III.3. REN� DESCARTES
De acuerdo con Russell, Descartes:
[...] Es generalmente considerado como el fundador de la filosof�a moderna y, yo pienso, correctamente. Es el primer hombre con elevada capacidad filos�fica cuya visi�n est� profundamente afectada por la nueva f�sica y la nueva astronom�a. Aunque es cierto que todav�a conserva mucho del escolasticismo, no acepta las bases establecidas por predecesores sino que intenta construir un edificio filos�fico completo de novo. Esto no ocurr�a desde Arist�teles y es un signo de la nueva confianza derivada del progreso de la ciencia. En su trabajo hay una frescura que no se encuentra en ninguno de los fil�sofos eminentes desde Plat�n. Descartes pertenec�a a una familia acomodada (su padre era consejero del Parlamento de Breta�a) por lo que nunca tuvo que trabajar para ganarse la vida. Fue educado durante ocho a�os en el colegio jesuita de La Fl�che y posteriormente estudi� leyes en la Universidad de Poitiers. En 1617 ingres� al ej�rcito holand�s, pero como ese pa�s estaba en paz, disfrut� de dos a�os para filosofar tranquilo. En este periodo conoci� a Isaac Beekman, un f�sico que lo estimul� a realizar m�s estudios matem�ticos, de lo que result� el desarrollo de la geometr�a anal�tica. Con el inicio de la guerra de los Treinta A�os, Descartes se alist� en el ej�rcito de Baviera, en 1619, y fue en el invierno de ese a�o que, seg�n �l mismo cuenta en su Discours de la m�thode, una ma�ana hac�a tanto fr�o que se meti� en una estufa y se qued� meditando todo el d�a; cuando por fin sali�, su filosof�a ya estaba a medio terminar. En 1621 se dio de baja del ej�rcito y despu�s de viajar por Italia se estableci� en Par�s, en 1625. Pero tres a�os m�s tarde ya estaba otra vez en el ej�rcito, esta vez en el que ten�a sitiada a La Rochelle, en la campa�a contra los hugonotes. Al terminar este episodio Descartes se qued� a vivir en Holanda por veinte a�os (1629-1649), probablemente para evitar el riesgo de ser acusado y perseguido por cat�licos fan�ticos, en vista de que compart�a las ideas herejes de Galileo, cuya primera condena hab�a ocurrido en 1616. Por la misma raz�n Descartes no public� entonces su gran libro Le Monde, donde sosten�a que la Tierra gira y que el Universo es infinito, dos afirmaciones que lo hubieran llevado de inmediato ante el Santo Oficio. Sin embargo, ni en Holanda se libr� Descartes de la intolerancia religiosa, ya que los protestantes fan�ticos se�alaron que sus ideas favorec�an al ate�smo y la Universidad de Leyden prohibi� que se le mencionara, en pro o en contra. Por fortuna, el pr�ncipe de Orange evit� que estas manifestaciones del oscurantismo afectaran a su ilustre hu�sped. En septiembre de 1649 Descartes viaj� a Estocolmo, respondiendo a la invitaci�n que le hizo la reina Cristina para ocupar el cargo de fil�sofo real; Descartes se enter� demasiado tarde de que tal posici�n requer�a lecciones diarias a la reina, pero como su majestad estaba tan ocupada, ten�an que darse a las 5:00 A.M. Para un fil�sofo acomodado que casi nunca se levantaba antes del mediod�a, y mucho menos en el crudo invierno sueco, tal r�gimen result� letal y Descartes falleci� a principios de 1650.
Ren� Descartes
De la misma manera que Bacon, Descartes concibi� a la ciencia como una pir�mide cuya c�spide estaba ocupada por los principios o leyes m�s generales de la realidad; pero mientras Bacon llegaba a esa c�spide por medio de inducciones progresivas, basadas en series generosas de observaciones y experimentos, Descartes propuso que el conocimiento cient�fico se inicia en la cumbre y de ah� procede hacia abajo, siguiendo el camino de la deducci�n, hasta llegar a la base, o sea la naturaleza real. Esa proposici�n tiene varias implicaciones filos�ficas fundamentales, pero aqu� s�lo mencionaremos una: que la certeza en el conocimiento puede alcanzarse a priori, o sea en ausencia (por ignorancia o por decisi�n consciente) de la realidad. Todos conocemos el famoso p�rrafo en que Descartes encuentra su primer principio, cogito ergo sum:
A pesar de que quer�a pensar que todo era falso, era necesario aceptar que el yo que pensaba era algo; y basado en esta verdad, pienso, luego existo, tan s�lida y tan cierta que ni siquiera las suposiciones m�s extravagantes de los esc�pticos pod�an afectarla juzgu� que pod�a recibirla sin escr�pulos como el principio inicial de la filosof�a que yo buscaba.
El siguiente paso fue examinar por qu� el cogito ergo sum es tan evidente, y la respuesta es porque lo concebimos en forma clara y precisa. Lo claro es lo que se presenta de inmediato a la mente, mientras que lo preciso es lo que es claro y sin condiciones, o sea que es evidente. A continuaci�n Descartes procede a demostrar la existencia de Dios, a trav�s de la idea de la "perfecci�n", un concepto t�picamente escol�stico. Descartes acepta que �l es imperfecto, pero que para percibirlo debe poseer tambi�n la idea de lo perfecto. Tal idea no hubiera podido ingresar a su mente si no existiera un ser perfecto que la originara. Por lo tanto, Dios, el Ser Perfecto, existe. Y como es perfecto, no tolera ni patrocina enga�os, por lo que su existencia es una garant�a de que todo aquello que percibimos en forma clara y precisa es cierto. La circularidad del argumento cartesiano fue percibida, en forma "clara y precisa" por Arnauld, unos cuantos a�os despu�s de la muerte de Descartes.
Despu�s de establecer su propia existencia como un ser pensante, las propiedades esenciales de las cosas ciertas, y la existencia de Dios, Descartes dirigi� su atenci�n al mundo de la realidad. Aqu� se nos muestra extra�amente aristot�lico, pues de acuerdo con Galileo distingue entre cualidades primarias y secundarias: las primarias son las que las cosas deben poseer para ser cosas (como extensi�n, flexibilidad y movilidad) mientras que las secundarias son las percibidas por los sentidos (como calor, sonido, sabor, olor y otras m�s) y dependen de la existencia del sujeto. Las cualidades primarias son intuidas por la mente, que de esa manera resulta ser m�s confiable que los sentidos. De importancia para el m�todo cient�fico, Descartes pensaba que los fen�menos macrosc�picos pod�an explicarse a partir de interacciones microsc�picas, analizadas en forma cuantitativa; de hecho, restringi� el contenido de la ciencia a aquellas cualidades que pueden expresarse matem�ticamente y compararse en forma de relaciones. Es por esta raz�n que se acepta que la filosof�a de la ciencia de Descartes es una combinaci�n de conceptos arquimedianos, pitag�ricos y atomistas.
Deben mencionarse otros dos aspectos m�s de la filosof�a cartesiana, que son el dualismo y el mecanicismo. En relaci�n al primero, con Descartes culmin� la evoluci�n del dualismo iniciado por Plat�n y continuado por los fil�sofos escol�sticos de la Edad Media, con la postulaci�n de dos mundos paralelos pero independientes e incapaces de interactuar entre s�: el cuerpo y la mente. Aunque anteriormente ya se aceptaba que el cuerpo no mueve a la mente, la idea de que la mente no mueve al cuerpo era nueva; para explicar por qu� algunas veces el cuerpo y la mente parecen funcionar acoplados, Descartes usa el s�mil de dos relojes que estuvieran construidos de tal manera que cuando uno marca las 12, el otro tambi�n. En relaci�n con el mecanicismo, la filosof�a cartesiana es r�gidamente determinista, de modo que tanto la materia inerte como los organismos vivos obedecen las leyes de la f�sica; de hecho, todos sabemos que Descartes consideraba a los animales como m�quinas o aut�matas, cuyo comportamiento simplemente parece dirigido a alcanzar ciertos objetivos pero en realidad es puramente mec�nico. Si esto es cierto de los movimientos del cuerpo, lo mismo deber�a ser cierto de los giros de la mente, con lo que Descartes se encontr� con problemas acerca del libre albedr�o humano, un concepto crucial para la Iglesia
Frontispicio del libro Discours de la M�thode, de Ren� Descartes, publicado en 1637.
Procediendo por deducci�n a partir de sus principios intuitivos m�s generales, Descartes intent� formular algunas leyes f�sicas pero se dio cuenta que no pod�a llegar muy lejos:
Primero he tratado de descubrir generalmente los principios o causas primeras de todo lo que es o puede haber en el mundo... Despu�s de esto consider� cu�les son los efectos primarios y m�s comunes que pueden deducirse de esas causas, y me parece que de esta manera descubr� los cielos, las estrellas, la Tierra, y en ella agua, aire, fuego, los minerales y algunas otras cosas que son las m�s comunes y simples de todo lo que existe, y por lo tanto las m�s f�ciles de conocer. Entonces, cuando quise descender a las que son m�s particulares, se presentaron ante m� tantos objetos de distintos tipos que pens� que no era posible para la mente humana distinguir las formas o especies de cuerpos que existen en la Tierra de la infinidad de otros que podaran existir si la voluntad de Dios hubiera sido colocarlos en ella. Pero debo confesar que el poder de la naturaleza es tan amplio y tan vasto, y estos principios son tan simples y generales, que yo no observ� casi ning�n efecto particular en el que no pudiera de inmediato reconocer que podr�a deducirse de los principios de muchas maneras diferentes, y mi mayor problema generalmente es descubrir por cu�l de estas maneras se ha llevado a cabo. En este contexto no conozco otro plan que, de nuevo, trate de encontrar experimentos de tal naturaleza que su resultado sea diferente si debe ser explicado por uno de los m�todos, de c�mo ser�a si tuviera que explicarse por el otro.
Lo que Descartes dice es que sin contacto con la naturaleza, su m�todo cient�fico se detiene al nivel de lo que pudiera ser, o sea que llega al umbral de muchas realidades posibles, todas ellas igualmente compatibles con los principios generales generados intuitivamente; para continuar con la deducci�n es necesario determinar directamente cu�l es la realidad verdadera, anotando con cuidado las condiciones en que tal realidad ocurre. Por lo tanto, una de las funciones m�s importantes de la observaci�n o el experimento en el m�todo cient�fico cartesiano es delimitar las circunstancias necesarias para que se den fen�menos espec�ficos. Con esta conclusi�n, parecer�a inexacto presentar a Descartes como la ant�tesis de Bacon; sin embargo, la aparente coincidencia no es real ni mucho menos, en vista de que Descartes neg� rotundamente que fuera posible inducir leyes importantes de la naturaleza por medio de la colecci�n y comparaci�n de series de observaciones individuales de la realidad.
Finalmente, conviene reiterar que, tambi�n en el caso de Descartes, el m�todo cient�fico que �l propuso no coincide con el que �l mismo sigui� para hacer sus importantes contribuciones cient�ficas, tanto en �ptica como en geometr�a anal�tica; en otras palabras, Descartes es otro ejemplo de falta de correlaci�n entre lo que el hombre de ciencia dice que hace y lo que realmente hace.