III. 4. JOHN LOCKE

A diferencia de Bacon y Descartes, que a pesar de ser primariamente fil�sofos hicieron (o intentaron hacer) contribuciones cient�ficas en sus ratos libres, John Locke (1632-1704) fue un fil�sofo de tiempo completo. Su educaci�n inicial fue en cl�sicos y en literatura, pero posteriormente estudi� medicina y hasta la ejerci�, aunque por poco tiempo. Ingres� al servicio de lord Shaftesbury en 1666 como consejero, m�dico y amigo, y cuando este pol�tico cay� y tuvo que refugiarse en Holanda, Locke lo acompa�� y permaneci� en ese pa�s hasta la revoluci�n de 1688, en que volvi� a Inglaterra. Fue durante su estancia en Holanda que termin� de escribir su famoso Essay concerning human undurstanding ("Ensayo sobre el entendimiento humano"), que apareci� en 1690; de hecho, casi todos sus escritos importantes datan de un breve periodo posrevolucionario, comprendido entre 1687 y 1693. La filosof�a pol�tica de Locke tuvo grandes repercusiones, no s�lo en Inglaterra y posteriormente en EUA sino tambi�n en Francia, donde gracias a Voltaire su prestigio era enorme e inspir� a los reformistas moderados y a los philosophes. Sin embargo, de este aspecto de las ideas de Locke no diremos nada, porque tuvieron poca trascendencia en su teor�a del conocimiento.

Locke es considerado como el fundador del empirismo, la doctrina que postula que todo el conocimiento (con la posible excepci�n de la l�gica y las matem�ticas) se deriva de la experiencia. Por consiguiente, se opone radicalmente a Plat�n, a los fil�sofos escol�sticos y sobre todo a Descartes, al afirmar que no existen ideas o principios generales intuitivos o a priori. Locke dice:


John Locke (1632-1704)
Supongamos entonces que la mente sea, como decimos, papel blanco, ausente de todos los s�mbolos y de todas las ideas; �c�mo es que se llena de ellos? �De d�nde le llega esa inmensa colecci�n que la activa e ilimitada inclinaci�n humana ha pintado en ella con una variedad casi infinita? A esto contesto con una sola palabra: de la experiencia, en la que se funda todo nuestro conocimiento y de la que, en �ltima instancia, todo �l se deriva.

Nuestras ideas provienen de dos fuentes distintas, las sensaciones y la percepci�n de la operaci�n de nuestra mente. Si s�lo somos capaces de pensar con nuestras ideas, y todas las ideas provienen de la experiencia, es evidente que ninguna parte del conocimiento antecede a la experiencia. Pero una vez recibidas las sensaciones, la mente hace muchas cosas m�s con ellas que simplemente registrarlas: las analiza, las compara, las combina para formar ideas m�s complejas, las integra para construir conceptos m�s elaborados. Pero de todos modos, la percepci�n es el primer paso en el conocimiento. El empirismo parece obvio hoy, pero en el siglo XVI la opini�n que prevalec�a era que la mente pod�a conocer toda clase de cosas a priori, por lo que la postura de Locke era una doctrina nueva y revolucionaria. Con la filosof�a emp�rica Locke intent� apoyar al mecanicismo de su tiempo y al principio de la causalidad; con relaci�n al mecanicismo, aunque adopt� diversas formas, todas ten�an en com�n la creencia de que existe un mundo de �tomos o corp�sculos que subyace al mundo visible y cuyas interacciones y colisiones, as� como sus atributos intr�nsecos, explican los fen�menos de la experiencia cotidiana. Locke sostuvo que las cualidades primarias de los objetos (solidez, extensi�n, forma, movimiento o reposo y n�mero) no s�lo se percib�an directamente a trav�s de los sentidos sino que adem�s eran las responsables de producir las sensaciones de las cualidades secundarias, como olor, sabor, color y otras. Adem�s, estas cualidades primarias percibidas en los objetos existen porque sus componentes invisibles (�tomos o corp�sculos) tambi�n las poseen, aunque nosotros no podemos apreciarlas directamente; adem�s, como los �tomos de un objeto pueden interactuar con los de otro objeto, alterando la capacidad de �stos para incidir en nuestros sentidos, resulta muy dif�cil o imposible imaginar la manera como los �tomos producen sensaciones. De hecho, Locke se�ala que tal conocimiento s�lo podr� alcanzarse por revelaci�n divina.


Frontispicio del libro An Essay Concerning Human Understanding, de John Locke, publicado en 1690.

La defensa de la causalidad hecha por Locke se relaciona con su idea del "poder", aunque la palabra se usa de manera muy distinta a como la entend�an sus contempor�neos o a como la entendemos nosotros. Seg�n Locke, cuando pensamos en objetos corporales combinamos tres clases de ideas: cualidades primarias, cualidades secundarias y "poder":
...Lo amarillo no se encuentra en el oro, sino que es un poder del oro para producirnos esa idea a trav�s de la vista cuando est� iluminado de manera adecuada; y el calor que no podemos eliminar de nuestra idea del Sol, realmente no est� m�s en el Sol que el color blanco que produce en la cera

En sentido estricto, la noci�n de "poder" de Locke es ileg�tima dentro del empirismo, ya que lo que se observan son fen�menos, no "poderes" con propiedades causales. Para ser congruente, Locke deber�a haberse limitado, como lo hizo Hume posteriormente (v�ase infra,p. 96), a registrar secuencias constantes. Pero Locke no estaba tratando de ser congruente sino de mantenerse dentro del sentido com�n, por lo que tambi�n se�ala:
En el registro que nuestros sentidos llevan de la vicisitud constante de las cosas, no podemos dejar de observar que ciertos eventos individuales, tanto cualidades como sustancias, inician su existencia, y que la reciben gracias a la aplicaci�n y operaci�n adecuadas de alg�n otro evento. De esta observaci�n derivamos nuestras ideas de causa y efecto.

Conviene mencionar la cr�tica del empirismo al concepto aristot�lico de "esencia", a partir del cual ser�a posible deducir las propiedades de las cosas. De acuerdo con Locke y los empiristas, lo �nico que realmente puede existir son las cosas individuales; es posible que tengan una "esencia", pero si es la escol�stica, es imposible conocerla. En realidad, el concepto de "esencia" es puramente verbal, se trata de la definici�n de un t�rmino gen�rico. Por ejemplo, discutir si la "esencia" de un objeto es puramente extensi�n, o extensi�n m�s solidez, es discutir sobre palabras; la voz objeto se puede definir de cualquiera de las dos maneras. De modo que la "esencia" aristot�lica y con ella el esencialismo y el idealismo, se eliminan de la filosof�a (en realidad, s�lo se han barrido debajo de la alfombra, de donde seguir�n surgiendo en forma reiterada pero aperi�dica hasta nuestros d�as) y con Locke triunfa el nominalismo, aunque no se trata de haber ganado la guerra, sino simplemente una batalla en el siglo XVIII.

El empirismo ha sido acusado de muchas cosas a trav�s de la historia, y casi todas las acusaciones han tenido gran parte de raz�n. Una de las acusaciones m�s graves (que comparte con el idealismo) es que no explica c�mo es que poseemos conocimiento de algo m�s que no sean nuestras ideas y las operaciones de nuestra mente. Locke dice:
En vista de que la mente, en todos sus pensamientos y razonamientos, no incluye m�s que sus propias ideas, que es la �nica que puede contemplar, es evidente que nuestro conocimiento s�lo se refiere a ellas.

La conclusi�n obvia de este argumento es que todo el mundo exterior, incluyendo a las dem�s gentes, nos est� vedado, porque aunque realmente exista de manera independiente, para nosotros s�lo son ideas registradas en nuestra mente. Tanto el empirismo lockeano como el idealismo nos dejan a cada uno encerrado en s� mismo y sin capacidad alguna de conocer a la realidad externa. No conozco mejor salida de este dilema que la de Russell:
Todav�a nadie ha logrado inventar una filosof�a simult�neamente cre�ble y congruente. Locke deseaba credibilidad y la alcanz� a expensas de esto. La mayor�a de los grandes fil�sofos han hecho lo contrario. Una filosof�a que no es congruente no puede ser completamente cierta, pero una filosof�a que lo es puede muy bien ser totalmente falsa. Las filosof�as m�s fruct�feras han contenido inconsistencias estridentes, pero por esa misma raz�n han sido parcialmente ciertas. No hay raz�n alguna para suponer que un sistema congruente contiene m�s verdad que otro que, como el de Locke, est� obviamente m�s o menos equivocado.


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