el conocimiento ser�a deductivo, pero los simples mortales nunca podremos llegar a esa situaci�n, por lo que requerimos tambi�n de las observaciones y de las hip�tesis. Sin embargo, tanto en su sistema filos�fico como en sus trabajos cient�ficos, Leibniz actu� como si la ciencia contuviera un grupo de axiomas aplicables a cualquier campo, derivando de ellos y de las definiciones de los s�mbolos las reglas apropiadas para construir las f�rmulas que constituyen el contenido cient�fico.

Con esto vamos a terminar nuestra revisi�n de las ideas de algunos hombres de ciencia prominentes del siglo XVII sobre el m�todo cient�fico. En el siguiente cap�tulo examinaremos el pensamiento sobre el mismo tema de un grupo de fil�sofos de la misma �poca.

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