IX.1. INTRODUCCI�N

EN LAS p�ginas anteriores hemos revisado en forma cronol�gica una serie de ideas sobre el m�todo cient�fico. Como nos lo propusimos al principio, nuestra revisi�n ha sido selectiva, esquem�tica y esencialmente descriptiva. Las razones para presentar nuestra historia dentro de esos moldes son f�ciles de entender: selectiva, por limitaciones de mis conocimientos; esquem�tica, por ahorrar espacio, ya que los libros peque�os tienen m�s probabilidades de ser le�dos que los grandes; descriptiva, por deformaci�n profesional, en vista de que en el tipo de trabajo cient�fico que yo hago la descripci�n de los hechos es m�s importante que su expresi�n matem�tica. Pero ahora que ya hemos completado la relaci�n hist�rica, todav�a nos falta su interpretaci�n. No quiero decir que en el oficio de historiar sea posible describir sin interpretar; de hecho, estoy convencido de que la descripci�n, en todos los oficios que la practican, nunca est� libre de interpretaci�n. Pero tambi�n estoy convencido de que en esta vida todo es asunto de matices, de claroscuros y entresolados, de combinaciones m�s que de contrastes, y que asomarnos al mismo paisaje desde diferentes sitios no s�lo enriquece nuestra experiencia sino que tambi�n aumenta la belleza del panorama que contemplamos.

En el texto que sigue voy a examinar las siguientes tres preguntas: 1) �cu�l ha sido la evoluci�n de las ideas sobre el m�todo cient�fico a trav�s de la historia?; 2) �cu�l es la ontolog�a contempor�nea del m�todo cient�fico?; y 3) �para qu� le sirve al cient�fico la filosof�a de la ciencia? N�tese que he dicho que voy a examinar, no a responder, las tres preguntas mencionadas. En otras palabras, primero voy a intentar resumir las principales corrientes de pensamiento sobre el m�todo cient�fico que pueden identificarse a lo largo de los 25 siglos que hemos repasado en las p�ginas anteriores, para lo que me ver� obligado a adoptar una actitud no muy lejana a la de Procusto; despu�s, voy a poner bajo el microscopio m�s moderno a esa entidad casi plat�nica, que ha sido nuestra preocupaci�n central y que se identifica como el m�todo cient�fico, se�alando los aspectos esenciales en los que debe reforzarse o redefinirse; finalmente voy a mirar de manera "fr�a y calculadora" a la filosof�a de la ciencia en relaci�n con la calidad de la investigaci�n cient�fica y voy a preguntarme en serio si el conocimiento a fondo de la filosof�a de la ciencia ha aumentado la calidad o la productividad de los cient�ficos que la hemos cultivado. Lo que debe quedar claro es que no se trata de preguntas formuladas a partir de bases preconcebidas e inalterables, sino de interrogantes genuinas que admiten y hasta se benefician del cuestionamiento continuo de sus premisas. Mi intenci�n es filosofar, pero no como profesional de esa disciplina (que no soy) sino como cient�fico activo y amateur de la filosof�a (que si soy); aclaro que el t�rmino amateur no lo uso en su sentido lato o peyorativo, que implica afici�n poco seria y conocimiento superficial (dilettanti), sino en su sentido exacto o literal, que es el de amoroso o amante.

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