IX.2. EVOLUCI�N HIST�RICA DE LAS IDEAS SOBRE EL M�TODO CIENT�FICO

Es importante se�alar que por "m�todo cient�fico" entiendo la suma de los principios te�ricos, de las reglas de conducta y de las operaciones mentales y manuales que usaron en el pasado y hoy siguen usando los hombres de ciencia para generar nuevos conocimientos cient�ficos. Creo que los principales esquemas propuestos sobre este m�todo a trav�s de la historia pueden clasificarse en las siguientes cuatro categor�as:

1) M�todo inductivo-deductivo. Para los proponentes de este esquema la ciencia se inicia con observaciones individuales, a partir de las cuales se plantean generalizaciones cuyo contenido rebasa el de los hechos inicialmente observados. Las generalizaciones permiten hacer predicciones cuya confirmaci�n las refuerza y cuyo fracaso las debilita y puede obligar a modificarlas o hasta rechazarlas. El m�todo inductivo-deductivo acepta la existencia de una realidad externa y postula la capacidad del hombre para percibirla a trav�s de sus sentidos y entenderla por medio de su inteligencia. para muchos partidarios de este esquema, tambi�n nos permite explotarla en nuestro beneficio. Pertenecen a este grupo Arist�teles y sus comentaristas medievales, Francis Bacon, Galileo, Newton, Locke, Herschel, Mill, los empiristas, los positivistas l�gicos, los operacionistas y los cient�ficos contempor�neos en general.

2) M�todo a priori-deductivo. De acuerdo con este esquema, el conocimiento cient�fico se adquiere por medio de la captura mental de una serie de principios generales, a partir de los cuales se deducen sus instancias particulares, que pueden o no ser demostradas objetivamente. Estos principios generales pueden provenir de Dios o bien poseer una existencia ideal, pero en ambos casos son invariables y eternos. Entre los pensadores que han militado en este grupo se encuentran Pit�goras, Plat�n, Arqu�medes, Descartes, Leibniz, Berkeley, Kant (con reservas) y Eddington, los idealistas y la mayor parte de los racionalistas.

3) M�todo hipot�tico-deductivo. En este grupo caben todos los cient�ficos y fil�sofos de la ciencia que han postulado la participaci�n inicial de elementos te�ricos o hip�tesis en la investigaci�n cient�fica, que anteceden y determinan a las observaciones. De acuerdo con este grupo, la ciencia se inicia con conceptos no derivados de la experiencia del mundo que est� "ah� afuera", sino postulados en forma de hip�tesis por el investigador, por medio de su intuici�n. Adem�s de generar tales conjeturas posibles sobre la realidad, el cient�fico las pone a prueba, o sea que las confronta con la naturaleza por medio de observaciones y/o experimentos. En este esquema del m�todo cient�fico la inducci�n no desempe�a ning�n papel; de hecho es evitada conscientemente por muchos de los miembros de este grupo. Aqu� se encuentran Hume, Whewell, Kant (con reservas), Popper, Medawar, Eccles y otros (no muchos) cient�ficos y fil�sofos contempor�neos.

4) No hay tal m�todo. Dentro del grupo de pensadores que niegan la existencia de un m�todo cient�fico podemos distinguir dos tendencias: por un lado, est�n los que afirman que el estudio hist�rico nunca ha revelado un grupo de reglas te�ricas o pr�cticas seguidas por la mayor�a de los investigadores en sus trabajos, sino todo lo contrario; por el otro lado, se encuentran los que se�alan que si bien en el pasado pudo haber habido un m�todo cient�fico, su ausencia actual se debe al crecimiento progresivo y a la variedad de las ciencias, lo que ha determinado que hoy existan no uno sino muchos m�todos cient�ficos. El mejor y m�s sobresaliente miembro de la primera tendencia es Feyerabend, mientras que en la segunda se encuentran varios de los bi�logos te�ricos, como Ayala, Dobshansky y Mayr, as� como algunos de los racionalistas contempor�neos.

En forma igualmente breve, a continuaci�n voy a hacer un an�lisis cr�tico de cada uno de los cuatro grupos gen�ricos de m�todos cient�ficos se�alados arriba, aunque s�lo sea para indicar en forma somera algunas tendencias filos�ficas relevantes.

En relaci�n con el m�todo inductivo-deductivo, conviene considerar a los tres postulados del inductivisino, que son: 1) la ciencia se inicia con la observaci�n de los hechos; 2) tal observaci�n es confiable y con ella se puede construir el conocimiento cient�fico, y 3) �ste se genera por inducci�n, a partir de los enunciados observacionales. Comentar� en ese orden cada uno de los tres postulados.

1) La ciencia se inicia con la observaci�n de los hechos. Para el inductivista es fundamental que la percepci�n de los fen�menos sea objetiva, es decir, que est� libre de sesgos o parcialidades introducidas por la personalidad, experiencia o intereses del observador. Un corolario de este postulado es que diferentes investigadores colocados en las mismas circunstancias deben hacer las mismas observaciones. Sin embargo en la realidad ninguno de estos dos requerimientos se cumplen, pues no todos vemos lo mismo cuando miramos un objeto, y la capacidad de los sentidos del cient�fico para registrar distintos tipos de fen�menos var�a no s�lo con su experiencia y educaci�n, sino que depende de manera primaria de sus conceptos e ideas preconcebidas. Pero adem�s, se ha insistido en que la ciencia no se inicia con la observaci�n de los hechos porque primero debe decidirse cu�les hechos vamos a observar, por qu� los vamos a observar y c�mo los vamos a observar.

2) La observaci�n cient�fica es confiable. Existen tres factores que restringen el otorgamiento de confianza ilimitada a la observaci�n cient�fica: i) el nivel de desarrollo del campo específico al que se pretende incorporar el nuevo conocimiento, que si es muy primitivo garantiza una vida media muy breve a la informaci�n reciente, por la sencilla raz�n de que muy pronto vendr� otra m�s precisa o diferente a sustituirla; ii) la moda cient�fica del momento, un factor muy complejo pero no por eso menos real, que determina (a veces dolosamente) si la observaci�n reportada se incorpora o no al corpus aceptado oficialmente por el "colegio invisible" relevante; iii) la existencia del fraude cient�fico que, aunque excepcional, socava la confianza ciega en la observaci�n cient�fica. Sin embargo, con las reservas mencionadas, concluyo que la observaci�n cient�fica es confiable dentro de ciertos l�mites. Pero dada la naturaleza del conocimiento �sta no es una propiedad absoluta, permanente y ni siquiera muy importante. Es cierto que, cuando hablamos o escribimos, los cient�ficos tenemos el inter�s com�n de decir "el menor n�mero posible de mentiras por minuto". Pero tambi�n tenemos conciencia de que nuestras observaciones no son perfectas y que con mejores m�todos seguramente las podremos hacer m�s precisas.

3) El problema de la inducci�n. En 1748 el fil�sofo escoc�s David Hume public� su libro An inquiry concerning human understanding (Un examen del entendimiento humano) en donde demuestra que la creencia de que con base en experiencias previas es posible utilizar el presente para predecir el futuro es l�gicamente insostenible. Esta conclusi�n afect� en forma grave al pensamiento cient�fico, en vista de que tanto la causalidad como la inducci�n resultan ser operaciones sin fundamento l�gico, y ambas son fundamentales para la ciencia. El propio Hume se dio cuenta de que sus ideas iban en contra del sentido com�n y de creencias intuitivas universales, determinantes de la mayor parte de sus actos y pensamientos cotidianos; sin embargo, aunque lo intent� seriamente, no encontr� argumentos en contra de la l�gica inexorable de su pensamiento, y lo mismo ha sucedido desde entonces hasta nuestros d�as con la mayor�a de los fil�sofos que han intentado reivindicar a la inducci�n como una operaci�n l�gicamente leg�tima.

�Cu�l es la posici�n actual del m�todo inductivo-deductivo? Desde luego, entre el p�blico no profesional de la ciencia, as� como entre la gran mayor�a de los cient�ficos, la idea m�s generalizada de c�mo se hace la ciencia es la siguiente: existe un mundo exterior hist�rico y real, cuyo conocimiento es el objetivo de la investigaci�n cient�fica; los hombres de ciencia invierten su tiempo en la observaci�n cuidadosa de ese mundo, anotando absolutamente todo lo que registran con sus sentidos. Poco a poco, de este noble esfuerzo ir�n surgiendo los principios generales que explican los hechos registrados y que adem�s nos permitir�n predecir gran parte de la majestuosa totalidad de la naturaleza. En cambio, para la mayor parte de los fil�sofos y para unos cuantos hombres de ciencia (ciertamente, de muy alto nivel), la objeci�n de Hume es v�lida e impide aceptar a la inducci�n como parte del m�todo cient�fico. Recientemente Harold Himsworth, un m�dico ingl�s con antiguo, s�lido y bien ganado prestigio como profesor e investigador biom�dico, public� un librito (apenas tiene 99 breves p�ginas) con el t�tulo Conocimiento cient�fico y pensamiento filos�fico (Scientific Knowledge and Philosophic Thought), en el que se pregunta si las proposiciones con estructura l�gica impecable son necesariamente v�lidas, aun cuando contradigan a la experiencia derivada directamente de la realidad.

Himsworth acepta que en su rechazo de la inducci�n, la l�gica de Hume es irrefutable, pero se pregunta si la soluci�n al problema no estar� m�s bien en las premisas del planteamiento. Cuando Hume considera que el curso de la naturaleza puede cambiar, s�lo est� tomando en cuenta una de las dos alternativas posibles; la otra es que el curso de la naturaleza no cambie. Himsworth se�ala:
Por lo tanto, seg�n empecemos por la proposici�n de que el curso de la naturaleza puede cambiar, o por la proposici�n de que puede no cambiar, la l�gica nos llevar� inexorablemente a conclusiones diametralmente opuestas. Si optamos por la primera de estas proposiciones nos veremos obligados, como Hume, a concluir que es imposible razonar del pasado al presente y que nuestra creencia en la causalidad est� equivocada. En cambio, si optamos por la segunda proposici�n, nos veremos inclinados con la misma fuerza a concluir que s� es posible razonar de esa manera y que nuestra creencia en causa y efecto est� completamente justificada. Seg�n la proposici�n de que se parta, ambas conclusiones son igualmente l�gicas. Por lo tanto, es imposible decidir entre ellas en esa base.

El criterio que Himsworth propone para decidir si la naturaleza es o no regular no es l�gico sino experimental; despu�s de se�alar que cualquier alteraci�n en el curso regular de la naturaleza ser�a un hecho observable, cita el ejemplo siguiente:
Si arrojo una piedra al aire espero, con base en experiencias previas, que tarde o temprano, caiga al suelo. Sin embargo, si la fuerza de la gravedad se suspendiera, la piedra no caer�a sino que continuar�a su viaje hacia el espacio exterior... Sin embargo, esto da una imagen totalmente inadecuada de lo que pasar�a si cesara la fuerza gravitacional. El efecto no se limitar�a a ninguna clase particular de objetos. Todo lo que tiene peso se ver�a afectado; por ejemplo, este planeta ya no ser�a capaz de retener su atm�sfera como resultado, todos los organismos vivos que dependen del aire para respirar morir�an, y no quedar�a nadie para experimentar algo. Por lo tanto, el hecho de que hay, haya tales criaturas vivas significa que mientras han existido, la gravedad ha estado operando; adem�s, que mientras contin�en existiendo la gravedad no cesar� de operar.

El problema de la inducci�n parece centrarse en la posibilidad de que la regularidad de la naturaleza se suspenda; naturalmente, todos reconocemos la casi infinita variabilidad del mundo exterior, junto con nuestra inmensa versatilidad interior, pero tambi�n tenemos conciencia de que tales oscilaciones ocurren dentro de rangos de tolerancia bien definidos. Las violaciones a las leyes naturales no se refieren a la aparici�n de diferencias cuantitativas o cualitativas dentro del mismo tipo, g�nero o especie, sino a la ocurrencia de un episodio que viola los mandatos aceptables dentro del orden definido. En �ltima instancia, el problema es que puestos ante la alternativa de una posibilidad l�gica y su ocurrencia real, Hume le da m�s peso a la primera mientras que Himsworth se inclina por la segunda. Mi conclusi�n es que aunque Hume pens� que estaba determinando los l�mites del conocimiento humano, lo que en realidad demostr� fueron las limitaciones del pensamiento abstracto, por m�s l�gico que sea, como instrumento para avanzar el conocimiento de la realidad.

Respecto al m�todo a priori-deductivo, en realidad tiene dos vertientes distintas: la plat�nica o cartesiana y la kantiana. La vertiente cartesiana postula que por medio de la raz�n es posible establecer los principios m�s generales que regulan la naturaleza y a partir de ellos deducir a la realidad; en cambio, la vertiente kantiana sostiene que la raz�n pura es incapaz de alcanzar conocimiento alguno sobre el mundo exterior y que se requiere de la experiencia de nuestros sentidos, pero que esta experiencia s�lo la conocemos despu�s de que ha sido elaborada y estructurada por medio de los imperativos categ�ricos (realmente, categor�as imperativas). Adem�s, la vertiente kantiana afirma que la verdadera realidad nos est� vedada, ya que lo �nico que percibimos de ella son las sensaciones que estimula en nuestros �rganos de los sentidos, si tuvi�ramos otros �rganos sensoriales, capaces de percibir propiedades distintas del mundo exterior, nuestra imagen de la realidad ser�a muy diferente, pero ella seguir�a siendo la misma, y tambi�n seguir�a siendo inalcanzable. A pesar de que las dos vertientes del m�todo a priori-deductivo son tan distintas, ambas postulan que nuestro contacto con el mundo exterior no es directo sino que ocurre a trav�s de estructuras previamente establecidas (o sea, a priori), en el primer caso por la raz�n pura y en el segundo caso por la raz�n cr�tica.

El destino hist�rico de estas dos vertientes ha sido interesante; por un lado, el mismo Descartes se dio cuenta de que la deducci�n de la naturaleza, a partir de sus principios generales a priori, no lo llevaba muy lejos y pronto se vio obligado a echar mano de otros elementos emp�ricos, como el an�lisis geom�trico de problemas �pticos, el uso de analog�as, hip�tesis y modelos, y hasta la pr�ctica personal de disecciones (transform�ndose en otro preclaro ejemplo de que para conocer el m�todo cient�fico no hay que prestar atenci�n a lo que los investigadores dicen que hacen, sino a lo que realmente hacen); por el otro lado, gracias a metamorfosis m�s o menos sutiles, los 12 imperativos categ�ricos kantianos originales se incorporaron a la psicolog�a del siglo XIX y muchos de ellos sobreviven hasta hoy, protegidos por diferentes disfraces, como las "nociones psicol�gicas de tiempo y espacio", o los conceptos de causalidad, reciprocidad, posibilidad, existencia y otros.

El m�todo hipot�tico-deductivo postula que el investigador se asoma a la naturaleza bien provisto de ideas acerca de lo que espera encontrar, portando un esquema preliminar (pero no por eso simple) de la realidad; en otras palabras, la ciencia se inicia con problemas, que son el resultado de las discrepancias entre las expectativas del cient�fico y lo que se encuentra en la realidad. La ciencia empieza en el momento en que la estructura hipot�ticamente anticipada de un segmento de la naturaleza no corresponde a ella. Pues bien, una de las objeciones m�s graves al esquema de Popper es que no toma en cuenta que en la confrontaci�n de las hip�tesis con los hechos, los responsables de la discordancia no siempre son las teor�as: tambi�n los hechos pueden estar equivocados. No hay nada en la l�gica de la situaci�n que exija que siempre deba ser la hip�tesis la rechazada cuando hay discrepancia con la "realidad". Todos los investigadores cient�ficos activos sabemos lo dif�cil que es estar seguro de que los experimentos, observaciones, analog�as o comparaciones con que trabajamos son realmente como parecen ser; existen numerosos ejemplos de rechazos de "hechos" y conservaci�n de la hip�tesis que parec�a haber sido falseada por ellos. El mismo Popper sugiere que s�lo se usen los resultados observacionales que ya han sido repetidos y confirmados por otros investigadores (los llama "enunciados b�sicos") y que se guarde reserva para los que todav�a est�n en espera de esa confirmaci�n. Pero el argumento le roba su car�cter n�tido y definitivo al m�todo hipot�tico-deductivo, pues resulta que las hip�tesis no se pueden falsear en forma clara y concluyente porque las pruebas a las que se someten tampoco arrojan resultados absolutos y completamente confiables, sino m�s bien probables y perfectibles.

Otra objeci�n al m�todo hipot�tico-deductivo es hist�rica. Si los cient�ficos se hubieran atenido rigurosamente al falsacionismo, muchas de las teor�as m�s s�lidas de la ciencia nunca hubieran podido alcanzar su desarrollo actual; en efecto, hab�an sido rechazadas cuando se propusieron pues fueron confrontadas con distintos "hechos" que las contradec�an o falseaban. Sin embargo, esas teor�as siguieron en boga, crecieron y poco a poco superaron a los "hechos" contradictorios, una vez que se demostr� que eran equivocados o producto de las limitaciones t�cnicas de su tiempo.

Otro de los principios centrales en el m�todo hipot�tico-deductivo es que no existen las observaciones puras, o sea aquellas que se hacen en ausencia de alg�n tipo de esquema o hip�tesis preconcebido. Pero si esto es as�, entonces las hip�tesis deben surgir de manera independiente de las observaciones. Para llegar a esta conclusi�n Popper se pregunta, "�qu� es primero, la hip�tesis o la observaci�n?", lo que inmediatamente recuerda la otra pregunta, "�qu� es primero, la gallina o el huevo?" Como Popper responde esta segunda interrogaci�n diciendo, "un tipo anterior o primitivo de huevo", la respuesta a su primera pregunta es, naturalmente, "un tipo anterior o primitivo de hip�tesis". Pero esto lo coloca de inmediato en algo que en l�gica se conoce como regresi�n infinita, porque cada hip�tesis ir� precedida por otra anterior, y as� sucesivamente. Para escapar de esta trampa Popper postula que el H. sapiens posee gen�ticamente una serie de expectativas a priori (o sea, anteriores a cualquier experiencia) que le hacen esperar regularidades o que le crean la necesidad de buscarlas. Pero los cient�ficos activos sabemos muy bien que no todas las observaciones van precedidas de hip�tesis, sino que a veces surgen hechos sorpresivos o fortuitos, o resultados totalmente inesperados, para los que entonces es necesario construir una hip�tesis. Incluso los cient�ficos hemos adoptado un nombre espec�fico para designar este tipo de episodio, "serendipia", que significa "capacidad de hacer descubrimientos por accidente y sagacidad, cuando se est� buscando otra cosa". Himsworth se refiere al papel de estos episodios en la investigaci�n como sigue:
Por lo tanto, debemos reconocer que, en la vida real, las observaciones van desde las que son totalmente inesperadas hasta las que est�n completamente de acuerdo con las expectativas. Sin embargo, la mayor�a caen entre esos dos extremos. En otras palabras, la observaci�n excepcional es la que no contiene elementos inesperados y, por lo tanto, no buscados. De hecho si las cosas no fueran as�, no tendr�a sentido hacer investigaci�n.

Finalmente, recordemos que Popper acepta el juicio de Hume y rechaza cualquier proceso inductivo en la ciencia, o sea que no se puede citar el resultado de un experimento como prueba favorable a una hip�tesis determinada. Si tal resultado fue predicho a partir de la hip�tesis, lo �nico que puede decirse es que no ha sido refutada. No es v�lido sugerir que el resultado apoya o refuerza a la hip�tesis porque ser�a un pensamiento inductivo. Muchos de los cient�ficos que han aceptado las ideas de Popper realmente no lo han tomado en serio y mientras ostensiblemente aplauden el esquema hipot�tico-deductivo contin�an actuando subrepticiamente dentro del concepto inductivo-deductivo cl�sico. Sin embargo, si se enfrentaran a algunas de las premisas claves del pensamiento popperiano, como que no existen criterios para determinar la verdad de cualquier teor�a, que las observaciones (los llamados "hechos") son irrelevantes como criterios de verdad, y que adem�s son in�tiles para inferir o construir teor�as y que s�lo sirven para falsificarlas, quiz� reconsiderar�an su afiliaci�n popperiana.

La postura anarquista en relaci�n con el m�todo cient�fico incluye a los que niegan que tal m�todo haya existido en otros tiempos o existe actualmente pero va m�s all�, al predicar que adem�s est� bien que as� sea, pues de otra manera introducir�a restricciones perniciosas en la pr�ctica de la ciencia. Como ya mencionamos, los argumentos de Feyerabend son de dos tipos, hist�ricos y de exhortaci�n moral. En relaci�n con los primeros, Feyerabend usa ejemplos de descubrimientos realizados en f�sica y astronom�a en los que no parece reconocerse m�todo alguno, sino todo lo contrario incluyendo maniobras como supresi�n de datos opuestos a las hip�tesis favoritas trucos propagand�sticos, apelaci�n emocional, etc.; pero generalizar a partir de esos ejemplos, como �l lo hace, a todas las ciencias de todos los tiempos, parece peligroso no s�lo porque se trata de una inducci�n sino porque es utilizar un m�todo cient�fico para demoler la existencia del m�todo cient�fico. Es seguro que si Feyerabend fuera experto no en la historia de los trabajos cient�ficos de Galileo sino en los de Claude Bernard y los fisi�logos de su tiempo, su opini�n sobre la realidad del m�todo cient�fico ser�a diferente. Feyerabend tambi�n se�ala que las dos reglas usadas por los fil�sofos de la ciencia, la "condici�n de consistencia" y el "principio de autonom�a", pueden ser sustituidas por las reglas opuestas que, a pesar de ser igualmente plausibles, llevan a resultados contrarios. La condici�n de consistencia exige que "las nuevas hip�tesis est�n de acuerdo con las teor�as aceptadas", mientras que el principio de autonom�a postula que "los hechos pertenecientes al contenido emp�rico de alguna teor�a son accesibles al margen de que se consideren o no otras teor�as alternativas". Pero la condici�n de consistencia enunciada por Feyerabend simplemente no es la utilizada por la mayor parte de los fil�sofos de la ciencia; por ejemplo, Newton-Smith la enuncia como sigue:
En igualdad de circunstancias, las nuevas teor�as deber�n estar de acuerdo con los aspectos observacionales comprobados de las teor�as aceptables y aceptadas actualmente.

Adem�s, la regla opuesta que propone Feyerabend es la de la proliferaci�n de las teor�as, especialmente aquellas incompatibles con las aceptadas corrientemente, que aunque tiene algo a su favor ("La variedad de opini�n es necesaria para el conocimiento objetivo") llevar�a muy pronto al caos si cada quien estuviera inventando continuamente teor�as sobre un mismo tema.

Naturalmente, lo anterior no pretende resumir la evoluci�n de todas las ideas sobre el m�todo cient�fico a trav�s de la historia, sino s�lo se�alar algunas cr�ticas surgidas en contra de las principales tendencias gen�ricas, que agrupan a los diferentes conceptos revisados en los cap�tulos previos. Los fil�sofos de la ciencia profesionales, junto con unos cuantos cient�ficos interesados seriamente en los aspectos filos�ficos de su profesi�n, saben muy bien que he dejado mucho sin mencionar, pero creo que estar�n de acuerdo en que todo lo incluido corresponde en forma razonable a la realidad.

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